I
Temístocles, hijo de Neocles, era
ateniense. Los vicios que este tuvo en la primera juventud, fueron enmendados por sus grandes virtudes,
de tal modo que nadie le aventaja,
al contrario pocos se consideran iguales a él. Pero, desde el principio debemos
poner orden. Su padre Neocles fue noble por su nacimiento. Este se casó con una
paisana de Halicarnaso (Acarnana), de la cual nació Temístocles. No siendo muy
de la aprobación de sus padres su conducta, porque vivía con demasiada libertad
y hacía poco aprecio de su hacienda, fue desheredado por su
padre. Este desdén no le amilanó,
sino que antes bien lo alentó para dejar la mala vida. Pues habiendo considerado que no podía
quitarse la nota de mala vida sin la más
alta laboriosidad, se entregó por completo al servicio de
En las causa privadas, procuraba con todos los
medios componerlas y acudía a las asambleas públicas. ningún
asunto de entidad se gestionaba sin su
intervención; con rapidez, descubría lo
que era necesario; fácilmente lo explicaba en el mismo discurso. No era
menos dispuesto en gestionar las cosas como en planificarlas, porque
emitía juicios muy ciertos sobre las cosas
que se le echaba encima, como dice
Tucídides, “y acertaba muy astutamente sobre las que ocurriría después” .Por
lo cual consiguió que fuera ilustre en poco tiempo.
II
El primer momento de asumir el poder fue
con motivo de la guerra de Corcira; para gestionarla, fue nombrado general por el pueblo no sólo para llevar a cabo esta
guerra, sino también para en adelante , y
convirtió en más indomables los ciudadanos Pues, como el dinero público, que se sacaba de la mina de
metales, se gastase todos los
años por la malversación de los
magistrados, persuadió al pueblo
para que con este dinero se construyese
una flota de 100 naves.
Una vez concluida rápidamente esta, en
primer lugar rindió a los habitantes de Corcira; después persiguiendo a los piratas marítimos,
dejó todo el mar limpio. Con lo que los enriqueció, y también entonces hizo a
los atenienses muy diestros en la guerra naval. En la batalla contra los persas, supimos de cuánta utilidad
y provecho se siguió de esto a toda
Grecia. Pues, Jerjes, haciendo la guerra
contra toda Europa, por tierra y mar, con un gran número de tropas, cuantas
nadie tuvo antes ni después de esta batalla-pues fue una armada de 1.200
galeras, a la que seguían dos mil de carga; y las tropas terrestres era de 700.000 soldados de a pie, y 400.000 a
caballo- y al extenderse la noticia de que llevaban puesta la mira contra Grecia y, principalmente, contra los
atenienses. a causa de la batalla de
Maratón, enviaron unos mensajeros a Delfos para consultar qué postura tomaría
sobre los asuntos que les afectaban. A los que consultaban, la sacerdotisa Pitonisa respondió que se fortificasen con murallas de
madera. No fue entendida por nadie a qué encaminaba esta respuesta; sin embargo
Temístocles persuadió a que la determinación de Apolo consistía en que se embarcasen con todos los bienes que
pudiesen, pues afirmaba que el dios
significaba este tipo de fortificación como muro de leña simulando a una
nave.
III
Su plan no era satisfactorio para la
mayoría de las ciudades y estaban más de
acuerdo en luchar por tierra. Y, por esto, fueron enviados unos soldados
escogidos junto con Leónidas, rey de los
lacedemonios, para ocupar Termópilas y no permitir que los bárbaros avanzasen
más adelante. Aquellos no soportaron el ímpetu de los enemigos y en aquel lugar
todos perecieron. Pero la armada aliada de Grecia de trescientas naves, en la
que doscientas eran de los atenienses,
en primer lugar junto Artemisio
entre la isla de Eubea y la tierra firme peleó contra la armada del rey persa.
