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domingo, 10 de enero de 2016

LOS PELLEJOS DE MIEL

La Pedriza (Alcalá la Real)

 LOS PELLEJOS DE MIEL

Había un pueblo en un paso muy frecuentado por los transeúntes, el cual ofrecía mucho ambiente por las personas que transitaban por aquellos lugares. Junto al camino principal, se encontraba una posada, a la vez, parada de postas, donde muchos arrieros y viajeros solían acercarse.
Cierto día, con la caída del sol, se acercaron varias caballerías que pusieron el cartel de completo a su alojamiento. Pero, al anochecer, el posadero recibió una visita imprevista. Llegaron a su posada unas recuas de cuatro asnos con dos arrieros de preocupante aspecto.

Estos le dijeron al posadero.

-¿Tiene usted, posadero, sitio para pernoctar hoy?.
-No lo tengo , ni para vosotros ni para los animales.

Los arrieros se quedaron aturdidos, pues portaban en sus acémilas unas cargas de pellejos con miel de caña, que traían de las costas del Mediterráneo hacia el interior de Andalucía.

-¿Qué haremos con nuestros pellejos de miel? Se nos derretirá la miel si los dejamos al intemperie. No los robarán.¿ Dónde podremos dormir y guardarlos? Le espetaron los caballeros.
Entonces les contestó muy amablemente el posadero

-No me queda más remedio que aconsejarles que pidan un favor.
-¿A quienes?
-A los señores de enfrente de su posada, para que les permita guardar los pellejos.

Inmediatamente, los dos arrieros cruzaron el camino carretero y tocaron con sus puños la puerta.

-¡Pon!,.¡ Pon!, ¡pon!.
-¿Quien es?
-Paz., unos arrieros de la posada
 Salió el señor de la casa a la puerta e, inmediatamente, le saludaron muy efusivamente los arrieros.

-Señor, perdone, que le molestemos. Pero tenemos un gran problema. La posada esta repleta de gente, y no podemos dejar en la calle parte de nuestra carga, al menos lo más valioso, al resguardo de bandoleros, ladrones y bandidos.
¿Qué son, señores?
-Cuatro pellejos de miel de caña.

El señor, un poco desconfiado, y acordándose de los reparos de su señora con cualquier cosa o persona extraña, les dijo:

-Me es imposible. No tengo dónde colocarlas.

Apenados, se despidieron los dos arrieros. El señor se lo comunica a su señora, y ambos quedaron sumidos en un gran remordimiento. Pero, la señora arrepentida los llamó desde el la ventana en el momento en el que cruzaban el camino.
-: Vengan. Vengan. Tráiganlos lo más pronto posible, y colóquenlos bajo la despensa de la escalera..

Los dos señores se pusieron a comer y, en medio de la cena, comenzaron a preguntarse por aquellos objetos extraños, y de tan grandes dimensiones. No se hacían sino preguntas, repreguntas, envueltas en una nube de temores encubiertos por si encerraran algunos monstruo espantosos o reptiles, que se despertaran en la oscuridad de la noche. Además, nos le gustó en modo alguno el aspecto de aquellos arrieros y, menos aún, que no concordaban su recua de asnos con la de los pellejos y arrieros. Dos pellejos, dos arrieros y cuatro asnos. Por eso, ordenaron a sus criadas a que se mantuvieran despiertas durante toda aquella noche y estuvieran alertas ante cualquier incidencia que pudieran escuchar o percibir `proveniente de aquellos sacos o del exterior de la casa.



a.

-No os marcháis, debéis quedaros vigilantes en las mecedoras del portal, con un ojo puesto en la chimenea y otro en la despensa.
-¿Porqué?
-Debéis vigilar, sobre todo, esos pellejos, que están llenos de miel, y son muy valiosos, según me han contado sus amos.
Las criadas no sabían cómo pasar las horas. Ya se levantaban, ya avivaban la lumbre con el soplador. Y las horas no pasaban. A eso de las una de la noche, les entraron unas ganas enormes de comer. Y, se dispusieron a preparar unas gachas. Nos falta la azúcar que la tiene guardada la señora en el arca de las tres llaves.

-¿Para qué?¡Con lo ricas que están con miel!
-Ni, a adrede, hubiéramos tenido un mejor regalo.

Colocaron las trébedes en el fogón, y una sarén mediana. Le echaron el agua, el aceite y la harina, y con un enorme cucharón comenzaron a darles vueltas. Estaban ya a punto de sacar un plato, cuando una le dice a la otra.
-Muy herméticos están los pellejos para poder sacar la miel, ¿Cómo los podremos desatar? Tienen nudos miles y de los tipos más extraños. Además, podría derramarse, si consiguiéramos desataros.

-Y si inventamos otro modo de sacarla.
-¿Cual?
-Toma una aguja de coser sacos, lo más gorda posible. Pincha uno de ellos, y coloca un jarro debajo del agujero, desde donde recojas el rico líquido.

Así lo hicieron. Una sujetó la piel del saco mediante un pellizco en la parte alta del pellejo. La otra, con gran fuerza, lo pinchó..
Desde dentro, inmediatamente salió un sonido agudo que se mezcló con el rasguillo de la aguja en el pellejo. .

-¡Ay!. Cuidado, que me habéis pinchado en la frente.
Mientras se retorcía el furtivo ladrón, encerrado en el pellejo pinchado, las dos criadas sacaron la aguja, y , de nuevo , volvieron a pinchar el otro pellejo. El hundimiento de la aguja fue más suave y no tan duro como en el anterior pellejo.

-¡Ay, Ten más cuidado que me has pinchado en un ojo.

Cierran la despensa. Espantadas, pero, ufanas por su aventura, subieron a los cuartos del primer piso de la casona. Y golpearon la puerta del dormitorio de los señores.
-Ama. Amo, bajad a la despensa, los pellejos no son de miel, son dos ladrones, que nos querían robar.

Ya no pudieron dormir más. La ama abrió el arca y dio varias cucharadas de azúcar para las gachas. Y, el amo se colocó con una escopeta apuntando hacia la despensa.
Al amanecer, la señora se dirigió hacia las dependencias Justicia. Esta le envió unos ministros del alguacil, que detuvieran a los ladrones.
-¿Estos son los ladrones?
-Sí , dos están dentro del pellejo. Pero aquellos dos están dormidos fuera esperando la llamada. También son dos ladrones.

Los detuvieron a todos, de improviso a los dos de la calle y a los del pellejo en su caldo.
Las criadas comentaban que, aquella noche, las gachas tuvieron sabor agridulce. Pero, aún así, se las comieron.
FIN


















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