Aníbal, hijo de Hamílcar, era cartaginés. Si es verdad, lo que nadie duda, que el pueblo romano ha derrotado a todos los pueblos, no se puede negar que Aníbal ha aventajado a los demás generales en sabiduría, tanto cuanto el pueblo romano aventajaba a todas las demás naciones en poderío. Pues, cuantas veces Aníbal peleó contra los romanos en Italia, siempre salió vencedor. Y, si no le hubiesen cortado los vuelos por la envidia de sus paisanos, parece que hubiera podido vencer a los romanos. Pero la mala voluntad de muchos derrotó el valor de
uno solo. Pues este
mantuvo el odio eterno contra los romanos como si lo hubiera recibido por
herencia, de tal manera que antes perdería
la vida que jamás dejaría de
luchar contra el pueblo romano, aún habiendo sido expulsado de su patria y
estando falto de recursos extranjeros.
II
Pues, para omitir a Filipo, al que, en
su ausencia, convirtió en enemigo de los
romanos, Antíoco fue el rey más poderoso de todos en aquellos tiempos. Tuvo
tanta influencia en que éste ansiara tanto combatir contra Italia que intentó
hacer las la guerra hasta desde el mar Rojo. Como unos legados romanos se
hubiesen presentado ante Antíoco, para conocer sus intenciones y procurasen,
con planes clandestinos, poner a Aníbal en
sospecha con el rey, esforzándose a
que, como ellos le habían sobornado,
era ya era de otro parecer, y como hubiesen logrado su intento los embajadores
romanos; y hubiese notado Aníbal que el
rey no comunicaba con él secretas
determinaciones, entró a hablar con el rey aprovechándose de la ocasión que se le ofrecía, y , habiéndole recordado
muchas cosas acerca de su fidelidad y odio contra los romanos, añadió a todo lo que había dicho al rey ,
también y dijo :
“Mi
padre Hamílcar, siendo yo niño como nacido no mas de 9 años, marchando como jefe
a España desde Cartago hizo un sacrificio a Júpiter Optimo Máximo. Mientras se
hacía este acto de culto divino, me
preguntó si quería marchar con él a
campaña. Habiéndolo oído con agrado y habiendo empezado a pedirle si dudaba
llevarme, entonces el dijo:
Lo haré, si me juras lo que te pido. Al
mismo tiempo que me condujo al altar, junto al cual había dispuesto hacer el
sacrificio y me mandó reteniéndome una vez apartados los demás, hacer el juramento de que nunca yo había de
tener amistad con los romanos. Yo he mantenido
este juramento dado a mi padre hasta esta edad de modo que nadie debe dudar que yo, en adelante no siga
con el mismo odio. Por esto, si
has pensado tener alguna amistad con respecto a los romanaos, habrás obrado prudentemente en no comunicarme
tus planes; mas si determinas hacerle la guerra, te engañarás a ti mismo si no
me dieras el mando de ella.
