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miércoles, 11 de septiembre de 2024

UNA PROCESIÓN CIVIL, LA PROCLAMACION DE CARLOS IV

 

 

En1789, el acto de la proclamación de Carlos IV se complementa con dos nuevos actos que recogen una tradición anterior interrumpida en los anteriores reinados: la bendición del pendón y la misa de Te Deum en la Iglesia mayor por parte del cabildo eclesiástico.

En el primero de los actos, la ciudad se reunía unos días antes en las casas capitulares con todos sus miembros- corregidor, alcaide de la fortaleza, regidores y diputados del común, personero y jurados. Los comisarios del acto recogían en el Palacio Abacial al señor Abad y lo acompañaban hasta la iglesia de los Padres Terceros de San Francisco, donde estaba la sede de  la iglesia mayor. Una vez terminado el acto, acudía al cabildo donde avisaban que estaban preparados  todo el cabildo eclesiástico y los miembros de los distintos de las otros conventos dispuestos para iniciar la ceremonia. Tras la orden del señor corregidor de formar la comitiva, se  dirigían a la iglesia a las doce de la mañana. En aquel año abría  el orden el sargento de la infantería de Navarra con cuatro soldados armados, le seguían dieciocho músicos, después dieciocho volantes, vestidos de gala y en fila de cuatro; tras ellos, el alguacil mayor y los oficiales del cabildo, los porteros, de damasco carmesí, guarnecido con galones de oro, mazas y escudos de plata con sus arañas, los escribanos, los jurados, regidores, comisarios de ganado, de fiesta, regidores, alcaide, capellán del a ciudad, los reyes de armas, vestidos para la ceremonia, el corregidor y a su derecha el alférez con el pendón y  varios regimientos de infantería. Los recibieron cuatro miembros del cabildo eclesiástico a las puertas del templo. Tras colocarse en el sitio destinado de la iglesia, se bendijo el pendón por el señor abad, al mismo tiempo que se descargaron varias cargas por los regimientos uniformados en la puerta. La comitiva volvió con el mismo orden pero uniéndose entre ellos el cabildo eclesiástico y la comunidad franciscana. El dosel, realizado de damasco carmesí y adornos de oro, estaba cubierto con una cortina, en un balcón central junto al cual se colocó el estandarte. El acto de la manifestación del retrato del rey  es similar a otros anteriores, aunque destaca la aclamación popular con una nota pintoresca:

echándose a vuelo la campana de las casas consistoriales y de todas las iglesias de la ciudad, tocando varios conciertos y sonatas con timbales, clarines y otros instrumentos músicos que estaban prevenidos, resonando los vivas y aclamaciones del numeroso público.

El acto de proclamación se realizaba a las tres de la tarde

con los mismos pasos que en anteriores ocasiones. Sin embargo, es interesante el adorno de las fachadas del ayuntamiento:

con colagduras de damasco, varias arañas de cristal, gran número de cornucopias, y otras alhajas y lo mismo las de las Casas Portales de la pescadería.





La compañía de caballería de Alcántara, formando los cuatro primeros  bastidores, seguidos de  los clarines y timbales ,y la música de la compañía de Granada, y todo el regimiento, acompañaban a todos los actos y al cabildo  con la  espada en mano, diferentes caballos, ricamente enjaezados, y  criados de librea del cuerpo y varios coches de respeto. Sin embargo los tablados, estaban ricamente adornados con arcos triunfales y el itinerario cambió este año por el Llanillo, calle Verácruz, placeta de san Juan , de la Trinidad y calle Real, por encima de la fuente de la Mora. La costumbre de las monedas de plata se hizo tradición con las efigies del Rey y reina y las armas de la ciudad. El vestuario del cabildo cambió con calzones  y casacas de terciopelo negro, forradas de tafetán de color de leche, chupas del mismo color, bordadas de oro, guantes blancos, botines negros, pelucas y sombreros con los caballos también enjaezados y con cintales uniformes con los volantes.

Por la noche se celebraban en medio de las luminarias y fuegos artificiales las mojigangas, en las que participaban los diversos gremios de la ciudad. Estas pequeñas  actuaciones consistirían en pequeñas escenificaciones de disfraces tan frecuentes en la Semana Santa, aunque con  un sentido distinto festivo y lúdico.

 

El segundo acto consistía una función religiosa , oficiada de pontifical, que la dedicaba el abad en honor de la exaltación del Rey y acierto de  su reinado, a la que asistía la ciudad, participando del Te Deum y misa solemne[14].

 

La proclamación de Carlos IV establece definitivamente las líneas de programación de futuros reyes. No así, la de Fernando VII, que recibió varios aplazamientos al no entender claramente los dos cabildos las razones de la abdicación, quedando reducido a una misa en la Iglesia de Consolación y el acto de la proclamación. Tan solo, destaca el de Isabel II en el año 1843, en que durante tres días se programan el de la muestra del retrato y bendición del pendón, la proclamación del estandarte y la misa de Te Deum, y la corrida de toros y el baile popular en los lugares apropiados. No obstante, las fiestas de luminaria, la iluminación de la plaza y casas de enfrente y el refresco tendrán unas nuevas características.  Así, se ampliará este acto con la invitación del abad, el comisario y los jueces. La milicia nacional está formada por gente de la ciudad. A la ceremonia del Te Deum se a acude con un carro que porta el retrato de la reina en volandas. Se celebran corridas de toros y las mojigangas de gremios se aumentan con las de los hombres del partido del campo. Destaca que se hace una coincidencia de mojiganga, comparsa y máscara  durante todas las noches y la distinción de gremios de la ciudad y de los partidos de los campos. Por la noche, los tres días acaban con veladas  musicales, fuegos, castillos y luminarias [15]. El acto protocolario, de acuerdo con las nuevas bases municipales y constitucionales, que han derogado la figura del corregidor, alcaide y alférez, son ejercidas por el alcalde segundo y primero o constitucional. Los alguaciles y empleados del ayuntamiento ocupan el puesto de los porteros y los escribanos. 


Todos los momentos de la vida del monarca se viven con intensidad, su participación en la batalla por medio de rogativas, la llegada a la Corte, pero sobre todo, se participa de los momentos de enfermedad. Dentro de ellos, aunque pocos en la historia de España, son los atentados, el año 1852, el cura Merino atentó contra la reina Isabel II. El día dieciséis tuvo lugar un cabildo en el que se fijaron las fiestas  por el feliz restablecimiento de la reina. A la tradicional misa de Te Deum acudía la ciudad, representada por el ayuntamiento, miembros de la beneficencia, militares, comisarios de enseñanza y empleados públicos, que se les invitó tras la ceremonia. En la procesión cívica, se engalanaron las calles de la estación y se desplazó una carroza con el retrato de Isabel II, acompañada de música marcial y repique de campanas. Por la noche hubo iluminarias.

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