SANTA
ANA EN EL SIGLO XVIII
Francisco Martín Rosales
La roturación de tierras de los
terrenos cercanos a la ermita y la transformación de alguna dehesa cercana en
labor -Llano de Mazuelos, Nogueruelas y bordes de los Llanos-, así como los
pagos de Entretorres durante el siglo XVII y XVIII y la Cañada de la Fuente
Somera, de la Torre, Boca de Charilla, Nogueruelas, Chaparral de Viedma y
Portichuelo, dieron lugar al nacimiento
de casas, albergues, cortijos y otros asentamientos hasta tal punto que fue
creciendo paulatinamente la población a
lo largo de los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III y IV.
A mitad del siglo, en el año
1750, seguían siendo importantes como terrenos de regadío los conocidos de la
Fuente Somera y Fuente Rey. En su mayor parte, estaban manos de propietarios alcalaínos y ,a su vez, eran arrendados a hortelanos y labradores
pujareros, que se abastecían de las anteriores fuentes a través de acequias.
Todos ellos consideraban de mayor estimación. Estas propiedades
producían frutales como morales,
higueras, peros, duraznos, albaricoques, perales, granados, guindos , cerezos,
ciruelos, nogueras, zamboos, membrillos, níspolas, manzanos, almendros y
melocotones. En la Torre de los Llanos, había parras y viñedos; por su parte,
en los Llanos algunos olivares comenzaban a plantarse por estos pagos de la
comarca alcalaína. No obstante en torno
a la ermita existía una extensa alameda, lo mismo que en la Lancha.
Solía sembrarse por fanega cinco
cuartillas de habas, 9 celemines de trigo, un celemín de maíz, dos fanegas de
linaza, una fanega y seis celemines de cañamones, 100 ristras de ajos, bajando
las medidas por fanega en habas, ajos, y trigo en las de segunda calidad. Los
cortijos que tenían tierras de secano sembraban 3 celemines de habas, 9 de
trigo, y 4 de garbanzos, bajando las de segunda calidad en 6 celemines de trigo
y 1 de cebada. Los hortelanos recogían uvas de parras, melones , sandías,
berenjenas, tomates, pimientos, pepinos, coles, cardos, nabos, zanahorias,
papas, cebollas, rábanos y lechugas. La seda, aunque en pequeñas cantidades
también se producía, lo mismo que la bellotas en los terrenos de la dehesas.
Existía, por aquellos tiempos, un molino, que era propiedad de Francisco
Alcaide, vecino de la Fuente Rey, que le producía 30 fanegas.
La población alcanzaba, por
estos años, la cifra de 31 vecinos, incluidos los de la Fuente Somera, lo que
daba lugar a unos 139 habitantes, repartidos en los cortijos de los hacendados
alcalaínos, las casas de las huertas, las casas de las nuevas roturaciones y el
nuevo núcleo que se iba formando en torno a la ermita. La totalidad de la
población se dedicaba a la agricultura y se repartía en 10 jornaleros, que no
tenían más subsistencia que sus brazos para el alimento propio y el de su familia, 5 labradores pujareros
que labraban las tierras propias y arrendadas, 3 hortelanos que cobraban el
jornal diario a razón de dos reales y 7 labradores jornaleros con yuntas que
tenían una jornal, añadido con sus hijos y mozos, de seis reales. En total, de
todos los vecinos 25 se dedicaban al campo, cuatro pobres de solemnidad, algún que otro administraba sus propias
tierras o arrendaba, y el capellán asistía la ermita de Santa Ana, el santero
ayudaba a la iglesia. Todos los restantes de complementaban con piaras de
cerdos, cabras u ovejas, caballos y algunas yuntas de mulos y asnos.
Existían bastantes casas albergues, algún que
otro lagar con su casa y muchas de retama. Importantes cortijos fueron el de la
Cabeza el Carnero, con 250 fanegas y el
de la Mesa, con 330 fanegas que eran propios del cabildo alcalaíno y subastados
al mejor postor. También existía otra pieza en Santa Ana, propiedad del
Ayuntamiento de 40 fanegas. Su fisonomía
actual era fruto de los continuas reformas que llevaban a cabo en sus pajares,
caballeriza, comedor, dormitorios cuadras de animales. También, las propiedades
de la Obra Pía del Abad Moya, que administraba don Pedro de Biedma. Pero más
importante eran las nuevas tierras concejiles que fueron roturándose y dieron lugar al
asentamiento de nuevos colonos en la Cañada
del Carril, con 2.335 fanegas y 6 celemines, las Nogueruelas y la Cuesta, con
más de 1157 fanegas. La primera fue
durante mucho tiempo una dehesa de la ciudad,
y estaba protegida para reserva de los ganados. Sin embargo, fue
repartida definitivamente a finales del siglo XVIII.
Otro lugar, que se mantuvo de
pasto común de ganados hasta finales del siglo XIX, fue la zona de los Llanos,
cuyos límites sobrepasaban a los actuales alcanzando hasta la Fuente Somera, el
Comendador y llegaban hasta la Boca de Charilla. De todo este extenso
territorio se repartieron unas 606 fanegas de tierra, que resultaban muy
improductivas hasta tal punto que solían ser pronto abandonadas por los
campesinos al no poder pagar las rentas al segundo o tercer año. En algunos repartos
que se producían a manera de renta y censo anual por un espacio limitado de
años solían repartirse lugares cercanos a la vereda del Salobral y de el arroyo
de la Fuente del Rey, en torno a 76 celemines, cosa que provocaba bastante
conflictos con los ganaderos que veían invadidos sus abrevaderos,
descansaderos, y fuentes.
Por este tiempo, se nombraba por
el Juez Eclesiástico de Rentas un sobresaliente del campo, generalmente,
capellán o sacerdote que se encargaba de cobrar los diezmos del campo a los labradores, cuya renta una renta consistía en
18 fanegas de trigo y 9 de cebada, a lo que había de añadir las limosnas de la
ermita. Así lo manifestaba, el cura Antonio Cano en una declaración de bienes
en 1771. Este capellán vivía en Alcalá, concretamente, en la parroquia de Santo Domingo, compartiendo los bienes declarados por el
ejercicio del culto con otras fincas pequeñas heredadas de sus antepasados así
como los distintos censos de misas.
Una acontecimiento crucial tuvo
lugar en el año 1784, el 3 de septiembre. Fue un año de intensas lluvias en el primer trimestre del año, con tormentas
en agosto, y, para colmo de males, nevadas
e hielos en el invierno. Con motivo de la epidemia de fiebres tercianas que
tuvo lugar en Santa Ana se tomaron una serie de medidas en las que debieron
tomar tanto las autoridades locales, como las provinciales y nacionales.
Esta situación nos ilustra de la población a
través de la mayoría de las actas municipales de finales del año referido. El avance poblacional era constatable, pues
Santa Ana se componía ya de 80
familias, que residían solo en la
llamada Cortijada de Santa Ana y correspondía a unas 360 personas.
Fueron afectadas por la enfermedad 141 personas, más de un tercio de la población.
Tan fuerte fue el impacto de la epidemia que murieron siete personas en ocho
días. Por las circunstancias en las que se encontraban demuestran los hechos
que vivían en la mayor indigencia hasta tal punto que reflejan las notas
"que no tenían alimento ni
para una taza de caldo por su pobreza"
Ante ello acudieron las
autoridades, que enviaron los dos médicos titulares de Alcalá, un cirujano,
incluso el médico del Regimiento de Alcántara que se encontraba alojada en los
cuarteles de Alcalá y el del Castillo de Locubín. Llevaron a cabo un exhaustivo
informe y encomendaron la administración de los recursos -que alcanzaban los
10.000 reales- al capellán Antonio Cano Hinojosa para paliar la situación con
el reparto de alimentos y ropa. Hubo que acudir además al abad Mendoza y
Gatica, al intendente y al mismo Conde Floridablanca para que se les informara
de la situación y permitiera los pagos de aquellos gastos. Se descubrió que la
causa de la epidemia había sido el estancamiento de las aguas en las zonas pantanosas
de la Casería de Biedma, afectando sobre todo a los niños pequeños. Para ello ,
se recomendó a las madres que dejaran sus hijos durante un tiempo al cuidado de
amas sanas. La iglesia invocó a la providencia. Como curiosidad, no ayudó
materialmente, ya que la Obra Pía del abad Moya, según refería el abad, se
dedicaba enteramente a una casa de huérfanas y
a becas de algunos estudiantes, y
a las obras de restauración de sus propios cortijos.
Sin embargo, al mismo tiempo, el propio
corregidor dio de su propio peculio seis fanegas de tierra y seis carneros para
alimento de los enfermos consumidos. A finales del mes ya se habían
curado algunos, pero no obedecían las órdenes del médico que les impedía el
consumo y contacto con frutales como las uvas y melones que colgaban de sus
cámaras y, aunque tuvieron dificultades para el zanjeo de las aguas estancadas
, al final las derivan hacia el Salobrar consiguiendo salvar la situación. A
mediados de octubre, la epidemia se extinguió y se felicitaba al cura capellán por su dedicación, el
intendente de Jaén hacia lo mismo con los regidores alcalaínos y el propio
conde Floridablanca permitía todos los
gastos y apoyaba con su agradecimiento las gestiones realizadas[1].
La misma epidemia se propagó en
el mes de agosto del año 1800, y por idénticos motivos, cuando la población alcanzaba 96 vecinos y
417 almas, lo que nos demuestra una relación de un vecino por 4´3 almas. Se
vieron afectados más de la mitad con unos 282 enfermos y la mortandad de 23. El
método de hacer frente a la epidemia fue más expeditivo porque se aplicaron los
dos mil reales de la bula de carne para el socorro de los enfermos, se puso un
médico, se dieron quince comidas diarias y varios asistentes colaboraron con el
capellán Antonio Cano y Bolívar que llegó a administrar otros doce mil reales y recibió por su celo
la prestamera de 800 ducados en Morente, reino de Córdoba. Fue mucho más fuerte
ya que murieron 79 personas. De nuevo se reconoció el prado de Biedma como
origen del foco de infección, que, según las acusaciones del cura Juan de Dios
Sánchez del Peral, extendía la peste a todas las casas.
En el siglo XIX cuando Madoz
elabora su Diccionario Geográfico y hace estadística de todos los pueblos, la
aldea tiene ya 232 vecinos y con la proporción establecida anteriormente de 4.3
habitantes alcanzaría la suma de 997, que vivían distribuidos 181 en la propia
aldeas: en 131, 25 en cortijos( tres en
la Fuente Rey) y 23( siete en la aldea) en casillas diseminadas. Tenía tres
molinos harineros , el de la Fuente Rey, el de la Lancha y Veinte Novias y uno
de aceite que se concluyó en el año 1844, lo que nos demuestra el desarrollo de
la producción aceitera por estos pagos con la roturación de las tierras. Además
existían dos ventas, la del camino de Granada o de Góngora , aunque esta estaba
más cercana al núcleo alcalaíno. Tiene escuela de primaria con 18 niños, dotada
con 100 ducados . Existía una plaza frente a la iglesia y dos fuentes la de la
Iglesia y la del Comendador, abrevaderos del ganado, construidos en el siglo
XVII y el importante lavadero de la
Fuente Rey, que databa del siglo XVI. Su extenso término ocupaba importantes
cortijos como los mencionados anteriormente y cercanos al camino de Iznalloz
Polinar, El Ciego, La Cuesta y Media naranja, Piqueras, la Dehesa, de León y
Salograr. Próximo al camino de Granada Merced, Melgar, Pernilla, Pernia, Peña
el Yeso y, cerca el camino de Frailes, León , Noveruelas, Alhambra, Frailes ,
Durán además de las Pinedas y Peñuelas.
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