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martes, 26 de agosto de 2014






                    SANTA ANA EN EL SIGLO XVIII


Francisco Martín Rosales


 
La roturación de tierras de los terrenos cercanos a la ermita y la transformación de alguna dehesa cercana en labor -Llano de Mazuelos, Nogueruelas y bordes de los Llanos-, así como los pagos de Entretorres durante el siglo XVII y XVIII y la Cañada de la Fuente Somera, de la Torre, Boca de Charilla, Nogueruelas, Chaparral de Viedma y Portichuelo,  dieron lugar al nacimiento de casas, albergues, cortijos y otros asentamientos hasta tal punto que fue creciendo paulatinamente  la población a lo largo de los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III y IV.
A mitad del siglo, en el año 1750, seguían siendo importantes como terrenos de regadío los conocidos de la Fuente Somera y Fuente Rey. En su mayor parte, estaban manos de  propietarios alcalaínos y ,a su vez, eran  arrendados a hortelanos y labradores pujareros, que se abastecían de las anteriores fuentes a través de acequias. Todos ellos consideraban de mayor estimación. Estas propiedades producían  frutales como morales, higueras, peros, duraznos, albaricoques, perales, granados, guindos , cerezos, ciruelos, nogueras, zamboos, membrillos, níspolas, manzanos, almendros y melocotones. En la Torre de los Llanos, había parras y viñedos; por su parte, en los Llanos algunos olivares comenzaban a plantarse por estos pagos de la comarca alcalaína. No obstante  en torno a la ermita existía una extensa alameda, lo mismo que en la Lancha.
Solía sembrarse por fanega cinco cuartillas de habas, 9 celemines de trigo, un celemín de maíz, dos fanegas de linaza, una fanega y seis celemines de cañamones, 100 ristras de ajos, bajando las medidas por fanega en habas, ajos, y trigo en las de segunda calidad. Los cortijos que tenían tierras de secano sembraban 3 celemines de habas, 9 de trigo, y 4 de garbanzos, bajando las de segunda calidad en 6 celemines de trigo y 1 de cebada. Los hortelanos recogían uvas de parras, melones , sandías, berenjenas, tomates, pimientos, pepinos, coles, cardos, nabos, zanahorias, papas, cebollas, rábanos y lechugas. La seda, aunque en pequeñas cantidades también se producía, lo mismo que la bellotas en los terrenos de la dehesas. Existía, por aquellos tiempos, un molino, que era propiedad de Francisco Alcaide, vecino de la Fuente Rey, que le producía 30 fanegas.


La población alcanzaba, por estos años, la cifra de 31 vecinos, incluidos los de la Fuente Somera, lo que daba lugar a unos 139 habitantes, repartidos en los cortijos de los hacendados alcalaínos, las casas de las huertas, las casas de las nuevas roturaciones y el nuevo núcleo que se iba formando en torno a la ermita. La totalidad de la población se dedicaba a la agricultura y se repartía en 10 jornaleros, que no tenían más subsistencia que sus brazos para el alimento propio  y el de su familia, 5 labradores pujareros que labraban las tierras propias y arrendadas, 3 hortelanos que cobraban el jornal diario a razón de dos reales y 7 labradores jornaleros con yuntas que tenían una jornal, añadido con sus hijos y mozos, de seis reales. En total, de todos los vecinos 25 se dedicaban al campo, cuatro pobres de solemnidad,  algún que otro administraba sus propias tierras o arrendaba, y el capellán asistía la ermita de Santa Ana, el santero ayudaba a la iglesia. Todos los restantes de complementaban con piaras de cerdos, cabras u ovejas, caballos y algunas yuntas de mulos y asnos. 
 
