LA CALLE LLANA
La Virgen en la calle Llana |
El paso de la
Virgen de las Mercedes ha servido de
revulsivo en muchos vecinos de los barrios altos de la ciudad para reivindicar
sus antiguos lugares de vecindad. Cuando acudían a sus antiguas calles y
contemplaban un casco antiguo, en la mayoría de las ocasiones deshabitado, con
las fachadas convertidas en un
lamentable estado de descomposición, donde la cal dejaba entrever los extensos
lienzos de yeso amarillento, se acordaban de su pasado reciente. Aquellas casas
que fueron mimo de sus padres y brillaban por su blancura y se adornaban con
las cenefas negras, hoy se encuentran
pidiendo una urgente restauración y rehabilitación. Estas calles constituyeron
el esqueleto urbano de la ciudad moderna, y, por eso, no es extraño que fueran el remano de paz del campesino al venir de su labor diaria
agrícola, o el rápido tránsito del cabrero de turno, o el mercado esencial de las tiendas vecinales. Muchas calles rompían las curvas de nivel del cerro
de la Mota y hacían pasajera la subida a
las faldas de la Mota como Veracruz, Caridad o Caños. Otras se adaptaron a su horizontalidad y, por ende, se llamaron Llanas
a las que se le adjuntaron de la Trinidad
y de Gutierre de Burgos en mitad
del cerro, dejando como diminutivo despectivo
a la arteria principal que la referían
por el e Camino el Llanillo hasta que se convirtió en Carrera de las Mercedes,;
otros eran callejones como Llanete del
Conde o espacios abiertos como los Llanos en el otro extremo.
Este sos, llamada de emergencia , de actuación
inminente, es fruto de Luisa y Tere, dos
vecinas que frecuentaron la calle Llana. Una calle, donde comenzaba
por una mansión de importante legado artístico, pues en su casa primera habitó el
padre de Juan Martínez Montañés, y no es
extraño que se le cambiase su nombre de
Llana por la de Juan Martínez Montañés. Una calle que ofrecía todos los
servicios a las personas del barrio alto, que era el más importante hasta hace
dos siglos y no quería que se le escapara su centralidad luchando por colocar
en ellas las Carnicerías de la Mota. Frente a la casa de aquel Bordador, se
levantó un hermoso convento con el nombre de la Virgen del Rosario, perteneciente
a la orden dominica. Un convento que no quedaba sus labor en la catequesis cristiana,
en el germen de los pasos de la Semana
Santa viviente, sino que mantuvo durante muchos años su labor educativa instalando una escuela en
la que se alcanzaban los grados de la etapa secundario a través de las Cátedras
de Teología Moral y Filosofía. Un convento que desgraciadamente anunció el
declive de esta calle, allá por los años cincuenta del siglo pasado cuando fue
injustamente demolido y expoliado de su pocos enseres que le quedaban de los
periodos bélicos. Pues, este colegio sufrió los embates de los franceses, donde
instalaron su tropas y comedores
militares; luego, fue desamortizado, y exclaustrados su frailes; posteriormente
convertido en un lugar municipal, hizo de
torno y casa de expósitos, lonja de sal, academia de enseñanza secundaria, cuartel,
almacén y comedor en la guerra Civil. Cada momento le fue arrancando un muro de
sus paredes y un trozo de su historia dejándolo como testigo la portada de la Gota Leche y unos
arcos que asomaban en los años anteriores de la
Nueva Guardería Infantil " Nuestra Señora del Rosario". No es esta la única supervivencia de esta calle sino que la hornacina de las Mercedes
recordaba una casa de la capellanía de la Patrona a la salida de la calle
Braceros.
Una calle, que
ya en el siglo XVIII, según reflejaba el Catastro de la Ensenada, daba muestra
de su señorío porque habitaban dos
hijasdalgas, doña María de Blázquez de Ávila, y doña María Josefa de Carvvajal.
