Archivo del blog

viernes, 22 de agosto de 2014

DESDE EL MIRADOR DE LA PLACETA DEL ROSARIO


DESDE EL MIRADOR DEL ROSARIO


                                     
                                                                          

            No he recorrido todavía el derredor o el ruedo de la ciudad alcalaína desde los todos miradores  que describen su anatomía urbana y social, y me he adentrado, excepcionalmente y en esta ocasión, en el corazón de la ciudad moderna, en su eje radial de la calle Real. Es el mes de agosto,  y las circunstancias atraen  a todos al centro neurálgico de este mes festivo por excelencia, a donde confluyen, por estas fechas patronales, los alcalaínos del hoy y los del ayer, los que se mantuvieron ligados a su tierra y a sus aldeas, y los que todavía  sueñan en acudir, durante estas festividades,  a la ciudad que los vio nacer. Es fácil encontrar, en esta calle, un mirador o un balcón que sirva de atalaya para contemplar el paisaje urbano.  Y no hay que subirse a las terrazas de las casas, que antaño albergaban el convento del Rosario, ni  a las azoteas de las mansiones de los hidalgos del siglo XVIII. Podríamos haber elegido la ramplona tercera planta de la casa Pineda o el mirador de la casa del Pecado. Pero, no  hay necesidad de ello. La atalaya se genera por la natura loci, la fisonomía del  lugar.  La cuesta de la calle Real no sólo   te invita pronto a adentrarte en la decumana alcaláina  y  rememorar un tiempo pasado, una etapa del caminar humano  y unas vivencias de un  pueblo que  pasó su página de la historia, sino también te traslada, sin darte cuenta,  a  un rellano elevado, como si fuera un altozano desde donde puede contemplarse una postal única de la nueva ciudad de la Mota.  Pues, en estos tiempos, ya ni la mayoría de las casas mantienen su fachada de piedra de los Llanos ni  la portada adintelada con su escudo de nobleza salvo algunas escasas mansiones que se yerguen entre fachadas blancas de pueblo andaluz o los bloques de pisos de los años setenta ; otras conservan su  escudo en medio de raros enfoscados; las menos se renovaron y, al menos, mantienen la huella de aquellos famosos maestros alcalaínos ( La Morena, Granados, Dominguito Sánchez o Candido García)  que imitaron a otros lares, cuando visitaron la capital hispalense con motivo de la feria internacional hispanoamericana.

            Sin embargo, una vez situados en el primer descansadero de la antigua plaza del Rosario, la vista se dirige a un triángulo natural, que se muestra como una alfombra del actual santuario de la Patrona. Con sus maceteros y parterres floreados, los arcos de agua y los surtidores imitando artificialmente a los patios del Generalife anuncian o hacen de pórtico del antiguo convento franciscano. Hay un eje que a la vista  focaliza, para contemplar la mora del cántaro a través  el canal de agua que te conduce a ella sin quererlo. Y, eso, que inmediatamente te viene a tu memoria la postal del antiguo paseíllo de la Mora con su arbolado, baranda y fuente, inundado de hombres con sombrero cordobés y chiquillos de grandes camisones; o, te trae a  tu presencia los recuerdos de aquel antiguo mercado de arquitectura de la posguerra tan típica de la Dirección Nacional de Regiones Devastadas. No tiene mucho duende, pero la sonrisa etrusca de la moza te cuestiona, te inquiere y no pasas de largo. Pues esta mora petrificada te interroga sobre una leyenda que no existió, sobre  un pasadizo nunca encontrado, sobre  una  fuente que se llamaba Mora Nueva por el fruto de su moral, ya que la verdadera fuente de la Mora se encontraba en el camino de la Virgen de la Cabeza junto a la casería del Cauchil. Son las vivencias de los pueblos, que esculpen sus recuerdos en la piedra y luego deben trasladarse a sus arrabales románticos.

            Muchos sentimientos renacen al pasar por el punto crucial de la cardo alcalaína, formado por el Llanillo, la Tejuela, la calle Real y el Juego de Pelota. El compás se abre con la rosa de los vientos que se enmarca en su suelo, como si quisiera ser abrazo  de la gente en muchos momentos de la vida; la Tejuela te envía un abrazo de un tiempo que fue el lugar de los artesanos y del mundo de los servicios; el Juego Pelota conduce a la cruz de Mari Rosa y  la ermita del Ecce-homo a través de un rincón albaicinero, primer peldaño del Calvario de Alcalá; y el Llanillo  te  reclama  como el centro  comercial y de un ansiado renacimiento artesanal y de servicios.

Y, por encima de todo, el retablo austero de la fechada principal  de la iglesia de Consolación, se muestra señero y, en este año, adornado con grandes banderolas anunciando un acontecimiento religioso que anhelaron muchos vecinos de la Alcalá Abacial, la coronación de la Virgen de las Mercedes. Lo intentaron en los primeros años del siglo XX los devotos y el párroco Montañés Chiquero; lo hicieron litúrgicamente a mediados del mismo siglo los obispos de Jaén y Guadix, monseñores Romero Mengibar y Álvarez ;  y al  principios de siglo XXI, con las mismas coronas de los años sesenta, para muchos alcalaínos, se ha hecho realidad documental lo que el pueblo  de Alcalá comparte en todos los lugares y momentos de su vida. De forma sencilla, sin alharacas y con el testimonio del magnificat. Reinar significa hoy ser testimonio de un mensaje salvador.         
 
 
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario