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domingo, 22 de septiembre de 2024

ALCALÁ LA REAL EN TIEMPOS DE FERNANDO VI

 

 

 

FERNANDO VI (1746-1759)

 


Si los reinados anteriores se caracterizaron por la  penuria económica, el de Fernando VI, del mismo modo, en Alcalá  se inició con una gran crisis de las arcas municipales, que se hallaban embargadas y endeudadas por los acreedores de antiguos préstamos, no permitiendo ni siquiera celebrar en los primeros días la fiesta de la proclamación del monarca. Todavía repercutían las guerras del anterior reinado, sobre todo, las de Sucesión en tiempos de Felipe V, incluso el treinta y uno de febrero se llevó a cabo una leva secreta de 25 hombres par cubrir el servicio real de los  25.000 reclamados por la Corona a través del Marqués de la Ensenada.      Aunque se celebró en el 1748 la Paz de Aquisgrán, firmada entre Francia, España, Génova y duque de Modena y por otra parte el Emperador, el rey de Bretaña, Hungría, y las Provincias Unidas, con un solemne Te Deum, publicación de fiestas, corrida de toros, máscaras, luminarias y pólvora y mojigangas al frente de las cuales los maestros y oficiales de los oficios organizaron pequeños artificios ingeniosos, la ciudad  se mantuvo en una situación difícil por los gastos mencionados y los continuos alojamientos de soldados. Todavía se resentían de las distintas facultades reales de los años 1616, 1656 y 1668 que habían provocado un endeudamiento y un ahogo económico casi imposible de superar para hacer frente a los mínimos gastos de funcionamiento del presupuesto municipal.

 

El valimiento

 

Aún mas la roturación de  nuevas tierras concedidas para paliar la situación,  no había conseguido sus objetivos, ya que sus rentas se encontraban penadas con un fuerte impuesto de su mitad y cuatro por ciento de la otra mitad. Si ello se añade que los bienes propios estaban embargados por el impago de los réditos ( en 1752 el capital de los censos alcanzaba la cifra de 927.921 reales y los réditos 27.186 reales que en dicho año ya se habían pagado), a causa del pleito de alcabalas, compra de tierras del Castillo y otros servicios a la Corona, el panorama era desalentador hasta tal punto que hasta el año 1750 fueron muchas las dificultades para poder pagar los salarios de oficiales y regidores; y el abandono paulatino de los servicios, obras de la ciudad o de sus cortijos y caminos fueron constantes (cfr. cabildo 3.8.1750. Los gastos extraordinarios de fiestas o las ordinarias, como el Corpus y rogativas, se controlaron en exceso, cuestionándose  algunos actos como el convite de dulces del día del Corpus o la cera otorgada a los miembros de los cabildos eclesiásticos y civiles.


 De ahí que los corregidores y la propia municipalidad trataron de levantar la imposición de la Corona, conocida por el valimiento de las nuevas tierras roturadas. No se escatimaron esfuerzos, el propio corregidor Nicolás Carrillo de Mendoza se trasladó a la Corte para alzar la imposición, se solicitó un nuevo arbitrio y la venta de tierras propias y concejiles del partido de Noveruelas y Mures. Incluso, se empeñó la plata del Oratorio y de los distintos despachos del Cabildo.


 Cuando  la ciudad consiguió el año 1749 el levantamiento de este gravamen, y lograron evadir esta fuerte carga, no era para menos que se celebraran grandes fiestas en honor de la Patrona Virgen de las Mercedes, que tuvieron lugar en el año 1751 cuando se recibieron las cantidades que correspondían por los 230.000 reales que se adeudaban a la Tesorería General del reino por el testamento de Felipe V( Cf. 8-2-1751.

 

El renacer de la ciudad

 

Así, saldándose las cuentas y pagos de muchos acreedores, pudo asistirse a un renacer de la ciudad, que se manifestó en su ornato público  con la recuperación del Paseo de los Álamos que, a partir de este momento, se concibió como un espacio de ocio, olvidando su uso de ejido, y al que se le colocó una fuente taza que en palabras de los regidores de entonces hermoseara y adornara la entrada de los Álamos y Camino Real a Granada. También, fueron reparados el Humilladero de San Marcos, se arreglaron varios de puentes, como el del Palancares, y calzadas y otras obras públicas y privadas como el traslado de la cañería de agua de la Fuente de la Mora por la calle Pastores y Fuente Nueva hacia el Pilar de los Álamos, la apertura de la nueva calle del Camino Nuevo, las casas abaciales y la iglesia de San Antón, que se había edificado en el reinado anterior y estaba cubierta de aguas embelleciendo la entrada y salida de la ciudad, transformada en calle y no antiguo camino de paso.


