TIMOLEÓN
Timoleón fue natural de Corintio. Sin
duda, este hombre fue muy importante al
parecer de todos. Pues le tocó en suerte
a él solo, no sé si a ninguno más, el
liberar a la patria, en la que había nacido, oprimida por el tirano y
por los siracusanos, a cuyo auxilio habían sido enviados, quitarles
la perenne servidumbre, y restituir a toda Sicilia a su estado libre
anterior, vejada durante muchos años por
la guerra y oprimida por los bárbaros
con su llegada. Pero, durante estas cosas,
se vio combatido de la variada fortuna, y, lo que se considera más
difícil, soportó con mucha más prudencia las circunstancias favorables que las
adversas. Pues como su hermano Timófanes, elegido jefe por los corintios,
hubiese ocupado la tiranía con la ayuda de los soldados mercenarios y pudiese
participar del mando, tan alejado estuvo de aliarse con la tiranía
que prefirió liberar sus paisanos a
salvar su hermano y tuvo por mejor sujetarse a las leyes de la patria a
dominarla por medio de la tiranía. Con esta resolución, a través de un
arúspice y común pariente, con el
que se había casado su hermana
carnal, procuró matar a su hermano tirano. El mismo no sólo no aportó sus manos, sino que ni siquiera quiso
mirar la sangre fraterna. Pues hasta que este lance se acabara, se mantuvo
lejos como de centinela, para que ningún
pudiera socorrer a su hermano. Todos aprobaron
no aprobaron de igual manera esta famoso hecho. Algunos consideraban que
Foción había faltado a las leyes de la piedad y, por envida, pisoteaban
el que se alabara su valor. Pero, tras este hecho su madre ni permitió
que su hijo entrara en su casa a
verla y no tuvo reparos en rechazarlo
por detestarlo como un impío y fratricida. Por estas cosas, el se conmovió de
tal manera que alguna vez quiso quitarse
la vida y retirarse de la mirada de los hombres ingratos con la muerte.
II
Entretanto, muerto Dión en Siracusa,
Dionisio de nuevo se apoderó de Siracusa. Sus adversarios pidieron ayuda a los corintios y lo reclamaron como jefe para emplearlo en
la guerra. Timoleón, tras ser
enviado a Siracusa, expulsó a Dionisio de toda Sicilia con increíble
éxito. Como pudiese matarlo, no quiso, e hizo que Dionisio arribara a Corintio
con toda seguridad, porque los corintios se había visto ayudados antes con los socorros de uno y otro Dionisio, de
cuya benignidad quería que fuese duradero su recuerdo y lo consideraba como una famosa
victoria, en la que hubiese mas piedad
que crueldad, pero que no se escuchase de oídas sino que se viese
claramente a qué sujeto como
Dionisio, de cuan gran reino y
hasta qué estado tan infeliz
había llevado. Tras la muerte de Dionisio combatió, con Iceta, que se
había enfrentado con Dionisio. Alegando que fue prueba que Iceta no se opuso a
Dionisio por el odio que tenía a la
tiranía sino por la ambición de reinar
él solo. Una vez vencido éste, Timoleón
puso en fuga a las tropas de los
numerosísimos cartagineses junto
al río Criniso, y obligó a que se tuviesen por dichosos por el hecho de
que se les permitiera ocupar África,
los que ya tenían la posesión de Sicilia. Hizo prisionero a también a Mamerco, jefe de Italia, hombre
belicoso y poderoso, que había venido a ayudar a los tiranos a Sicilia.
Hechas estas cosas, como viese, a causa
de la duración de la guerra, no sólo las regiones sino también las ciudades
abandonadas, conquistó en primer lugar a los sicilianos, que pudo. Después, se
atrajo a los colonos de Corinto, porque estos habían fundado Siracusa desde sus
inicios. Repuso sus cosas perdidas a los viejos paisanos, dividió entre los nuevos pobladores las posesiones que habían quedado sin dueño en la guerra; rehizo las murallas de las ciudades
destruidas y los templos arruinados; les
dio leyes y libertad a los ciudadanos;
tras una guerra muy grande, trajo la paz
y la tranquilidad a toda la isla hasta
tal punto que parecía que este era el fundador de aquellas ciudades y
no aquellos que la habían llevado las primeras colonias para poblar. . Destruyó
la acrópolis en Siracusa, la que había fortificado Dionisio para tener
cercada la ciudad; demolió los demás destacamentos
de la tiranía y procuró que muchas
huellas de esclavitud permanecieran lo
menos posible. Siendo de unos poderes tan grandes que podía mandar incluso en
los que no querían, y queriéndolo tanto todos los sicilianos que gobernaba sin
rechazo de nadie, prefirió ser amado a
ser temido. Así pues, tan pronto como pudo, depuso su mando y vivió como un
particular en Siracusa, todo lo que le quedó en vida. Y lo hizo esto con prudencia; pues lo que los demás reyes pudieron con el
poder, este lo mantuvo con la benevolencia. Ningún hombre no colaboró con Foción, ni ninguna asunto fue hecho públicamente en Siracusa, sobre el
que se hubiera acordado sin conocerse el parecer de Timoleón. No sólo
apreciaron más siempre su consejo
sino que ni siquiera se le
comparó con otro; y esto se consiguió
por la benevolencia que él otorgaba más
que por la prudencia a la hora de
gobernar.
IV
Siendo Foción ya muy
anciano, perdió la vista por alguna
enfermedad. Soportó con tal paciencia esta desgracia de tal manera que ninguno
le oyó quejarse, ni memos fue un obstáculo a la hora de asistir a los
asuntos públicos y privados. Y venía al
teatro, cuando allí se tenía una asamblea del pueblo; llevado por su enfermedad
con una yunta de animales, y desde el carro daba su parecer. Ninguno
atribuyó estos actos a que fuera un soberbio. Pues jamás salió de
su boca una palabra soberbia, descomedida, ni que oliese a alabanza propia.
Este, como oyese que se pregonaban las alabanzas hacia su persona, nunca dijo
otra cosa que dar las gracias principalmente a los dioses en este asunto, porque, habiéndole dispuesto
dar la libertad a Sicilia, habían querido que el fuese el jefe
más poderoso de aquel tiempo. Nada de las cosas humanas pensaba que se llevaban
a cabo sin la providencia divina. Y así en su casa as había levantado un
oratorio a la fortuna y lo veneraba
sagradamente.
V
Admirables circunstancias se le habían
acercado a esta bondad admirable de este hombre. Pues hizo muchísimos
combates en el día de su nacimiento, de lo que consiguió que se celebrase el día
de su nacimiento en toda Sicilia. Un tal Lafistio, hombre petulante e ingrato,
como quisiera imponerle una su fianza,
porque decía que el obraba según la ley, y haciendo concurrido muchos, que
intentaba castigar la desvergüenza con
sus manos: Timoleón pidió a todos que no
lo hicieran. Pues, aunque se le
permitiera hacerlo a Lafistio y a
cualquiera, decía que había afrontado
muchos trabajos y grandes peligros. Por
otro lado, que esta era una prueba clara
de que había libertad, el que se
permitiese a todos experimentar lo que quisiesen según las leyes lo que cada uno quería. Como un tal pariente
de Lafistio, de nombre Demeneto,
empezase a denigrar sobre las cosas llevadas a cabo por Timoleón de en la asamblea del pueblo, y algunas
fuesen echadas en cara levadas contra
Timoleón, este mismo dijo ahora que el
había llegado al colmo de sus deseos ser
condenado de la promesa hecha los dioses
, pues alegaba que los dioses inmortales siempre le pidieron esto que
restituyese tal libertad a los siracusanos , en la cual se permitiera a
cualquiera hablar impunemente de lo que quisiera.
Este como hubiese llegado al último día
de su vida, públicamente en el Gimnasio, que se llama Timoleónteo, fue sepultado por los siracusanos con la
celebración de toda Sicilia.
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