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sábado, 23 de agosto de 2014

CALLE LLANA. PCS.


LA CALLE LLANA


La Virgen en la calle Llana
 

El paso de la Virgen de las Mercedes ha  servido de revulsivo en muchos vecinos de los barrios altos de la ciudad para reivindicar sus antiguos lugares de vecindad. Cuando acudían a sus antiguas calles y contemplaban un casco antiguo, en la mayoría de las ocasiones deshabitado, con las fachadas  convertidas en un lamentable estado de descomposición, donde la cal dejaba entrever los extensos lienzos de yeso amarillento, se acordaban de su pasado reciente. Aquellas casas que fueron mimo de sus padres y brillaban por su blancura y se adornaban con las cenefas negras, hoy se encuentran  pidiendo una urgente restauración y rehabilitación. Estas calles constituyeron el esqueleto urbano de la ciudad moderna, y, por eso,  no es extraño que fueran el remano de paz   del campesino al venir de su labor diaria agrícola, o el rápido tránsito del cabrero de turno,   o  el mercado esencial  de las tiendas vecinales. Muchas  calles rompían las curvas de nivel del cerro de la Mota  y hacían pasajera la subida a las faldas de la Mota como Veracruz, Caridad o Caños. Otras  se adaptaron a su  horizontalidad y, por ende, se llamaron Llanas a las que  se le adjuntaron  de la Trinidad  y de Gutierre de Burgos  en mitad del cerro,  dejando como diminutivo despectivo a la arteria principal  que la referían por el e Camino el Llanillo hasta que se convirtió en Carrera de las Mercedes,; otros eran callejones como Llanete del  Conde o espacios abiertos como los Llanos en el otro extremo.

Este  sos, llamada de emergencia , de actuación inminente,  es fruto de Luisa y Tere, dos vecinas que frecuentaron la calle Llana. Una calle, donde  comenzaba  por una mansión  de  importante legado  artístico, pues en su casa primera habitó el padre de Juan Martínez Montañés,  y no es extraño que  se le cambiase su nombre de Llana por la de Juan Martínez Montañés. Una calle que ofrecía todos los servicios a las personas del barrio alto, que era el más importante hasta hace dos siglos y no quería que se le escapara su centralidad luchando por colocar en ellas las Carnicerías de la Mota. Frente a la casa de aquel Bordador, se levantó un hermoso convento con el nombre de la Virgen del Rosario, perteneciente a la orden dominica. Un convento que no quedaba sus labor en la catequesis  cristiana,  en el germen  de los pasos de la Semana Santa viviente, sino que mantuvo durante muchos años  su labor educativa instalando una escuela en la que se alcanzaban los grados de la etapa secundario a través de las Cátedras de Teología Moral y Filosofía. Un convento que desgraciadamente anunció el declive de esta calle, allá por los años cincuenta del siglo pasado cuando fue injustamente demolido y expoliado de su pocos enseres que le quedaban de los periodos bélicos. Pues, este colegio sufrió los embates de los franceses, donde instalaron su tropas  y comedores militares;  luego, fue desamortizado,  y exclaustrados su frailes; posteriormente convertido en un lugar municipal,  hizo de torno y casa de expósitos, lonja de sal, academia de enseñanza secundaria, cuartel, almacén y comedor en la guerra Civil. Cada momento le fue arrancando un muro de sus paredes y un trozo de su historia dejándolo como  testigo la portada de la Gota Leche y unos arcos que asomaban en los años anteriores de la  Nueva Guardería Infantil " Nuestra Señora del Rosario". No es esta la  única supervivencia de esta  calle sino que la hornacina de las Mercedes recordaba una casa de la capellanía de la Patrona a la salida de la calle Braceros.