Lejos estaban los tiempos de restauración de la antigua fortaleza de la Mota, que ahora tan sólo en el año 1757 se restaura en las murallas de las Entrepuertas, con el fin de proteger a los vecinos en la subida a la Mota para las pocas celebraciones de culto que quedaban en la Iglesia Mayor Abacial. Se abandonan, sin embargo, por completo las casas del corregidor en la Mota.

Los propios particulares se ven impulsados a engrandecer sus espacios urbanos, como el regidor Manuel de Lastres que llevó a cabo una placeta frente a su casa en 1754 adornada de arcos.    Al mismo tiempo prometieron nuevos tiempos las nuevas medidas de control y saneamiento del Pósito  que provenían de las directrices del ministro Marques de la Ensenada y el Marques de Villar del Campo, dando un gran protagonismo a las juntas del Pósito y al nombramiento de depositarios de solvencia que libraran a las arcas públicas de las malversaciones de fondos, abusos de poder, fraudes, corruptelas, o enriquecimientos personales que hasta ahora había caracterizado a esta institución.

En este contexto hay que señalar la propuesta del cabildo municipal  solicitando a instancias superiores y eclesiásticas el permiso para poder trabajar los días festivos del año y no sólo durante la cosecha y la vendimia, que ya disfrutaban dicha concesión. Algunas medidas de estos ministros de Fernando VI no favorecieron a la comarca como la nueva carretera nacional  que por Campillo acortaba el tráfico y el comercio de Granada a Madrid en dirección a la Corte. Otras, sin embargo, promovieron el fomento de la ganadería mediante ordenanzas de las dehesas de potros y yeguas. De ahí que el interés del ayuntamiento alcalaíno se esforzara en solucionar los puntos conflictivos en la red vial de la zona.

En la misma línea se recibió en la ciudad una carta del Obispo de Toledo, como miembro del Consejo de Estado recabando información de la producción económica, establecimientos públicos y sanitarios, fundaciones, plagas, exención de los habitantes y orden público, así como situación  otros estados, los religiosos.

Desgraciadamente, otras obras no se llevaron a término como pudo ser la creación de una nuevo templo matriz de la Abadía en el  centro de la nueva ciudad, cuyo enclave central era la plaza del ayuntamiento, puesto que la iglesia de Santa María la Mayor se encontraba en un lugar despoblado y abandonado del culto, medida que pudo ser fundamental para el desarrollo urbano y perduración del organigrama administrativo del siglo XIX, por lo que su construcción no hubieras permitido ni la desaparición de este ente eclesiástico, y, qué decir, de fomento para el progreso de la ciudad. En las mismas intenciones, se zanjó la apertura de una calle que conectara el centro  radial  de la Plaza Nueva del Ayuntamiento con la calle Real para que los vecinos pudieran abastecerse con el agua de la Fuente la Mora.



En esta línea del reformismo borbónico y de la ilustración, hay entender el nuevo padrón de habitantes que comenzó a realizarse en el año 1749, con el interrogatorio de la Única Contribución, -conocido por el Catastro de Ensenada-, y las reformas de la organización del Pósito, organismo básico para el abastecimiento y el aumento de la producción de la ciudad que dependía eminentemente de la agricultura.

 

 

Nuevos servicios sanitarios se crearon en la comarca. Un médico pudo establecerse en el Castillo que presentaba una población empobrecida, pero que aumentaba cada vez más demográficamente y con muchas enfermedades, tan solo asistidas por el traslado de los médicos alcalaínos.

 

Decadencia de su economía

 

La economía de la comarca, distinta por otra parte, manifestaba claros síntomas de decadencia  en sus tres pilares básicos de producción y comercio como era el ganado, las viñas y la fabricación de paños, tal como se manifestaba en una de las cartas de la ciudad alcalaína enviadas  al Marqués de Villastre, corregidor de Jaén que reclamaba las rentas provinciales (30.3.1751. Son pocas las iniciativas en la industria de paños, aunque en 1755 un vecino de Granada reconoce que existen en la ciudad y quiere abrir otra nueva de paños y bayetas por los privilegios que mantiene Alcalá ( Cf. 22-3. 1755.