Pues Temístocles buscaba los lugares estrechos para no verse envuelto por el
crecido número de enemigos. Aunque aquí se
habían retirado con un combate en tablas, sin embargo no se atrevieron a
permanecer en aquel lugar, porque el peligro consistía en que, si parte de las
naves enemigas hubiese llegado a
doblar el cabo de la isla Eubea, se verían sorprendidos por uno y otro lado. Por lo que consiguió que se retiraran de Artemisio
y plantaran su armada junto a Salamina
en una posición desde aquel lugar en
frente de Atenas.
IV
Pero Jerjes, tras atacar las Termópilas,
se acercó inmediatamente por Atenas y al no encontrar defensores, mató a los
sacerdotes, que había encontrado en la ciudadela, y la destruyó con un
incendio. Como muchos soldados de la
armada, aterrados con la noticia de este incendio, no se atrevieran a esperar al enemigo
y, ante los ruegos de la mayoría
para que se retiraran a sus casas y se defendieran entre las murallas,
Temístocles fue el único que se opuso y decía que todos juntos podían sufrir
las mismas consecuencias, les aseguraba que perecerían en la dispersión y
aseguraba que esto mismo acontecería a Euribíades, rey de los
lacedemonios, que estaba al frente del
mando supremo. Y no pudiendo reducirle como el quería, envió al rey, de noche,
al que tuvo por más fiel de sus siervos, para
comunicarle de su parte que los adversarios pensaban huir; y, si estos se desunían, con mayor
trabajo y en un tiempo más largo se
terminaría la guerra, si obligaba a
perseguirlos uno a uno; y si, en seguida, los atacaba, en breve tiempo, a todos
aplastaría. Con estos argumentos se valía para obligarlos a combatir aun cuando no quisiesen. Tras
escuchar este asunto, el bárbaro, creyendo que no se escondía ningún engaño, al
día siguiente en un lugar muy perjudicial para el y muy favorable para los enemigos, entabló
combate en el mar tan estrecho qque no pudo desplegar la gran cantidad de sus
naves. Por eso, fue vencido más por la
astucia de Temístocles que por la armas de Grecia.
V
Aunque a Jerjes no le había salido bien la empresa, sin embargo le habían quedado tantas
tropas que podía vencer, incluso con estas, a los enemigos. Por segunda vez, le hizo dejar
el puesto que había ocupado. Pues Temístocles, con el temor de que perseverara
en guerrear, le hizo saber que se
trataba de cortar el puente, que aquel había construido en el Helesponto y de
impedirle que volviese a Asia, y así se
lo hizo creer. De esta manera, por mismo el camino, en que había gastado seis meses, regresó a Asia
en menos de 30 días y consideró que Temístocles no lo derrotó , sino que lo salvó. De este modo, por tan sólo la
prudencia de Temístocles Grecia fue
liberada y Asia cedió a Europa. Esta es la segunda victoria que podría
compararse con la de Maratón por el trofeo. . Pues de igual modo cerca de
Salamina por un pequeño número de naves fue derrotada la más grande armada de
naves enemigas desde el mundo es mundo.
VI
Temístocles se mostró en esta guerra y no menos
importante en tiempos de paz. Pues,
como los atenienses usasen el puerto de
Falereo que no era capaz ni apropiado,
por su consejo se hicieron tres muelles en el puerto del Pireo y cercado
de un muro muy espacioso. De modo que igualaba en la magnificencia a la ciudad misma
y la hacía superior en utilidad. El
mismo levantó las murallas de Atenas por
el principal peligro que les amenazaba. Pues los lacedemonios habiendo hallado
suficiente motivo a causa de las
correrías de de los bárbaros, para decir que no convenía que ninguna ciudad tuviera muralla fuera del
Peloponeso, intentaron impedir que los atenienses lo construyesen. Esto miraba a cosa muy diferente y de lo que
querían dar a entender . Pues, los atenienses
habían conseguido una fama tan grande con las dos victorias de Maratón y
Salamina entre todos los pueblos, que
los lacedemonios creían que tendrían guerra con aquellos sobre el
mando de las cosas. Por esta razón,
querían que aquellos fueran los menos poderosos
que hubiera. Y, después que supieron de oídas que se levantaban los muros, enviaron legados a
Atenas para impedir que los hiciesen. Ante la presencia de estos, dejaron de
continuar la obra, y les dijeron que ellos mismos les enviarían
legados sobre este asunto.
