El partido de SANTA ANA
Santa Ana se encuentra situada
en el centro de la comarca de Alcalá la Real, al sur del paraje de los Llanos,
donde el terreno abrupto pedregoso se fue transformando en tierra de labor,
viñedo y regadío. Por haber estado comprendida en una zona de pastos y tierra
cultivable, donde la ganadería y la agricultura pudieron desarrollarse, hay
vestigios de asentamientos anteriores a la conquista de Alcalá por Alfonso XI.
Hay constancia de tumbas argáricas en la zona limítrofe con los Llanos, por los
terrenos cercanos al cementerio, de restos iberos de las Entretorres y la
Pasailla, de villas romanas del cortijo Biedma, de la Pasailla, la Fuente Rey,
y sus huertas, La Lancha y de las
cercanías del cortijo Utrilla y de la cañada Carril. Posteriormente, muchos de
estos asentamientos humanos se convirtieron en alquerías musulmanas y cortijos
medievales.
Aunque hubo lugares que
destacaron en algunos momentos más que la propia Santa Ana, poco a poco se va
constituyendo una demarcación territorial denominada con el nombre de partido de Santa Ana. Sus principales zonas
eran la Fuente Somera, la Fuente Rey y la población de la ermita de Santa Ana.
Podemos hacer una breve síntesis de cada una de ellas hasta su integración en
el partido de Santa Ana.
La Fuente Rey
La Fuente Rey era concentración
de cortijos superior a la de Santa Ana y Fuente Somera en el año 1587 que se
integró ,poco a poco, en la aldea de Santa Ana. Su importancia radicaba en la
riqueza de sus huertas en torno a los manantiales de la Fuente Somera,
Gallardo, la Hostia y la Fuente Rey cuyos terrenos eran muy favorables para el
cultivo del cereal, el moral, las nogueras, las hortalizas y el
viñedo. Una ermita, dedicada a la Coronada y el lavadero, obra de Martín de
Bolívar, fueron los principales
elementos de diseño urbano junto con un pequeño molino. Muchas de sus huertas
estaban ligadas a censos y arrendadas a hortelanos, afincados en los terrenos
comunales en los comienzos del siglo XVIII, donde conseguían excelentes
hortalizas, seda en los morales y cosecha de cereales. Debido a la ligazón de esta propiedad con fundaciones
y capellanías, algunas quedaron en manos de eclesiásticos.
La Fuente Somera estaba unida a la anterior y no tuvo sino uno y dos
vecinos desde el siglo XVI en adelante.
La ermita de Santa Ana apareció el siglo XV, según
manifiestan las obras de su iglesia en sus años finales y las donaciones de las mandas testamentarias
como las de Fernando de Aranda. La ermita adquirió gran prestigio como
santuario de la patrona de la ciudad hasta tal punto que era frecuente el
peregrinaje desde y hacia Alcalá a lo
largo de los siglos XVI y XVII con motivo de calamidades y, de forma ordinaria
para la procesión del Corpus. Esto contribuyó a que se levantara una hermosa
iglesia que mantenía el culto, el enterramiento y misas de hermanos así como
las obras y ornamentos de la iglesia a través de una hermandad cuyos miembros
son en su mayoría alcalaínos. Los abades, los hermanos y los devotos se
esmeraron en acrecentar el patrimonio con ornamentos y objetos sagrados,
retablos, pinturas, esculturas y renovaciones de la iglesia. En el año 1785,
acabó esta procesión y romería por desavenencias entre los párrocos de Alcalá
en las iglesias donde se celebraba la misa y la recepción de la imagen que era
recibida por ambos cabildos, el civil y eclesiástico.
POBLACIÓN
Las primeras noticias de datos
de la población del Partido de Santa Ana nos los manifiesta el Padrón de 1587.
