Alcalá la Real había contado con otros lugares de desarrollar la lidia de toros. en la plaza Alta de la fortaleza de la Mota, en los aledaños de la fuente de la Mora Nueva y en la Plaza del Ayuntamiento.
LA TRAGEDIA DE LA MOTA
Ante el escribano Felipe Pérez (Legajo 4817. folio 58. Añó 1618), se levantó un documento sobre una tragedia taurina de aquellos tiempos. En 2 8 de agosto del mismo año, Francisco Serrano, administrador de su menor Francisco Serrano, se querelló con el carpintero Sebastián de Robles de una famosa familia de este oficio artesano en un auto judicial. Y así lo explica el maestro cardador Serrano:" en razón de que había poco más de dos meses estando con otras gentes en la fiesta de unos toros que se hicieron en la plaza pública de la ciudad, en un andamio que Sebastián de Robles había fecho, se hunido y se cayó toda la gente que estaban con él , y con la madera se lastimó y hirió el dicho Francisco en la pierna derecha, que ha estado curándose de la dicha herida y el más de el ello curándole Juan del Olmo cirujano ". Nos describe el gradería de tablas como los cosos portátiles, donde se subía el pueblo y las ventanas de los edificios públicos ( cabildo, escribanías, hospital, iglesia...) y de las casas nobiliarias se reservaban a los cargos y miembros privilegiados. Las corridas de toros no eran una actividad festiva exclusiva de la feria de septiembre (celébrese por San Agustín, la Natividad de la Virgen o San Mateo), sino que en Alcalá la Real desde tiempo inmemorial se celebraron corridas desde principios del siglo XVI. Solía acontecer este acontecimiento taurino como una de las actividades de los hidalgos cuadrilleros (alcalaínos y forasteros) que subían a la Plaza de la Mota para montar espectáculos de toros y cañas, alcancía, y otros divertimientos. Las festividades de Santiago, San Juan , cuando se celebró la corrida de este documento, y la Virgen de Agosto (la Asunción de la Virgen y, posteriormente, la Virgen de las Mercedes a partir del siglo XVII) son las fechas más ordinarias de celebración. Pero esto no impide que, con motivo de las festividades extraordinarias, también tengan lugar estos actos festivos. Se hace por la proclamación de los reyes, la visita de un personaje, la llegada del abad o del corregidor, las celebraciones de tratados, paces, o victorias nacionales. También, las cofradías consiguieron fondos con los toros. Así los ganaderos, muy legados con la Virgen de Guadalupe, celebraron esta fiesta en 1645. Y es curioso los elementos de la fiesta que así ilustra la angterior de 1618:
LA TRAGEDIA RECIENTE. FOTOS Y RELATO
Pero, como plaza de toros fija, de obra de cantería se reutilizó el claustro del antiguo convento de San Francisco. Parece que desde el 8 de julio de 1928 no hubo celebración taurina y fue clausurada definitivamente por el deterioro de su estructura. Tras la guerra los toros siguieron celebrándose en septiembre por San Mateo gracias a la instalación de plazas portátiles.En la novillada de 1957, la zona llana del pueblo de entrada de la carretera de Granada sirvió, como era frecuente, para la instalación del coso.Un pariente político de mi padre, José Urquiza «Petete», era el divo del cartel taurino:.En el cartel figuraba además: el rejoneador Bernardino Landete y el novillero de Granada, Rafael García. Los cinco novillos pertenecían a la ganadería de Juan del Cid, de Huelva. A las 5 de la tarde, acudieron tres mil aficionados.El rejoneador Landete a caballo fue quien abrió plaza toreando a caballo con éxito al primer novillo. Recreación propia del jinete que corresponde a la misma persona, de la plaza y de los espectadores. . ,
El segundo astado correspondió al novillero granadino, Rafael García no se prestó a una lucida faena.Al tercer toro, cerrando la primera tanda de la corrida,, Pepete, le hizo una extraordinaria faena, con pases de casi todos los estilos, que encandiló a la afición y llevó a cabo una gran estocada sin desvío hasta la bola, que hizo caer al ejemplar de forma fulminante sobre la superficie del albero sin mayores sufrimientos. La plaza se vino abajo, nunca peor dicho, con los aficionados al unísono de pie, dando saltos, brincos, lanzando vítores y aplausos y llenando el paisaje de los tendidos de pañuelos blancos dirigidos al presidente del festejo.«Pepete» fue premiado por las autoridades del palco con dos orejas, rabo y hasta una de las cuatro patas del toro, junto con una ovación tan generosa que mantuvo levantados de sus asientos a sus paisanos durante varios minutos.