 Existían bastantes casas albergues, algún que otro lagar con su casa y muchas de retama. Importantes cortijos fueron el de la Cabeza el Carnero, con 250 fanegas  y el de la Mesa, con 330 fanegas que eran propios del cabildo alcalaíno y subastados al mejor postor. También existía otra pieza en Santa Ana, propiedad del Ayuntamiento de 40 fanegas.  Su fisonomía actual era fruto de los continuas reformas que llevaban a cabo en sus pajares, caballeriza, comedor, dormitorios cuadras de animales. También, las propiedades de la Obra Pía del Abad Moya, que administraba don Pedro de Biedma. Pero más importante eran las nuevas tierras concejiles que  fueron roturándose y dieron lugar al asentamiento de nuevos colonos  en la Cañada del Carril, con 2.335 fanegas y 6 celemines, las Nogueruelas y la Cuesta, con más de 1157 fanegas. La primera  fue durante mucho tiempo una dehesa de la ciudad,  y estaba protegida para reserva de los ganados. Sin embargo, fue repartida definitivamente a finales del siglo XVIII.         
Otro lugar, que se mantuvo de pasto común de ganados hasta finales del siglo XIX, fue la zona de los Llanos, cuyos límites sobrepasaban a los actuales alcanzando hasta la Fuente Somera, el Comendador y llegaban hasta la Boca de Charilla. De todo este extenso territorio se repartieron unas 606 fanegas de tierra, que resultaban muy improductivas hasta tal punto que solían ser pronto abandonadas por los campesinos al no poder pagar las rentas al segundo o tercer año. En algunos repartos que se producían a manera de renta y censo anual por un espacio limitado de años solían repartirse lugares cercanos a la vereda del Salobral y de el arroyo de la Fuente del Rey, en torno a 76 celemines, cosa que provocaba bastante conflictos con los ganaderos que veían invadidos sus abrevaderos, descansaderos, y fuentes.
Por este tiempo, se nombraba por el Juez Eclesiástico de Rentas un sobresaliente del campo, generalmente, capellán o sacerdote que se encargaba de cobrar los diezmos del campo a los  labradores, cuya renta una renta consistía en 18 fanegas de trigo y 9 de cebada, a lo que había de añadir las limosnas de la ermita. Así lo manifestaba, el cura Antonio Cano en una declaración de bienes en 1771. Este capellán vivía en Alcalá, concretamente, en  la parroquia de  Santo Domingo,  compartiendo los bienes declarados por el ejercicio del culto con otras fincas pequeñas heredadas de sus antepasados así como los distintos censos de misas.      
Una acontecimiento crucial tuvo lugar en el año 1784, el 3 de septiembre. Fue un  año de intensas lluvias  en el primer trimestre del año, con tormentas en agosto, y, para colmo de males,  nevadas e hielos en el invierno. Con motivo de la epidemia de fiebres tercianas que tuvo lugar en Santa Ana se tomaron una serie de medidas en las que debieron tomar tanto las autoridades locales, como las provinciales y nacionales.