III
Por eso, con esta edad, con la que
dijimos antes, Aníbal marchó con su
padre a España. Tras la muerte de su
padre, una vez entrado a mandar el ejército Asdrúbal, se puso al frente de toda
la caballería. Tras la muerte de Asdrúbal, el ejército puso el mando supremo en
sus manos. Esta noticia, una vez
comunicada a Cartago, se
confirmó por la autoridad del pueblo. De esta manera, Aníbal hecho general sin
tener 25 años, en los tres años
siguientes a la elección sometió a todos los pueblos de España con la
guerra, conquistó por la fuerza Sagunto,
ciudad federada, y equipó tres grandes ejércitos.Uno de estos lo envió
a África, otro con su hermano Asdrúbal dejó en España, el tercero le
llevó consigo a Italia. Pasó por los montes Pirineos. Por donde quiera que
marchó, combatió contra todos sus
habitantes: no dejó a nadie atrás salvo que quedara derrotado. Después que
llegó a los Alpes, que separan Italia de
IV
Antes había entrado en combate Publio
Cornelio Escipión junto al Ródano y lo había derrotado. Con este mismo, en Clastidio
combatió en las proximidades del río Po, y lo hizo salir de allí herido y teniendo que huir. Por
tercera vez, el mismo Escipión con su compañero Tiberio Longo se enfrentó con Aníbal junto a
Trebia. Aníbal entabló combate
contra estos dos; y a uno y otro
derrotó. Desde allí, pasó el Apenino a través de los ligures dirigiéndose a
Etruria. En este camino se vio afectado
por una grave enfermedad ocular hasta tal punto que nunca después le sirvió el
ojo derecho. Como quiera que le molestase
entonces este mal de ojos y fuese llevado en una litera, metió en una emboscada al cónsul Cayo Flaminio junto con su ejercito cerca de Trasimeno y lo mató; y no mucho
después al propretor Cayo Centeno que
ocupaba el paso con una elegida tropa. Después de esto, llegó a Apulia. Allí vinieron dos excónsules a su
encuentro, Cayo Terencio y Lucio Emilio. Puso en fuga a los ejércitos de uno y
otro en un sólo combate, mató al cónsul Paulo y, además, a algunos excónsules, entre estos Cneo Servilio Gemino, que había sido cónsul el año anterior.
V
Terminada esta batalla, marchó a Roma sin haber quien le hiciera resistencia. Se detuvo en los
montes cercanos a la ciudad. Como durante algunos días hubiera tenido allí el
campamento y regresara a Capua, el
dictador romano Quinto Fabio Máximo se
enfrentó a él en el campo de Falerno.
Aníbal se vio encerrado por los desfiladeros,
y libro de este peligro, de noche sin recibir daño alguno; y engañó
a Fabio, y eso que era un
astutísimo jefe. Pues, avanzada la
noche, incendió unos sarmientos atados en los cuernos de los novillos e introdujo una gran multitud de este
ganado esparcida sin orden. Ante la
presencia de este espectáculo repentino, se metió un terror tan grande al ejército
romano que nadie se atrevió a salir. Tras este hecho, puso en fuga, durante
muchos días, a Marco Minucio Rufo, jefe de caballería y dictador con igual mando que Fabio, que había sido llevado al combate por engaño.
A Tiberio Sempronio Graco, dos veces cónsul, habiéndole hecho caer en una emboscada lo mató en Lucania sin estar
presente el propio Aníbal. Mató a Marco Claudio Marcelo, cinco veces
cónsul, de igual modo junto a Venusia.
Largo es enumerar todos los combates. Por esto,
una sola cosa bastaría que sea dicha,
de la que se pueda entender
cuánto el fue: mientras que el estuvo en
Italia, nadie le resistió en la línea de
combate, nadie le puso campamento en campo abierto después de la batalla de Cannas.
VI
Sin ser derrotado, desde aquí fue o
vuelto a llamar para defender a la patria. Llevó a cabo la guerra contra el
Publio Escipión hijo de aquel Escipión, al que el mismo Aníbal había puesto en fuga, primero junto al
Ródano, luego junto al río Po; y en tercer lugar junto a Trebia. Con éste, exhaustos ya los recursos de su patria, deseó
ajustar la paz en aquellas circunstancias, para combatir después con
mayor vigor. Concurrió al tratar el ajuste de la paz y no llegó a un acuerdo sobre las
condiciones. Tras este hecho, pocos días después, junto a Zama, peleón contra el mismo Escipión. Echado de allí- lo
que es increíble de decir- durante dos días y dos noches llegó a Adrumeto, que
está alejada a 300.000 pasos de Zama. Durante esta huida, los númidas, que se habían escapado
huyendo del combate junto con Aníbal,
le armaron una emboscada; de estos
no sólo escapó, sino también los derrotó. Recogió los fugitivos que
habían quedado en Hadrimeto; y con
nuevas levas, junto a muchos, unos pocos días después.
