Archivo del blog

lunes, 25 de agosto de 2014

SE ACERCAN LAS FIESTAS DE LA FUENTE REY. ENTRE SANTA ANA Y LA FUENTE RES.



 

 

 

El partido de SANTA ANA

 

Santa Ana se encuentra situada en el centro de la comarca de Alcalá la Real, al sur del paraje de los Llanos, donde el terreno abrupto pedregoso se fue transformando en tierra de labor, viñedo y regadío. Por haber estado comprendida en una zona de pastos y tierra cultivable, donde la ganadería y la agricultura pudieron desarrollarse, hay vestigios de asentamientos anteriores a la conquista de Alcalá por Alfonso XI. Hay constancia de  tumbas argáricas  en la zona limítrofe con los Llanos, por los terrenos cercanos al cementerio, de restos iberos de las Entretorres y la Pasailla, de villas romanas del cortijo Biedma, de la Pasailla, la Fuente Rey, y sus huertas, La Lancha y  de las cercanías del cortijo Utrilla y de la cañada Carril. Posteriormente, muchos de estos asentamientos humanos se convirtieron en alquerías musulmanas y cortijos medievales.

Aunque hubo lugares que destacaron en algunos momentos más que la propia Santa Ana, poco a poco se va constituyendo una demarcación territorial denominada con el nombre de  partido de Santa Ana. Sus principales zonas eran la Fuente Somera, la Fuente Rey y la población de la ermita de Santa Ana. Podemos hacer una breve síntesis de cada una de ellas hasta su integración en el partido de Santa Ana.  

 

 La Fuente Rey

 

La Fuente Rey era concentración de cortijos superior a la de Santa Ana y Fuente Somera en el año 1587 que se integró ,poco a poco, en la aldea de Santa Ana. Su importancia radicaba en la riqueza de sus huertas en torno a los manantiales de la Fuente Somera, Gallardo, la Hostia y la Fuente Rey cuyos terrenos eran muy favorables para el cultivo del  cereal, el  moral, las nogueras, las hortalizas y el viñedo. Una ermita, dedicada a la Coronada y el lavadero, obra de Martín de Bolívar,  fueron los principales elementos de diseño urbano junto con un pequeño molino. Muchas de sus huertas estaban ligadas a censos y arrendadas a hortelanos, afincados en los terrenos comunales en los comienzos del siglo XVIII, donde conseguían excelentes hortalizas, seda en los morales y cosecha de cereales. Debido a  la ligazón de esta propiedad con fundaciones y capellanías, algunas quedaron en manos de eclesiásticos.

 

La Fuente Somera estaba  unida a la anterior y no tuvo sino uno y dos vecinos desde el siglo XVI en adelante.

 



La ermita de Santa Ana apareció el siglo XV, según manifiestan las obras de su iglesia en sus años finales y  las donaciones de las mandas testamentarias como las de Fernando de Aranda. La ermita adquirió gran prestigio como santuario de la patrona de la ciudad hasta tal punto que era frecuente el peregrinaje  desde y hacia Alcalá a lo largo de los siglos XVI y XVII con motivo de calamidades y, de forma ordinaria para la procesión del Corpus. Esto contribuyó a que se levantara una hermosa iglesia que mantenía el culto, el enterramiento y misas de hermanos así como las obras y ornamentos de la iglesia a través de una hermandad cuyos miembros son en su mayoría alcalaínos. Los abades, los hermanos y los devotos se esmeraron en acrecentar el patrimonio con ornamentos y objetos sagrados, retablos, pinturas, esculturas y renovaciones de la iglesia. En el año 1785, acabó esta procesión y romería por desavenencias entre los párrocos de Alcalá en las iglesias donde se celebraba la misa y la recepción de la imagen que era recibida por ambos cabildos, el civil y eclesiástico. 