Siguiendo el blogg de Trillo: "En ese instante, serían las seis y cuarto en el reloj, estando aún los eufóricos alcalaínos desde las gradas sin sentarse, dándole palmas a su paisano, «Pepete», se oyó un zumbido, en forma de crujido seco, a consecuencia de haberse hecho trizas el cinturón de acero que aseguraba el armazón de la estructura de la plaza. El coso taurino, había colapsado. En cuestión de milésimas de segundos, la plaza de toros portátil se desplomó exactamente de la misma forma que cuatro años después ocurriría con el coso de Jimena, partiendo del lugar donde se hallaban las autoridades y abatiéndose en forma de abanico de derecha a izquierda, en este caso formándose un remolino al caer en tierra y quedar todo envuelto en una polvareda, dejando atrapados a cientos de alcalaínos entre sus tablones. La peor suerte se la llevaron los aficionados situados en las filas más altas del graderío.Afortunadamente para los siniestrados, el novillo se encontraba sin vida sobre el albero pendiente de ser retirado por las mulillas.Se hizo un silencio total, para inmediatamente después oírse voces de llamadas, lamentos, y gemidos, comenzando las carreras alocadas de aquellos espectadores que salieron por si solos ilesos del montón de residuos, yendo como ciegos, entre la confusión y el pánico, de un sitio a otro, sin saber exactamente adonde dirigirse con la ansiada intención de encontrarse y abrazar a familiares y allegados así como para buscar a quienes faltasen porque estuvieran enterrados aún bajos las tablas.Al paso de los minutos, la serenidad fue imponiéndose y comenzaron rápidamente los ilesos a centrar sus esfuerzos para sacar de las maderas a heridos y contusionados.Los vehículos estacionados en la zona, a instancias de la Guardia Civil, iniciaron el transporte de siniestrados con destino al Hospital Civil de la beneficencia municipal, sita en la calle Rosario, que seguía siendo auxiliada desde tiempos remotos por la congregación religiosa de Las Mercenarias, procediéndose de inmediato a dejar libre gran parte de la Casa Cuna que se hallaba en el interior del mismo edificio y que estaba siendo ocupada por niños huérfanos, para dar cabida a la ingente cantidad de fracturados y heridos que empezaron a llegar.A pesar del trabajo frenético de médicos, enfermeras y de todo aquel que con conocimientos básicos sanitarios se prestó a ayudar, los siniestrados se amontonaban, empezando la situación a colapsarse.
Ante la magnitud de la tragedia, el alcalde de la localidad, el maestro de escuela, José Garnica Salazar, cuyo nombre aún hoy se conserva en Alcalá en la denominación del centro público escolar infantil y primaria, CEIP, inaugurado posteriormente en el año 1969, pidió auxilio a los pueblos más cercanos y a las autoridades de Granada y de Jaén, que a lo largo de la noche enviaron varios equipos de transfusión de sangre, médicos y ambulancias para recoger a los heridos más graves y trasladarlos hasta los centros hospitalarios de ambas capitales.El gobernador civil de la provincia, Felipe Arche Hermosa, de origen santanderino, que venía ejerciendo el cargo desde el 22 de noviembre de 1950, se personaría en la localidad esa misma noche.La sala Santo Domingo del hospital Provincial San Juan de Dios de Jaén, ultimando los preparativos para recibir a los heridos graves procedentes de la catástrofe de Alcalá la Real. Esa misma noche, llegaron a este centro sanitario un total de 23 heridos graves, tres de ellos muy graves. Al mismo tiempo, la Iglesia local de la Consolación abría sus puertas ante la avalancha de devotos allí concentrados en plegaria por la suerte de los damnificados, en tanto el altar mayor se llenaba de velas como nunca después se ha vuelto a ver, permaneciendo abierta durante toda la noche.En este siniestro alcalaíno, se contabilizaron finalmente seis muertos fortuitos, con más de cien