La pastora con sus cabras
A la sombra de una piedra,
Había una niña sentada
Con un rosario en la mano
Rezando la vida sagrada
Y vio venir tres personas,
Dos blancas y una morada.
Y le pregunta la morada:
Niña, ¿de quien son las cabras?
-Tuyas, Virgen María,
La pastora con sus cabras.
Le respondió Jesús:
-Niña, tan bien nos conoces
Que tan dulcemente hablas.
Y se la llevaron al cielo
De Serafina Cercana.
Su madre viendo que no venía
La pastora con sus cabras,
Se arrodilla delante de Cristo
Y le dice: Señor, ¿dónde tienes
Mi pastora que tantos días tarda?.
Le respondió una voz:
-Toma tus ovejas y tus cabras
Que tu hija está en el cielo´
Había una viejecita, muy pobre, muy pobre, pero muy buena….Vivía
en una casa con todos sus muebles muy antiguos, desgastados y destartalados. Sólo le quedaba una gallina
muy delgada. Pero decidió cocinarla para invitar al Señor por Navidad.
Primero arregló toda la casa muy
esmeradamente, mató a la gallina y la
troceó y la puso en la olla. A continuación, se
puso en marcha y bajó a la Iglesia para invitar a comer al Señor.
Desde los barrios altos de su aldea bajó a la iglesia, tras entrar
en ella, le dijo al Señor:
El le respondió:
-Vete tú primero, que yo, a
continuación subo.
Así, como se lo había
mandado el Señor, lo cumplió. Entró en
su casa y se quedó esperando al Señor. Al cabo de un buen rato, un
viejecito llamó a la puerta, al instante le abrió la
puerta y aquel pobre hombre se le acercó diciendo
-Por favor, señora, tiene
algo con que darme.
Elle le respondió:
-Toma este pedazico de gallina, la verdad es que estoy esperando
al Señor para comer con él, pero, no importa, tómelo.
Pasó mucho rato, y, al darse cuenta de que el Señor no se
presentaba, volvió a la iglesia y le dijo:
-Señor, suba, ya que se va a enfriar la comida.
El le contestó:
-Súbete, que pronto estoy allí.
De nuevo, se demoró la visita de su Señor, entretanto pasó un niño
andrajoso y mal vestido, que llamó a la puerta, y, el muchacho le pidió algo de
comer. Aunque estaba inquieta la viejecita
por la tardanza de su Señor a quien le tenía preparada la cena y porque
ya sólo le quedaba media gallina, ello no fue óbice para que diera otro trozo
de la gallina al chiquillo.
Como no subía el Señor, de nuevo bajó por tercera vez a la
iglesia. De nuevo, el Señor le ordenó que se subiera y le esperara dentro de su casa. Le obedeció la
muchacha. Ahora se encontró con una nueva visita, la de un mendigo pidiéndole
algo de comer. La viejecita le dijo:
El mendigo, loco de contento, se la agradeció en gran manera. Por
su parte, la viejecita se decía a sí misma:. “ Voy a volver a bajar por tercera
vez, porque la comida se ha enfriado y yo no sé lo que pasa al señor”. Así
hizo, bajó de nuevo a la iglesia y
entabló conversación con el Señor que le dijo:
-Tres veces que he subido a comer, las tres veces que me has dado.
Ahora, inmediatamente súbete a tu casa y acaba de comerte la gallina,
La viejecita se quedó asombrada y se subió a su casa en un
santiamén. Al llegar, todo había cambiado. Su casa se convirtió en un
palacio, en la despensa había grandes
manjares, le servían varios mayordomos, relucían lámparas maravillosas, grandes
y esplendorosos sillones amueblaban el salón, el huerto se había transformado
en un versallesco jardín…..
Sin embargo, una vecina de la viejecita, por cierto muy orgullosa
y altanera, egoísta y envidiosa, y, para colmo altanera, se enteró de lo
ocurrido y no pudo soportar este cambio en la forma de vida de la viejecita. Entonces le dijo:
-Voy a preparar una gran comilona, e invitaré también al Señor, para que me pase todo lo que le ha
acontecido a mi vecina.
A continuación, ordenó matar a su
mejor cordero, compró las frutas más ricas del mercado de la plaza y acudió al
horno por dulces exquisitos y el pan más tierno. Con estos preparativos, bajó a
la iglesia a invitar al Señor, que le dijo:
- - Súbete ya tu , que pronto voy a
visitarte yo.
Tras
llegar a su casa, tuvo la visita de un mendigo y le pidió algo de comer.
Ella lo echó a patadas y no le hizo caso alguno. Más tarde, un pobre niño le
tocó la puerta pidiéndole un trozo de pan y ella ni lo miró. Al ver que el Señor no subía, volvió a llamarlo y éste le
dijo:
-Ya subiré, no te impacientes.
De nuevo, un viejecito tocó a la
puerta pidiéndole algo de comer. La misma respuesta de rechazo y de negaciones
tuvo con el desafortunado viejo.
Al volver a
ver en la iglesia al Señor, este le contestó:
-Tres veces, que te he pedido de
comer, las tres veces me has echado.
Ella quedó sorprendida por las respuestas. Subió a su casa y no pudo aguantarse, porque
se había transformado totalmente. Desde el cuadro más pequeño hasta el arcón más grande se
había convertido en lo más feo y
anticuado que uno se podía imaginar, su casa ya no era una mansión, de
un palacio, era una cuadra de animales, los mayordomos pordioseros mendigos…y
colorín, colorado este cuento se ha acabado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario