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domingo, 8 de septiembre de 2024

LA FERIA DE ALCALÁ LA REAL Francisco

  

 

 

LA FERIA DE ALCALÁ LA REAL

Francisco Martín Rosales

 
















Para analizar el origen, el desarrollo y las características formales de la actual feria de septiembre de Alcalá la Real, hay que remontarse a los siglos pasados que nos pueden aclarar muchos aspectos.

 

 

Su origen ganadero y comercial

 

Durante el siglo XVI y XVII, incluso en siglos posteriores, la actividad agropecuaria centraba la mayoría de las actividades económicas de nuestra localidad. En su mayor extensión, los terrenos baldíos y comunales eran pasto  para el gran número de ganados que recorrían todos los inmensos terrenos que abundaban en las sierras del Castillo de Locubín, de san Pedro en la Rábita, la Martina, Frailes y el Camello. A ello había que añadir las dehesas que itinerariamente se acotaban en las Nogueruelas, Charilla, Fuente Álamo, la dehesilla, la Hondonera, Fuente Tétar, Mazuelos, Entretorres y  Mures. Allí se repartían gran número de cabezas de ganado vacuno, mular, yeguar, potros y caballos. No hay datos fidedignos hasta el catastro de la Ensenada sobre la cantidad de reses de los distintos ganaderos, amén de los pequeños rebaños, numerosos por cierto, de ganado ovino, caprino y cerdal en los cortijos particulares. Tal vez, el estudio de los diezmos nos podía aclarar la importancia económica de este ganado en la vida de la ciudad. Pero abundan los conflictos con ganaderos procedentes de los pueblos limítrofes a través de los distintos pleitos entre particulares a la hora de la utilización de los pastos comunales. En los libros de penas de ordenanzas son frecuentes las sanciones y multas de personas, en la mayor parte, porqueros y vaquerizos, que introducían sus ganados en terrenos comunales y particulares antes de que se barbechara. También hay referencias de ganaderos de Martos, Torredonjimeno, Valdepeñas y, sobre todo, de Alcaudete que acudían a nuestros montes en busca del alimento de sus ganados.

En el referido catastro se menciona que en el 1750 existían una manada de yeguas de ciento ochenta cabezas, doscientas de ganado vacuno cerril, nueve mil ovejas, mil quinientos corderos, seis mil quinientas cabras, y tres mil machos, cuatro mil cerdos, trescientas veinticinco vacas domadas, treinta y cinco yuntas de mulas y mulos, y caballos y mil quinientos asnos. Son ya datos tardíos de una época en la que decayó la ganadería en favor de la agricultura, porque se han producido gran cantidad de roturaciones en los Llanos, terrenos de Frailes, Encina Hermosa, Charilla, el Palancares, el Camello, Mures, y otros lugares. Una tercera parte de los terrenos era usada por los vecinos de la ciudad. De todos ellos, la carnicería de la ciudad abastecía a los ciudadanos con trescientos cincuenta carneros anuales, cuarenta vacas, seiscientas ovejas y quince machos. Todo esto daba un excedente que obligaba al comercio entre los ganaderos de la zona que se regulaba en la feria.


FOTO DE PACOMURES

Con el paso del tiempo, aun más disminuyó la actividad ganadera, ampliándose la actividad agrícola, debido a la mayor superficie de campos cultivados, que fueron ocupando totalmente las antiguas zonas de dehesas, baldías, muertas y comunales. Esto ocasionó un cambio en la cabaña ganadera en detrimento del ganado vacuno y el aumento de las mulas y los asnos, más aptos para los juegos de yuntas. La revolución  industrial introdujo el uso de la maquinaria en las labores del campo y prácticamente quedaron los antiguos animales como una reliquia dentro de la agricultura y además pocos fueron los ganados y manadas particulares, que por otro tiempo tanto predominaron en la comarca. Todo ello fue afectando a la feria comercial, convirtiéndola desde mediados del siglo XX en una fiesta, testimonialmente comercial, y esencialmente de diversión. Sin embargo su tradición ganadera siempre pervivió obligando, incluso, hasta principios de siglo, a reglamentar la entrada de ganado, como en el año 1911, que se fijó la entrada por la calle Real, Rosario y san Blas para establecerse en los ruedos de la ciudad desde la Cruz de los Muladares, donde se mantuvo hasta los años sesenta, impidiendo la entrada por la calle Utrilla, que era uno  de los itinerarios más frecuentes de acceso del ganado.

 

 

Precedentes de la feria

 

Es verdad que la feria fue instituida y concedida a la ciudad por Carlos II por cédula concedida  el treinta de julio del año 1588, sin embargo anteriormente se celebraba en nuestra ciudad para servir de sitio de transacción de ganado y productos agrícolas  y otras mercancías a finales del mes de agosto y a partir del día de san Agustín. Así en el cabildo del diecinueve de abril del 1655, los miembros del ayuntamiento solicitan al rey  que les

“dé permiso para que se le conceda feria desde el día de san Agustín hasta el cuatro de septiembre y se pueda cobrar”

 

al mismo tiempo recuerdan que era una costumbre de la ciudad dicha actividad comercial, donde vendía, compraba y traficaba animales, enseres del campo y otras menudencias entre los alcalaínos y otros habitantes de pueblos de la comarca por estas fechas.

Años, más tarde, en el 1688, el cabildo del veintiséis de agosto, una vez declarada ya como una concesión oficial, ilustra de los preparativos de la feria que se mantuvieron hasta el año 1984. Se establecía una aduana, en donde se registraran todos los ganados que vinieran a la feria, en la puerta del mesón de María Abaastro o en un pasaje que estuviera cercano, lo que durante muchos años fue la posada o cuartel de los Álamos y hoy esquina con calle del abad Palomino. Allí era el sitio donde concurría más gente y estaban preparados dos regidores y jurados, los concejales de hoy, para recibir cualquier denuncia de fraude. Además, disponían cuatro guardas de campo, montados a caballo, hoy sustituidos por la policía municipal y el cuerpo de la guardia civil, que se encargaban de controlar todos los ganados que entraban y salían de la feria. Los forasteros solían poner tiendas que eran controladas por el señor corregidor, el alcalde actual, y los anteriormente nombrados comisarios de ferias para imponerles el impuesto del cuatro por ciento. Este impuesto y toda transacción corrían a cargo de un corredor que no sufría alteración de sus ingresos durante la feria.

 


 

 

Historia de la fiesta

 

A partir del 1688, la feria es una importante actividad comercial, y, por lo tanto, no es extraño que cualquier imposición económica recaiga sobre ella. Por eso, el ayuntamiento nombra guardas y hace registros para que se cobre el impuesto denominado cabezón.

Aunque todas estas imposiciones repercuten en los comerciantes y ganaderos, a los habitantes alcalaínos se les libraba de cualquier gasto. Por ello, el señor de Noalejo se queja de que debe pagar cuatrocientos ducados a la Corona y además sufre las consecuencias de la coincidencia de fechas con la feria alcalaína, privada por privilegio de todo tipo de alcabalas. De ahí que la feria de Noalejo provoque el primer cambio de fecha retrasando la feria alcalaína hasta el doce de septiembre y respetando la del ocho de septiembre para la del Señorío afectado. No obstante, en el año 1698, todavía hay reminiscencias de la costumbre de celebrar la feria en el mes de agosto y su sugiere que se vuelvan a las fechas del veintiséis de agosto hasta el doce de septiembre. Debió ser desde el principio muy populosa la presencia de comarcanos a nuestra feria, porque los  corregidores solían prevenir todo tipo de abastecimiento y seguridad, como el del año 1688 don Manuel Hurtado de Mendoza, que insta a la ciudad para que la nueva carnicería y la cárcel esté preparada para cualquier incidencia. La seguridad la delegaba en el síndico procurador que junto con diez vecinos vigilaban los caminos con armas para prevenir los riesgos de disputas en los tratos. El ramo del viento o, lo que es lo mismo, la actividad comercial sufría la imposición real , que por aquellos tiempos ascendía a mil reales. El abastecimiento de la  ciudad así lo ordenaba:

 

así acordó que, para que la ciudad esté con el abasto de que necesita, el caballero diputado avise a todos los panaderos para que cada día amase todo lo que se repartiere para cada día haciendo para ello las prevenciones de harina que sean necesarias y a los hornos se les prevenga tengan provisión de leña y a los demás abastecedores de la carnicería el ganado en paraje cercano de calidad, que cualquiera que ahora necesite de hacer matanza se pueda hacer y que los contadores y fieles de la romana asistan desde el amanecer hasta las once de la noche.

 

Tampoco se le olvidaba a los corregidores la actividad de los cazadores, como dice esta orden suya

 

todos los cazadores que son de profesión en el lugar que se les prevengan  pongan toda la caza que hubiere en los sitios, señalando

 

 desde el Llanillo hasta la casa de María de Ortiz, y  en la tienda de la calle del Rosario, no permitiéndoseles que ganen más que un cuartillo por pieza.

Se regulaba el vino que se vendía atendiendo a la calidad y a las medidas que debían estar anteriormente controladas por el almotacén para pagar la sisa de los cientos.