heridos. No obstante, las crónicas locales llegaron a cuantificar el número de heridos por encima de ese centenar, ya que muchos, los más leves, fueron atendidos en farmacias y en casas particulares, escapando al control médico y hospitalario..Los fallecidos inicíales del espectáculo taurino de Alcalá fueron tres: Pedro Lizana Veja, vecino de la localidad, de sesenta años, que se hallaba cuando el desplome bajo los asientos de las gradas viendo el espectáculo por un hueco y quedó reventado; Juan Antonio Sánchez Salas, de setenta años, vecino de Montefrío, que presentaba aplastamiento de cráneo; y Juan Garrido Martín, alcalaíno de veintidós años, que fatalmente se encontraba de permiso de la mili, habiéndolo retrasado precisamente para que le coincidiera con estas fiestas. Estaba destinado como soldado voluntario en Madrid en el regimiento de Sanidad Animal, y presentaba una gruesa astilla que le entraba por la cabeza y le salía por la barbilla.Todos ellos acabaron sus vidas en el citado Hospital Civil de la localidad.La noticia, abrió las portadas de la prensa dos días después al ser los lunes inhábiles para sus ediciones por descanso del personal.También, la prensa nacional en sus ediciones de Madrid y Sevilla, como el diario ABC, lo recogió ampliamente.Las tres primeras víctimas mortales, fueron enterradas el martes, día 24 por la tarde, en una ceremonia celebrada en la iglesia de la Consolación. Fue presidida por las autoridades locales y provinciales.A continuación, transcurrió la comitiva fúnebre, siendo masivamente acompañada por el vecindario que recorrió las calles principales. El comercio local quedó cerrado y se suspendieron las fiestas.Pocos días después, perecieron, en los sanatorios de la Salud y de la Purísima de Granada: Marcelo López Castillo y José Romero Nieto, mientras, Francisco Ramírez Ruíz, moría en Jaén.Como suele decirse en cada tragedia, la cosa podría haber sido peor y la suerte pudo jugar un papel importante. En el momento que cayó la estructura de la plaza, el único toro que había en el ruedo estaba muerto. Mientras tanto, los toriles fue lo único que se mantuvo en pie, lo que evitó que las dos reses que aguardaban en su interior quedaran libres y la emprendieran a cornadas con los ya de por si aterrados alcalaínos. Ya tenían bastante con reaccionar ante lo sucedido para rescatar a los heridos y contusionados que estaban sepultados bajo los tablones derruidos.En una de las crónicas de la tragedia, figura que los dos novillos pendientes de ser toreados fueron sacrificados por disparos de la Guardia Civil para evitar cualquier fuga de los astados.El viernes, día 4 de octubre de 1957, se celebró en Alcalá un funeral por las seis víctimas y se rezó una salve de acción de gracias.
.
Eso sí, tiempo tuvo que pasar para que la localidad de Alcalá la Real superara el trauma con nuevas corridas.
Rastreando las hemerotecas, si no se me han pasado en otras publicaciones, no me encuentro la celebración de otro espectáculo taurino hasta cuarenta años después.
Exactamente, coincidiendo con el domingo de resurrección del año 1997, 30 de marzo, en la que tuvo lugar una novillada donde torearon: Rafael Osorio, Miguel Santaella y Enrique Reyes.
Serían tantas las ganas de ver corridas de toros en la localidad, que ese mismo año también me hallo en las hemerotecas pasados unos meses con otra corrida celebrada precisamente durante las fiestas de San Mateos, 23 de septiembre de 1997, con novillos de la ganadería de Ruiz Meléndez, y otras dos reses de Guadina, donde lidiaron: David Vázquez, que consiguió como trofeo, dos orejas; Jesús Castejón, otras dos; el Pireo, silencio y una oreja, y José Muñoz, silencio y dos orejas.
En el mismo sentido, y ya más recientemente, tuvo lugar otro festejo taurino en la feria de San Mateos en su edición del año 2015.
E
No hay comentarios:
Publicar un comentario