Temístocles tomó a su cargo la delegación y marchó en primer lugar; y ordenó que los
restantes legados salieran en el momento cuando la altura del muro pareciera
que estaba muy adelantada. Dio la orden que
todos a una, los esclavos y los que no lo eran, hiciesen la cobra sin
dejar edificio alguno, ya fuera sagrado o profano, ya particular o público, que
considerasen idóneo para hacer muralla. Por eso, los muros
de Atenas se componían de
materiales que habían sacado de lugares sagrados y las sepulturas.
VII
Por otro lado, Temístocles, cuando llegó a Esparta, no quiso presentarse a los magistrados y procuró dilatar el tiempo de hablarle lo más que podía, dando por disculpa que esperaba a sus compañeros. Al quejarse los lacedemonios de que con todo continuaba la obra y, con este pretexto, el intentaba engañarlos, en el intermedio los legados llegaron. Habiendo oído a sus compañeros decir que poco faltaba para concluir las fortificaciones, se presentó ante los éforos de los lacedemonios, los cuales tenían el supremo mando , y ante ellos afirmó con tesón que era falso cuanto les habían dicho: que, por esta razón, que era justo que los lacedemonios enviaran unos varones buenos y de distinción, en quienes se pudiese confiar , para explorar este asunto, y , mientras tanto, los tuviesen como rehenes. Se conformaron con lo que decía, y tres delegados, que habían tenido los mayores empleos, fueron enviados a Atenas. Con estos Temístocles ordenó que marcharan sus compañeros y les avisó antes que no los dejasen salir de Atenas antes que le dejasen en libertad. Después que creyó que habían llegado a Atenas se presentó ante el magistrado y senado de los lacedemonios y dijo con la mayor libertad en presencia de ellos: que por consejo suyo, lo que podían hacer por el común derecho de los pueblos, habían cercado de murallas los atenienses a los dioses públicos, a los dioses de su patria y a los penates, para poder más fácilmente defenderse de los enemigos, y que no lo habían hecho tratándose de que no fuera provechoso para Grecia. Pues la ciudad de los atenienses se había opuesto como antemural contra los bárbaros, junto a la cual ya dos veces había sido vencida la armada de los reyes.Y, por otro lado, los lacedemonios se comportaban con malas intenciones y con injusticia, pues más bien miraban por ser los que dominaran a que aquello fuera provechoso a toda Grecia. Por esta razón, si querían recobrar los embajadores, que habían enviado a Atenas, le pusiesen a él en libertad, y de otro modo, que si no lo hacían, aquellos nunca regresarían a la patria.
VIII
Con todo no quedó Temístocles libre de
la envidia de sus paisanos. Pues por el
mismo temor, con el que había sido
condenado Milcíades, desterrado de la ciudad por los votos del ostracismo, se
fue a vivir a Argos. Como quiera que éste viviera, gracias a las grandes virtudes suyas, con
ostentación, los lacedemonios enviaron
legados a Atenas para acusarlo en su ausencia de que había hecho alianza con el
rey Persa para aplastar Grecia. En su ausencia, fue condenado por este delito
de alta traición. Cuando supo por oídas esto,
que no se veían bastante seguro en Argos, , marchó a Corcira. Como se
hubiese dado cuenta de que los principales de aquella ciudad temieran que, por
su culpa, los atenienses declararan la
guerra a los lacedemonios, se retiró huyendo
junto a Admito, rey de los
molosos, con el que tenía adquirido derecho
de hospitalidad. Habiendo llegado a este lugar y a la sazón estando ausente el
rey, para procurar que fuera recibido con el mayor respeto, se asió de la hija pequeña del rey y con ella se metió en un lugar sagrado. De aquel lugar no salió
antes de que le diese su real palabra de ampararlo dada su mano derecha, la
cual cumplió. Pues como los lacedemonios y los atenienses lo reclamasen en
nombre del Estado al rey Admito, no se los entregó al que se había puesto bajo
su real protección y le advirtió que mirase por sí mismo: pues le recordó
que era difícil que pudiera vivir en un
lugar tan cercano y seguro. Por eso, ordenó
que se le llevase a Pidna, y le entregó la escolta necesaria. Este, sin
saberlo los marineros, se embarcó en una nave.