Una gran masa  de pobres mendigos y jornaleros presentaba una triste realidad, porque no tenía ningún otro tráfico salvo la agricultura y la limosna. De su dependencia y abuso de los patronos, hay datos manifiestos en la regulación que se estableció en el cabildo de  17 de abril del 1755, para los salarios consistentes en una horquilla que iba desde los  dos reales de vellón hasta 24 reales para el peón de escarda y sembrado, que no recibía la paga del apareador hasta terminar la faena, el de vinar en cavada y viñedo se le subía el salario mínimo en tres reales, pero tenía un tope de 24 reales. Una medida de repartimiento del trabajo obligaba también a un tope de 12 jornales diarios.  De ahí que las distintas informaciones  previeran en 1754 las posibles  circunstancias trágicas de algún que otro levantamiento, y para ello hacían propuestas al municipio para que construyera algún hospicio y cualquier tipo de fábrica para aliviar las penurias de este gran grupo de personas.

A esta situación se añadió que las enfermedades del tabardillo incidieron intensamente en la población junto con la escasez de los fondos del Pósito, provocada por los años de sequía intensa de 1748-1751. Para paliar los problemas de salud y de los numerosos transeúntes que pasaban y se alojaban en la ciudad, el cabildo municipal intentó crear un nuevo Hospital que intentó cubrir los servicios del Hospital del  Dulce Nombre de Jesús, perteneciente a la abadía, y  se trajeron tres hermanos religiosos de san Juan de Dios, que ocuparon como lugar uno de los mesones de la ciudad, el de los Álamos. Muy relacionado con este aspecto de la salud, comenzaron a protegerse las fuentes y los balnearios  que habían alcanzado notoriedad  y prestigio curativo en las comarcas de alrededor. En el año 1752, hay noticia de las aguas de las Majadillas y de Fuente Álamo, que eran visitadas incluso por vecinos comarcales-De ahí que sean muy ilustrativas estas palabras del cabildo(cfr.20-4-1752):”las aguas de la fuente, que llaman hediondas, en el sitio inmediato de la fuente del Álamo de este terreno, han causado y causan muy provechoso efecto para la curación de diferentes enfermedades, así bebiéndolas como bañándose con ellas, y que de estraños lugares concurren a llevárselas para administrarlas a los enfermos,  y algunos de estos bienen al sitio para aplicársela, y que por nazer en la profundidad de una cañada y no tener pilar en que recoger ante sí, éstas como están llanas y rasas, las tarquinan la vecindad, y la hocen los cerdos y ensucian otros ganados, por lo que en muchas ocasiones no han podido los enfermos usar dichas aguas prontamente y, siendo, como es conveniente, el recoxerla y ponerla en estado. y se mantengan limpias y, en porzión bastante, para que se puedan bañar en ellas las personas que por accidentes lo necesitaren,.....acuerdan...tomar, a dispendio del estanque y licencia, lO que sea necesario, para que dichas aguas estén recogidas limpias y prevenidas de las huellas de los caminantes y estén dispuestas en todo momento y ocasión para uso y aplicación. 

  En pocos años de la vida del municipio, éste no se había encontrado en una situación de mayor desabastecimiento, coincidiendo con los del resto de la región. Ello dio lugar a registros del trigo particular, prohibición de vender trigo y oposición a las órdenes de los intendentes del Reino de Jaén y Granada para que los labradores y el Pósito de Alcalá  abastecieran con sus fondos de trigo  a ambas capitales. 


El abad y el municipio

 

El ayuntamiento alcalaíno tiene varios enfrentamientos con las autoridades eclesiásticas, representada en los primeros años por el provisor del abad, don Pedro  Pablo de Vera y Barnuevo Salcedo y Fuenmayor. A los desacuerdos a las partes contributivas de los eclesiásticos en las rentas provinciales, se añadían las nuevas imposiciones que se establecieron en el nuevo Concordato e, incluso, otras medidas de índole más particular de asuntos más locales como eran las deudas contraídas por las  limosnas de las fiestas tradicionales y cuestiones protocolarias. La razón económica estribaba en que el estamento eclesiástico, por ser exento de contribuciones, con las nuevas ordenanzas y leyes reales  cada vez se les obligaba a contribuir más, sobre todo, en las rentas provinciales que incidía en el comercio y venta del vino, cuyas propiedades muchos clérigos controlaban, y, por encima de todo el aguardiente, que era fabricado en su mayor parte hasta estos años por ellos. El punto más álgido de este conflicto se alcanzó  en 1750 con motivo de las Letanía Mayor del Rosario, en la que hubo más que palabras, y llegaron a retirarse los regidores a la entrada de la iglesia cuando iban en procesión.

En este tiempo, por los datos que disponemos tanto civiles como eclesiásticos, debió ocurrir un gran estancamiento en las costumbres populares, ya que se prohibieron las velas nocturnas en las iglesias, las procesiones de noche como la de la Soledad, y los rostrillos y vestidos de las cofradías penitenciales como las de la Veracruz, señor de la Humildad y Dulce Nombre de Jesús.