 

 

 

 

 

 

Las fechas dela feria

 


A pesar de que sufrió algún cambio de fecha por las actas de principios del siglo XVIII, la feria se celebraba desde el seis de septiembre hasta el catorce de septiembre. El control de la justicia era bastante más riguroso y algunos años como en el 1708 debió verificarse un registro especial entre los labradores. Curiosamente, la roturación de nuevas tierras en detrimento de la actividad pecuaria va a dar lugar a que, a partir de ahora, se controlen las transacciones agrarias de cereales que se llevaba con gran intensidad en la feria. Al mismo tiempo, van a ser tiempos en los que la Corona continuamente reclame los derechos y privilegios concedidos de esta actividad, unidos a los del dosel y el tratamiento de señoría, como síntoma de una época en la que se intentaba recaudar de las ciudades todo tipo de recursos.

  

En tiempos de Fernando VI, ya se iniciaba  la feria a partir del día catorce de septiembre, según pone de manifiesto el catastro de la Ensenada.

En el siglo XIX, va a sufrir varias transformaciones atendiendo a las fechas de otros pueblos como Torredonjimeno  hasta fijarse a finales de siglo el día veintiuno de septiembre, ya que ésta se celebraba por los días comprendidos entre el ocho y diez. También , hasta el año 1834, respetó la feria de Noalejo, que acontecía por los días del diez al doce. Y se iniciaba, a principios de siglo desde el día quince hasta el veintidós.

 

 

 

 

Los actos festivos

 

El concurso de gente daba lugar al desarrollo de otras actividades que venían celebrándose en otras fechas festivas del año, como son los toros, las veladas musicales y los espectáculos públicos. Y aunque en fechas cercanas y posteriores a la feria solían celebrarse corridas de toros y fiestas de moros y cristianos, -la mayoría de ellas organizadas por cofradías o conventos, como las que se hicieron para el dorado del retablo de la iglesia de Consolación-, en el siglo XIX, una vez que se restableció la tradición taurina, prohibida por Carlos III, se van a correr toros durante los días de la feria. Así en el año 182O, llegaron a celebrarse cuatro corridas de toros, según manifiesta el acta del dos de septiembre. Lo normal eran dos novilladas en los días más importantes de feria.

     Durante este mismo siglo diecinueve, las bandas militares y grupos musicales van introducirse en la mayoría de las fiestas con actuaciones. Se acompañaban de bailes populares en la Plaza del Ayuntamiento y en la glorieta de la música del Paseo de los Álamos. Poco a poco, estas  actuaciones y bailes, que se iniciaron y celbraron con motivo de algún que acontecimiento o una celebración nacional, van a extenderse en cualquier día festivo, y, predominantemente, en la feria.

Otro elemento de estas fiestas son los tradicionales paseillos y conciertos de las doce en el Paseo. Sin embargo, se prohibieron los concursos de comparsas o gremios que representaban mojigangas, tanto procedentes de las aldeas como de los gremios de la ciudad, por cierto muy frecuentes en la fiesta del Corpus y en la instauración de los Reyes. Recuerdos de estos son los gigantes y cabezudos, al mismo tiempo que el reparto de pan a los pobres jornaleros se distribuía por los comisarios de fiestas en un día señalado de la feria.


También la elevación de globos y fantoches son reminiscencias de los artilugios y obras que los gremios presentaban para distraer a la gente en otros períodos. Desde la edad media, este recurso de las invenciones se mantuvo en nuestra ciudad.

Conforme avanza el siglo, se observa que el cartel festivo se repite, normaliza y suele estar ocupado por tres o cuatro  veladas musicales, los teatros que se representaban en el claustro de Consolación y en el Teatro Martínez Montañés y los fuegos artificiales, hoy desaparecidos. Solían acudir bandas de pueblos cercanos como en el 1912, aconteció con la de los Villares o la de Martos por los años veinte.

A principios del presente siglo, el cinematógrafo hace su presencia en nuestra ciudad y fue un acontecimiento público en la feria del año 1912. A partir de aquel momento, las películas de estreno y los films de mayor aceptación se proyectarán en nuestro Parque Cinema, aunque en los primeros tiempos fue gratuito.

Los puestos de las casetas fueron una preocupación municipal que encargó su fabricación al gremio o sociedad de carpinteros para que los contrataran con motivo de la feria. Finalmente, la luz va a ser un elemento esencial de la feria festiva, contratándose a una compañía  granadina de electricidad. Como dato curioso, en el año 1918 solían contratarse doscientas treinta y dos bombillas. Con el transcurso del tiempo, el alumbrado  oficial se fijará como una actividad que inidque el principio de la feria. 