 

POBLACIÓN

 

Las primeras noticias de datos de la población del Partido de Santa Ana nos los manifiesta el Padrón de 1587. En él no aparecía ningún vecino salvo el santero de la ermita de Santa Ana, pues la mayoría se concentraba en las zonas fértiles de la Fuente Somera y la Fuente Rey  con dieciocho vecinos. En los censos posteriores  que recogen los repartimientos de impuestos durante el siglo XVII, nos muestran una población diseminada sin un número significativo de vecinos,  a lo más que se acrecienta eran en dos vecinos. Hay que tener en cuenta que la concentración urbana de vecinos trataba de evitarse por varias razones. En primer lugar, significaba un peligro para cualquier intento de venta de una nueva villa por parte de la Corona. Los propios vecinos, la mayoría en el casco alcalaíno, no pretendían perder sus privilegios de pastos comunes para sus ganaderías ni verse gravados por nuevas imposiciones al ser una villa nueva. La supremacía de la ganadería era evidente en estos años y no necesitaban sus pastores o propietarios sino pequeños chozones, cuevas o albergues de madera, retama o chamizo para proteger y guardar a los animales.

No es extraño que en los años 1637-1640, año de repartimiento de impuestos con motivo de la nueva moneda,  se encuentren la siguiente situación que vamos a describir. De los 122 vecinos que habitaban en los cortijos del campo alcalaíno, tan sólo citaban uno en Santa Ana Pedro Caballero, aunque, repartidos por cortijos del partido de Santa Ana, probablemente hubieran ocho vecinos más, y en la Fuente del Rey, cinco, entre los que destaca la viuda de Escobar, Cano el Ciego, Francisco Gutiérrez, el clérigo Gutiérrez y un tal Gallardo.

En estos años comenzó a afectarle a la zona algunas medidas de roturación de los terrenos cercanos a los Llanos, extendiéndose algunas viñas, entre las que destacaba la de don Pedro de Contreras Boar, que fundó una capellanía para  se dijera misa todos los años en las festividades y octavas de la Santísima Trinidad, Limpia Concepción, san Juan Bautista y santa Ana. Para comprender el modo de vivir de ellos, podemos referir su modo de arrendamiento. Esta se pagaba con catorce aranzadas de viñas y un pedazo de tierra calma con la única casa de teja y lagar, que se encontraba por esta época, en el sitio de Santa Ana, lindero con realengo y los Llanos y una zona de viñas que eran propietarios  Juan de la Rosa e Isabel Reyes. Lo mismo aconteció con algunas tierras del Salobrar, donde adquirieron tierras Pedro Fernández de Aranda, o en el arroyo de la Fuente Rey, y la Pasaílla, donde poseían tierras Teresa Hernández María Garrida Peñalver.

Muchas posesiones de este tiempo estaban en manos de los eclesiásticos, de ahí que, por ejemplo, la capellanía de los Peñalver:



"se digan seis misas, las dos en la fiesta del nacimiento de Jesucristo, otras dos en la de la purificación y otras dos en las de Nuestra Señora de la Asunción cargadas sobre una guerta de tres fanegas con morales y nogueras en el valle de la Pasadilla, linde con guertas del Lcdo Alonso de Roxas, presbítero, y huerta de Juan del Castillo Burgos, presbítero y Francisco de Moya Cano". 

Es frecuente que a lo finales del siglo XVII y a lo largo del siglo  XVIII, se acreciente la devoción de Santa Ana y fueran los propietarios de esta zona los que afectaban sus bienes con las tierras de aquellos parajes para el culto de la imagen. Algunos se remontaban al año 1579 como Cristóbal de las Valderas que fundó una capellanía para que dijeran los beneficiados de la Iglesia Mayor de la Mota  durante todos los años en la festividad de Santa Ana. Otras como Isabel Castillo, Clara de Aranda, familia de los Cano, ya son fundaciones del siglo XVII. Muy significativa es la familia de don Pedro de Pineda Mejía y doña Beatriz Cívico, que con la compra de una huerta de Pedro Cano Serrano en la Fuente del Rey, dedicaron desde el año 1643, una  misa rezada cada año  a san Joaquín y santa Ana en la iglesia Mayor.

Por este tiempo tenemos noticias de que ya existía la cruz del Humilladero, en la capellanía de María de Montoro, mujer de Alonso Hernández Carrillo, se escribe en 23 de agosto de 1654:



 

"se digan cuatro misas reçadas sobre la haça del moral que alinda con el humilladero de señora santa Ana y la huerta del ldo. Juan del Castillo burgos, presbítero, y con tierras de Francisco de Cáceres cano, rexidor, y con el camino que ba de la fuente  de él a Señora Santa Ana".    