En él no aparecía ningún vecino salvo el santero de la ermita de Santa Ana,
pues la mayoría se concentraba en las zonas fértiles de la Fuente Somera y la
Fuente Rey con dieciocho vecinos. En los
censos posteriores que recogen los
repartimientos de impuestos durante el siglo XVII, nos muestran una población
diseminada sin un número significativo de vecinos, a lo más que se acrecienta eran en dos
vecinos. Hay que tener en cuenta que la concentración urbana de vecinos trataba
de evitarse por varias razones. En primer lugar, significaba un peligro para
cualquier intento de venta de una nueva villa por parte de la Corona. Los
propios vecinos, la mayoría en el casco alcalaíno, no pretendían perder sus
privilegios de pastos comunes para sus ganaderías ni verse gravados por nuevas
imposiciones al ser una villa nueva. La supremacía de la ganadería era evidente
en estos años y no necesitaban sus pastores o propietarios sino pequeños
chozones, cuevas o albergues de madera, retama o chamizo para proteger y
guardar a los animales.
No es extraño que en los años
1637-1640, año de repartimiento de impuestos con motivo de la nueva
moneda, se encuentren la siguiente
situación que vamos a describir. De los 122 vecinos que habitaban en los
cortijos del campo alcalaíno, tan sólo citaban uno en Santa Ana Pedro
Caballero, aunque, repartidos por cortijos del partido de Santa Ana,
probablemente hubieran ocho vecinos más, y en la Fuente del Rey, cinco, entre
los que destaca la viuda de Escobar, Cano el Ciego, Francisco Gutiérrez, el clérigo
Gutiérrez y un tal Gallardo.
En estos años comenzó a
afectarle a la zona algunas medidas de roturación de los terrenos cercanos a
los Llanos, extendiéndose algunas viñas, entre las que destacaba la de don
Pedro de Contreras Boar, que fundó una capellanía para se dijera misa todos los años en las
festividades y octavas de la Santísima Trinidad, Limpia Concepción, san Juan
Bautista y santa Ana. Para comprender el modo de vivir de ellos, podemos
referir su modo de arrendamiento. Esta se pagaba con catorce aranzadas de viñas
y un pedazo de tierra calma con la única casa de teja y lagar, que se
encontraba por esta época, en el sitio de Santa Ana, lindero con realengo y los
Llanos y una zona de viñas que eran propietarios Juan de la Rosa e Isabel Reyes. Lo mismo
aconteció con algunas tierras del Salobrar, donde adquirieron tierras Pedro
Fernández de Aranda, o en el arroyo de la Fuente Rey, y la Pasaílla, donde
poseían tierras Teresa Hernández María Garrida Peñalver.
Muchas posesiones de este tiempo
estaban en manos de los eclesiásticos, de ahí que, por ejemplo, la capellanía
de los Peñalver:
"se digan seis misas, las
dos en la fiesta del nacimiento de Jesucristo, otras dos en la de la
purificación y otras dos en las de Nuestra Señora de la Asunción cargadas sobre
una guerta de tres fanegas con morales y nogueras en el valle de la Pasadilla,
linde con guertas del Lcdo Alonso de Roxas, presbítero, y huerta de Juan del
Castillo Burgos, presbítero y Francisco de Moya Cano".
Es frecuente que a lo finales
del siglo XVII y a lo largo del siglo
XVIII, se acreciente la devoción de Santa Ana y fueran los propietarios
de esta zona los que afectaban sus bienes con las tierras de aquellos parajes
para el culto de la imagen. Algunos se remontaban al año 1579 como Cristóbal de
las Valderas que fundó una capellanía para que dijeran los beneficiados de la
Iglesia Mayor de la Mota durante todos
los años en la festividad de Santa Ana. Otras como Isabel Castillo, Clara de
Aranda, familia de los Cano, ya son fundaciones del siglo XVII. Muy
significativa es la familia de don Pedro de Pineda Mejía y doña Beatriz Cívico,
que con la compra de una huerta de Pedro Cano Serrano en la Fuente del Rey,
dedicaron desde el año 1643, una misa
rezada cada año a san Joaquín y santa
Ana en la iglesia Mayor.
Por este tiempo tenemos noticias
de que ya existía la cruz del Humilladero, en la capellanía de María de
Montoro, mujer de Alonso Hernández Carrillo, se escribe en 23 de agosto de
1654:
"se digan cuatro misas reçadas
sobre la haça del moral que alinda con el humilladero de señora santa Ana y la
huerta del ldo. Juan del Castillo burgos, presbítero, y con tierras de
Francisco de Cáceres cano, rexidor, y con el camino que ba de la fuente de él a Señora Santa Ana".
Con motivo de las medidas de prevención de la peste en los años
comprendidos entre el 1676 al 1682, no debió existir una concentración de
población significativa, pues sus vecinos no fueron ni siquiera citados como le
aconteció a los de Frailes. Pues se ordenó trasladar a todos los habitantes de
cortijos y casas de campo a Alcalá con el fin de evitar cualquier tipo de
contagio. Debían formar parte de los diseminados 122 vecinos diseminados del
campo en el año 1637 y de los 250 cortijos y alquerías, procedentes de los
descendientes de los conquistadores, que eran cultivadas por colonos y
arrendadores en toda la comarca alcalaína. En concreto, tan sólo se mencionaban tres vecinos en el
sitio de Nuestra Señora Santa Ana, Alonso de Toledo y la viuda Ana de Martín con una casa de
retama y Jusepe Hernández con otra de chamizo; propietarios, estaba Mariana de
Alcalá que tenía dos casas en la calle del peso Viejo, 26 fanegas en tres hazas
de Santa Ana y tres cuartas de viña en Monterrey.
Sin embargo contrasta con varios vecinos en la
Fuente del Rey, entre ellos, María
Ramírez; de ahí que la mayoría de los propietarios, labradores y pujareros
vivían en Alcalá y compartían la labor con el arrendamiento de memorias y
censos. Así Lorenzo Calvo, vecino de la calle Mesa, poseía una fanega de huerta
en la Fuente del Rey, y cuatro de tierra calma en Valenzuela; lo mismo el
vecino de la Calle los Caños Gabriel Muñoz tenía siete cuartas de tierra; Álvaro
Gutiérrez, registraba una casa en la Puerta Martín Ruiz y media fanega en la
Fuente del Rey; algunos como Juan de Alcalá poseía una extensiones más grandes:
una casa de retama y 54 fanegas de labor en Vao chiquero veinte fanegas en
Puertollano- por cierto cargadas para el reparo de la capilla del Santo Cristo
del Convento de la Santísima Trinidad, y
seis fanegas en la Fuente Rey. Un caso típico de las familias nobles alcalaínas,
era Ana de Cabrera, descendiente de familia de conquistadores poseía un cortijo
de 100 fanegas en el Alamoso, dos aranzadas y media de viña en Monterrey, que
labraba Francisco Cortés, tres fanegas en san Bartolomé, una huerta de media
fanega en la Fuente Rey- estas dos últimas tenían que pagar un censo a la
iglesia- y la casa en la calle los Caños. O el de Baltasar Serrano de Pineda
que nos muestra la concentración de bienes de distintas familias en una misma
persona, poseyendo ocho fanegas en el sitio de la Fuente del Rey y una cantidad
de tierra que se elevaba a dos cortijos con 400 fanegas de tierra en Cerro
Gordo y 300 en la Loma del Carril y 300
fanegas en el Alamoso, además de pequeños peculios que rondaba entre una a 100
fanegas en los sitios adquiridos en anteriores repartimientos como la Rábita,
la lancha, Fuente la Negra, Pasada Baena, Peña Horadada, carrera de san
Bartolomé, huertas de Azacayas, Fuente de la Salud, Boca de Charilla, junto a
Capuchinos, Tablero, Yerbatunal, vereda de Cabrera, un molino de Huéscar y dos
casas en calle Veracruz y san Francisco. Otros nobles como doña Ana María Benavides
y don Gonzalo de Valenzuela tenían unas
huertas y hazas en este mismo lugar.
Tan sólo, el lavadero de la Fuente de Rey era
un lugar significativo por su concentración humana en la higiene y fue cerrado
para evitar la epidemia. Los niños y mujeres de este lugar también fueron
trasladados a casas del casco; tan sólo
se les permitió a los labradores comerciar las hortalizas y los molinos a
través del camino de los Llanos, que se iniciaba en la Cruz de los Moros de
Alcalá y recorría como camino real toda aquella extensión hasta llegar a las
Riberas y Fuente del Rey para el abastecimiento de harina en los molinos.
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