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domingo, 9 de abril de 2017

LA HUELLA DE LOS ARANDA (III). JUAN DE ARANDA SALAZAR. EN JAÉN SEMANAL.


Con Juan de Aranda Salazar y sus parientes más cercanos, se cierra la huella de esta familia de los Aranda. Aquel aprendiz de su tío Ginés Martínez de Aranda pronto se le vio trabajando con Luis González de Bailen, marido de su prima María de Aranda. Este arquitecto  prieguense y relacionado con la comarca de la Sierra Sur, ya había ejercido desde 1613 con éxito su oficio en  Cabra dirigiendo obras privadas de personajes como las casas del doctor Jerónimo de Leyva ( una casa señorial y actual Instituto Juan Eslava) ;  públicas como la Cárcel de esta ciudad (1619),  varios puentes de molinos y de arroyos  de la Subbética como el de Lucena (1620) o el del Junquillo ¡1629);  religiosas como la   ampliación de la casa del santuario del Virgen de la Sierra; o trabajando en los mármoles del retablo de la catedral de Córdoba (1620), también en el trascoro de la catedral de Sevilla;   v, sobre todo, compartió obras con Ginés Martínez de Aranda en la fase final de  la iglesia mayor de la Mota. Pues terminó, muerto Ginés en 1620, la cabecera de este templo abacial donde se valió de la maestría del grupo de canteros relacionados con su suegro.  Es verdad que venía recomendado por su protector y patrono el Duque de Sesa a las obras de la ciudad de Alcalá la Real, donde la familia de este noble regentó la alcaldía en tiempos pasados, le nombró tesorero ducal hasta 1637 y el propio Luís llegó a ocupar uno de los regimientos del cabildo municipal en el quinto decenio del siglo XVII.
        Estos dos arquitectos Ginés Martínez y Luis González de Aranda serán, además de ser sus parientes, los mejores avalistas en la formación profesional del joven cantero Juan de Aranda para encomendarle algunas de sus obras y para prepararle como maestro mayor de obras. Juan de Aranda tuvo sus primeros domicilio y vecindad en la villa natal del Castillo de Locubín, donde se casó con Ana de Jerez en 1624, hija de los castilleros Francisco Ruiz Cortecero y María de Jerez. Por la dote que incorporó a sus bienes, estos ascendían a más de cien mil maravedíes y, como maestro formado, incluyó las trazas del oficio de la cantería y herramientas que importaban unos 36 ducados, una cifra inferior a la aportado por su futura esposa que lo doblaba en caudal de bienes para iniciar la nueva hacienda matrimonial.
Su carrera profesional corrió como un auténtico relámpago, porque ya trabajaba en igualdad de condiciones con los mejores canteros como el asentador Damián López y sus primos en la terminación de la cabecera de la iglesia abacial y el convento de las dominicas de Nuestra Señora de la Encarnación de Alcalá la Real (1626). Este mismo año, subió un nuevo paso de su escalafón social al recibir el título de familiar de la Santo Oficio de la Inquisición en la ciudad de cordobesa Torres Cabrera, donde intervenía en algunas obras. Y no es de extrañar que en 1627 se le nombre maestro mayor de obras dela catedral de la Mequita de Córdoba. Mostraba una gran veteranía porque, en poco tiempo, se ha especializado en muchos campos de la arquitectura a la vera de los anteriores, maestros y asesorado de sabios canteros como Juan Roldán, que le acompañaron en sus posteriores destinos. Este periodo está jalonado de obras en Castillo y Alcalá, principalmente destacan la iglesia de San Pedro de su tierra natal, el coro bajo de la iglesia mayor abacial, los templos de los monasterios de la Encarnación, Consolación, y Rosario de Alcalá Real. Varias obras de la fontanería entendida en su sentido más amplio como la construcción del Lavadero Nuevo de Alcalá la Real y el puente del camino de Alcaudete a Luque.  Desde 1624 hasta 1634, se consideraba un periodo oscuro de la vida artística de este maestro de la diócesis de Jaén, tan estudiado y documentado a partir de la última fecha por muchos tratadistas. Hoy, podemos confirmar y testimoniar casi todos los pasos de la primera etapa de Juan de Aranda y refrendarlos por su madurez, ya que nació en 1590 según la aportación documental de Rafael Galiano Puy. Sin lugar a dudas, se iniciaron, en su tierra natal y abacial, su formación, su aprendizaje y sus primeros pasos como contratante y maestro de obras.  En junio de 1627 se le nombró maestro mayor del retablo a Juan de Aranda Salazar, quien ya trabajaba desde la marcha del hermano Matías, y bajo su dirección se terminaron las obras de piedra en mayo de 1629. Compartió su dirección con la obra principal del cuerpo y cubierta de su iglesia bautismal, y destacando además la capilla funeraria del capitán Martín de Artiaga, un hidalgo que hizo capital en la guerra de la Alpujarra y se afincó en el Castillo de Locubín por motivos matrimoniales, donde fundó el Hospital de la Madre de Dios en cuya reforma también participo Juan de Aranda, Precisamente esta fecha comenzó a contratar otras obras de monasterios y templos alcalaínos  con un discípulo Pedro del Portillo que le acompañará en muchas obras de la diócesis de Jaén. Incluso, su prestigio profesional le valió ser recomendado como maestro mayor de obras de la catedral de Granada en 1631.
En los dos últimos años de su estancia en la Sierra Sur antes de marchar a Jaén, firmó varias obras de la iglesia Mayor de la Mota, su coro y su chapitel de la torre de campanas. Su cantero fiel y favorito Juan Roldán le allanó el camino para ser nombrado maestro mayor de obras de la catedral de Jaén en 1634 unos meses antes de la llegada de Juan de Aranda.  En Jaén, Juan de Aranda amplió su familia con nuevos hijos y se casó en segundas nupcias con doña Mayor de Mérida en 1647.
De sus manos salieron las obras que dieron un gran impulso a diversas partes de la catedral de Jaén, paralizada años anteriores, y sus conocimientos y trazas se expandieron en otros lugares de la diócesis: convento de las Bernardas,  torre de iglesia parroquial de Sabiote,  iglesia de Cabra de Santo Cristo, portada de iglesia de San Juan Evangelista de Mancha Real, cabecera y claustro  de iglesia de Consolación de Alcalá la Real, presa en el pago del Tiemblo del río de Jaén, claustro de San Agustín, portadas de  casas señoriales de Jaén, iglesia de los Villares,  campanario del convento de Carmelitas descalzos de Jaén, colegiata de Castellar, hospital de Villacarrillo, portada de los santuarios de Zocueca y de los mártires de Arjona entre otras.    
Por el entorno de su muerte, en los años cincuenta del siglo XVII, su familiar Luís González de Bailén reformaba, como maestro mayor de obras de Alcalá, el convento trinitario alcalaíno y sus hijas Josefina y Baltasara ingresaban en el convento dominico de la Encarnación de Alcalá la Real. Parecía que se cerraba el ciclo de los Aranda, pero su huella se expandió con sus discípulos Pedro del Portillo y Eufrasio López de Rojas. Incluso, hubo un escultor y dorador en el siglo siguiente con nombre de Aranda.