Dos casas que se conservaban a finales del siglo XX con sus fachadas de piedra
y sus escudos genealógicos; que siempre estuvieron habitadas por personajes
importantes. Todavía se recuerda que en una de ellas se servían los servicios médicos por el
doctor Valdecasas a todos los vecinos en
unos años, en los que el médico de familia lo era casi de vecindad. Hablar de la
otra casona es comentar el deterioro del patrimonio cuando la picota por los
años ochenta derribó aquella bella portada para transformarla en la desorbitada
edificación de pisos que transformó las
casas de vecinos en la mansión de los seres anónimos. Una calle que siempre
tuvo ansias de utopía, ya que ella vivieron algunos miembros de aquellos luchadores por las ansías de libertad y que dieron la vida por el progreso. Recuerdo a José España
Laloya, aquel familiar de don Pablo Batmala representante de molinos de viento
y otros muchos.
Hablar de la
calle Llana significa adentrarse en la intrahistoria de las casas de labriegos,
labradores, pegujareros, campesinos y jornaleros. Vivirían del cielo, se
encomendaban a la Virgen de las Mercedes y el Cristo de la Salud, muchas familias
colgaban su litografías en sus portalones y rezaban al amanecer cuando
apareaban sus mulos.
Curiosamente, Llana
fue también una calle donde las viudas abundaron en todas las épocas históricas.
Y en verdad que el labrador y el labriego todavía ha dejado su huella en esas casonas
de fachada de cantería, portones de recia madera, rejas de forja de herreros alcalaínos;
frente a estas casas de gente hacendada, la construcción de los sesenta convirtió
las viviendas de los pujareros en casas con puertas, rejería y balcones de
fábrica estandarizada porque ya no acudieron a los talleres artesanos de
la carpinterías como las de su vecino Antonio Rufián o herrerías famosas en
la ciudad . Y eso que en esta calle, vivió el
excelente cantero Antonio González Frías, el último bastión de los
maestros de obras de la ciudad ( que recordaba con su labor restauradora a los
Bolívar, las Aranda, Martín Espinosa, Granados…) . Creo que este fue la “edad
de oro” de esta calle.
Pero, si hay
que decir la verdad muchas casas fueron muchos años testigo de familias que se estructuraba
en torno a una viuda o un jornalero que compartían alojamiento con otros
vecinos. Y eso que una de estas casas de vecinos llegó a convertirse en Clínica
de Cirugía a cargo del doctor don José Sánchez, junto a la tienda de Enriqueta
y de su marido el panadero ambulante Vale.
En
los bajos de las casas proliferaron alguna que una tienda de comestibles, claro
ejemplo fue la de Cepri o la de Euologio o de Charilla, comerciantes de
mediados del siglo XX, que recordaban a un antiguo tendero José Mateo de Córdoba,
cuyo oficio era, en 1750, de tendero de
especería y quinquillero. Había alguna que otra barbería, como la de Víctor o
la de Pepe, rebotica y escuela de noticiero alcalaíno, donde muchos se iniciaron
en la lectura con los reportajes de la liga de fútbol. La fuente básica de energía tenía también su tienda en la casas
de la carbonería de Isabel. Y no digamos, las tabernas, proliferaban “La del
Atranque, la de Canastas y el bodegón
del Muerto". ¿Cuántas anécdotas podrían cotarse en aquellos cassinillos de los
campesino! Sin olvidar los puntos de venta semiclandestino de vino del terreno.
Algún que otro taller de costurería y bordado, y algunas casas de funcionarios como Santamarta
y Pepe Zúñiga o la familia Delgado, y Pepe Heredia con su suegra. En estas casas , nacieron grandes talentos que fueron a Cesta y Puntos, Antonio Heredia y Antonio López Delgado.
La
comodidad y la vida burguesa de los años noventa olvidaron los años de sacrificios de sus
anteriores vecinos, y la recientísima ciudad los cautivó por los bloques de cemento, los hizo bajar a
casi todos, se perdieron las tiendas y el sector terciario, los defensores de
aquella importante arteria, la calle Llana, reclama un nuevo conquistador para que la rescate
del olvido y la convierta en aquella calle principal que fue en tiempos de Juan Martínez Montañés.
Y eso que todavía es parte de la carrera
oficial de muchas manifestaciones
religiosas, que recuerdan las viudas asomándose a la reja para saludar a
las imágenes.
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