Había una vez
una madre que tenía dos hijos, el niño se llamaba Periquito y la niña
Periquita. Un día la madre les mandó a comprar, porque ella estaba cocinando. Y
les dijo:
-Tu,
Periquita, me comprarás azafrán y patatas; y tú, Periquito, me traerás tomates
y sal. Yo me quedaré en casa y a quien llegue antes, le haré un gran bizcocho.
Los niños
salieron a correr, y, al cabo de un rato, periquito fue el primero en llegar y
le dijo a su madre:
-Madre, tengo
sueño.
Pues, hijo,
acuéstate en el banco.
-No, madre, que me rulo.
- Pues,
entonces, acuéstate en la cama.
-No, que me
rulo.
-No madre, que
me rulo.
-Acuéstate,
hijo en las escaleras.
-No que ,me
rulo.
-Entonces ,
acuéstate en la sartén.
-Sí, allí no
me rulo.
Periquito se
acostó y la madre necesitaba hacerle la comida a su marido que estaba en el
monte con las ovejas. Al instante, decidió cocinar a su hijo. Echó en la sartén
un jarro de agua hirviendo y l troceó. A continuación llegó Periquita y
preguntó `por su mano. Su madre le respondió que aún no había llegado. De nuevo
periquita le inquirió a su madre:
-Ah, pues el
pastel será para mí.
Su madre le
respondió:
-Sí, porque,
mientras te lo hago, le llevas la comida a tu padre.
Ella le respondió:
-De acuerdo,
mamá.
Pero, mientras
caminaba a ver a su padre, se dio cuenta de que el que iba dentro de la cacerola
era su hermano. Como reacción inmediata, comenzó a llorar. Al verla una
viejecita, se le acercó y la niña, a su
vez, le contó todo lo que le había pasado. Logró calmarla y le dijo que
guardara los huesositos y los plantara debajo de una silla. Cuando estuvo junto a su padre, le pidió que
le guardara los huesos; pero este le preguntó para qué los quería. Ella le
contestó que le servían para jugar. Siguiendo las instrucciones de la
viejecita, los plantó, días después, y, al cabo de l tiempo, nació un niño muy
bonito igual que Periquito. Iba de un lado para otro con un cesto de frutas
hasta volver a su casa. Al ver de nuevo a Periquito, su madre quedó muy
sorprendida y le dijo al niño:
-Periquito
dame una naranja de tu cesto.
El le
respondió:
-No que me
mataste.
Su padre le
dijo a su vez>:
-Dame un
plátano.
El le
respondió:
-
No que me comiste.
-
Su hermana fue la última que
le hizo una petición:
-
Periquito, dame una manzana.
-
Y Periquito respondió.
-
Toma todo, porque tu fuiste
la que me recogiste.
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