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martes, 6 de junio de 2023

LA ALCALÁ DEL SIGLO XVII .FELIPE III(1598-1621), CAPÍTULO SEGUNDO. LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS.

 

La expulsión de los moriscos

 


No tuvo gran repercusión en Alcalá ni en la villa del Castillo de Locubín la expulsión de los moriscos, sobre todo, en los años comprendidos  desde el 1609 hasta 1610. Afectó a varias familias de moriscos y se aplicó sin apenas oposición en la ciudad.  Sin embargo, el exceso de un lugarteniente del Marques de Germán, encargado particularmente de esta misión un año después, el joven Marcos Pérez de Prada, u  acompañado de un severo alguacil, provocó algún que otro roce con las autoridades religiosas y civiles en el año 1611.

Sus intenciones respondían más a un deseo de enriquecerse con el cobro de los servicios que el cumplimiento de la orden real, apresando a descendientes de moriscos por línea paterna,  o moriscas casadas con cristianos viejos y empleando todo tipo de amenazas y cualquier información y testigos falsos. Detuvo a mercaderes que no querían pagarle los salarios como Juan Ruiz Doncel y Pedro Cedillo, a cristianos viejos como Alonso Gutiérrez, y a familiares de los anteriores que tuvo que devolverles la libertad. 

En uno de sus bandos, obligó a muchas mujeres y niños a que acudieran al corral de las Comedias de la Veracruz sin lograr acusación alguna. Una gran inquietud sembró en Alcalá por la desmesura de sus  actuaciones, castigando con el tormento y proponiendo la excomunión de personas como la tendera Juana de Contreras.







Concretamente, había veinte vecinos con sus familias que pagaban la farda y fueron expulsadas, aunque algunas regresaron al estar ligadas con intereses comerciales de los regidores como Francisco de Herrera que estaba implicado con ellas. El propio abad Alonso de Mendoza, por su parte,  intervino defendiéndolos en varias ocasiones durante los años 1610 al 1612. Con tal fin ello el abad escribió al monarca para que dar testimonio del buen comportamiento y convivencia con los vecinos y recabar información de algunos detalles sobre los cristianos nuevos y cristianos viejos casados con cristianas nuevas. Algunos regidores como el licenciado Antonio de Gamboa y otros miembros del clero regular y secular defendieron también públicamente a muchas personas acusadas falsamente.

Más importante y trascendente fue esta medida real en otros territorios de la abadía como Priego, que obligaron al abad y su provisor a emplear todas sus dotes diplomáticas y sus relaciones con la Corona para evitar su expulsión.

Describir la situación de los moriscos no es sino manifestar que la mayoría se habían integrado en el siglo anterior emparentándose con algunas familias y sus descendientes  prácticamente tenían olvidado su situación gentilicia. En palabras del abad:

los moriscos descendientes de los que se conbirtieron, antes de que se consiguiese la reducción general, de su propia boluntad, y no concurrieron en la rebelión del reyno de granada, y, en particular, de los que se han tratado como cristianos biejos en la lengua, en el ábito y en los actos de religión, confesando y comulgando, dejando aniversarios y otras memorias pías y que se an mesclado con cristianos biejos e , apartándose de los del reyno de Granada, y no forman secta...

  

A finales del 1611, se recibió la orden real manifestando que incluso afectaba a los moriscos apresados en galeras y fue encargado de la misión  don Francisco de Irazábal en todo el reino de Granada. Hubo desavenencias del cabildo con el comisario ante las dudas que se ofrecían si afectaba la orden por no pertenecer la ciudad a dicho reino.  El resto prácticamente vivían de las familias que cuidaban, como un tal Gamboa o maese Juan, expulsado en 25 de mayo de 1612, e ,incluso, el primero de ellos fue rescatado y volvió a la ciudad desde el puerto de Motril. Peor suerte tuvo el segundo que fue rescatado junto con su mujer y criado por el regidor Francisco de Herrera y logró sacarlo de Tetuán donde había sido desterrado. Y a Francisco de Mejía. Este último es un caso muy ilustrativo de lo acontecido a las familias alcalaínas de origen morisco.  Su mujer Ana González en febrero de 1612 a la Corte y se levantó un auto que expone el sufrimiento de este grupo. Acudió a Alcalá la Real Alonso de Carrión, después de los anteriores comisionados, como juez comisario  de Su Majestad para la expulsión de los bienes raíces de los moriscos expelidos, y le embargaron una casa en el Llanillo y una finca de una fanega en los Allozos del Beneficiado. La mujer del morisco Mejía, ya difunto, acudió a Granada ante el juez don Pedro Zapata del Mármol, también juez de comisión para la expulsión de los moriscos en las ciudades de Antequera, Alcalá  y otros lugares,  y le manifestó que eran propios suyos y no de su marido, al que los entregó por dote. Este juez granadino los desembragó y le dio licencia para que los pudiera vender y así lo hizo , en persona y representación de su hijo Francisco Mejía, y las hijas Ana , María y Marina, para beneficio de Bartolomé González Serrano. Así lo hizo en abril de 1612.

En el año 1612 tuvo que intervenir el alcalde mayor Basilio Suárez, que  investigó el asunto entre los vecinos importantes de la ciudad y recabando las manifestaciones del comisario para condenar los excesos. No hay más datos sobre los moriscos. De ahí que la venta de sus bienes no afectó más que a cuatro familias, la del mercader  Melchor de Góngora, casado con una cristiana, que fue expulsado y trasladado hasta Motril y hubo que devolverlo a Alcalá, el criado del Francisco de Herrera, Andrés de Mendoza, a Maese Juan y Francisco Mejía.

 

Pero, el mayordomo del Pósito, Martín Jiménez Carrillo desveló al juez de la expulsión de los moriscos Francisco de Irazábal, toda la operación de rescate y apresó a los moriscos y regidor. En el mes de noviembre de 1613, la llegada de un nuevo administrador de los bienes de los moriscos no se hacía cargo sino de una casa de Diego Cano, tres aranzadas de  viña y dos casas de Álvaro García Roldán y otra casa de Luis de Madrid. Bienes escasos, que ratifican el reducido número de moriscos que sufrieron la expulsión. 

 

 


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