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miércoles, 27 de agosto de 2014

EL PALACIO ABACIAL



          EL PALACIO ABACIAL




 

 

 

En un manuscrito sobre la historia de Alcalá la Real, se escribía por parte de su autor Agustín Garrido Linares,  que

 "así mismo el Ilustrísimo Señor Don Maximiliano de Austria hiço la torre de la iglesia Parroquial de Santo Domingo de Silos, y el Ilustrísimo Señor Diego de Ávila las Casas Abaciales que  existen tan próximas a su ruina inmediatas a la dicha Santa Iglesia Matriz, solicitando su maior cercanía para su maior asistencia i régimen de su Culto"

Estos datos sobre los precedentes del Palacio Abacial nos manifiestan que, en un principio, estuvo situado en la fortaleza de la Mota y adosado junto a la Iglesia Mayor. Pero, por las fechas aproximadas del documento, las casas abaciales se abandonaron en torno al primer decenio del siglo XVIII. Unos años antes, algunos abades ya  habían intentado el traslado de la residencia abacial a la parte baja de la ciudad moderna, dejando el recinto fortificado, a pesar de que el cabildo municipal se lo había impedido en reiteradas ocasiones.

 

Las Casas Abaciales del Llanillo

 

En el año 1725, hay constancia de la presencia de los altos cargos del cabildo eclesiástico en unas casas situadas en el Llanillo, donde convivían el provisor y gobernador eclesiástico, un presbítero, el secretario del Gobernador y un capellán con su familia. No debía preocupar mucho en este tiempo su buen decoro  ni se construyó una mansión palaciega para el abad, porque los cardenales  Borja y de la Cerda y don Álvaro de Mendoza, abades de Alcalá la Real, no residieron en ellas y,  hasta muy avanzada la segunda mitad del siglo XVIII, no hay testimonio alguno de una estancia prolongada de abad alguno.

Por los años cuarenta y cincuenta, las fuentes documentales hacen referencia a dos casas abaciales, que eran parte de patrimonio de la abadía y que demandaban servicios del cabildo municipal. Por un acuerdo de los regidores, en concreto, en los años cuarenta, se les concedió la licencia de agua de la red municipal que transcurría desde el arqueta del Pilar de Mari Ramos hasta la Fuente de los Álamos a través de la calle Pastores. Otro acuerdo posterior del año 1749, ante la escasez y sequía que sufrían los vecinos, obligó a una revisión de la cañería  en las casas que se denominaban Abaciales, Palacio Abacial  o del Señor Gobernador de la Abadía.



Aquellas casas debieron estructurarse en torno a una planta central de arcadas y un cuerpo de doble crujía, que daba a una sencilla fachada. En su interior se distribuían el resto de dependencias, tanto  oficiales- la Cárcel Eclesiástica, la Biblioteca, el Archivo, la capilla del Abad, en este caso, la del Gobernador, la sala de audiencias- como  particulares, dedicadas a  los aposentos del abad y al resto de miembros de su curia eclesiástica. De esta época, debe datar el claustro, con sus doce columnas superpuestas de orden toscano, y la capilla de los abades.  Como típico de las casas de la ciudad llana, además se le adosó un huerto a las espaldas del edificio que se describe en algunos documentos, provisto de un bello jardín y, en su parte alta, unas habitaciones que, en el resto de las viviendas de la ciudad, solían destinarse a graneros.

Todo ello estaba en consonancia con las casas y palacios señoriales que solían estructurarse con el mismo claustro y la escalera frente a la puerta; en este caso, en un lienzo lateral, fruto de reconversiones anteriores. Varios son los arquitectos que intervienen en las obras municipales desde principio de siglo hasta mediados del XVIII, pero no es de extrañar que en diversas fases de esta obra imprimieran su huella  los maestros locales Manuel de Álamo, Mateo Primo y Felipe García Peinado. Por este último nos inclinamos principalmente  porque  la semejanza de las bóvedas de las escaleras y la sencillez aquitectónica y decorativa del interior del Palacio Abacial están muy  relacionadas con las de las  Casas del Ayuntamiento y las de Enfrente que en el año 1734 se estaba construyendo.

 

El Palacio Abacial de Mendoza y Gatica

 

Nombrado abad don Esteban Lorenzo Mendoza y Gatica, no debía estar satisfecho con la  sobriedad de aquel edificio  y, en el año, 1779, encargó una portada para el Palacio Abacial. Este abad pertenecía a una ilustre familia jerezana, emparentada con los Lorenzo, los Mendoza, los Ortiz de Gatica y los Ponce de León. Pues sus padres fueron don Sancho de Lorenzo Mendoza Ortiz de Gatica, y doña Rosa María de Pembriche. Ejerció cargos universitarios y religiosos en Granada y en Jaén, donde estaba relacionado con don Gonzalo de Mesía, marqués de Acapulco y disfrutaba de una canonjía  antes de tomar la posesión de la abadía de Alcalá la Real. Su labor de mecenazgo se plasmó en una donación de dos mil ducados que permitió reedificar el palacio, dándole mayores extensiones y  levantando desde los cimientos toda la pared principal de cantería adornada de balcones y rejas y colocando en el cuarto bajo el archivo general en buenos estantes.

La obra fue terminada en el año 1781, y, entre las innovaciones que supuso sobre el anterior edificio, provocó desgraciadamente la desviación vial del eje del Llanillo, aunque, al mismo tiempo, engrandeció esta calle tan importante de la ciudad y el propio edificio. La transformación afectó fundamentalmente a la fachada, donde destacan el balcón central, el alero curvo, las mansardas y la abundancia de planos convexos  y cóncavos. Su estilo demuestra la influencia del último período de  la arquitectura barroca española, aunque la portada contrasta por su mayor depuración de órdenes y composición.  En su parte superior se encuentra el blasón del abad y en la cornisa del tejado la siguiente leyenda. COSTEÓ ESTA OBRA EL ILMO. SR. D. ESTEBAN LORENZO MENDOZA Y GATICA DEL CONSEJO DE S.M. ABAD MAYOR DE ESTA CIUDAD. AÑO DE 1781.



 Con este  abad debió estar tan agradecida la Iglesia  Mayor que se le concedió una capellanía para que se le dijeran una misa de requiem y vigilia, costeada por la fábrica de la Iglesia, en sufragio por su alma y en reconocimiento de su labor de mecenazgo. Muy acertado es el juicio del profesor Galera sobre las influencias de la arquitectura barroca de la Baja Andalucía en el diseño del Palacio alcalaíno, ya que el abad procedía de Jerez y, por otro lado, resulta clara y evidente  la influencia de los palacios jerezanos  del Marqués de Montana y el de Bertemati. Aunque se observen  algunas modificaciones en el Palacio alcalaíno, éste se organiza también sobre la planta cuadrangular, con un patio tras la crujía inmediata a la calle, al que se ingresa por amplio zaguán, con una escalera en uno de sus lados, y un alzado que se compone de dos plantas y un sobrado  que suele ser cerrado y de poca altura, con balcones y ventanas, lo mismo que en la fachada, donde predominan los  de gran vuelo y con tejaroces. En palabras del catedrático jiennense:

 "su fachada se concibe a la manera ostentosa del palacio de la Baja Andalucía, con las pocas plasmaciones del concepto borromninesco en el uso de los planos cóncavos y convexos en la portada o en los grandes salientes curvos de los aleros, de que era (por su menor proporción)  un modesto, pero valiente antecedente el Hospital de Cambil".    

Por estos años, intervenía en las  obras locales el insigne arquitecto alcalaíno Antonio Martín Espinosa de  los Monteros, pero la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando obligaba a que todas las obras fueran revisadas por sus arquitectos. Nos inclinamos que tanto Manuel de Godoy, que fue maestro mayor de  obras de la Iglesia del Sagrario de Jaén en entre los años 1772 y 1782, como su aparejador Francisco de Layncera, debieron supervisar muy intensamente los proyectos y trazas de la obra, pues su presencia en otras obras de  la ciudad era frecuente rectificando a los arquitectos locales,  como la intervención  de este último en la torre de las Casas Consistoriales, donde introdujo las correspondientes propuestas de reforma al arquitecto alcalaíno. Motivos similares de su fachada, aunque más sobrios, se encuentran en la iglesia de las Angustias, donde  se combina los planos de sus muros, rotos por curvos balcones, con el juego de sus atrevidas cornisas y en contraste con el adintelamiento de las jambas de las puertas.

No debió ser tan simple la reforma del Palacio Abacial, pues las fuentes documentales indican que incidió en las importantes mejoras que el dicho Señor Abad hizo a las Casas Abaciales  de esta ciudad para  la decente habitación de los Señores Abades.

También se denotan en su construcción la mano de los maestros albañiles del momento como Félix Méndez y Cobalea y del maestro alarife  Juan Miguel de Contreras, natural del Castillo, que intervinieron en otras obras religiosas  de la localidad, en las que el yeso y el uso del mampuesto predominaban frente a la labor de la cantería bajo la dirección de Antonio Martín Espinosa de los Monteros.

 

EL Palacio en el siglo XIX

 



El Palacio era residencia de los gobernadores eclesiásticos y de los abades, que estaban obligados a pagar una renta de arrendamiento por su uso. En su recinto, residieron los abades fray José Palomino y Lerena, fray Manuel María Trujillo y Tirado, don Manuel Cayetano Muñoz y Benavente, don José Carrión y Marfil  y el último de ellos, fray Antonio Sánchez Matas. Durante estos años, el oratorio del Palacio, era una de las salas más significativas junto con la sala cuadrada- la que denominaban sala grande- y la sala capitular, donde se dirimieron importantes litigios ente el estamento eclesiástico y civil en la convulsionada España del siglo XIX. En la planta baja, tuvieron que hacerse importantes adaptaciones, pues el simple servicio del abad lo requería. Sirva de ejemplo que el abad Trujillo, tenía como miembros de su servicio: un cocinero y ayudante, tres cocheros y un mozo de mulas, un coche y seis mulas que le tiraban. Por ello, toda esta planta baja debió albergar las cuadras y el importante archivo y biblioteca de la Abadía, así como varias dependencias dedicadas a la audiencia eclesiástica. Además tuvo adosada una casa en la que estaba instalada la Cárcel Eclesiástica y la vivienda del alcaide o vigilante de  este departamento judicial de la jurisdicción religiosa.   

En el año 1853, extinguida la demarcación eclesiástica de  la abadía tras la muerte del último abad, el Palacio se transformó en residencia del arcipreste de Alcalá la Real. A partir de este año, varios fueron los intentos de los distintos gobiernos municipales para emplearlo como órgano de docencia y judicial. En el mes de febrero de 1868 se incautaron los bienes muebles de la abadía y en sus dependencias, se le registraron una biblioteca 300 volúmenes de libros- que no estaban catalogados ni inventariados por medio de índices-, así como una colección de 9 cuadros ( siete grandes de pintura y dos pequeños).  En diciembre del año 1871, el ayuntamiento alcalaíno firmó con el Obispado de la Diócesis un concierto de alquiler, estipulado en 2.200 reales,  por medio del cual se le permitía el uso del  Palacio de los Abades y la Cárcel Eclesiástica para la instalación de una Escuela de Instrucción Primaria y el fomento de la enseñanza de la Juventud. El clero local se reservó las habitaciones del Archivo Eclesiástico, la Secretaría, el Oratorio y dos  salas del piso segundo.

A finales del año 1872, ejercieron por primera vez  la docencia en sus aulas los maestros Félix Contreras, José Paredes  y Santiago Sánchez. Unos años después, se instalaron los juzgados del partido judicial y, tan sólo, se mantuvieron  reservadas para la administración religiosa las dependencias de archivo y biblioteca. En 1873, este era el parecer del Ayuntamiento ante un informe solicitado por el señor Juez.

"el magnífico Palacio Abacial que ha dado en arrendamiento el Excelentísimo Señor Obispo de Jaén por tiempo ilimitado, cuyo edificio por su bella construcción, muchísimas piezas que contiene, basto salón y oratorio que le adornan, lo tiene destinado el Municipio a locales de Instrucción Primaria del Juzgado Municipal y del de Primera Instancia del partido, quedando bacías una porción de buenas habitaciones".

 

Sin embargo, el establecimiento definitivo tuvo lugar en el año 1896, que así cantaba María Pilar Contreras:

Mientras en Cuba el soldado

pelea con patrio ardor,

a Alcalá vuelve el Juzgado

y hay fiestas en su loor.

  

El palacio en el siglo XX

 



En el año 1920, el Obispado de Jaén hizo una oferta de venta del edificio a un particular, que fue abortada por el cabildo municipal ya que pujó para quedarse con el edificio. Durante estos años de los primeros decenios del siglo XX, la situación anómala del pago de su alquiler provocó algunas diferencias que quedaron solventadas definitivamente con la compra de todas sus dependencias en el año 1927 por el  Ayuntamiento de Alcalá la Real. De su recinto, salieron por los años treinta del siglo XX, gran parte de estos archivos con destino a los órganos administrativos religiosos de la capital del Santo Reino en cuya catedral de Jaén todavía se conservan algunos legajos de expedientes matrimoniales, capellanías, cuentas de la abadía extinta y de las parroquias. Por los años treinta, tuvieron que hacerse varios requerimientos al arcipreste para que desalojara el archivo de la abadía con el fin de ocupar sus habitaciones para escuela. Durante la guerra civil algunas de sus habitaciones llegaron a utilizarse de comedor y de otros servicios.

 En el año 1947, el arquitecto Santiago Sanguinetti redactó un proyecto en el que se recogía una profunda remodelación del edificio dentro de los planes de la Dirección General de Regiones Devastadas. El retraso de las obras y las carencias presupuestarias supusieron  que no se cumplieran las actuaciones previstas y, tan sólo, se realizó una obra consistente en un saneamiento general del edificio, quedando estructurado en una serie de dependencias que comprendían desde el arresto municipal hasta servicios judiciales y sanitarios  pasando por otros muy heterogéneos como almacenes, archivo notarial y municipal, despacho del forense, academia de Música y viviendas de portero y alguaciles. Incluso se convirtió durante muchos días en la sede de algunas secciones de los jóvenes falangistas. En la primera y segunda planta, los juzgados siguieron sirviéndose de las habitaciones más nobles, y el resto se reservó para la vivienda de los jueces. En 1959, se ubicó el Centro Oficial de Enseñanza Media Nuestra Señora de las Mercedes, que nació bajo el patrocinio del Ayuntamiento alcalaíno, donde varias generaciones de profesionales y títulos universitarios se prepararon en sus aulas hasta el año 1969. En este año, se cedieron las dependencias a diversas asociaciones culturales y, posteriormente, el cronista oficial de la ciudad  ocupó una de sus dependencias.

Con los primeros ayuntamientos democráticos, se intervino de nuevo en la techumbre del edificio y en la fijación de algunos elementos bajo las directrices técnicas del arquitecto Francisco del Castillo. En el año 1995, tras un amplio y minucioso proceso y estudio  del Palacio, la Consejería de Obras Públicas de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Alcalá la Real iniciaron las obras, basadas en un ambicioso proyecto del arquitecto jiennense Santiago Quesada. En 1999 su reconstrucción ha significado un paso trascendental y -no reformista como en anteriores actuaciones- por la consolidación de este monumento y, sobre todo, por la nueva funcionalidad de sus dependencias, donde el pueblo de Alcalá la Real dispodrá del Conservatorio de Música para enseñanza de esta especialidad artística. Al mismo tiempo, las nuevas y remozadas salas  albergan los restos del patrimonio mueble alcalaíno y de algunas joyas, dignas de gran interés, como el Tesoro de Ermita Nueva. Concebido como una proyección de apoyo a las actividades  culturales y a la creación de nuevas técnicas, encuadradas en  la vanguardia de Andalucía y nacional, también residen en sus dependencias  el Centro Andaluz de Arte Seriado y.        

    

 

FRANCISCO MARTÍN ROSALES

                 

  

 

 

 

 

 



 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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