El
recuerdo de tiempos pasados y de privilegios alcanzados en el período de
conquista de Granada era el argumento básico para mantener la independencia con
los reinos de Granada y Jaén, pero la nueva política regia, que era apoyada por
las ciudades en las Cortes, a veces dejaba sin ninguna razón de independencia
jurisdiccional a la ciudad de Alcalá. Los munícipes se veían obligados a no
dejarse representar por los procuradores en Cortes en Jaén. Y el regidor Pedro
Veneroso acudió a la Corte para que
hable con los letrados que allí tiene para que la ciudad de Jaén no hable en
Cortes por esta ciudad ( Cf. 17.4.1601).
Sin
embargo, la nueva distribución territorial de España, que disponía para recoger
fondos a través de los impuestos de millones, ubicaba la Junta en la ciudad de
Jaén. De ahí que la respuesta del cabildo jiennense no era otro sino:
la
ciudad de Jaén respondió el dicho requerimiento que le ha hablado en todas las
cortes por sí y su tierra, partido y provincias en que se comprehenden la dicha
ciudad de Alcalá la Real e la villa del Castillo de locubín e que ansí
contribuyeran en el servicio de los ocho millones que se otorgó a el rey
nuestro Señor, que aya gloria, en virtud
de la real cédula que se le envió fecha del ocho de septiembre del año pasado
de 1590, en que se mandó que, sin perjuicio de los dichos privilegios, se pagasen un quento y sesenta y quatro mil
ciento diecisiete maravedís, que se imponga de dicha sisa.
Alcalá se vio a pagar el reparto correspondiente con la sisa del vino y aceite, a pesar de todos los intentos que pretendían volver a una situación privilegiada que ya no respondía con un período bélico anterior. Una fuente tan importante como era la cosecha del vino tuvo su contradicción por los labradores y arrendadores, que trataban de evadir, e, incluso, a finales del 1602. el alcalde mayor tuvo que apresar algunos arrendadores, que se excusaban diciendo que las bodegas se hallaban en los campos y cortijos. Por ello hubo que nombrar comisarios que pudieran aplicar la nueva imposición (Cf.29.1.1602).
A
veces, nuevas figuras como el teniente alcaide de la fortaleza encontraban sus
resistencia a la hora de establecerlo dentro de un cargo, que a la vez se le
quería dar un rango jerárquico en detrimento de otros regidores más antiguos.
El
siglo XVI había supuesto un aumento de población que había desbordado el
recinto fortificado, ya que no podía albergar todo tipo de servicios ni
oficios. De ahí que se viera obligada a
prolongar, tras la aprobación del rey en el año 1605, su zona desde la Plaza de la fortaleza hasta
el Llanillo y la fuente de los álamos. Sin embargo, el descenso de población en
los años posteriores, provocó rectificar aquella medida que iba contra los intereses
hidalgos de exención de impuestos.
El
carácter privilegiado de la ciudad por su carácter fronterizo era uno de los
objetivos de los regidores e hidalgos
antiguos, que procuraban por todos los medios defender la habitabilidad
de la ciudad de la Mota. Varios son conflictos relacionados con esta postura
entre los que destacan a lo largo del presente e, incluso, principios del siglo
XVIII, el mantenimiento de los edificios públicos civiles y religiosos en dicho
recinto de la Mota, la prohibición del traslado de la vida administrativa a la
nueva ciudad que se estructuraba a las faldas del dicho cerro, el veto de
cualquier actividad gremial fuera del recinto fortificado y el ejemplo dado por
la iglesia y por los miembros de algunas familias hidalgas de no abandonar el
recinto , cuando ya era imposible la vida en medio de un lugar inhóspito lleno
de ruinas y pasto para el ganado.
Por
eso, en el año 1615, se obligó a volver a todas las tiendas de la Mota a que se
reformaran y se volvieran a habitar por todos los tenderos y mercaderes, que se
habían ubicado en la nueva calle Real y otros lugares de la ciudad. Fue un
intento baldío de ocupar las tiendas de la plaza baja y alta, las de la
iglesia, la botica, la de la memoria, las de la plaza alta de la Mota, la de la
escaleruela, las de las Entrepuertas, la del postigo junto a la puerta de la
imagen, las del albaicín, en el adarvillo de Moya, junto al pósito y junto a la
alhóndiga. LO mismo que el establecimiento de una alhóndiga cerca del convento
de la Trinidad o el obligar a pasar todo tipo de controles por el Pósito. Como
prueba del estado de abandono , en el mes de diciembre de 1602, se derrumbó una
gran parte de la muralla con su caída , que invadió una calle provocando una
cadena de derrumbamientos de casas. Y no fueron estos los únicos casos sino la
torre del cubilete en la Puerta Nueva, la de la casa de Francisco de Herrera,
el Bahondillo o el arco que sostenía todos los corredores en el 1620.
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