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domingo, 22 de octubre de 2017

EN SEMANA DEL JAÉN DICCIONARIO BÁSICO PARA LAS FERIAS DE GANADO (II)










Las ferias de ganado se remontaban en el albur de los tiempos. Jugaba un gran papel la localización de las ciudades. Ser puerto de mar y de tierra, que también lo hubo, le proporcionaba un trasiego comercial importante. Y, en Andalucía, lo fueron Antequera y Alcalá la Real. Esta, en el siglo XII, ya lo escribía Pero Marín refiriéndose a la venta de esclavos cristianos que se realizaban en la fortaleza de Aben Zayde..  Como diría el profesor de la universidad sevillana Pedro Cano Ávila acerca de la enorme importancia de este puerto terrestre de entrada de Castilla al reino de Granada: “Si nos atenemos ahora al valor económico del comercio entre los reinos de Castilla y Granada, y sobre todo a través del puerto de Alcalá la Real, llegaremos a la conclusión de que fue realmente importante”. En las ferias comerciales, se forjan los hombres de negocio, se crea un argot peculiar y se desarrollan una serie de actividades que requieren un diccionario básico de uso para los no profesos en este tipo de tratos comerciales.

EL ALMOTACÉN
Este arabismo no se usa actualmente. Pero era el encargado del cabildo municipal para controlar los pesos, pesas y medidas de granos, frutos, carne, y vino, así como la tipología de los cántaros de los aguadores según le ordenaba el caballero o fiel ejecutor del cabildo y de acuerdo con las tasas que imponía el ayuntamiento. En ese caso, las de la feria recibían el nombre de viento.  Debía presentarse en todos los tratos con el marco, pesas y medidas. A este oficio, se le añadía el ser el encargado del corral del Concejo donde se encerraban los animales de abasto de la ciudad, y asumía, además, las funciones de limpieza de las calles y vías públicas, el uso de las fuentes y lavaderos públicos.   Especialmente, recibía el nombre de fiel corredor de granos el que se encargaba de controlar el peso de los cereales, por los que cobraba una tasa diferente entre compradores forasteros o locales.  De ahí proviene el nombre de correor, como mediador entre compradores y vendedores de las ferias de ganado. Con lo recaudado, se le pagaban cuatro reales si se ocupaba una mañana y otros cuatro por la tarde; si denunciaba una situación de fraude, se llevaba la tercera parte.
Bueno dejemos, que el fiel almotacén fue sustituido por otros personajes y, entre ellos, los veterinarios actuales que vigilan todos los aspectos del animal que se vende, salud, rasgos físicos, edad. Su presencia en el recinto era y es imprescindible para controlar la sanidad y la pureza del ganado. Se les suele reservar una caseta donde realizan las tareas burocráticas-

            COMPRA-VENTA

La compraventa era el acto central de la feria de ganado, revestido con el protocolo del acto comercial, y la satisfacción de las esperanzas del camino recorrido y, con su ejecución, cubrir el mantenimiento anual de la vida de la familia campesina.  Durante su desarrollo, se afinaba la mente, se cuidaba la semiología y se cronometraban hasta los silencios. Los espectadores sobraban, pero miraban, a lo lejos, de reojo y sabían que no debían intervenir.
Se le denomina trato, venta, negocio, “meollo” o asunto, más finamente el mercado o la transacción. Y decíamos con el cronista Murcia en un libro costumbrista y de relatos: “Es hora de exhibiciones y exhibicionismo. Con un fondo sinfónico de rebuznos, cencerro y campanos, se inicia un masivo ‘Streep-teese¨´, con desfiles y trotes de animales. Lo más íntimo sale a relucir ante cualquier gesto de negocio: dentaduras limpísimas, rabos bien peinados, traseros aseados, pezuñas y calzado recién estrenado”. El honor juega un papel importante en el trance del  aguzado diálogo, el tono de voz y  la  porfía se suben y se rebajan según la intuición del protagonista circunstancial del  acto mercantil; como fondo de escena, el movimiento de danza y  adiestramiento  del animal; en medio de ellos,  la batuta del corredor  armoniza el convulso movimiento de los dos contrincantes de turno, y , al final, el rondón  se simboliza “con una subida de la gorra por parte del  armonizador, y el apretón de manos de los protagonistas”. “Trato hecho” a lo que se responde sacralizando y deletreando el lenguaje con la misma frase “trato hecho. Es la palabra de un hombre”, saludo final acompañado de la entrega de una cantidad de dinero al comprador como señal de que se ha ejecutado el fallo comercial.  Y, el vendedor asentía con el posesivo “mío” que le provocaba el comprador con su respectivo “tuyo”.

LOS SEÑORES DE GANADO, CON SUS GUÍAS

Los señores de ganado disponían de un documento acreditativo a la hora de hacer las transacciones. Era lo que comúnmente denominaban las guías ganaderas. Imprescindibles para documentar las reses, su origen, edad y otras circunstancias relacionadas con el animal. En el propio transporte, se les exigía a los ganaderos o vendedores por la autoridad pública, generalmente por la Guardia Civil este documento acreditativo del animal de la compraventa. Se vinculaba a que las ferias de ganado adquirían el rango de muestra de ganado regional”. Pues, los animales domésticos jugaban un papel importante en el sector agrario y esta faceta ganadera de la feria afecta al personal del campo, fundamentalmente. De ahí que raro era el municipio que no dispusiera de ordenanzas o reglamentos municipales regulando este comercio, donde se insistía en apartados en el hierro, sello, registro, uso de pastos, alcabalas o impuestos, y libros de registro y de justicia. Esta ordenanza de la ciudad de la Mota es muy substanciosa en 1760: 
“Que los señores de ganado usen de yerro conocido y lo registren como se manda. Para muchos efectos es muy preciso y conveniente de esta ciudad y su villa del Castillo tengan yerro conocido y distinto, con que marcar sus ganados, principalmente para poder gozar de los pastos y que otros forasteros nos los defrauden, y asimismo para librar de hurtos sus ganados y recuperarlos si se los hurtaren, y finalmente para gozar de buena fe de la libertad de alcabalas en las ferias, y demás partes donde las vendan, según el privilegio de esta ciudad de que hace memoria la ley real. Por tanto, ordenamos y mandamos que los dichos señores de ganado tengan su yerro  y señal conocido, el cual y todos los demás cortaduras de que usaren, acudan a reseñarlo en el oficio del cabildo, donde mandamos se forme libro y cuaderno judicial en que se estampen los dichos yerros, y se pueda dar de ello testimonio  siempre que convenga, y absolutamente prohibimos traseñalar ganado alguno, ni recargarle otro yerro, porque para hacerlo así se ha de acudir a la Justicia, y sacar licencia para ello, quedar anotado ”.


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