 El conflicto además se agravó al relacionarse con un tema de hidalguía, en la que los regidores querían mantener sus privilegios dentro de la cofradía de la Soledad, provocando las acostumbradas desavenencias y conflictos protocolarios típicos del Barroco, a los que tuvieron que intervenir la propia Chancillería de Granada y el propio rey Fernando VI emitiendo una provisión para zanjar el enfrentamiento. No obstante, el cardenal Mendoza, que era  abad y miembro del Consejo de Estado,  ejerció su influencia en la Corte como valedor de las proposiciones de la ciudad y pronto se deshizo del provisor reformista comentado anteriormente.

Varias son las cartas recogidas del Cabildo, dirigidas al rey y al Marqués de la Ensenada, solicitando la gracia para los asuntos importantes de la ciudad  y el agradecimiento de la ciudad por la resolución de algunos de ellos. Una de ellas escrita desde su residencia de Madrid en el 17 de febrero de 1750 manifiesta entre otras cosas, expone el clima de enfrentamiento entre los dos estamentos con estas palabras: “atendiendo a la pobreza y deplorable estado, en que se encuentra el vecindario por las pujas, que han acontecido en el gobierno antecedente por diferentes particulares” (Cf.17.2.1750).

 

Las dependencias religiosas de la abadía  se hallaban ya instaladas en el Llanillo en unas casas abaciales que la cámara abacial había restaurado y donde habían instalado la mansión de los abades, el provisor, el vicario, la Cárcel eclesiástica y otras dependencias de algunos cameranos. Esto provocó un aislamiento y abandono de la iglesia matriz que dio lugar a que, por parte de la población representada por el cabildo municipal, se iniciara una campaña de erigir de nuevo una iglesia matriz en el nuevo casco de la población, cosa que, como hemos dicho anteriormente, hubiera permitido, de seguro, un final más feliz y, tal vez hubiera perdurado hasta nuestros días. Las razones urbanísticas bastaban, y, a eso se añadía que la descompensación del esfuerzo económico de la ciudad con la iglesia local no repercutía en la población. Pues el pueblo alcalaíno no recibía beneficio alguno por diversos motivos, primero porque las dos tercias partes de los diezmos y primicias sobre todos los productos de la agricultura y ganadería correspondían a las capellanías de la Capilla Real de Granada, y, en segundo lugar a esto se sumaba que la ciudad ni sus habitantes no recibían ningún producto de los nuevo beneficios, de los otros dos dedicados a las Escuelas de Baeza y la Compañía de Jesús de Montilla y del reservado para la Santa Sede, y, por último, muchos abades y miembros del aparato administrativo ni siquiera residían en la ciudad y, al finalizar su mandato, se disipaban sus rentas para otros lugares. Mientras tanto, dejaban  encargados de la función religiosa a unos sirvientes que apenas obtenían recurso alguno.




No obstante, como muestra de la religiosidad del momento, la ciudad hizo patrona a la Virgen de las Angustias, que el rey había proclamado a su vez patrona de Granada, y a cuya congregación se acogió la ciudad, costeando los gastos litúrgicos de esta hermandad, que se referían, sobre todo, al rosario y procesión del Viernes de Dolores. Y lo que es más importante, comenzó a gestionar  y promover un nuevo templo en terrenos pertenecientes a los propios, entre los que se sugirieron los comprendidos entre el Pilar de Mari Ramos y los Corrales del Consejo, cerca de Consolación. Finalmente, se eligió uno cercano al ayuntamiento nuevo. Pues era el centro de la ciudad y contribuía al diseño urbanístico embelleciendo su trama con amplias  plazas. Dicho lugar había servido los años anteriores para el Juego de la Pelota, que se había puesto de moda entre los jóvenes y tenía una extensión de 10 varas de ancho por treinta de largo.   

 

         

Años de sequía

 


Durante los años 1750 y 1751 la ciudad  se resintió en gran manera por la gran sequía y la consecuente falta de granos, ocasionada  por la falta de lluvias que aconteció en toda Andalucía. Esto dio lugar a que se produjera un alza del  precio del trigo al reservar los vecinos sus granos y aprovecharse del ventajoso precio que tenía el Pósito  en una proporción de 28 reales la fanega frente  a los cuarenta y cinco en el mercado particular. Las autoridades trataron de parar estos abusos y obligaron a llevar a cabo un registro general y la prohibición de vender trigo a forasteros, y para favorecer las clases más desfavorecidas, hicieron un reparto a los jornaleros a razón de un pan para cada vecino, medio para las mujeres, y a los menores cada tres miembros de familia  una libra de pan, porque empeñaban sus jornales de agosto y de la cosecha para poder comer. Además,  Se recogió todo tipo de trigo y cebada. Tan sólo,  quedaron unos pocos eclesiásticos que podían hacer frente a esta situación llena de pobreza y miseria.     Claro testimonio de la situación es el cabildo del veintisiete de abril de 1750, en el que se escribe: “En este cabildo y atento que la ciudad hizo este cabildo, se reconoció por sus balcones los clamores repetidos de tantos pobres mendigos y jornaleros suplicando que la ciudad les favorezca y socorra con una limosna, por hallarse pereciendo de hambre, a causa de no tener en qué trabajar ni poder medio pan para sustento”.