 

                    Con motivo de las medidas  de prevención de la peste en los años comprendidos entre el 1676 al 1682, no debió existir una concentración de población significativa, pues sus vecinos no fueron ni siquiera citados como le aconteció a los de Frailes. Pues se ordenó trasladar a todos los habitantes de cortijos y casas de campo a Alcalá con el fin de evitar cualquier tipo de contagio. Debían formar parte de los diseminados 122 vecinos diseminados del campo en el año 1637 y de los 250 cortijos y alquerías, procedentes de los descendientes de los conquistadores, que eran cultivadas por colonos y arrendadores en toda la comarca alcalaína. En concreto,  tan sólo se mencionaban tres vecinos en el sitio de Nuestra Señora Santa Ana, Alonso de Toledo  y la viuda Ana de Martín con una casa de retama y Jusepe Hernández con otra de chamizo; propietarios, estaba Mariana de Alcalá que tenía dos casas en la calle del peso Viejo, 26 fanegas en tres hazas de Santa Ana y tres cuartas de viña en Monterrey.


 Sin embargo contrasta con varios vecinos en la Fuente del Rey, entre ellos,  María Ramírez; de ahí que la mayoría de los propietarios, labradores y pujareros vivían en Alcalá y compartían la labor con el arrendamiento de memorias y censos. Así Lorenzo Calvo, vecino de la calle Mesa, poseía una fanega de huerta en la Fuente del Rey, y cuatro de tierra calma en Valenzuela; lo mismo el vecino de la Calle los Caños Gabriel Muñoz tenía siete cuartas de tierra; Álvaro Gutiérrez, registraba una casa en la Puerta Martín Ruiz y media fanega en la Fuente del Rey; algunos como Juan de Alcalá poseía una extensiones más grandes: una casa de retama y 54 fanegas de labor en Vao chiquero veinte fanegas en Puertollano- por cierto cargadas para el reparo de la capilla del Santo Cristo del Convento de la  Santísima Trinidad, y seis fanegas en la Fuente Rey. Un caso típico de las familias nobles alcalaínas, era Ana de Cabrera, descendiente de familia de conquistadores poseía un cortijo de 100 fanegas en el Alamoso, dos aranzadas y media de viña en Monterrey, que labraba Francisco Cortés, tres fanegas en san Bartolomé, una huerta de media fanega en la Fuente Rey- estas dos últimas tenían que pagar un censo a la iglesia- y la casa en la calle los Caños. O el de Baltasar Serrano de Pineda que nos muestra la concentración de bienes de distintas familias en una misma persona, poseyendo ocho fanegas en el sitio de la Fuente del Rey y una cantidad de tierra que se elevaba a dos cortijos con 400 fanegas de tierra en Cerro Gordo y 300 en la Loma del Carril  y 300 fanegas en el Alamoso, además de pequeños peculios que rondaba entre una a 100 fanegas en los sitios adquiridos en anteriores repartimientos como la Rábita, la lancha, Fuente la Negra, Pasada Baena, Peña Horadada, carrera de san Bartolomé, huertas de Azacayas, Fuente de la Salud, Boca de Charilla, junto a Capuchinos, Tablero, Yerbatunal, vereda de Cabrera, un molino de Huéscar y dos casas en calle Veracruz y san Francisco. Otros nobles como doña Ana María Benavides y  don Gonzalo de Valenzuela tenían unas huertas y hazas en este mismo lugar.

 Tan sólo, el lavadero de la Fuente de Rey era un lugar significativo por su concentración humana en la higiene y fue cerrado para evitar la epidemia. Los niños y mujeres de este lugar también fueron trasladados a  casas del casco; tan sólo se les permitió a los labradores comerciar las hortalizas y los molinos a través del camino de los Llanos, que se iniciaba en la Cruz de los Moros de Alcalá y recorría como camino real toda aquella extensión hasta llegar a las Riberas y Fuente del Rey para el abastecimiento de harina en los molinos.
 
 
 
 
 
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario