Algo oculto
debe tener esta tierra; o
algún espíritu especial baja
todos los días desde el portillo Cerrado de los Llanos hasta la ermita de San Miguel. Ese arcángel que le
dio nombre a esta ermita a finales del
siglo XVI cuando se fundó al amparo de algún noble hidalgo, tal como se
conserva en el escudo de una fuente
cercana a la tahona de Charilla. Este
arcángel que debió insuflar este
espíritu superador entre sus gentes, para conseguir el entronque tan perfecto
entre el personaje y el paisaje, el paisanaje y la naturaleza.
Pues, parece
que, en estos lares, sucediera algo así como si se entablara un
bello diálogo de amor entre sus
aldeanos y la tierra, un diálogo de orgullo entre el ser y el ensueño, un bello vínculo que se parece a todos
aquellos enamorados de la poesía, el
mismo que cantaba Ben Jakán, poeta
charillero, cuando lo hacía con estas
bellas palabras:Me perdí, y dejé mi
continencia en el desierto;/Y monté mi gozo a rienda suelta./Me ofreció la rosa
de sus mejillas,/Y la recogí con la
mirada sin pecado./Quise abstenerme de su amor, pero no pude,/Mostrándole seriedad en medio de la broma./Y dejé que mi corazón fuese, por el ardiente
afecto,/Como un ave con la que vuelan, sin ala, los deseos./
Ya hace ciento
cincuenta años, de esta manera nos la describía bellamente el ministro
Madoz en tiempos de Isabel II: aldea con dos alcaldes pedáneos en la
provincia de Jaén. Es uno de los doce
partidos de campos de la ciudad de Alcalá la Real , y,
por tanto, corresponde a su partido judicial
y abadía, distando de ella media legua. Está al sur al pie del cerro de la Torre , sobre la cañada de la Boca de Charilla, en terreno
bastante alegre y pintoresco, por las muchas aguas que fertilizan sus ruedos y
la multitud de cerros que la circundan,
formando variados paisajes. Su figura es irregular, sus once calles tortuosas y
la mayor parte sin empedrar, aunque casi todas llanas y anchas; sus 184 casas, una de un piso, dos de tres y las demás de dos
pisos””
Esta
tierra tiene vida, y el agua oculta que llora, se esconde y lagrimea de sus manantiales para convertir las tierras áridas en ricas
huertas. Esta tierra, la del nacimiento del río Juncal, con el que se regaban
los ricos frutales y hortalizas en otros tiempos, la de la Fuente Grande y las de la Majadillas , Hoyo del
Peñón y Joya. Lugar de la diáspora de aquellos que siempre tienen su alma puesta en volver al sitio donde les
vio nacer, o la añoran en sus escritos o sus estudios literarios, o, como decía
vuestro famoso poeta: Mis alas se agitan
cada vez que se te menciona/ O pasa tu céfiro perfumado.
Y es que ese
aire que baja de las Sierra del Marroquí, Rompezapatos, el Marroquí o la Acamuña les deja una huella imperdurable, e imborrable de la
victoria del hombre ante aridez de la
tierra y el disfrute de la huerta
conquistada. El emigrante siempre añorará
estas tierras labradas y
roturadas por sus manos en los parajes agrestes de la Dehesa o de los aledaños de los tajos cercanos al
portillo de los Aspadores; las tierras
de olivos arrancadas de la madre tierra de la Celada o de
los parajes asilvestrados de las Entretorres; soñará con los prados del pastor en las majadas cercanas al Rompezapatos, La Lastra , Balazos, portillo
de Alcalá o el Zurreadero; su
pensamiento se difuminará e n los
ensueños y encartaciones plasmados en las
leyendas y cuentos de
fantasmas y bandoleros de vuestras
sierras, en María Solís, la bella
durmiente charillera de uno de vuestros cortijos desimanados, donde se
plasmaron tantas ansias de amor. Si hablaran las paredes de las tinas, los
techos de las caballerizas, se podría formar una ruta turística de las leyendas
imaginadas, de relatos compartidos y
de vivencias bucólicas al amparo de
viejas alquerías. ¡Cuánto podrían hablar
de ensueños y triángulos de amor
los cortijos del Hoyo del Peñón, la Nava , el Pozuelo, los Sordos, Sotillo, la Charloca o los Barrios! …
En suma, esa
lucha que hizo del charillero, adalid
del dominio de la naturaleza, y excelente labrador que porfía en convertir en
paraíso muchos lugares en torno a
los riachuelos, a los pozos de las entrañas de la tierra y ,sobre todo, en
torno a la rica ribera del arroyo del Guadalcotón. Por eso, me viene, estos
versos de un poeta jiennense que fue maestro en nuestra tierra Tomás Beviá, en
forma de fandanguillo: La debla,/Tristísimo
canto…./El amargo sudor/De tus olivareros/Se hace óleo santo./Al venirme de
tu tierra/Fue mi adiós un fandanguillo/Que canté junto a un castillo..
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