Una calle, que ya en el siglo XVIII, según reflejaba el Catastro de la Ensenada, daba muestra de su señorío  porque habitaban dos hijasdalgas, doña María de Blázquez de Ávila, y doña María Josefa de Carvvajal. Dos casas que se conservaban a finales del siglo XX con sus fachadas de piedra y sus escudos genealógicos; que siempre estuvieron habitadas por personajes importantes. Todavía se recuerda que en una de ellas  se servían los servicios médicos por el doctor Valdecasas a todos los vecinos  en unos años, en los que el médico de familia lo era casi de vecindad. Hablar de la otra casona es comentar el deterioro del patrimonio cuando la picota por los años ochenta derribó aquella bella portada para transformarla en la desorbitada edificación de pisos  que transformó las casas de vecinos en la mansión de los seres anónimos. Una calle que siempre tuvo ansias de utopía, ya que ella vivieron algunos miembros de aquellos luchadores por las ansías de libertad y que dieron la vida por el progreso. Recuerdo a José España Laloya, aquel familiar de don Pablo Batmala representante de molinos de viento y otros muchos.   

Hablar de la calle Llana significa adentrarse en la intrahistoria de las casas de labriegos, labradores, pegujareros, campesinos y jornaleros. Vivirían del cielo, se encomendaban a la Virgen de las Mercedes y el Cristo de la Salud, muchas familias colgaban su litografías en sus portalones y rezaban al amanecer cuando apareaban sus mulos.  

Curiosamente, Llana fue también una calle donde las viudas abundaron en todas las épocas históricas. Y en verdad que el labrador y el labriego todavía ha dejado su huella en esas casonas de fachada de cantería, portones de recia madera, rejas de forja de herreros alcalaínos; frente a estas casas de gente hacendada, la construcción de los sesenta convirtió las viviendas de los pujareros en casas con puertas, rejería y balcones de fábrica estandarizada porque ya no acudieron a los talleres artesanos de la  carpinterías  como las de su vecino  Antonio Rufián o  herrerías famosas en la ciudad . Y eso que en esta calle, vivió el  excelente cantero Antonio González Frías, el último bastión de los maestros de obras de la ciudad ( que recordaba con su labor restauradora a los Bolívar, las Aranda, Martín Espinosa, Granados…) . Creo que este fue la “edad de oro” de esta calle.

Pero, si hay que decir la verdad muchas casas fueron muchos años testigo de familias que se estructuraba en torno a una viuda o un jornalero que compartían alojamiento con otros vecinos. Y eso que una de estas casas de vecinos llegó a convertirse en Clínica de Cirugía a cargo del doctor don José Sánchez, junto a la tienda de Enriqueta y de su marido el panadero ambulante Vale.       

            En los bajos de las casas proliferaron alguna que una tienda de comestibles, claro ejemplo fue la de Cepri o la de Euologio o de Charilla, comerciantes de mediados del siglo XX, que recordaban a un antiguo tendero José Mateo de Córdoba, cuyo oficio era,  en 1750, de tendero de especería y quinquillero. Había alguna que otra barbería, como la de Víctor o la de Pepe, rebotica y escuela de noticiero alcalaíno, donde muchos se iniciaron en la lectura con los reportajes de la liga de fútbol. La fuente básica  de energía tenía también su tienda en la casas de la carbonería de Isabel. Y no digamos, las tabernas, proliferaban “La del Atranque, la de Canastas y  el bodegón del Muerto". ¿Cuántas anécdotas podrían cotarse en aquellos cassinillos de los campesino! Sin olvidar los puntos de venta semiclandestino de vino del terreno. Algún que otro taller de costurería y bordado, y  algunas casas de funcionarios como Santamarta
 

 


 

 

y Pepe Zúñiga o la familia Delgado, y Pepe Heredia con su suegra. En estas casas , nacieron grandes talentos que fueron a Cesta y Puntos, Antonio Heredia y Antonio López Delgado.

            La comodidad y la vida burguesa de los años noventa  olvidaron los años de sacrificios de sus anteriores vecinos, y la recientísima ciudad los cautivó por  los bloques de cemento, los hizo bajar  a casi todos, se perdieron las tiendas y el sector terciario, los defensores de aquella importante arteria, la calle Llana,  reclama un nuevo conquistador para que la rescate del olvido y la convierta en aquella calle principal que fue en tiempos  de Juan Martínez Montañés.

Y eso que todavía es parte de la carrera oficial de muchas manifestaciones  religiosas, que recuerdan las viudas asomándose a la reja para saludar a las imágenes. 

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