 

La ciudad hubo de oponerse a la solicitud de la Corona y al propio presidente de la  Chancillería que reclamaron e, incluso, enviaron ministros para registrar el trigo del Pósito y a los particulares, con el fin de recoger algunas cantidades para abastecer la capital granadina. Sin embargo, los pocos recursos, que quedaron, sólo permitían ser acaparados por el Pósito local para su abastecimiento y alimento de los vecinos.

 

PRINCIPALES CIRCUNSTANCIAS DEL REINADO DE FERNANDO VI

 

 

 

1746

 

Lluvias

 

Sequía

 

Peste

 

Epidemia

 

Otros

 

1747

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1748

 

 

 

X

 

Enfermedades del tabardillo

 

 

 

 

 

1749

 

 

 

X

 

tabardillo

 

 

 

 

 

1750

 

 

 

X

 

tabardillo

 

 

 

terremoto

 

1751

 

 

 

x

 

tabardillo

 

 

 

robo de campos y ganados

 

1752

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1753

 

 

 

x muy seco

 

 

 

 

 

 

 

1754

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1755

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1756

 

 

 

 

 

langosta

 

 

 

 

 

1757

 

 

 

 

 

langosta

 

 

 

 

 

1758

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1759

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Por otro lado, la falta de pastos, en todos los pueblos de la campiña cordobesa y Sevillana, ocasionó una extraordinaria trashumancia hacia los pastos de las sierras alcalaínas invadiendo campos de labor- lo que daba lugar a que se provocaran situaciones fraudulentas de personas que se  habían hecho de una gran cantidad de ganados y entraran en fricción con los labradores e, incluso, infectaran a los ganados autóctonos.  Por eso, fueron frecuentes los bandos  de la autoridad en defensa de los ganaderos y labradores de la localidad, prohibiendo su entrada o expulsando a los intrusos, nombrándose servicios de protección de guardas por los particulares y cercando sus haciendas rurales, al mismo tiempo  que se registraron los granos de la cosecha de agosto por el corregidor Montoya. A pesar de los esfuerzos de la justicia en hacer rondas nocturnas, curación de enfermos y vestir desnudos, es sintomático el cabildo del cuatro de mayo de 1751 que dice: ”... no se pueden contener los robos del campo y de noche y el escalamiento de oficinas públicas de carnicería y matadero con otras muchas casas de particulares”.

 

No era de extrañar que se produjeran en estas circunstancias la invasión de los campos y los robos de granos en los campos tanto por los pobres jornaleros como por los ganados talando las mieses.

Desde el punto de vista administrativo, él termino municipal se dividió para su protección, encargándosele a un regidor y a un guarda montados a caballo, en los siguientes  partidos. Lo que perduró en años posteriores:

1. Desde la vereda del Coto y camino de la Magdalena, por el camino de Granada, todo el terreno que comprendía las vegas del Palancares, Ermita Nueva, Villalobos, Cantera Blanca, y Agramaderos  hasta confinar con el término de Monte frío.

2.Partido que comprendía el territorio que iba desde San Bartolomé, y tenía en su interior la Vereda del Carmen, Eras de Velasco, Pasada Baena, camino de Córdoba en dirección hasta el final del término con cortijos de la cortijada de Cantera  Blanca.

3.Partido que comprendía desde la Fuente Nueva, Guadalcotón y Charilla desde el camino de Córdoba hasta los Barrancos del Postigo.

4. Comprendía el camino que partía a la Fuente Rey desde el camino de Granada y el de los Llanos hasta las Juntas y Palancares, Santa Ana, los Llanos hasta la Boca de Charilla y Salobral por el camino de Noalejo.

5.Frailes y todo lo contenido en el camino de Noalejo.  