3 comentarios:

  1. Estimado Wedmaster.
    Con Juan de Aranda Salazar, estoy perplejo.
    Un documento de 1576, dice que Juan de aranda Salazar fue " maestro" de una presa en el río Cubillas, a 160 metros de los manantiales de Deyfontes, pero los registros de la Abadía del Sacromonte que la encargó ( Libros Becerros), dicen que dicha Presa se construyó de sillares en 1683. Si como consta en un documento firmado por el propio Aranda, tenía 44 años en 1634, resulta que en 1683, había llegado a los 93, salvo que exista un error en el primer documento y " el maestro della" como dice, solo se refiera al diseño.....
    ¿Que puede usted decirme de esto?.
    Un saludo cordial.
    Adriano Navarro

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  2. Fe de erratas.
    Donde dice 1576 léase 1676.

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  3. El primer documento al que me refiero se guarda en el Archivo de Simancas. Los datos siguientes, - como dije - en los Libros Becerros del Sacromonte cuyas transcripciones se han publicado recientemente. Y por cierto D.Manuel de Argumosa que hace constar que se había edificado 500 vara cubicas de la presa en 1756, da por sentado que fue hecha por Aranda Salazar. Las medidas eran imponentes para una presa normal aunque no se edificó bien, ni en el mejor sitio... según los ingenieros militares Fernando de Ulloa y Juan de Homar, que la revisaron en 1783.

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