EL HOMBRE BUENO
En tiempos de Navidad, parece que
deben predominar los buenos valores. La solidaridad suele campar por
todos los rincones, esparciendo la generosidad y la alegría en las
casas de los excluidos. Y, por eso, no es de extrañar que renazcan
en muchas personas las buenas acciones desechando todo tipo de malas
intenciones. Igualmente, acontece en las asociaciones grupales y
colectivas; es tiempo de ágapes, reconocimiento de méritos, pagas
extraordinarias, y de las correspondientes bolsas de estas fechas.
Sin embargo, el contexto
sociopolítico no presenta, ni por asomo, este paisaje tan plácido y
tranquilo. Las espadas están en alto por todos los rincones que uno
dirija la mirada. Si te vas a las tierras occidentales, no hay manera
de formar gobierno en Cataluña, y, se quiebran expectativas con las
importantes decisiones del David de turno; si te fijas en tierras
norteñas y orientales, todo pende de un hilo en muchos gobiernos
autonómicos y locales; y el centro no tiene desperdicio alguno,
porque, si te fijas en la política nacional, las aguas no bajan
tranquilas, es imposible formar gobierno tras las elecciones últimas.
Nadie se deja domeñar ni cede, ni tiene voluntad de consenso, de
modo que el espíritu navideño ya no cala en estos lares del mundo
de la polis como en otros tiempos. Predominan las miradas de reojo
entre la gente, nadie tiende la mano, todo el mundo se guarda un as
en su manga y el disenso bulle por doquier sin visos de que la luz
del acuerdo asome, ni por casualidad. Está claro que para los
contendientes ya no se juega una simple partida o una batalla más,
se apunta a su futuro próximo de subsistencia como ha acontecido en alguna formación
política casi a punto de desaparecer. .
Y en estos tiempos de
tensar la cuerda para conseguir lo máximo en las conversaciones de
alto nivel, no se enciende ni la luz de una lánguida vela de
esperanza. Incluso, se extienden la incertidumbre y la desesperanza
ante tantas ilusiones levantadas a lo largo de todos estos años.
Parece como si el guión se hubiera escrito al revés. Se ilusionaba,
pero el resultado últimos estaba ya totalmente dictado con un desgraciado final;
y, es un decir el final, más bien se ha caído en un tiempo de
inseguridad institucional, y proclamación de continuas
transiciones, como si no hubiera costado ni un gramo el cambio de
la dictadura al sistema democrático.
Parece como si el ejercicio de la democracia quedara reflejado en
proclamar la contrariedad o la adversidad de todo lo que significa la
buena gobernanza; se han pasado, en un pizco, bloques de páginas de
los tiempos de los pactos como los de la Moncloa, de los consensos en
los asuntos de Estado como ocurrió en muchos actos del último tercio de siglo, y, de la paz social entre los diversos sectores
sociales en muchos conflictos y situaciones de crisis.
Se asemeja este periodo
histórico a otros tiempos, en los que la sociedad no supo
organizarse o no la dejaron ni dar el primer paso de modo que tampoco no se podía avanzar, a no ser que no fuera por la
imposición de una parte sobre otra.
Y, siempre en cualquier situación
hay alguna solución posible. Me viene la memoria la figura de aquel personaje que se frecuentaba y al que se solicitaba su presencia
en las relaciones sindicales, sobre todo en los momentos en los que
no había manera de llegar a un acuerdo. Me refiero al “hombre
bueno”, esa persona que imponían las dos partes para llegar a un convenio o laudo final ante la imposibilidad de consenso entre ellos. No es
una figura a la que, con frecuencia, tenía que recurrirse, porque,
a simple vista, demuestra el aspecto enfermizo de las relaciones
humanas y de sus componentes, incapaces de saberse dar normas de
convivencia y coexistencia. Pero, ante el desacuerdo, no puede
desecharse su presencia Y, el hombre bueno puede ser una persona
física o una institución como un recurso que, al menos, despierte esperanzas. Ni me refiero a cualquier salvador de turno, ni mucho
menos ejecutivo de nuevo cuño o tecnócrata. Se podría poner un
ejemplo como lo fue Pimentel en el asunto del conflicto de Iberia.
Pues todo el mundo sabe que ni todo es blanco ni negro.
Y, estando tan cercana la
festividad de los Reyes Magos, no es tampoco nadie con la varita
mágica, con la que pueda arreglarse cualquier desaguisado. Ni alguien al que se le exija que consiga lo imposible. Simplemente con
sentar los opuestos, hacerlos adversarios y obligarlos a darse las
manos, de seguro que la labor del hombre bueno es mucho más que
meritoria, porque de inmediato se levantarán puentes entre las
partes.
Bellas páginas de la historia
local escribieron estos personajes. Me vienen a la memoria en nuestra
comarca de la Sierra Sur, aquellos que, en tiempos de la República,
lograron el acuerdo entre jornaleros y labradores en medio de una
conflictividad , a veces, muy superior a la que reina en este tiempo.
En la mayoría de las ocasiones, el propio alcalde de Alcalá la
Real- por los años treinta del siglo veinte Salvador Frías Pino logró ejercer la figura de hombre bueno, y, con sus buenas artes
conseguía el acuerdo entre estos dos sectores sociales. Otras veces,
se acogían a la presencia de un hombre bueno refrendado por las
partes gracias a la auctoritas que disfrutaba entre ellos. Muchas
veces, los alcaldes pedáneos y los vocales de barrio fueron los
garantes entres los vecinos. Si estos lo hicieron en la cercanía, ¿ por que no podemos exigir que esta figura reine en las relaciones de
los nuevos gobernantes?
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