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miércoles, 20 de agosto de 2014


 
II. PERSONAJES INÉDITOS DE JAÉN: ABU YAFAR
 
Abu Yafar nació probablemente el año 1126 d.C. en el castillo de la Mota, donde  su padre, Abd al Malik ben Said, gobernaba y residía en aquella fortaleza.  Fue educado en un ambiente refinado y educado, pues pertenecía a una saga de ilustres literatos, establecidos en su reducto cultural de Qalat Banu Saîd, donde su padre ejercía como un auténtico protector de la cultura, al mismo tiempo que era un magnífico guerrero y letrado. No conocemos nada de su infancia ni de sus primeros maestros. Algunos autores creen que fueron sus maestros Ibn Jafaya e Ibn al Zaqqaq. Fue nombrado visir del castillo alcalaíno por su padre, que se sentía agobiado por las continuas luchas con los nuevos invasores. Sin embargo, tras normalizar la situación, cansado del trabajo burocrático, pidió que lo relevaran de su cargo y se entregó a la poesía. Pronto se trasladó a Granada, pues no se sentía atraído por la ambición de poder administrar aquella fortaleza, sino más bien por los goces de la poesía y del ambiente literario de la ciudad de la Alhambra. Célebres son aquellos versos que manifiestan esta situación vital:
Déjame que renuncie a todo aquello.
Yo sólo quiero vivir,
escribir poemas,
no quiero glorias ni prestigio.
Con la llegada de los almohades, debió sufrir las tristes circunstancias del apresamiento de su padre aliado con el almorávide Yahya ben Ganiya, gobernador de Valencia y Murcia.
En  la corte granadina, conoció a la poetisa Hafsa bint al -Hayy al Rakuniyya, de la  que se enamoró intensamente. Aunque  Abu Yafar  remontaba sus orígenes en Amnar ben Yasir, compañero del profeta Mahoma  en las batallas de su tiempo, ello no fue obstáculo para emprender estos amores con esta rica y acomodada musulmana, de origen bereber y entroncada con los almorávides. El poeta y la poetisa compartieron e intercambiaron versos y poemas en medio de unas escenas que se asemejaban al mundo feliz de la Arcadia y entre unas vivencias que compartían todos los sentimientos más intensos que nacen de una pasión amorosa. Una común vida amorosa y  literaria se mantuvo inmutable hasta que fue interrumpida con la llegada de Abu Said, nuevo gobernador almohade a Granada, que, al principio, encarceló a su padre por haberse opuesto a su gobierno.
Al principio, en Granada disfrutó del ambiente literario de su época compartiendo las tertulias poéticas con el poeta granadino al-Kutandi, el  valenciano Ibn Yubnar, el cordobés al-Marawi y, ocasionalmente, con el sevillano al-Lissi. Los lugares de aquellos encuentros eran su casa rodeada de bellos jardines y alamedas junto al río Genil, los atrios de las casas de personajes famosos de la aristocracia granadina y los baños públicos. A veces, frecuentaba otros pueblos y otros poetas como Ibn Nizar en Guadix.


En un ambiente pletórico de felicidad, donde el naranjo y limonero rodeaban el agua de las albercas y los pájaros, principalmente la tórtola, cantaban al par de los poetas, entonaban bellos poemas de amor, y otros temas dedicados a todos los elementos que recreaban aquel paraíso eterno, donde caían vencidos por el vino, la música, el mirto y el canto poético.

Gracias a sus gestiones, logró librar a su padre de la cárcel, incluso, fue nombrado secretario del gobernador. Sin embargo, nunca olvidó aquella medida que había mancillado su linaje. Aún más se recrudeció al sentirse traicionado por los amores furtivos que compartieron su amante Hafsa y el nuevo gobernador. De ahí que pronto renunció a aquel cargo administrativo. A pesar de todos los intentos del gobernador para mantenerlo entre sus protegidos y reconocerle todos los favores anteriores, el poeta no podía afrontar los continuos coqueteos de  la poetisa con el nuevo jefe de la corte granadina.

Por otra parte, la poetisa no sólo consiguió atraerse al gobernador sino que lo enroló en aquel ambiente literario, convirtiéndole en un hombre amante de las letras y de las artes. Esta misma quiso darle  muestras de su agradecimiento por haberle librado de Ibn Mardani, rey de Murcia, que había ocupado el gobierno de Granada durante la ausencia de  Abu Said. Por eso, le sirvió como pretexto los coqueteos de Abu Yafar con una esclava negra para romper con los amores anteriores con el poeta alcalaíno.

Esto dio lugar a que por parte de Abu Yasar naciera un furibundo odio hacia el gobernador, al que satirizaba  con sus  poemas. Al ser destituido del cargo, trató de vengarse y se alió con su hermano Abd-al Rhaman, su primo Hatim ben Hatim y el gobernador de Murcia. Alertado el gobernador granadino  ante el futuro incierto que suponía el enclave independiente de aquella fortaleza gobernada por la familia de los Banu Said, lo  persiguió  cuando se dirigía a Qalat Banu Said. En el trayecto, fue alertado por unos espías que le aconsejaron que se dirigiera hacia Málaga, donde tendría protección de Ib Mardani.

Oculto durante cierto tiempo en esta ciudad, al final fue descubierto. En la prisión recibió la muestras de compasión de al-Hussayn ben Duwaina y el arrepentimiento de su antigua amante Hafsa que de nuevo le reiteraba su amor por medio de varias epístolas.

A los treinta años, un día de abril de 1163 fue ejecutado  por orden de Abu Said siendo crucificado para que sirviera de escarmiento de futuros traidores.

Unos años más tarde, su padre abandonó Qalat Banu Said y se dirigió al norte de África. También lo hizo su amante Hafsa que no podía soportar la pérdida de su amor. Retirada de la Corte y vestida de luto se dedicó a la enseñanza, muriendo en el  año 1191 en la Marrakeh.      

El valor poético de su obra se refleja en estas palabras de Inb Said al Magribi:

"Entre todos los Banu Said no hay nadie que haya llegado en poesía a la altura de Abu Yafar ben Abd al- Malik"

Su muerte temprana interrumpió una brillante carrera literaria, que conocemos a través del Mugrib, Ihata y el Bafhaal-Tib,  fuentes en su mayor parte incompletas.

Bibliografía:

Moral Molina, Celia. Abu Yafar ibn Said. Granada, 1986.

Said al Magribi, Alí ibn. El libro de las Banderas de los campeones. Traducción de Emilio García Gómez. Barcelona 1978.

Cano Ávila, Pedro. Alcalá la Real en los autores musulmanes. Diputación Provincial de Jaén. 1990.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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