 Esta situación nos ilustra de la población a través de la mayoría de las actas municipales de finales del año referido. El avance poblacional era constatable, pues Santa Ana   se componía ya de 80 familias, que residían solo en la  llamada Cortijada de Santa Ana y correspondía a unas 360 personas. Fueron afectadas por la enfermedad 141 personas, más de un tercio de la población. Tan fuerte fue el impacto de la epidemia que murieron siete personas en ocho días. Por las circunstancias en las que se encontraban demuestran los hechos que vivían en la mayor indigencia hasta tal punto que reflejan las notas
"que no tenían alimento ni para una taza de caldo por su pobreza"
Ante ello acudieron las autoridades, que enviaron los dos médicos titulares de Alcalá, un cirujano, incluso el médico del Regimiento de Alcántara que se encontraba alojada en los cuarteles de Alcalá y el del Castillo de Locubín. Llevaron a cabo un exhaustivo informe y encomendaron la administración de los recursos -que alcanzaban los 10.000 reales- al capellán Antonio Cano Hinojosa para paliar la situación con el reparto de alimentos y ropa. Hubo que acudir además al abad Mendoza y Gatica, al intendente y al mismo Conde Floridablanca para que se les informara de la situación y permitiera los pagos de aquellos gastos. Se descubrió que la causa de la epidemia había sido el estancamiento de las aguas en las zonas pantanosas de la Casería de Biedma, afectando sobre todo a los niños pequeños. Para ello , se recomendó a las madres que dejaran sus hijos durante un tiempo al cuidado de amas sanas. La iglesia invocó a la providencia. Como curiosidad, no ayudó materialmente, ya que la Obra Pía del abad Moya, según refería el abad, se dedicaba enteramente a una casa de huérfanas y  a  becas de algunos estudiantes, y a las obras de restauración de sus propios cortijos.
 Sin embargo, al mismo tiempo, el propio corregidor dio de su propio peculio seis fanegas de tierra y seis carneros para alimento de los enfermos consumidos. A finales del mes ya se habían curado algunos, pero no obedecían las órdenes del médico que les impedía el consumo y contacto con frutales como las uvas y melones que colgaban de sus cámaras y, aunque tuvieron dificultades para el zanjeo de las aguas estancadas , al final las derivan hacia el Salobrar consiguiendo salvar la situación. A mediados de octubre, la epidemia se extinguió y se felicitaba al  cura capellán por su dedicación, el intendente de Jaén hacia lo mismo con los regidores alcalaínos y el propio conde Floridablanca  permitía todos los gastos y apoyaba con su agradecimiento las gestiones realizadas[1].   
La misma epidemia se propagó en el mes de agosto del año 1800, y por idénticos motivos,  cuando la población alcanzaba 96 vecinos y 417 almas, lo que nos demuestra una relación de un vecino por 4´3 almas. Se vieron afectados más de la mitad con unos 282 enfermos y la mortandad de 23. El método de hacer frente a la epidemia fue más expeditivo porque se aplicaron los dos mil reales de la bula de carne para el socorro de los enfermos, se puso un médico, se dieron quince comidas diarias y varios asistentes colaboraron con el capellán Antonio Cano y Bolívar que llegó a administrar  otros doce mil reales y recibió por su celo la prestamera de 800 ducados en Morente, reino de Córdoba. Fue mucho más fuerte ya que murieron 79 personas. De nuevo se reconoció el prado de Biedma como origen del foco de infección, que, según las acusaciones del cura Juan de Dios Sánchez del Peral, extendía la peste a todas las casas.
 
 


 

 

 

 

En el siglo XIX cuando Madoz elabora su Diccionario Geográfico y hace estadística de todos los pueblos, la aldea tiene ya 232 vecinos y con la proporción establecida anteriormente de 4.3 habitantes alcanzaría la suma de 997, que vivían distribuidos 181 en la propia aldeas: en 131, 25  en cortijos( tres en la Fuente Rey) y 23( siete en la aldea) en casillas diseminadas. Tenía tres molinos harineros , el de la Fuente Rey, el de la Lancha y Veinte Novias y uno de aceite que se concluyó en el año 1844, lo que nos demuestra el desarrollo de la producción aceitera por estos pagos con la roturación de las tierras. Además existían dos ventas, la del camino de Granada o de Góngora , aunque esta estaba más cercana al núcleo alcalaíno. Tiene escuela de primaria con 18 niños, dotada con 100 ducados . Existía una plaza frente a la iglesia y dos fuentes la de la Iglesia y la del Comendador, abrevaderos del ganado, construidos en el siglo XVII y  el importante lavadero de la Fuente Rey, que databa del siglo XVI. Su extenso término ocupaba importantes cortijos como los mencionados anteriormente y cercanos al camino de Iznalloz Polinar, El Ciego, La Cuesta y Media naranja, Piqueras, la Dehesa, de León y Salograr. Próximo al camino de Granada Merced, Melgar, Pernilla, Pernia, Peña el Yeso y, cerca el camino de Frailes, León , Noveruelas, Alhambra, Frailes , Durán  además de las Pinedas y Peñuelas.

En el año 1.911 alcanzaba la cifra de 1.237 habitantes, repartidos en 277 viviendas.

 

 

 

                                                                                                                            

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] AMAR. Actas del año 1784. 3, 6,10 13, 24,31-IX y 2, 18, 23 y 27-X y 14-XII.

 

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