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viernes, 8 de enero de 2016

EL HOMBRE BUENO


En tiempos de Navidad, parece que deben predominar los buenos valores. La solidaridad suele campar por todos los rincones, esparciendo la generosidad y la alegría en las casas de los excluidos. Y, por eso, no es de extrañar que renazcan en muchas personas las buenas acciones desechando todo tipo de malas intenciones. Igualmente, acontece en las asociaciones grupales y colectivas; es tiempo de ágapes, reconocimiento de méritos, pagas extraordinarias, y de las correspondientes bolsas de estas fechas.
Sin embargo, el contexto sociopolítico no presenta, ni por asomo, este paisaje tan plácido y tranquilo. Las espadas están en alto por todos los rincones que uno dirija la mirada. Si te vas a las tierras occidentales, no hay manera de formar gobierno en Cataluña, y, se quiebran expectativas con las importantes decisiones del David de turno; si te fijas en tierras norteñas y orientales, todo pende de un hilo en muchos gobiernos autonómicos y locales; y el centro no tiene desperdicio alguno, porque, si te fijas en la política nacional, las aguas no bajan tranquilas, es imposible formar gobierno tras las elecciones últimas. Nadie se deja domeñar ni cede, ni tiene voluntad de consenso, de modo que el espíritu navideño ya no cala en estos lares del mundo de la polis como en otros tiempos. Predominan las miradas de reojo entre la gente, nadie tiende la mano, todo el mundo se guarda un as en su manga y el disenso bulle por doquier sin visos de que la luz del acuerdo asome, ni por casualidad. Está claro que para los contendientes ya no se juega una simple partida o una batalla más, se apunta a su futuro próximo  de subsistencia como ha acontecido en alguna formación política casi a punto de desaparecer. .
Y en estos tiempos de tensar la cuerda para conseguir lo máximo en las conversaciones de alto nivel, no se enciende ni la luz de una lánguida vela de esperanza. Incluso, se extienden la incertidumbre y la desesperanza ante tantas ilusiones levantadas a lo largo de todos estos años. Parece como si el guión se hubiera escrito al revés. Se ilusionaba, pero el resultado últimos  estaba ya totalmente dictado con un desgraciado final; y, es un decir el final, más bien se ha caído en un tiempo de inseguridad institucional, y proclamación de continuas transiciones, como si no hubiera costado ni un gramo el cambio de la dictadura al sistema democrático.
Parece como si el ejercicio de la democracia quedara reflejado en proclamar la contrariedad o la adversidad de todo lo que significa la buena gobernanza; se han pasado, en un pizco, bloques de páginas de los tiempos de los pactos como los de la Moncloa, de los consensos en los asuntos de Estado como ocurrió en muchos actos del último tercio de siglo, y, de la paz social entre los diversos sectores sociales en muchos conflictos y situaciones de crisis.
Se asemeja este periodo histórico a otros tiempos, en los que la sociedad no supo organizarse o no la dejaron ni dar el primer paso de modo que tampoco no se podía avanzar, a no ser que no fuera por la imposición de una parte sobre otra.
Y, siempre en cualquier situación hay alguna solución posible. Me viene la memoria la figura de aquel personaje que se frecuentaba y al que se solicitaba su presencia en las relaciones sindicales, sobre todo en los momentos en los que no había manera de llegar a un acuerdo. Me refiero al “hombre bueno”, esa persona que imponían las dos partes para llegar a un convenio o laudo  final ante la imposibilidad de consenso entre ellos. No es una figura a la que, con frecuencia, tenía que recurrirse, porque, a simple vista, demuestra el aspecto enfermizo de las relaciones humanas y de sus componentes, incapaces de saberse dar normas de convivencia y coexistencia. Pero, ante el desacuerdo, no puede desecharse su presencia Y, el hombre bueno puede ser una persona física o una institución como un recurso que, al menos, despierte esperanzas. Ni me refiero a cualquier salvador de turno, ni mucho menos ejecutivo de nuevo cuño o tecnócrata. Se podría poner un ejemplo como lo fue Pimentel en el asunto del conflicto de Iberia. Pues todo el mundo sabe que ni todo es blanco ni negro.
Y, estando tan cercana la festividad de los Reyes Magos, no es tampoco nadie con la varita mágica, con la que pueda arreglarse cualquier desaguisado. Ni alguien al que se le exija que consiga lo imposible. Simplemente con sentar los opuestos, hacerlos adversarios y obligarlos a darse las manos, de seguro que la labor del hombre bueno es mucho más que meritoria, porque de inmediato se levantarán puentes entre las partes.

Bellas páginas de la historia local escribieron estos personajes. Me vienen a la memoria en nuestra comarca de la Sierra Sur, aquellos que, en tiempos de la República, lograron el acuerdo entre jornaleros y labradores en medio de una conflictividad , a veces, muy superior a la que reina en este tiempo. En la mayoría de las ocasiones, el propio alcalde de Alcalá la Real- por los años treinta del siglo veinte Salvador Frías Pino logró ejercer la figura de hombre bueno, y, con sus buenas artes conseguía el acuerdo entre estos dos sectores sociales. Otras veces, se acogían a la presencia de un hombre bueno refrendado por las partes gracias a la auctoritas que disfrutaba entre ellos. Muchas veces, los alcaldes pedáneos y los vocales de barrio fueron los garantes entres los vecinos. Si estos lo hicieron en la cercanía, ¿ por que no podemos exigir que esta figura reine en las relaciones de los nuevos gobernantes?

  

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