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domingo, 8 de julio de 2018

RETRATOS EN EL AULA MAGNA DE CAPUCHINOS, en la SEMANA DEL DIARIO DE JAÉN.






A lo largo del año, sorprende la  presencia de muestras expositivas en los diversos campos del Arte en el Aula Magna de la antigua iglesia del Convento de Capuchinos de Alcalá la Real. Pasaron recientemente, exposiciones  sobre el patrimonio local religioso con las Muestras locales de la Imaginería y Pintura de la Semana Santa de Alcalá la Real del patrimonio local como la de Tiempos de Carlos IIII, o de pintores contemporáneos  como Paco Montañés y Antonio Campaña, y algunas que contenía aspectos artísticos  como la de Joaquín Sabina. Pero, esta nueva  muestra pictórica  trasciende por su amplio elenco de  obras presentadas, como por  el clima cálido, casi conversacional que  entabla con  un diálogo real entere el artista y el medio en el que se ha desarrollado  su obra.Durante en estos  primeros meses de verano (hasta el 15 de julio),  se exhibe un gran catálogo de  retratos de la mano del pintor José Sánchez Jiménez, que ocupan todos los  muros del cajón del templo capuchino. Abarcan  desde el retrato personal hasta el de personajes públicos universales.  Entre los personales destacan el estudio de la idiosincrasia y alma del pintor mediante una gama de autorretratos que ocupan el testero del antiguo presbiterio, donde se denota un profundo análisis del perfil  de Pepe Sánchez,  tanto desde el punto de vista formal como anímico, pasando por el atrevimiento compositivo y estudio del color aplicado a los diversos estados síquicos, dentro del derroche de  una fuerza expresiva, conseguida gracias al dominio y mixtura de colorido y figuración.
Cercanos a estos, se halla otra serie de retratos dedicados a su familia ( esposa e hijos) , que recogen perfectamente el candor y  el calor humano de sus rostros , en los que se consigue la  unión de  sus sentimientos manifiestos de empathía   hacia ellos mediante el logro de recoger  rasgos expresivos con los  colores apropiados,; en esta faceta, no olvida a los  familiares que le dejaron huella como su tía Isabel,  o actuales, como Pepe Parra. 

En el círculo de compañeros  de arte, no relega recursos para acercarse al alma y a la lección impartida de sus maestros y colegas de oficio, desdoblando  su obra  en muchas ocasiones para experimentar, mediante estudios comparativos,  la creatividad de su arte, como es el caso de la pintora Lola Montijano; o, incrustándose en un estudio psicológico en casos como  los pintores Antonio Campaña, Sebastián Rosales y Rafael Revelles, o trasladando su pasión por el arte en la composición de Van Gogh y de Cezane. 
No faltan los retratos de los amigos del pintor,  o relacionados con su esposa Mari Tina, y  compañeros de distintos campos culturales o profesionales, es el caso de  retratos como los de Manolo Pérez, Rosalía Víboras, Paco Córdoba, Juan de la Cruz Ruiz, José Hidalgo (PPH,   Juan Rodríguez Toledo,  o el cronista Domingo Murcia, donde les desnuda su alma con sus virtudes y su impronta social  mediante un acertado tratamiento del color y su descomposición geométrica de la acertada trama multiplanista de sus rostros.

Se acerca, también, al mundo de la esfera pública, tanto a nivel local con  los lienzos del consejero Felipe López, la senadora Elena Víboras o  el diputado Juan Ángel Pérez Arjona, como de otros políticos  nacionales como el presidente Rajoy y Zapatero. Su bagaje religioso no pasa desapercibido, porque se relaciona con personajes reales como el Papa Juan Pablo II o simbólicos con la imagen de San Pedro o figura de un Cristo que impresiona por  envolver al receptor el misterio  de la fe.  Si hubiera que colocar en el primer escalafón a alguno de ellos, nos quedaríamos con la perfecta composición del célebre personaje del Julillas, Judas Iscariote,  de la Semana Santa viviente de Alcalá la Real. Es un símbolo, que  plasma, perfectamente, el clasicismo compositivo y la creatividad de su obra  mediante la  maestría de mezclar la forma cromática adecuada  con el contenido figurativo para exponer el sentimiento de un personaje perseguido por la locura de una aventura vital desorbitada entre sombras de trazos melancólicos azulados, colores cálidos del rostro y fondo dramático entre el negro y el rojo de la túnica. Por eso,  recogemos estas palabras de la pintora María José de Córdoba: “Estas obras parecieran invitarnos de manera hipnótica y seductora a desprendernos de los conceptos y conveniencias del mundo y a contemplar, vivir, reflexionar desde la pasión corporeizada y transcendida a la vez, de sus paisaje encadenado en una especie de manera de marea, en una danza infinita de fluyente energía. Su nueva propuesta pictórica y técnica, en estos retratos, no solo capta a la perfección el parecido físico, sino también el emocional”. Y esto lo dice la hija de Lola Montijano, con la que compartió aquel diálogo de retratos pictóricos  de su madre y el mundo de su formación, que se encuentra  exhibiéndose en las galerías del Teatro Martínez Montañés.
Como comentó el catedrático Antonio Campaña en el día de la inauguración,  no todos los  pintores son capaces de enfrentarse con este aspecto pictórico del mundo retratístico, además de estar el retrato muy  asediado por las nuevas  técnicas de otras artes actuales como el cine y la fotografía.  En esta labor, destacaba la valentía y el acierto de Pepe Sánchez, a lo que añadía la destreza de componer la obra mediante un estudio pormenorizado de elementos geométricos, mezclados con colores, donde su mano alcanza grandes aciertos en expresividad psíquica y de composición estética. Y, por encima de todo, esa fuerza  expresiva que atrae al receptor que visita a la exposición. Con sus palabras: “En el retrato, Pepe Sánchez trabaja magistralmente; por su tamaño, por su armonía y, sobre todo, cuando consigue, tras una interpretación personal, captar el alma y el parecido de las personas retratadas. Eso  es más difícil que pintar; solo los grandes lo consiguen”.

 


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