Sofía
Castillo González logró rescatar estas poesías de una octogenaria llamada
Leocadia Torres, que la había aprendió a su vez de sus antepasados. También
recogió el romance de Los Cigarrones, dedicado a la Virgen de las Mercedes y
otro dedicado al torero Petete, que exponemos continuación
Petete hizo la suerte,
Y la reina no la vio
Le dijo que lo repitiera,
Petete dice que no:
“Yo no repita la suerte,
Que el toro me va a matar,
Para repetir la suerte,
A “Cara Ancha” llamad.
En los cuernos lo cogía,
En los cuernos lo cogió,
En los cuernos lo llevaba,
En los cuernos lo llevó.
Y en la puerta del toril,
Difunto se lo dejó.
Hasta las piedras lloraban,
De vera a su señora,
Y la Reina le decía:
-Yo seré tu defensora.
-No quiero plata ni oro,
Ni tampoco defensora,
Lo que quiero es mi marido,
Que me lo han matado ahora.
San Jerónimo
¿Quién san Jerónimo fuera
Para poder aplicar
Lo que padecen las almas,
Que el purgatorio están?
Allí gimen y suspiran,
Metidas en aquel fuego
Y llaman a los mortales
Que las saquen de aquel
incendio.
“Herederos, albaceas,
Atended lo que pedimos
Cuántas almas hay metidas
En calabozos oscuros,
diciendo cómo me olvidan
padres, hijos, parientes y abuelos.
Cuando yo en el mundo estaba,
Si me daba algún dolor,
No me hallabais el remedio.
Mas, si vierais ahora,
Entretanto fuego ardiendo.
II
A la sombra de una piedra,
Hay una niña sentada
Con el rosario en la mano,
Rezando la vida sacra.
Vio tres mujeres venir,
Dos blancas y una morada
Y a la morada le decían:
-“Niña. ¿de quien son las
cabras?”
-Tuya, Virgen María,
Que talmente me has conocido
Que tal dulcemente me
hablas”.
Se acercaban los serafines,
Al cielo se la llevaban.
Llegó la noche y la niña no
venía.
Salió su madre a buscarla
Y oyó una voz que decía:
“-Buena mujer, aquí están sus
cabras,
Su niña está en el cielo
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