6. Charilla.

 


En estas circunstancias era una norma tradicional solicitar la ayuda de la Iglesia local, para que, con su socorro, al menos paliara algo la situación. Pero, las cosas no fueron como exigía la situación social, pues  una serie de conflictos, más formales que de índole real, ocasionaron grandes desavenencias entre los dos cabildos- eclesiástico y civil-  y tuvieron que solventarse finalmente para hacer frente la situación de necesidades de la salud pública y a la pobreza de las clases jornaleras. Por eso, se hicieron limosnas por ambas partes y se instalaron hospitales y en los cuarteles de la ciudad, y, en común, se repartió el trigo racionado con el asesoramiento de los párrocos que realizaban las listas de los más desfavorecidos y, a continuación, se llevaba a cabo el reparto por parte de dos regidores, a los que se añadió por este tiempo un jurado como síndico defensor del común. En esta misma línea, la hermandad de la Soledad asumió, dentro de sus estatutos, el sustento de los encarcelados a título de perpetuidad en el año 1751,que eran en su mayoría, pobres jornaleros que no podían subsistir.


Relacionados con la cuestión social,  la agricultura cada vez ocupaba una situación más privilegiada a la ganadería hasta tal punto que son varias las medidas que hubo que adoptar para la protección de los montes y plantíos y del ganado. Por este tiempo, se observa un  leve crecimiento de las plantaciones de olivos, sobre todo en el Castillo con la extensión concedida en el Navastrillo al Convento del Rosario junto a un cortijo de su propiedad a título de censo.

Sin embargo, la ganadería bajó, y comenzaron a resentirse, por otro lado,  los vecinos en el abastecimiento de la carne que se  encarecía y había que comprarla de otros lugares. Por ello, se impidió la venta de carne en casas particulares para evitar su salida y protegerla con medidas sanitarias, al venderse en las carnicerías.

En este aspecto forestal, se ejecutó  una política cortesana de protección de los montes mediante la plantación de nuevo arbolado en los sitios cercanos a los arroyos del Palancares, principalmente, álamos, lo mismo que en los caminos y calzadas de salida de la ciudad de Alcalá hacia Granada. Todavía, hasta aquel tiempo se mantuvieron grandes zonas como el Camello, Maleza Prieta, Frailes, Encina Hermosa y la Hoya con una gran masa arbórea de quejigos y encinas que no hubo que replantar. No obstante, para protección del ganado caballar  y abastecimiento, se crearon dos dehesas de pastos, denominadas carniceras, y se persiguió a los roturadores de tierras que invadían las cabezadas y las zonas montañosas como la Cañada del Membrillo. Algunas dehesas o tierras, sin embargo, se habían roturado, como las Nogueruelas o los Llanos y, de nuevo, se convierten en zonas de pasto.

Dentro de estas reformas de la agricultura, se tomaron medidas de la remedida de tierra de las ocho mil fanegas roturadas en reinados anteriores, y lo mismo se hizo con la protección de las veredas, descansaderos y abrevaderos tal cual eran los casos de la Fuente de los Chopos para los ganaderos de Fuente Álamo.

El viñedo seguía siendo uno de los frutos más importantes,  ocupando los partidos de la Camuña, Prado Gordo y Caserías, monte Rey y Boca de Charilla y Castillo.

Algunos cotos particulares se desacotaron en Bohórquez y en el Menchón, que comprendía Malabrigo, La Parrilla, Quejigar, y Moralejo para el beneficio del pasto común. Otro  aspecto relacionado con lo anterior fue levantar los cotos de dehesas para pasto común en la zona del Sabariego, esto era debido a la comunidad de pastos que se mantenían con la vecina villa de Alcaudete por el sitio de que venía de la Rábita  hasta el altar de san Pedro corriendo por el Portillo de la Harina y el vado de Palomares (30-6-1755)

Pero, en un ambiente hostil a la ecología, fueron además frecuentes los aleos o persecución de animales, como los lobos y zorros, que para aquellos tiempos se reconocían por destructores de los campos en las sequías a lo largo de las Sierras de Frailes y la Ribera. Los labradores reclamaron eximirse de pagar tributos aquel año por la esterilidad de sus campos.

 

          UN RESUMEN DE LOS CINCO PRIMEROS AÑOS

         

No obstante, y, a pesar de estas medidas reformistas,  por estos primeros cinco años del reinado de Fernando VI,, hubo repetidos conflictos entre la iglesia local y el propio corregidor, que manifestaba un nuevo modo de concebir la sociedad; entre ellos, no se obligaba la presencia de la autoridad eclesiástica en actos protocolarios y, aún más, se  inmiscuía en su jurisdicción con la licencia de que los mercaderes trabajaran los días festivos. Todo ello hay que comprenderlo con la nueva política de recuperación de la economía introducida por el Marqués de la Ensenada, que el corregidor Alfonso de Montoya trataba de plasmar y tuvo su principal obra con la elaboración del Catastro, del que no hubo respuestas por parte de los bienes eclesiásticos. Como tampoco, pagaron el ocho por ciento de la parte que el Papa había concedido al Rey, ya que por el convenio con el Obispado de Jaén el escusado y el subsidio de la  iglesia  local superaban con creces el beneficio de las rentas que no pudieron  valorar ni registrar. En esta línea del regalismo,  es la nueva bula papal del 1749 que dejaba las primicias de las malezas, bosques, jarales y montes a la Corona hasta que se rompieran.



