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sábado, 17 de junio de 2023

.El final del reinado DE FELIPE III Y ALCALÁ LA REAL

 

En el año 1616, la Corona requirió a la ciudad una cantidad de setenta mil ducados (26.250.000 maravedís)  y para afrontar la composición de alcabalas, por las que la ciudad consideraba que estaba exenta de pagar tributos en todo tipo de crianza, labranza y trato; fueron unos meses de continuos viajes a la Corte, donde destacó un regidor don Francisco de Pineda, que gracias a sus influencias en el complicado mundo  cortesano logró que la cantidad fuera rebajándose, recibiendo la ciudad aquella noticia en medio del júbilo general y con la ofrenda de todo tipo de festividades. A él mismo se le recompensaba por el mes de octubre de dicho año con la cantidad de mil ducados.

La esperanza de un futuro libre de imposiciones, basado en su comercio ganadero, calmaba el pesimisimo que había reinado durante la negociación con los miembros de la Hacienda nacional, donde se llegó a tener directas relaciones con el duque de Lerma para solucionar aquel contencioso. Para ello  se concedió una provisión real, firmada en San Lorenzo del Escorial el 24 de septiembre de 1617, en la que se le permitía a los ganaderos la entrada a lo montes con su ganado de cerda, suponiendo un beneficio de 11.800 reales y trescientos quince ducados, valorado en trescientos ducados, se arrendaron tres mil cincuenta siete fanegas de las cuatro permitidas, que montaban 547. 028 reales, en montes, baldíos y dehesas, el arbitrio de cuatro maravedís por arroba de vino y pescado, valorado en 3.000 reales, un maravedís por panilla de aceite en 8.000 reales, de la corambre de pelo y curtidos en dos mil reales  a un real por cabeza de ganado de cerda y dos por el resto del ganado, por libra de seda cuatro reales, un cuartillo por el corambre, la vara de paños de medio a un real, y el arbitrio de un real  por arroba de lana en 1600 reales[1] La ciudad.

No obstante, se le permitieron hacer censos por valor de veinte mil el millar para afrontar los pagos. Entre los más importantes que se afrontaron fueron el de patronato de Pedro Sánchez de la Hinojosa y María Fernández de la Blanca, al que le pagaban mil ducados de plata doble hasta muy entrados el siglo XVIII.[2]


A la tierras roturadas acudieron ciento treinta y un rematadores de entre labradores, jornaleros y otros oficios como escribanos, zapateros y tejedores de seda, dividiéndose las suerte en la Cañada Membrillo, Majadillas, Chaparralejo, Cañadas y Solana de Majalcorón, Alcaiceruela, Cofrida,  cabezada de Mures, Cañada Honda y Hornillo, Peñas del Yeso y, sobre todo la Dehesa de la Hondonera, Fuente el Gato,  Cañada Honda del Camello, Romeral, Llano de los muchachos Buhedos, Cerro Martín Cano en Charilla, Alberquilla , Membrillera y, en el Castillo la Dehesa de Fuente Tétar, Espino Collado y las majadas del Robledo, Rompezapatos, Pinarejo, Majada Vieja, Navalperal, Navaltrillo, Rozuela, y los Coscojares. No había un número determinado de fanegas, inferior a las seis, salvo las cabezadas de los montes.

 

 

En el año 1620, habiendósele solicitado un préstamo a la Corona para pagar la composición de alcabalas y desahogarse de la situación se nos muestra una ciudad que solamente tiene entradas de sus propios (los cortijos, algunas tiendas, algunos servicios como los fieles de carnicería) valorados en un año completo en 1.052. 498 maravedís y 108 fanegas de trigo  y ocho celemines y 61 fanegas de trigo y 4 de cebada. Frente a unos gastos 721.568 maravedís de créditos de censos que alcanzaban 1.983.750 maravedís, una deuda al Pósito por los gastos de la peste de 1.172.434 maravedís y gastos ordinarios 650.000 maravedís, ello conllevaba una deuda de 4.927.752 maravedís.

 Ante estas circunstancias era imposible mantener el servicio de milicia de la ciudad que se obligaba a la  defensa de las invasiones de la Costa; las obras públicas como calzadas, alcantarillas y puentes estaban prácticamente abandonados; y, ni siquiera la rotura de cuatro mil fanegas de tierras, el impuesto de las cabezas y asaduras, el maravedís por panilla de aceite y el beneficio de la bellota de los montes podían cubrir los gastos de la composición de las alacabalas, hasta tal punto que sólo se impusieron en los años suaves y se quitaron en la sequía.

 A esto había que añadir que la agricultura estaba anticuada y no permitía buenas cosechas por ser tierras que a veces se angostaban, llegando el caso de que  incluso algunos cortijos de propios y las tierras viejas roturadas a veces no llegaban a rematarse. La Venta de la fuente Granada fue abandonada por no poderse arreglar y lo mismo la casa de mancebía. Además de los arbitrios de tierras se puso otro nuevo en el disfrute de la bellota, perdiéndose seiscientos ducados. En cuatro años tuvieron que hacer frente a los nuevos arbitrios desde 1616 hasta 1620 en 13.181,165 maravedis y todavía, le faltaban otros seis años para poder afrontar las alcabalas pedidas por la Corona. De ahí que continuamente se pidieran aplazamientos, revisiones de las penas de ordenanzas y permiso de cambio de arbitrios en favor de la ciudad.[3] En este preciso año, se solicitó que se le diera el sobrante de los arbitrios en la composición de alcabalas valorado en catorce mil ducados para quitar los censos y así poder aliviar la situación de pobreza de la ciudad. No salvaba la solución económica las cinco mil nuevas tierras roturadas que habían supuesto la cantidad de 75.000 ducados, sino que daba lugar a un nuevo conflicto con los ganaderos que veían reducidos sus terrenos y  años más tarde se quejaban de los pocos pastos y de que se veían obligados a dejar sus ganados y la decadencia del ganado vacuno e, incluso, otros ganados con lo que suponía para el abastecimiento de las carnicerías que se resintió a partir del año 1622.

 



[1] AMAR . Provisión real del 24 de septiembre de 1616.

[2] Caja 206. Pieza 19. Censo de Don Manuel de Benavides y Mendoza.

[3] AMAR. Año 1620. Solicitud de un aplazamiento para la composición de las alcabalas y alivio de las deudas. Se contiene el certificado de los curas párrocos de las dos parroquias, el informe del corregidor sobre el estado de la ciudad, la provisión real, los testimonios de personas ante los autos abiertos. .







 


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