La expulsión de los moriscos
No tuvo gran repercusión en Alcalá ni en la villa del Castillo de Locubín
la expulsión de los moriscos, sobre todo, en los años comprendidos desde el
1609 hasta 1610. Afectó a varias familias de moriscos y se aplicó sin apenas
oposición en la ciudad. Sin embargo, el exceso de un lugarteniente
del Marques de Germán, encargado particularmente de esta misión un año después,
el joven Marcos Pérez de Prada, u acompañado de un severo alguacil, provocó algún
que otro roce con las autoridades religiosas y civiles en el año 1611.
Sus intenciones respondían más a un deseo de enriquecerse con el cobro de los servicios que el cumplimiento de la orden real, apresando a descendientes de moriscos por línea paterna, o moriscas casadas con cristianos viejos y empleando todo tipo de amenazas y cualquier información y testigos falsos. Detuvo a mercaderes que no querían pagarle los salarios como Juan Ruiz Doncel y Pedro Cedillo, a cristianos viejos como Alonso Gutiérrez, y a familiares de los anteriores que tuvo que devolverles la libertad.
En uno de sus bandos, obligó a muchas mujeres y niños a que acudieran al corral de las Comedias de la Veracruz sin lograr acusación alguna. Una gran inquietud sembró en Alcalá por la desmesura de sus actuaciones, castigando con el tormento y proponiendo la excomunión de personas como la tendera Juana de Contreras.
Concretamente, había veinte vecinos con sus familias que pagaban la farda y
fueron expulsadas, aunque algunas regresaron al estar ligadas con intereses
comerciales de los regidores como Francisco de Herrera que estaba implicado con
ellas. El propio abad Alonso de Mendoza, por su parte, intervino
defendiéndolos en varias ocasiones durante los años 1610 al 1612. Con tal fin
ello el abad escribió al monarca para que dar testimonio del buen comportamiento
y convivencia con los vecinos y recabar información de algunos detalles sobre
los cristianos nuevos y cristianos viejos casados con cristianas nuevas.
Algunos regidores como el licenciado Antonio de Gamboa y otros miembros del
clero regular y secular defendieron también públicamente a muchas personas
acusadas falsamente.
Más importante y trascendente fue esta medida real en otros territorios de
la abadía como Priego, que obligaron al abad y su provisor a emplear todas sus
dotes diplomáticas y sus relaciones con la Corona para evitar su expulsión.
Describir la situación de los moriscos no es sino manifestar que la mayoría
se habían integrado en el siglo anterior emparentándose con algunas familias y
sus descendientes prácticamente tenían olvidado su situación
gentilicia. En palabras del abad:
los moriscos descendientes de los que se conbirtieron,
antes de que se consiguiese la reducción general, de su propia boluntad, y no
concurrieron en la rebelión del reyno de granada, y, en particular, de los que
se han tratado como cristianos biejos en la lengua, en el ábito y en los actos
de religión, confesando y comulgando, dejando aniversarios y otras memorias
pías y que se an mesclado con cristianos biejos e , apartándose de los del
reyno de Granada, y no forman secta...
A finales del 1611, se
recibió la orden real manifestando que incluso afectaba a los moriscos
apresados en galeras y fue encargado de la misión don Francisco de
Irazábal en todo el reino de Granada. Hubo desavenencias del cabildo con el comisario
ante las dudas que se ofrecían si afectaba la orden por no pertenecer la ciudad
a dicho reino. El resto prácticamente vivían de las familias que
cuidaban, como un tal Gamboa o maese Juan, expulsado en 25 de mayo de 1612, e
,incluso, el primero de ellos fue rescatado y volvió a la ciudad desde el
puerto de Motril. Peor suerte tuvo el segundo que fue rescatado junto con su
mujer y criado por el regidor Francisco de Herrera y logró sacarlo de Tetuán
donde había sido desterrado. Y a Francisco de Mejía. Este último es un caso muy
ilustrativo de lo acontecido a las familias alcalaínas de origen morisco.
Su mujer Ana González en febrero de 1612 a la Corte y se levantó un auto que
expone el sufrimiento de este grupo. Acudió a Alcalá la Real Alonso de Carrión,
después de los anteriores comisionados, como juez comisario de Su
Majestad para la expulsión de los bienes raíces de los moriscos expelidos, y le
embargaron una casa en el Llanillo y una finca de una fanega en los Allozos del
Beneficiado. La mujer del morisco Mejía, ya difunto, acudió a Granada ante el
juez don Pedro Zapata del Mármol, también juez de comisión para la expulsión de
los moriscos en las ciudades de Antequera, Alcalá y otros lugares,
y le manifestó que eran propios suyos y no de su marido, al que los entregó por
dote. Este juez granadino los desembragó y le dio licencia para que los pudiera
vender y así lo hizo , en persona y representación de su hijo Francisco Mejía,
y las hijas Ana , María y Marina, para beneficio de Bartolomé González Serrano.
Así lo hizo en abril de 1612.
En el año 1612 tuvo que
intervenir el alcalde mayor Basilio Suárez, que investigó el asunto
entre los vecinos importantes de la ciudad y recabando las manifestaciones del
comisario para condenar los excesos. No hay más datos sobre los moriscos. De
ahí que la venta de sus bienes no afectó más que a cuatro familias, la del
mercader Melchor de Góngora, casado con una cristiana, que fue
expulsado y trasladado hasta Motril y hubo que devolverlo a Alcalá, el criado
del Francisco de Herrera, Andrés de Mendoza, a Maese Juan y Francisco Mejía.
Pero, el mayordomo del Pósito, Martín Jiménez Carrillo desveló al juez de
la expulsión de los moriscos Francisco de Irazábal, toda la operación de
rescate y apresó a los moriscos y regidor. En el mes de noviembre de 1613, la
llegada de un nuevo administrador de los bienes de los moriscos no se hacía
cargo sino de una casa de Diego Cano, tres aranzadas de viña y dos
casas de Álvaro García Roldán y otra casa de Luis de Madrid. Bienes escasos,
que ratifican el reducido número de moriscos que sufrieron la expulsión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario