EL
PALACIO ABACIAL
En un manuscrito sobre
la historia de Alcalá la Real, se escribía por parte de su autor Agustín
Garrido Linares, que
"así mismo el Ilustrísimo Señor Don
Maximiliano de Austria hiço la torre de la iglesia Parroquial de Santo Domingo
de Silos, y el Ilustrísimo Señor Diego de Ávila las Casas Abaciales que existen tan próximas a su ruina inmediatas a
la dicha Santa Iglesia Matriz, solicitando su maior cercanía para su maior
asistencia i régimen de su Culto"
Estos datos sobre los
precedentes del Palacio Abacial nos manifiestan que, en un principio, estuvo
situado en la fortaleza de la Mota y adosado junto a la Iglesia Mayor. Pero,
por las fechas aproximadas del documento, las casas abaciales se abandonaron en
torno al primer decenio del siglo XVIII. Unos años antes, algunos abades
ya habían intentado el traslado de la
residencia abacial a la parte baja de la ciudad moderna, dejando el recinto
fortificado, a pesar de que el cabildo municipal se lo había impedido en
reiteradas ocasiones.
Las Casas Abaciales del Llanillo
En el año 1725, hay constancia
de la presencia de los altos cargos del cabildo eclesiástico en unas casas situadas
en el Llanillo, donde convivían el provisor y gobernador eclesiástico, un
presbítero, el secretario del Gobernador y un capellán con su familia. No debía
preocupar mucho en este tiempo su buen decoro
ni se construyó una mansión palaciega para el abad, porque los
cardenales Borja y de la Cerda y don
Álvaro de Mendoza, abades de Alcalá la Real, no residieron en ellas y, hasta muy avanzada la segunda mitad del siglo
XVIII, no hay testimonio alguno de una estancia prolongada de abad alguno.
Por los años cuarenta y
cincuenta, las fuentes documentales hacen referencia a dos casas abaciales, que
eran parte de patrimonio de la abadía y que demandaban servicios del cabildo
municipal. Por un acuerdo de los regidores, en concreto, en los años cuarenta,
se les concedió la licencia de agua de la red municipal que transcurría desde
el arqueta del Pilar de Mari Ramos hasta la Fuente de los Álamos a través de la
calle Pastores. Otro acuerdo posterior del año 1749, ante la escasez y sequía
que sufrían los vecinos, obligó a una revisión de la cañería en las casas que se denominaban Abaciales,
Palacio Abacial o del Señor Gobernador
de la Abadía.
Aquellas casas debieron
estructurarse en torno a una planta central de arcadas y un cuerpo de doble crujía,
que daba a una sencilla fachada. En su interior se distribuían el resto de
dependencias, tanto oficiales- la Cárcel
Eclesiástica, la Biblioteca, el Archivo, la capilla del Abad, en este caso, la
del Gobernador, la sala de audiencias- como
particulares, dedicadas a los
aposentos del abad y al resto de miembros de su curia eclesiástica. De esta
época, debe datar el claustro, con sus doce columnas superpuestas de orden
toscano, y la capilla de los abades.
Como típico de las casas de la ciudad llana, además se le adosó un
huerto a las espaldas del edificio que se describe en algunos documentos,
provisto de un bello jardín y, en su parte alta, unas habitaciones que, en el
resto de las viviendas de la ciudad, solían destinarse a graneros.
Todo ello estaba en consonancia
con las casas y palacios señoriales que solían estructurarse con el mismo
claustro y la escalera frente a la puerta; en este caso, en un lienzo lateral,
fruto de reconversiones anteriores. Varios son los arquitectos que intervienen
en las obras municipales desde principio de siglo hasta mediados del XVIII,
pero no es de extrañar que en diversas fases de esta obra imprimieran su
huella los maestros locales Manuel de
Álamo, Mateo Primo y Felipe García Peinado. Por este último nos inclinamos
principalmente porque la semejanza de las bóvedas de las escaleras
y la sencillez aquitectónica y decorativa del interior del Palacio Abacial
están muy relacionadas con las de
las Casas del Ayuntamiento y las de
Enfrente que en el año 1734 se estaba construyendo.
El Palacio Abacial de Mendoza y
Gatica
Nombrado abad don Esteban
Lorenzo Mendoza y Gatica, no debía estar satisfecho con la sobriedad de aquel edificio y, en el año, 1779, encargó una portada para
el Palacio Abacial. Este abad pertenecía a una ilustre familia jerezana,
emparentada con los Lorenzo, los Mendoza, los Ortiz de Gatica y los Ponce de
León. Pues sus padres fueron don Sancho de Lorenzo Mendoza Ortiz de Gatica, y doña
Rosa María de Pembriche. Ejerció cargos universitarios y religiosos en Granada
y en Jaén, donde estaba relacionado con don Gonzalo de
Mesía, marqués de Acapulco y disfrutaba de una canonjía antes de tomar la posesión de la abadía de
Alcalá la Real. Su labor de mecenazgo se plasmó en una donación de dos mil
ducados que permitió reedificar el palacio, dándole mayores extensiones y levantando desde los cimientos toda la
pared principal de cantería adornada de balcones y rejas y colocando en el
cuarto bajo el archivo general en buenos estantes.
La obra fue terminada en el año
1781, y, entre las innovaciones que supuso sobre el anterior edificio, provocó
desgraciadamente la desviación vial del eje del Llanillo, aunque, al mismo
tiempo, engrandeció esta calle tan importante de la ciudad y el propio
edificio. La transformación afectó fundamentalmente a la fachada, donde
destacan el balcón central, el alero curvo, las mansardas y la abundancia de
planos convexos y cóncavos. Su estilo
demuestra la influencia del último período de
la arquitectura barroca española, aunque la portada contrasta por su
mayor depuración de órdenes y composición.
En su parte superior se encuentra el blasón del abad y en la cornisa del
tejado la siguiente leyenda. COSTEÓ ESTA OBRA EL ILMO. SR. D. ESTEBAN LORENZO MENDOZA
Y GATICA DEL CONSEJO DE S.M. ABAD MAYOR DE ESTA CIUDAD. AÑO DE 1781.
Con este
abad debió estar tan agradecida la Iglesia Mayor que se le concedió una capellanía para
que se le dijeran una misa de requiem y vigilia, costeada por la fábrica de la
Iglesia, en sufragio por su alma y en reconocimiento de su labor de mecenazgo.
Muy acertado es el juicio del profesor Galera sobre las influencias de la
arquitectura barroca de la Baja Andalucía en el diseño del Palacio alcalaíno, ya
que el abad procedía de Jerez y, por otro lado, resulta clara y evidente la influencia de los palacios jerezanos del Marqués de Montana y el de Bertemati.
Aunque se observen algunas
modificaciones en el Palacio alcalaíno, éste se organiza también sobre la
planta cuadrangular, con un patio tras la crujía inmediata a la calle, al que
se ingresa por amplio zaguán, con una escalera en uno de sus lados, y un alzado
que se compone de dos plantas y un sobrado
que suele ser cerrado y de poca altura, con balcones y ventanas, lo
mismo que en la fachada, donde predominan los
de gran vuelo y con tejaroces. En palabras del catedrático jiennense:
"su fachada se concibe a la manera
ostentosa del palacio de la Baja Andalucía, con las pocas plasmaciones del
concepto borromninesco en el uso de los planos cóncavos y convexos en la
portada o en los grandes salientes curvos de los aleros, de que era (por su
menor proporción) un modesto, pero
valiente antecedente el Hospital de Cambil".
Por estos años, intervenía en
las obras locales el insigne arquitecto
alcalaíno Antonio Martín Espinosa de los
Monteros, pero la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando obligaba a que
todas las obras fueran revisadas por sus arquitectos. Nos inclinamos que tanto
Manuel de Godoy, que fue maestro mayor de
obras de la Iglesia del Sagrario de Jaén en entre los años 1772 y 1782,
como su aparejador Francisco de Layncera, debieron supervisar muy intensamente
los proyectos y trazas de la obra, pues su presencia en otras obras de la ciudad era frecuente rectificando a los
arquitectos locales, como la
intervención de este último en la torre
de las Casas Consistoriales, donde introdujo las correspondientes propuestas de
reforma al arquitecto alcalaíno. Motivos similares de su fachada, aunque más
sobrios, se encuentran en la iglesia de las Angustias, donde se combina los planos de sus muros, rotos por
curvos balcones, con el juego de sus atrevidas cornisas y en contraste con el
adintelamiento de las jambas de las puertas.
No debió ser tan simple la
reforma del Palacio Abacial, pues las fuentes documentales indican que incidió
en las importantes mejoras que el dicho Señor Abad hizo a las Casas
Abaciales de esta ciudad para la decente habitación de los Señores Abades.
También se denotan en su
construcción la mano de los maestros albañiles del momento como Félix Méndez y
Cobalea y del maestro alarife Juan
Miguel de Contreras, natural del Castillo, que intervinieron en otras obras religiosas de la localidad, en las que el yeso y el uso
del mampuesto predominaban frente a la labor de la cantería bajo la dirección
de Antonio Martín Espinosa de los Monteros.
EL Palacio en el siglo XIX
El Palacio era residencia de los
gobernadores eclesiásticos y de los abades, que estaban obligados a pagar una
renta de arrendamiento por su uso. En su recinto, residieron los abades fray
José Palomino y Lerena, fray Manuel María Trujillo y Tirado, don Manuel
Cayetano Muñoz y Benavente, don José Carrión y Marfil y el último de ellos, fray Antonio Sánchez
Matas. Durante estos años, el oratorio del Palacio, era una de las salas más
significativas junto con la sala cuadrada- la que denominaban sala grande- y la
sala capitular, donde se dirimieron importantes litigios ente el estamento
eclesiástico y civil en la convulsionada España del siglo XIX. En la planta
baja, tuvieron que hacerse importantes adaptaciones, pues el simple servicio
del abad lo requería. Sirva de ejemplo que el abad Trujillo, tenía como
miembros de su servicio: un cocinero y ayudante, tres cocheros y un mozo de
mulas, un coche y seis mulas que le tiraban. Por ello, toda esta planta baja
debió albergar las cuadras y el importante archivo y biblioteca de la Abadía,
así como varias dependencias dedicadas a la audiencia eclesiástica. Además tuvo
adosada una casa en la que estaba instalada la Cárcel Eclesiástica y la
vivienda del alcaide o vigilante de este
departamento judicial de la jurisdicción religiosa.
En el año 1853, extinguida la
demarcación eclesiástica de la abadía
tras la muerte del último abad, el Palacio se transformó en residencia del
arcipreste de Alcalá la Real. A partir de este año, varios fueron los intentos
de los distintos gobiernos municipales para emplearlo como órgano de docencia y
judicial. En el mes de febrero de 1868 se incautaron los bienes muebles de la
abadía y en sus dependencias, se le registraron una biblioteca 300 volúmenes de
libros- que no estaban catalogados ni inventariados por medio de índices-, así
como una colección de 9 cuadros ( siete grandes de pintura y dos
pequeños). En diciembre del año 1871, el
ayuntamiento alcalaíno firmó con el Obispado de la Diócesis un concierto de
alquiler, estipulado en 2.200 reales,
por medio del cual se le permitía el uso del Palacio de los Abades y la Cárcel
Eclesiástica para la instalación de una Escuela de Instrucción Primaria y el
fomento de la enseñanza de la Juventud. El clero local se reservó las habitaciones
del Archivo Eclesiástico, la Secretaría, el Oratorio y dos salas del piso segundo.
A finales del año 1872,
ejercieron por primera vez la docencia
en sus aulas los maestros Félix Contreras, José Paredes y Santiago Sánchez. Unos años después, se
instalaron los juzgados del partido judicial y, tan sólo, se mantuvieron reservadas para la administración religiosa
las dependencias de archivo y biblioteca. En 1873, este era el parecer del
Ayuntamiento ante un informe solicitado por el señor Juez.
"el magnífico Palacio
Abacial que ha dado en arrendamiento el Excelentísimo Señor Obispo de Jaén por
tiempo ilimitado, cuyo edificio por su bella construcción, muchísimas piezas
que contiene, basto salón y oratorio que le adornan, lo tiene destinado el
Municipio a locales de Instrucción Primaria del Juzgado Municipal y del de
Primera Instancia del partido, quedando bacías una porción de buenas
habitaciones".
Sin embargo, el establecimiento
definitivo tuvo lugar en el año 1896, que así cantaba María Pilar Contreras:
Mientras en Cuba el soldado
pelea con patrio ardor,
a Alcalá vuelve el Juzgado
y hay fiestas en su loor.
El palacio en el siglo XX
En el año 1920, el Obispado de
Jaén hizo una oferta de venta del edificio a un particular, que fue abortada
por el cabildo municipal ya que pujó para quedarse con el edificio. Durante
estos años de los primeros decenios del siglo XX, la situación anómala del pago
de su alquiler provocó algunas diferencias que quedaron solventadas
definitivamente con la compra de todas sus dependencias en el año 1927 por
el Ayuntamiento de Alcalá la Real. De su
recinto, salieron por los años treinta del siglo XX, gran parte de estos
archivos con destino a los órganos administrativos religiosos de la capital del
Santo Reino en cuya catedral de Jaén todavía se conservan algunos legajos de
expedientes matrimoniales, capellanías, cuentas de la abadía extinta y de las
parroquias. Por los años treinta, tuvieron que hacerse varios requerimientos al
arcipreste para que desalojara el archivo de la abadía con el fin de ocupar sus
habitaciones para escuela. Durante la guerra civil algunas de sus habitaciones
llegaron a utilizarse de comedor y de otros servicios.
En el año 1947, el arquitecto Santiago
Sanguinetti redactó un proyecto en el que se recogía una profunda remodelación
del edificio dentro de los planes de la Dirección General de Regiones
Devastadas. El retraso de las obras y las carencias presupuestarias
supusieron que no se cumplieran las
actuaciones previstas y, tan sólo, se realizó una obra consistente en un
saneamiento general del edificio, quedando estructurado en una serie de
dependencias que comprendían desde el arresto municipal hasta servicios
judiciales y sanitarios pasando por
otros muy heterogéneos como almacenes, archivo notarial y municipal, despacho
del forense, academia de Música y viviendas de portero y alguaciles. Incluso se
convirtió durante muchos días en la sede de algunas secciones de los jóvenes
falangistas. En la primera y segunda planta, los juzgados siguieron sirviéndose
de las habitaciones más nobles, y el resto se reservó para la vivienda de los
jueces. En 1959, se ubicó el Centro Oficial de Enseñanza Media Nuestra
Señora de las Mercedes, que nació bajo el patrocinio del Ayuntamiento
alcalaíno, donde varias generaciones de profesionales y títulos universitarios
se prepararon en sus aulas hasta el año 1969. En este año, se cedieron las
dependencias a diversas asociaciones culturales y, posteriormente, el cronista
oficial de la ciudad ocupó una de sus
dependencias.
Con los primeros ayuntamientos
democráticos, se intervino de nuevo en la techumbre del edificio y en la
fijación de algunos elementos bajo las directrices técnicas del arquitecto
Francisco del Castillo. En el año 1995, tras un amplio y minucioso proceso y
estudio del Palacio, la Consejería de
Obras Públicas de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Alcalá la Real
iniciaron las obras, basadas en un ambicioso proyecto del arquitecto jiennense
Santiago Quesada. En 1999 su reconstrucción ha significado un paso trascendental
y -no reformista como en anteriores actuaciones- por la consolidación de este
monumento y, sobre todo, por la nueva funcionalidad de sus dependencias, donde
el pueblo de Alcalá la Real dispodrá del Conservatorio de Música para enseñanza
de esta especialidad artística. Al mismo tiempo, las nuevas y remozadas
salas albergan los restos del patrimonio
mueble alcalaíno y de algunas joyas, dignas de gran interés, como el Tesoro de
Ermita Nueva. Concebido como una proyección de apoyo a las actividades culturales y a la creación de nuevas
técnicas, encuadradas en la vanguardia
de Andalucía y nacional, también residen en sus dependencias el Centro Andaluz de Arte Seriado y.
FRANCISCO MARTÍN ROSALES
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