Las imposiciones denominadas rentas provinciales que incidía en el ramo del comercio, vino, aguardiente, aceite y jabón suponía una suma de  69.387 reales. Si a esto añadimos la llamada de utensilios, el servicio ordinario y extraordinario de la paja, el vestuario, el sitiado de la sal que se pagaba a la administración cordobesa y el mantenimiento de una compañía de soldados, afincada en Antequera, era desorbitarte el conjunto de gastos que tenían los vecinos que afrontar ante la Corona. Por eso,  se pagaban con continuos retrasos, protestas vecinales y continuas reformas de los padrones. Aún mías, con dificultad se podía contribuir a la Corte con medidas que le afectaban como el donativo por el puente nuevo de Andújar que se iniciaba en el año 1749. Incluso, se protestaban impuestos como los del sitiado de las Salinas de Filique, relacionadas con la administración cordobesa, porque provocaba una serie de gastos de los que quería la ciudad desembarazarse para depender de las salinas de Granada que eran más ventajosas para los vecinos por su cercanía (cfr. 22 de enero 1750.

Por eso, a pesar de que se llevaban intentos de reforma  de algunos campos y, en la provincia de Jaén, se impulsaba nuevas medidas para proteger a las clases más desfavorecidas con la creación de un Hospicio Provincial, la ciudad trataba de evadir cualquier tipo de imposición que conllevara su mantenimiento tal como se establecía de un real por arroba de aceite, con el fin de acoger a los pobres. A ello se añadía el deseo de exención y libertad de Alcalá con respecto al corregidor de Jaén. Y, por otra parte, todavía, está muy lejano el momento de que nuevos cultivos dieran lugar a un cambio en el pensamiento y en la riqueza de los vecinos del partido de Alcalá.

 

 

          DESDE EL AÑO 1753

 

 

Si los años anteriores fueron secos, el 1753 fue un año todavía más  seco, multiplicándose las rogativas a nuevas advocaciones como la de Jesús Nazareno.

     Pareció cambiar el clima de enfrentamiento entre el estamento civil y religiosos, en el año 1754, en cumplimiento del Concordato entre la santa Sede y la Corona Española, por eso se llevó a cabo la valoración de las distintas propiedades eclesiásticas, capellanías y patronatos, que se remitieron al gobierno de la nación. Sin embargo, e intento de contribuir con el escusado reformando las parroquias de la localidad no llegó a término, porque ambas tenían la misma entidad.

 

La villa del Castillo

 

El contencioso con la villa del Castillo de Locubín se estabiliza durante estos años de este reinado. Tan sólo, se manifiestan algunas muestras de rebeldía que fueron sofocadas por los munícipes con motivo de las exigencias de los escribanos  del Castillo, encabezados por los Álvarez de Morales y, por medio de un subterfugio, consistente en solicitar los límites del término de esta zona. Algunos problemas atrasados se solventaron, entre ellos, el reparto de aguas de  las huertas del Castillo tras el acuerdo con los regantes para la revisión del canon, las horas de riego y la revisión de sus tradicionales normas en tiempos del corregidor Montoya en el año 1755. Otras demandas de los vecinos, siempre  a través de los alcaldes ordinarios del Castillo, se aprobaron con reticencias. Así, en el año 1757, se concedió cierta autonomía en la celebración de las subastas, en los arrendamientos y en las pujas de los ramos del aceite, aguardiente y carnicería, pero siempre que estuviera supervisada por los dos regidores diputados del Castillo y con la consideración de que la villa no era sino un arrabal más de Alcalá, cuyos privilegios y compra se había realizado en reinados anteriores de una manera pacífica.



         

 

 

          ¿NUEVAS ALDEAS?

 

Aunque en estos años se asistió a la propagación de albergues y casas de ganado en algunas zonas rurales, sobre todo Santa Ana, y en menor cantidad, en el cerro el Moro de Mures, Majalcorón, y Frailes, no estaba muy clara la organización de las nuevas cortijadas.

El corregidor Nicolás Manzano arbitró algunas medidas nombrando alcaldes ordinarios y ministros para poder ejercer la justicia en estos nuevos poblamientos. Hay datos concretos del pleito de Frailes. Sin embargo, no gozó del consentimiento de los regidores, entablándose un litigio entre ambas partes. Por un lado, el corregidor había decretado por su cuenta el nombramiento de Bartolomé Martín de Moya y Francisco Mudarra en 1747 como alcaldes ministros de Frailes tal como se manifiesta en el cabildo del 30 de enero de 1747: “. para que celasen la dicha cortijada y sirvieran al mismo tiempo las órdenes, que por real jurisdicción se les cometiese, guardando sembrados y montes de aquel partido, y con otras condiciones y calidades contenidas en el despacho, que a este fin se le concedió”.

 

Sin embargo, por otro lado, la ciudad, constituida por los regidores y jurados criticó la medida, porque le hacía perder competencias y vaticinaba futuros conflictos que ya había mantenido con la villa del Castillo de Locubín, alegando no estar  conforme al memorial celo de no poder ni por dichos señores ni por ciudad constituir nueva jurisdicción en perjuicio de las regalías de la ciudad, que adquirió mediante la comprada de todo el término y el del Castillo y no permitir separación que perjudique , séase a nombres de alcaldes ordinarios o de ministros dependientes de esta Audiencia, que en uno y otro caso quedan perjudicados los vecinos en calidad de carga concejil y el de los privilegios de la ciudad en quasi despojo por su tolerancia”.

De ahí que los alcaldes de Frailes no tuvieran más motivo que presentar su dimisión alegando que no podían asistir a las labores y, ante la insistencia del corregidor, la ciudad le obligó a retirar los títulos de nombramiento.

 


fin del reinado

 

En el once de noviembre año 1750 se produjo un fuerte terremoto que afectó a la mayoría de las iglesias de la ciudad, mientras se asistía a la función de iglesia en san Juan; en los años 1756 y 1757 la langosta invadió todos los campos alcalaínos, tanto de sementeras como huertos,  dando lugar a una labor intensa para extinguir la plaga por parte de toda la población, colaborando incluso los propios eclesiásticos tanto del cabildo eclesiástico como de los conventos de la ciudad a real por fanega de imposición. Entre estas medidas se llevaron prácticas de exorcismo y purificación de los campos como el agua pasada por los clérigos por la cabeza de san Gregorio, el reparto de productos, la muerte y destrucción de gusanos y su introducción en pozos ciegos, batidas por los campos y las tradicionales rogativas que en el último año se multiplicaron en súplica al Señor de la Humildad, Jesús Nazareno, Santa Ana, Virgen de las Angustias, san José y Virgen de las Mercedes.

El reinado finaliza con el corregimiento del Marqués de Ussel que mantiene la recuperación de la ciudad y el saneamiento de la economía con la aportación al sitiado de la sal por las salinas de Filique, evaluado en 41.140 maravedíes, debido a la buena situación económica sin precios excesivos en los productos y abastecimiento de la ciudad en el trigo, mientras la ganadería se va concretando en las reses lanares y caprinas.

La preocupación por el urbanismo de la ciudad se manifiesta

en acuerdos  como el siguiente de dar licencia para la torre contigua a la Iglesia de san Antón Abad para señalar el sitio se halla remetida de dicha fábrica adornando una de los sitios más públicos que sirven a su aspecto de la entrada de la ciudad  en el camino a Granada  y  será conveniente que sea igual con las dos calles de la Peste y Lecheros agregándose todo el terreno que necesita  que guarde la entrada sin invadir el uso público del común, el cuartel y el Juego de Pelota.-l


Fruto de esta colaboración con la iglesia,  fue la cesión de las Casas capitulares de la Mota con lo que significaba de abandono por parte del estamento civil de aquella fortaleza  emblemática, quedando el templo como un simple residuo y santuario de ella. Curiosamente, los celosos guardianes del Antiguo Régimen, el cabildo civil, abandonaban su baluarte  e impedía el reformismo de la economía, pero se adecuaba al modernismo urbanista de las nuevas medidas de la Corona, mientras el clero local se enclaustraba en aquel recinto, a pesar de que algunos abades fueron paladines y defensores del regalismo como el abad de la Cerda. Pero, desgraciadamente estos no llegaron a residir en Alcalá con lo que hubiera significado de un nuevo progreso en los campos de la industria y en la mentalidad de la época, e, incluso, cuando lo intentaron con sus provisores tuvieron que ceder ante el estamento civil y eso, que siempre criticaron la superstición que reinaba en muchos lugares frente a la nueva visión del racionalismo de la Ilustración española.

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