              

El sitio de la feria

 

Desde tiempo inmemorial ocupaba el recinto de la venta de ganado el espacio comprendido  desde la Puerta de los Álamos hasta la ermita de la Magdalena, ya que era un lugar adecuado para todo tipo de transacción económica que se desarrollaba en medio de los caminos de Madrid, de Baena, de Montefrío y Frailes. Poco a poco, la llegada de comerciantes de mercadurías, aperos de labranza y de calderería daba lugar a que se ocupara el Llanillo, la calle Real, el Juego Pelota y parte del camino de Madrid por los Álamos. El paso y el aumento del número de coches de caballos originaron algún que otro incidente por la intensidad de tráfico cada vez más numerosa. Y así, el año 1879 se trasladó por primera vez el Paseo de los Álamos, aunque se mantuvieran tiendas de comercio de forasteros a lo largo del Llanillo, incluso solían  alquilarse las dependencias del Palacio Abacial por aquellos días. Definitivamente, se establece en el Paseo de los Álamos en el año 1899, para evitar el peligro de peatones que corrían en la carretera entre Alcaudete y Granada, como manifiesta el acta del trece de septiembre.

Esta ubicación se mantuvo hasta el año 1983, que se trasladó provisionalmente al recinto ferial de la Magdalena, y en el año 1988, se inauguraron las excelentes instalaciones que hoy día disfrutamos los alcalaínos, siendo alcalde Felipe López García. No obstante la feria genuina del ganado tuvo que adaptarse a los lugares cercanos, que ofrecían un lugar para el reducido comercio ganadero que todavía se mantiene entre los pueblos.

 

 

 


Las suspensiones de las ferias

Por su carácter de intercambio comercial y el trasiego de personas, solían transmitirse muchas enfermedades tanto en los ganado como en las personas. De ahí que en cualquier momento de peste, cólera, y enfermedad contagiosa se prohibía cualquier actividad de esta índole para evitar la propagación de una ciudad a otra. Las primeras medidas emanaban de la Corte y, a lo largo de los siglos anteriores al actual, fueron muchos los años que se cerraba la ciudad, no permitiéndose su entrada por las distintas puertas, principalmente la de los Arcos y la Tejuela. Se establecían aduanas a media legua de Alcalá para controlar cualquier llegada de forasteros, al mismo tiempo que se impedía el comercio con otras ciudades. Guardas montados a caballo detenían al que intentara desobedecer las órdenes. En concreto, hay noticias claras y precisas de la prohibición de la feria en el siglo pasado con motivo de la peste del cólera 1884 y por la expansión del cólera del morbo asiático en el año siguiente. Suponía un duro golpe a la economía local por el gran interés económico que representaba en las arcas municipales y en las economías particulares. Con frecuencia el cabildo municipal trataba por todos los motivos de que no se suspendiera si la peste no había afectado en la ciudad, como sucedió en el año 1890 permitiendo las veladas, los teatros y los fuegos artificiales. Muchas veces la autoridad municipal permitía la feria exceptuando la entrada de ganado siempre con la vigilancia de la Guardia Civil.  A veces, los munícipes arriesgaban y, a pesar de que los pueblos limítrofes se veían afectados, la mantenían por el bien de la industria, el comercio y la población con la inspección sanitaria del ganado, como sucedió en 1890.

Acontecimientos nacionales motivaron que en el año 1928, con motivo de la Guerra de África, en Melilla, se suspendiera la feria empleándose su presupuesto en favor de las familias de los soldados muertos y de los heridos.

No obstante, en momentos en los que otras actividades festivas se prohibieron como en la República, la feria de Septiembre nunca desapareció y seguía considerándose como una actividad comercial de importancia.

A veces, circunstancias luctuosas como en el 1956, dio lugar a la interrupción de las actividades festivas con motivo de la caída de la plaza de toros. Incluso hubo años que por tormentas debió ampliarse el calendario festivo para resarcir a los comerciantes de las pérdidas ocasionadas. Sin embargo, desde entonces se ha venido celebrando la feria con una brillante exhibición de colorido y, en los recientes años, con un nuevo aspecto festivo y alegre, sin que hasta ahora se haya perdido, aunque solo queden vestigios de lo que fue una de las mayores ferias de ganado y comercial de Andalucía.

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Nunca  olvidaremos el gran componente que tenía la feria de intercambio comercial, entre vecinos y entre pueblos comarcanos. )Es un hecho incontestable  que la iniciativa privada recogió hace más de varias décdas la antorcha de nuestros antepasados, aunque imaginativamente debió emprender nuevas actividades comerciales, dejando al municipio lo que siempre ha ejercido la seguridad, la organización festiva y la infraestructura, incluso superando con creces las condiciones pasadas.  

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