VII
Como Aníbal se hubiese ocupado en
prepararse con mayor conato y diligencia para la guerra, los cartagineses
hicieron la paz con los romanos. Aníbal,
no obstante, se mantuvo en el mando y
llevo a cabo la guerra en África-y lo mismo hizo su hermano Magón - hasta el consulado de Publio Sulpicio
y Cayo Aurelio. Pues., siendo estos los cónsules, unos legados cartagineses vinieron a Roma
para darlas gracias al Senado y al pueblo romano, porque habían hecho la paz
con estos y , por este motivo, a
regalarle una corona de oro
y, al mismo tiempo, pedirles que los rehenes se quedasen en Fregela y se les
devolviesen los cautivos de guerra.Se
les respondió de orden del senado que agradecían y aceptaban su
regalo que los rehenes estarían en el
lugar que pedían que no darían libertad a los prisioneros, porque mantenían a
Aníbal, por cuya causa se había emprendido
la guerra como el mayor enemigo para el nombre romano, todavía con mando y a
su vez su hermano Magón. Oída esta respuesta, los cartagineses llamaron a
Aníbal y Magón a Cartago. Cuando regresó a la ciudad, fue hecho rey, después que había sido pretor en el año 22.;
pues, como en Roma eran elegidos dos
cónsules cada año, así en
Cartago dos reyes. En ese cargo se
comportó Aníbal con la misma diligencia
que había estado en la guerra. Pues hizo que no solo hubiera dinero, que
debería ser pagado a los romanos de acuerdo con el pacto, con los nuevos
impuestos, sino también que sobrara para
reponerse en el erario. Una año después, siendo cónsules Marco Claudio y Lucio Furio, vinieron unos embajadores
desde Roma a Cartago, Aníbal, pensando
que estos habían sido enviados para reclamar que se lo entregaran a Roma, antes de que se les diese audiencia del senado de los cartagineses; embarcó en una
nave a escondidas y huyó a Siria junto a Antíoco. Hecho público o esto, los
cartagineses enviaron dos naves, para
alcanzarle, por si podían conseguirlo, le confiscaron sus bienes, derribaron su
casa desde sus cimientes, y lo
declararon un desterrado.
VIII
Pero Aníbal, tres años después de que había huido de su país, bajo el consulado
de Lucio Cornelio y Quinto Municio, arribó con 5 naves a África en los
confines del país de los cireneos, por si pudiese inducir
a los cartagineses a la guerra apoyado
en la lealtad y con esperanza
puesta en Antíoco, a quien había
ya persuadido a que marchara con
sus ejércitos contra Italia. Hizo venir a su hermano Magón hasta
Cierne. Cuando los cartagineses se enteraron de esto castigaron a Magón en su ausencia con la
misma pena de destierro que a su hermano Aníbal. Como Aníbal y Magón, , con la
esperanza perdida en este plan, se
hubiesen echado a la mar y hubiesen entregado las velas a los vientos, Aníbal llegó junto a Antíoco. Sobre la muerte
de Magón, doble recuerdo quedó mientras pasaba lo anterior. Dejaron escrito, unos, que murió en un naufragio; otros, que los siervos
suyos lo mataron. Pero, si Antíoco hubiese querido obedecer a los planes de Aníbal en hacer la guerra tanto
como había empezado a asumirla, hubiera luchado sobre lo más importante del
imperio más cerca del Tíber que del
estrecho de las Termopilas. Aunque
consideraba que este intentaba hacer muchas cosas absurdamente, sin embargo no
lo abandonó. Se puso al frente de unos pocos, con las naves, que se había
ordenado traer desde Siria a Asia,
y con estas pocas combatió contra la armada de los rodios en el
mar de Panfilia. Como los suyos fuesen derrotados por una multitud de adversarios, él mismo salió vencedor en el ala por donde llevó a cabo la lucha.
Puesto en fuga Antíoco, Aníbal temiendo que lo entregara, lo que sin duda hubiese acontecido, si se le
hubiese fiado de Antíoco, vino a Creta
cerca de los Gortinos, con el fin de considerar allí a
dónde se iría. Pero el varón más astuto de todos se dio cuenta
de que
se encontraría en el peligro más grande, a no ser que ser que se hubiera
previsto alguna argucia, a causa de la
avaricia de los cretenses; pues llevaba consigo gran dinero consigo,
sobre el cual sabía que había corrido la voz.
Así pues tomó el siguiente plan. Llenó unas ánforas con plomo, y
tapó las más grades de oro y plata. Las
coloca en el templo de Diana ante la
presencia de los principales, simulando que él confiaba sus fortunas a la
lealtad de estos. Tras ser engañados
estos, llenó las estatuas de
bronce, que llevaba consigo, con todo su dinero y las arrojó en el patio de su casa.
Los gortinos las custodian con gran preocupación el templo no tanto de
los demás como de Aníbal, temiendo que este, sin darse cuenta ellos, se las
quitara y llevara consigo.
X
Así conservadas sus cosas, el cartaginés llegó
al rey Prusias junto al Ponto teniendo engañados a los cretenses. En cuyo
trato mantuvo el mismo espíritu hostil
con respecto a Italia y no hizo otra cosa que armar al rey y ejercitarlo contra
los romanos. Viendo que este era menos
poderoso por las de riquezas de su país, trataba de atraerse a los demás reyes y
hacía aliados con las naciones belicosas. Disentía del rey de
Prusia Eumenes, rey de Pérgamo. Este, muy amigo de los romanos, y llevaba la guerra entre Prusia y Pérgamo por
mar y también por tierra. Pero Eumenes era mucho más importante por tierra y
por mar gracias a la alianza con los
romanos. Por eso, Aníbal deseaba cada vez más derrotarlo. Si lo hubiese quitado
de en medio, pensaba que los demás planes les serían más fáciles para atraerse
a los otros reyezuelos. Para matarlo inició este plan. Había de darse dentro de
pocos días una batalla naval. Aníbal quedaba superado por la cantidad de naves
de los adversarios; por eso tenía que luchar con ardides de guerra al
encontrarse en desigualdad con respecto a
las armas. Mandó que se recogiese un gran número de serpientes vivas y
se metieran en unas vasijas de arcilla. Como hubiese conseguido una gran
número, en el mismo día, en el que tenía
que lucharse en el combate naval,
convocó a los soldados de la armada y les ordenó que todos a la vez
acometiesen sólo a la del rey Eumenes,
pues, por lo demás, tan sólo bastaba de
defenderse del resto de las naves; además,
les ordenó que ellos conseguirían esto con una gran cantidad de
serpientes. Que el propio Aníbal haría
que supieran en qué nave el rey era transportado. Que, si lo capturasen matasen, les prometió que premiaría darles
muchos premios.
XI
Hecha tal exhortación de los soldados,
los dos sacaron cada uno su armada para dar la batalla. Dispuesta la línea de
combate de cada una de estas, antes de que se diese la señal de lucha, para
hacerles ver claramente a los suyos, en
qué lugar estaba Eumenes, envió un mensajero
en una barquilla con un caduceo o señal de paz. Cuando este llegó a las
naves de los adversarios y mostrando la carta, manifestó que el buscaba al rey,
porque nadie dudaba de que era algún escrito sobre la paz. El mensajero, una
vez descubierta la nave del rey, desde
ella misma regresó, y se retiró junto a los suyos. Pero Eumenes, abierta la
carta, no encontró nada en ella, a no ser aquellas cosas que se
referían para reírse de él. Aunque se sentía extrañado del motivo de esta carta
y no encontraba nada, sin embargo no dudó entablar el combate. En el
encuentro de estos, todos los bitinios todos, por el mandato de Aníbal, atacaron la nave de Eumenes. El rey no
pudiendo sostener apenas el ataque, se salvó huyendo; no lo hubiera conseguido,
si no se hubiese retirado dentro de sus guarniciones, que habían sido colocadas
en el cercano litoral. Como las restantes naves de Pérgamo oprimiesen a los
adversarios con más acritud, de repente empezaron a lanzar hacia ellas los
vasos de arcilla de las que hicimos mención anteriormente. Estas vasijas, que fueron lanzadas a sus
naves, al principio concitaron a la risa
de quienes luchaban, y no podían
comprender porqué hacían esto los enemigos. Pero después que
vieron todas sus naves quedaron repletas de serpientes, despavoridos por esta
estratagema, porque no veían cómo
quitárselas de encima más pronto posible, volvieron las naves y se retiraron a
sus campamentos náuticos. Así, Aníbal
con este plan, venció las armas
de los de Pérgamo y no en este momento solamente, sino otras muchas veces, hizo
huir a los enemigos con igual sabiduría
por tierra.
XII
Mientras esto sucedía en Asia,
aconteció casualmente que los legados
del rey Prusias cenaban en Roma junto al excónsul Tito Quintio Flaminio y,
una vez hecha mención sobre Aníbal, uno
de estos decía que este se encontraba en el reino de Prusias. Al día siguiente, Flaminio refirió esto al
senado. Los senadores, porque consideraban que nunca vivirían tranquilos estando vivo Aníbal, enviaron legados a Bitinia, entre estos a
Flaminio para pedir al rey para que no tuviese con él al más grande enemigo de los romanos y se lo entregara. El rey
Prusias no se atrevió a decirles que no
y se opuso a que le pidiesen que el
hiciera esto, porque estaba en contra del derecho de hospitalidad; ellos
mismos, si pudiesen cogerlo, que lo cogieran; que era fácilmente de encontrar,
donde estaba. Pues Aníbal se había metido
en un lugar, es decir, en un
castillo, que el rey le había permitido fortificar, y lo había edificado de tal manera que en
todas partes del edificio tenía puertas
para salir, estando claro por su parte que tenía cierto miedo de que vendría por experiencia lo que aconteció.
Como legados de los romanos hubieran llegado a aquel lugar y hubieran rodeado
su casa con una gran multitud, un paje, echando la mirada a Aníbal desde la
puerta, le dijo que se veían muchos más
soldados armados que lo que era costumbre. Este ordenó que acechase por todas las
puertas del edificio y le
comunicara si del mismo modo
estaban asediadas por todas partes. Como
el paje rápidamente le volviera a comunicar qué es lo que había y le hubiese mostrado que todas las
salidas habían sido tomadas, se dio cuenta de
que esto no se había hecho fortuitamente, sino que
le buscaban a él y él mismo
no debía retener durante más largo tiempo la vida. Para no dejarla al arbitrio ajeno, acordándose de las
antiguas hazañas tomó el veneno, que siempre acostumbraba a tener consigo.
XIII
Así, este guerrero muy valiente, que
había padecido muchos y variados trabajos,
murió a los 70 años. No se está
de acuerdo en qué consulado murió. Pues
Ático dejó escrito en sus anales en el consulado de Marco Claudio Marcelo y
Quinto Fabio Labeón; pero Polibio, la fechó en tiempos de Lucio Emilio Paulo y
Cayo Bebio Tánfilo. Pero Sulpicio lo puso
con Publio Cornelio Cetego y Marco Bebio Tánfilo. Y este varón, tan
grande y ocupado en tantas guerras, tuvo tiempo de dedicarse algún tiempo a las letras. Pues, tuvo algunos
libros, escritos en lengua griega; entre estos “Contra los Rodios”, que trata sobre las Hazañas de Cneo Manlio
Volsón en Asia. Muchos se acordaron de las gestas de la guerra de Aníbal. Pero de entre estos hubo
dos, que estuvieron con él en el campamento y vivieron al mismo tiempo,
mientras que la fortuna lo permitió, Sileno y Sosilo el Lacedemonio. Pero es el momento de terminar este libro y
explicar la vida de los emperadores de los romanos, porque, una vez cotejados los hechos de unos y otros,
se pueda juzgar a qué individuos deben ser puestos en primer lugar.
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