El lacedemonio Agesilao no sólo fue
alabado por todos los más escritores sino también por el socrático Jenofonte;
pues mantuvo muy estrecha amistad con él. Este, en primer lugar, tuvo una disputa sobre el reino con su sobrino
Leoticide (pues los antepasados de los lacedemonios se habían acostumbrado a
tener siempre dos reyes, -más de nombre
que de mando-, de las dos familias de Proclo y Eurístines, los que fueron los
principales reyes de Esparta descendientes del linaje de Hércules). No se
permitía que se hiciera rey ocupando el sitio de una familia de estos por el de
la otra. Primero, cuidaban que
fuera el primogénito, que hubiera nacido
de los hijos del rey que hubiera
muerto reinando; si este no hubiera dejado hijo varón, entonces era elegido el
que pariente más cercano por
consaguinidad. Murió el rey Agis, hermano de Agesilao, al Leoticides no había
reconocido por hijo en vida de rey; pero lo reconoció por tal hijo en el artículo de la muerte. Este
compitió sobre el mando de rey con su tío Agesilao, y no consiguió lo que pretendió. Pues con el
sufragio de Lisandro, hombre enredador, como dijimos anteriormente, y poderoso
en estos tiempos, Agesilao fue preferido.
II
Agesilao, al mismo tiempo que tomó las
riendas del gobierno, persuadió a los lacedemonios a que enviasen los ejércitos a Asia y declarasen la guerra
al rey haciendo ver que era mejor luchar
en Asia que en Europa. Pues se había extendido la noticia de que
Artajerjes preparaba la armada y los
ejércitos de a pie para enviarlos a Grecia. Una vez habiéndoselo
permitido, lo hizo con tanta rapidez que llegó a Asia con las tropas
antes que los reyes sátrapas supieran que había salido. Por lo cual, consiguió
que cogió a todos sin preparar y
desprevenidos. Cuando Tisafernes supo esto, que, por entonces tenía el más alto
mando entre los generales del rey, pidió
una tregua al lacedemonio, simulando que procuraba llegar a un acuerdo entre
los lacedemonios con el rey, pero realmente era para preparar las tropas y consiguió una tregua de 3 meses. Mas, cada uno juró que mantendría las treguas sin
engaño alguno. Aunque el lacedemonio se daba cuenta de esta situación, sin embargo mantenía el
juramento y decía que el mismo conseguía mucho tratándose del aplazamiento,
porque andaba refiriendo que, por el contrario, Tisafernes se enemistaba con
las gentes y con su mala fe, provocaría
que los dioses se irritasen contra él;
sin embargo, el mismo, siendo fiel al juramento de la tregua, daba
ánimos a su ejercito , viendo este que
el poder de los dioses estaban de su parte,
y que los hombres se le hacían más favorables, porque
solían apoyar a aquellos que veían
mantener la lealtad.
III
Después que pasó el último día de la
tegua, el bárbaro Tisafernes no dudando
que- porque la mayoría de las casas y posesiones estaban en Caria y esta región se consideraba mucho más rica
en estos tiempos- los enemigos la atacarían con mucha más fuerza por estas razones, había
retraído todas las tropas a aquel lugar.
Pero Agesilao se retiró a Frigia y la arrasó antes que Tisafernes se
trasladara hacia alguna parte. Luego, hizo regresar al ejército a Éfeso para tomar los cuarteles de invierno
tras engordar a sus soldados con un gran
botín. Y, una vez establecidos talleres para hacer armas allí, preparó al
ejército con gran diligencia. Y para armarse los soldados con más gusto y
equiparlos con más ostentación, propuso premios, para premiar a los artífices, que más se
esmerasen en el trabajo de las armas. Hizo
lo mismo en los diversos tipos de
ejercicios, para atraerse con grandes regalos a los que hubieran sobresalido
sobre los demás. Con esto logró tener el
ejército más equipado y disciplinado.
Como le hubiera parecido bien a este sacar las tropas de los campamentos de
invierno, consideró que los enemigos no lo creerían si publicaba a la vista de todos adónde había de
dirigir su marcha, y que no dudarían en que aquel haría otra cosa diferente a
la que había publicado. Así, aquel habiendo dicho que marcharía a Sardes,
Tisafernes creyó conveniente que debía
defender a la misma Caria. Como le
hubiera salido falso su juicio y se hubiese visto vencido por su consejo, marchó ya tarde a socorrer los suyos.
Pues, habiendo venido a aquel lugar, Agesilao, tras haber conquistado ya muchos lugares, se
había apoderado de un gran botín. Pero
el lacedemonio, considerando que los enemigos le superaban en caballería, nunca le dio posibilidad de hacerle frente en
campo abierto y trabó combate en
aquellos lugares, en donde sus tropas de a pie fueran más fuertes. Por
lo cual, derrotó a tropas mucho más
numerosas de los enemigos y se portó en Asia de tal manera que se consideró,
según la opinión de todos, vencedor, siempre tuvo algún encuentro .
IV
Teniendo ya determinado marchar contra los persas y atacar al propio
rey, le vino un mensajero de Esparta de orden de los éforos, diciendo que los
atenienses y los beocios le habían declarado la guerra a los lacedemonios; por
este motivo que no dudara en regresar. En este asunto, no menos debe ser alabado su amor respecto a la patria que su valor bélico, y aunque este estaba al
frente de un ejercito vencedor, y
tenía una gran confianza de apoderarse del reino, con tan gran modestia obedeció a los mandatos de los magistrados que estaban
lejos, como si hubiese sido uno más en
Pero volvamos al asunto. Agesilao antepuso
la buena reputación a conseguir un reino
muy espléndido y tuvo por mayor gloria el haber obedecido a las órdenes de la
patria que el haber conquistado Asia. Pues con este plan pasó las tropas por el
Helesponto y lo hizo tan rápido que, lo
que Jerjes había recorrido en el discurso de un año, este lo pasó en 30 días.
No estando ya lejos del Peloponeso, los atenienses y los beocios y los
demás aliados intentaron cortarle el
paso, junto a Coronea; a todos estos
derrotó en un duro combate.
La principal alaban
za de esta victoria fue el hecho de que la mayoría se habían lanzado huyendo al templo de Minerva y él preguntando qué quería que se les hiciera a estos, aunque había recibido algunas heridas en este combate y parecía airado con todos los que había tomado las armas en contra de él, sin embargo prefirió el respeto del templo a la ira y mandó que no se les hiciera daño. Y no solo hizo esto en Grecia, para respetar los templos de los dioses, sino también, entre los bárbaros, mantuvo todos sus templos y altares dentro del más alto respeto. Y así decía públicamente que se extrañaba que no se considerara entre los sacrílegos, a los que habían dañado a sus suplicantes, o que se les impusieran castigos menos graves a los que entibiaban la devoción que a los que expoliaban los templos.
V
Tras este combate, toda la guerra se entabló junto a Corinto y
de esta manera fue llama Guerra Corintia.
Como aquí , en un solo combate de la batalla, hubiesen matado a 10.000 soldados
bajo la jefatura de Agesilao, y las
fuerzas de los enemigos parecieran quedar debilitadas con este hecho, estuvo tan lejos de ufanarse con la gloria de
esta victoria que se compadeció de la desgracia de Grecia, porque muchos habían caído en tal cantidad vencidos por si
mismos debido a la obstinación de los
enemigos: `pues decía que con aquella
gente de Grecia, si hubieran seguido más cuerdos consejos, hubieran podido dar castigo
a los persas. Habiendo encerrado el mismo a los adversarios dentro de las murallas y muchos exhortándole que se atacara Corinto, dijo que esto no convenía a su valor
alegando que el era un hombre que
obligaba a los que se rebelaban a que volviesen a ser obedientes, pero no el
que destruyese las más importantes ciudades de Grecia. Y les dijo: Dijo: “Pues, si queremos acabar con aquellos que
militaron con nosotros en contra de los bárbaros, nosotros mismos nos
destruiremos, sin que les cueste trabajo a los persas. Hecho esto, sin trabajo, cuando quieran , nos oprimirán”.
VI
Mientras pasaban estas cosas, aconteció aquella famosa derrota de los
lacedemonios en las cercanías de Leuctra. A donde para no marchar, como fuese instado por los demás a que
saliese a aquella campaña y como si adivinase el mal suceso que habían de tener
los lacedemonios, no quiso salir. El mismo, como Epaminondas atacase Esparta y estuviera la ciudad sin
murallas, se ofreció como un jefe de tal valentía que,
en aquella ocasión, vieron todos
que, si no hubiera sido por Agesilao, que no existiría Esparta.