Como esta fuese arrastrada por una grandísima tempestad hacia Naxos, en
donde por aquel tiempo estaba el ejército de los atenienses, Temístocles se dio
cuenta de que, si hubiese llegado allí, perecería a manos de aquellos. Obligado
por estas circunstancias, declaró al capitán
de la nave quién era con la promesa de que le daría muchas ofertas si le
libraba. Pero, aquel compadecido de este famoso varón,
mantuvo la nave ancorada en alta mar durante un día y una noche lejos de la
isla, y no permitió salir a nadie de ella. Desde allí llegó a Éfeso, y allí
puso en tierra a Temístocles. A este, por sus servicios le dio gran
cantidad de dinero posteriormente.
IX
Sé que la mayoría de los escritores habían escrito que Temístocles, bajo el
reinado de Jerjes, pasó a Asia. Pero yo confío más en Tucídides que, más
cercano al tiempo de aquellos, que
dejaron la historia de aquellos tiempos,
y fue de su misma ciudad. Pues este dice que el llegó ante la presencia
de Artajerjes y le envió una carta con estas palabras: “Yo, Temístocles, me he
presentado ante ti, yo que de todos los griegos he causado muchísimos males a tu casa, cuando
fue necesario combatir contra tu padre y defender mi patria. Yo mismo he hecho
muchas más cosas buenas, cuando yo mismo
comencé a estar seguro y aquel en peligro. Pues, como quiera que aquel quisiese regresar a Asia tras finalizar el combate de Salamina, a
través de cartas le informé de que se tratar
de cortar el puente, que él había
construido en el Helespeonto, y de estar
rodeado de los enemigos, de modo que con aquel mensajero fue liberado. Ahora he
venido huyendo hasta ti, y `perseguido por toda Grecia, vengo pidiendo tu
amistad; si la lograra , no menos , hallarás en mí un tan buen amigo como
Jerjes halló un valeroso enemigo. Te ruego que
me des un año para tratar de estos asuntos que quiero
tratar contigo, y , pasado este tiempo me permitas llegar a tu presencia”.
X
El rey, admirando la grandeza de ánimo y
deseando se le hiciese amigo de un varón
de tal catadura, le concedió lo que pedía. El se dedicó todo aquel tiempo a la
literatura y a la lengua de los persas, se hizo tan conocedor de estos que se dice que habló ante el rey con mucha
más facilidad que podían aquellos que habían nacido en Persia. Como este
hubiese prometido muchas cosas al rey y, lo que era muy grato para aquel, a
saber, que si quisiera valerse de sus
consejos, aplastaría Grecia con la
guerra, habiéndole hecho Artjerjes
muchas mercedes y regalos, regresó a Asia y determinó vivir en Magnesia. Pues
el rey le había hecho donación de esta ciudad, la cual le daría para pan-la
cual región recaudaba cada año cincuenta
talentos-; Lampsaco de donde sacaría el vino; Minta con la cual tendría para el
plato. Para recuerdo suyo se levantaron dos monumentos, un sepulcro cerca de
Atenas en el que está sepultado, y una estatua en Magnesia. Sobre su muerte la
mayor parte escribieron de diferentes modos, nosotros seguimos a Tucídides , el
más famoso escritor, que dice que murió en Magnesia por enfermedad y afirma que no hay noticia de que hubiera tomado veneno por su propia cuenta, porque estaba desesperado de no haber podido
cumplir aquellas cosas que había prometido al rey.
El mismo dejó escrito que sus huesos
fuesen sepultados ocultamente en Ática por sus amigos, porque estaba prohibido
por las leyes al ser condenado de alta traición.
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