LA HUELLA DE LOS
ARANDA (III)
Con Juan de
Aranda Salazar y sus parientes más cercanos, se cierra la huella de esta
familia de los Aranda. Aquel aprendiz de su tío Ginés Martínez de Aranda pronto
se le vio trabajando con Luis González de Bailen, marido de su prima María de
Aranda. Este arquitecto prieguense y
relacionado con la comarca de la Sierra Sur, ya había ejercido desde 1613 con
éxito su oficio en Cabra dirigiendo
obras privadas de personajes como las casas del doctor Jerónimo de Leyva ( una
casa señorial y actual Instituto Juan Eslava) ;
públicas como la Cárcel de esta ciudad (1619), varios puentes de molinos y de arroyos de la Subbética como el de Lucena (1620) o el
del Junquillo ¡1629); religiosas como
la ampliación de la casa del santuario
del Virgen de la Sierra; o trabajando en los mármoles del retablo de la
catedral de Córdoba (1620), también en el trascoro de la catedral de
Sevilla; v, sobre todo, compartió obras
con Ginés Martínez de Aranda en la fase final de la iglesia mayor de la Mota. Pues terminó,
muerto Ginés en 1620, la cabecera de este templo abacial donde se valió de la
maestría del grupo de canteros relacionados con su suegro. Es verdad que venía recomendado por su
protector y patrono el Duque de Sesa a las obras de la ciudad de Alcalá la
Real, donde la familia de este noble regentó la alcaldía en tiempos pasados, le
nombró tesorero ducal hasta 1637 y el propio Luís llegó a ocupar uno de los
regimientos del cabildo municipal en el quinto decenio del siglo XVII.
Estos dos arquitectos Ginés Martínez y Luis
González de Aranda serán, además de ser sus parientes, los mejores avalistas en
la formación profesional del joven cantero Juan de Aranda para encomendarle
algunas de sus obras y para prepararle como maestro mayor de obras. Juan
de Aranda tuvo sus primeros domicilio y vecindad en la villa natal del Castillo
de Locubín, donde se casó con Ana de Jerez en 1624, hija de los castilleros
Francisco Ruiz Cortecero y María de Jerez. Por la dote que incorporó a sus
bienes, estos ascendían a más de cien mil maravedíes y, como maestro formado,
incluyó las trazas del oficio de la cantería y herramientas que importaban unos
36 ducados, una cifra inferior a la aportado por su futura esposa que lo
doblaba en caudal de bienes para iniciar la nueva hacienda matrimonial.
Su
carrera profesional corrió como un auténtico relámpago, porque ya trabajaba en
igualdad de condiciones con los mejores canteros como el asentador Damián López
y sus primos en la terminación de la cabecera de la iglesia abacial y el
convento de las dominicas de Nuestra Señora de la Encarnación de Alcalá la Real
(1626). Este mismo año, subió un nuevo paso de su escalafón social al recibir
el título de familiar de la Santo Oficio de la Inquisición en la ciudad de
cordobesa Torres Cabrera, donde intervenía en algunas obras. Y no es de
extrañar que en 1627 se le nombre maestro mayor de obras dela catedral de la
Mequita de Córdoba. Mostraba una gran veteranía porque, en poco tiempo, se ha
especializado en muchos campos de la arquitectura a la vera de los anteriores,
maestros y asesorado de sabios canteros como Juan Roldán, que le acompañaron en
sus posteriores destinos. Este periodo está jalonado de obras en Castillo y
Alcalá, principalmente destacan la iglesia de San Pedro de su tierra natal, el
coro bajo de la iglesia mayor abacial, los templos de los monasterios de la
Encarnación, Consolación, y Rosario de Alcalá Real. Varias obras de la
fontanería entendida en su sentido más amplio como la construcción del Lavadero
Nuevo de Alcalá la Real y el puente del camino de Alcaudete a Luque. Desde 1624 hasta 1634, se consideraba un
periodo oscuro de la vida artística de este maestro de la diócesis de Jaén, tan
estudiado y documentado a partir de la última fecha por muchos tratadistas.
Hoy, podemos confirmar y testimoniar casi todos los pasos de la primera etapa
de Juan de Aranda y refrendarlos por su madurez, ya que nació en 1590 según la
aportación documental de Rafael Galiano Puy. Sin lugar a dudas, se iniciaron,
en su tierra natal y abacial, su formación, su aprendizaje y sus primeros pasos
como contratante y maestro de obras. En junio de 1627 se le nombró maestro
mayor del retablo a Juan de Aranda Salazar, quien ya trabajaba desde la marcha
del hermano Matías, y bajo su dirección se terminaron las obras de piedra en
mayo de 1629. Compartió su dirección con la obra principal del cuerpo y
cubierta de su iglesia bautismal, y destacando además la capilla funeraria del
capitán Martín de Artiaga, un hidalgo que hizo capital en la guerra de la
Alpujarra y se afincó en el Castillo de Locubín por motivos matrimoniales,
donde fundó el Hospital de la Madre de Dios en cuya reforma también participo
Juan de Aranda, Precisamente esta fecha comenzó a contratar otras obras de
monasterios y templos alcalaínos con un
discípulo Pedro del Portillo que le acompañará en muchas obras de la diócesis
de Jaén. Incluso, su prestigio profesional le valió ser recomendado como
maestro mayor de obras de la catedral de Granada en 1631.
En los dos últimos años de su estancia en
la Sierra Sur antes de marchar a Jaén, firmó varias obras de la iglesia Mayor
de la Mota, su coro y su chapitel de la torre de campanas. Su cantero fiel y
favorito Juan Roldán le allanó el camino para ser nombrado maestro mayor de
obras de la catedral de Jaén en 1634 unos meses antes de la llegada de Juan de
Aranda. En Jaén, Juan de Aranda amplió
su familia con nuevos hijos y se casó en segundas nupcias con doña Mayor de
Mérida en 1647.
De sus manos salieron las obras que dieron
un gran impulso a diversas partes de la catedral de Jaén, paralizada años
anteriores, y sus conocimientos y trazas se expandieron en otros lugares de la
diócesis: convento de las Bernardas,
torre de iglesia parroquial de Sabiote,
iglesia de Cabra de Santo Cristo, portada de iglesia de San Juan Evangelista
de Mancha Real, cabecera y claustro de
iglesia de Consolación de Alcalá la Real, presa en el pago del Tiemblo del río
de Jaén, claustro de San Agustín, portadas de
casas señoriales de Jaén, iglesia de los Villares, campanario del convento de Carmelitas
descalzos de Jaén, colegiata de Castellar, hospital de Villacarrillo, portada
de los santuarios de Zocueca y de los mártires de Arjona entre otras.
Por el entorno de su muerte, en los años
cincuenta del siglo XVII, su familiar Luís González de Bailén reformaba, como
maestro mayor de obras de Alcalá, el convento trinitario alcalaíno y sus hijas
Josefina y Baltasara ingresaban en el convento dominico de la Encarnación de
Alcalá la Real. Parecía que se cerraba el ciclo de los Aranda, pero su huella
se expandió con sus discípulos Pedro del Portillo y Eufrasio López de Rojas.
Incluso, hubo un escultor y dorador en el siglo siguiente con nombre de Aranda.
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