Pues, ciertamente en esto su presteza de
consejo salvó a todos. Pues, como
algunos adolescentes, aterrados por su llegada de los enemigos, quisiesen huir
junto a los tebanos y hubiesen tomado un lugar elevado fuera de la ciudad,
Agesilao, puesto que veía que esto sería lo más pernicioso, si se hubiera
advertido que alguno intentaba pasarse a
los enemigos, llegó con los suyos a aquel sitio
y , como si lo hubieran hecho con
buena intención, alabó esta determinación, por el hecho de que habían ocupado
el cerro, comentándoles que el se había
dado cuenta de que esto debía ser hecho también. Así, simulada la alabanza,
volvió a ser suyos a los adolescentes y aseguró aquel sitio tras engancharlos como compañeros de los suyos. Pues los
adolescentes, habiendo aumentado con
muchos de aquellos que no sabían la mira de ocupar el cerro, no se atrevieron a
moverse y con tanto más gusto porque pensaban que ellos
no sabían sus ideas.
Sin duda, tras la batalla de
Leuctra, los lacedemonios nunca más levantaron cabeza ni recuperaron el antiguo imperio, no desistiendo nunca Agesilao, entretanto., de ayudar a su patria en cualquier cosa que
podía. Pues como los lacedemonios estuvieran indigentes principalmente de
dinero, el acudió en ayuda de todos los que se
habían conjurado contra el rey persa; el
recibiendo dinero de estos con
ello levantó la patria. Y, en este
hecho, en primer lugar fue admirable en él
aquello, a saber, que, habiéndole enviado muchos regalos los reyes, gobernadores dinastas y las ciudades, no se llevó nada a su casa, ni cambio su forma de vivir y vestir de
espartano. Estuvo contento en su casa, la misma que Eurístenes , progenitor de
sus mayores, había frecuentado; el que
entraba a esta, no podía ver ninguna señal de ostentación, ni de lujo, por el
contrario, podía ver las más importantes
muestras de templanza y desinterés. Pues, estaba alhajada de tal modo que en ninguna
cosa difería de cualquier persona sin fortuna
y corriente.
VIII
Y este fue un varón tan importante, así
como le había protegido la naturaleza en
concederle las virtudes del alma, del mismo modo la tuvo en formar su cuerpo.
Pues fue de estatura baja y cuerpo pequeño y cojo de uno de los pies. Este
hecho, pues, le aportaba alguna deformidad, y los que no lo conocían., lo
despreciaban al ver su cara; pero los
que conocían sus virtudes, no podían sentir mayor admiración.
Esto lo
experimentó, cuando a la edad de 80 años
marchó a Egipto en ayuda de Tacón
y se acostó sin techo alguno con los suyos en la orilla del mar, y tuvo
una cama tal, cual la tierra estuviese cubierta de
rastrojos y no más que una piel colocada encima
sobre ésta, y allí mismo todos
sus compañeros se acostaron con él, con
un humilde vestido y gastado, de tal modo que sus vestimentas no lo
significaban como ningún rey entre estos, sino que tampoco presentaba sospecha
alguna de que sus hombres fueran muy
dichosos. Habiendo sido llevada la noticia sobre su llegada a los ministros del
rey, rápidamente le trajeron regalos de toda la chales hacia aquel lugar.
Preguntando estos por Agesilao, apenas pudieron creer que podría ser uno de los
que estaban acostados. Como estos le hubiesen
dado las cosas que habían traído de
parte del rey. Agesilao, excepto la
carne de ternero y otras cosas de este tipo de platos, que entonces necesitaba,
no aceptó nada; repartió ungüentos, coronas,
y los postres a sus siervos y ordenó que se devolvieran el resto de las
cosas. Hecho esto, los bárbaros de Egipto lo despreciaron más, porque pensaban
que el había preferido aquellas por no saber distinguir las buenas cosas. Este,
regresando a Egipto, recibiendo
donaciones de 220 talentos por parte del rey Nectanebes, para
que las repartiese a su pueblo
como regalo y habiendo llegado al
puerto, , que se llama Menélao, yaciendo entre Cirene y Egipto, murió habiendo caído en una enfermedad. Allí,
los amigos para poder transportarlo mejor a Esparta, porque no tenían miel, lo
envolvieron en cera y así
llevaron su cadáver a Esparta.
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