Iniciamos una
nueva serie de artículos con el título
de “Entre tiros y altozanos”. Parece como si
hubiéramos parodiado el dicho de “Entre tirios y troyanos”, para exponer
al público unas escenas principalmente agresivas. Pero , para
eso, ya andan otros columnistas y muchos tertulianos. Los hemos invertido,
porque fue una sugerencia de un paseo de
amigos por unos bellos parajes de nuestro contorno, en concreto una ruta
ecocostumbrista que se inició en la Fuente Tudela y se adentró por los cerros de las
Atalayas hasta llegar a las Cabezadas de Mures. Entre cazadores y tiros a
zorzales a travesamos la carretera A-403 y, siguiendo el mencionado camino de la Parrilla , llegamos a una elevación del terreno,
plantado de olivos, algunos muy antiguos. Un poco más adelante, avistamos
la Ribera Baja ,
y nos detuvimos. Comentamos la Cabeza del Molino y el cerrillo Rojo: su
función geodésica militar, su puesto republicano en la Guerra Civil , la
batalla de 1930, en la que se produjo el avance de las tropas de Franco. En
línea con la aldea caminamos paralela a la aldea, hasta enfilar una larga
pendiente, de aproximadamente un km.y nos paramos en un paraje, desde donde
se distinguían Ribera Baja, Vado Chiquero, Frailes, Romeral y se ocultaba la Rivera Alta.
Comentamos la industria molinera hasta el siglo XIX. Nos explayamos en el
molino de Huéscar, que se ocultaba entre las alamedas de horas áureas.
Recitamos algunos versos del famoso romance: “ Caballeros de
Moclín,/peones de Colomera,/entrado habían en acuerdo,/en su consejada negra,/a
los campos de Alcalá/ donde irían a hacer presa./Allá la van a hacer,/a esos
molinos de Huéscar./ Derrocaban los molinos,/derramaban la cibera,/prendían lo
molineros,/cuantos hay en la ribera”. Y, en medio de la ocre alameda, recogimos
estas canciones populares. Lo contextualizamos, explicamos la industria
molinera, el origen romano, su prervivencia musulmana y cristiana, el
privilegio de los caballeros y los arrendadores de los molinos en la Edad Moderna. No nos resistimos a interpretar a algunas
canciones: Que vengo de moler,
moler,/de los molinos de arriba./;Duermo con la molinera,/ ; no me cobra la
molida. Y este otro: Que vengo de moler, moler, ; de los molinos de
abajo,/ Duermo con la molinera,/; no me cobra su trabajo. Y acabo con este
último: “ Que vengo de moler, moler/ ; de los molinos de en medio./ duermo con
la molinera,/; no me queda más remedio./ Que vengo de moler.
Por
tanto, muy lejos nos encontramos de aquel tópico literario referente a la
alusión de exponer circunstancias o hechos entre dos enemigos o adversarios
irreconciliables. Y menos aún, traslucir situaciones deformadas o manipuladas
con intereses bastardos. Más bien, nos ceñimos a las palabras de Dido (
cartaginesa con ascendencia tiria) que se dirige a los troyanos ( de donde se formará el
pueblo romano con la unión troyana y latina) con estas palabras del Libro I de la Eneida : “la ciudad que
estoy levantando vuestra es; varad vuestras naves; ninguna distinción habré de
hacer entre tirios y troyanos”. Si desaparece la intención agresiva, pues los tiros no relatan más que el
esfuerzo por analizar nuestro entorno con sus pintorescos personajes, multicultural paisaje y variadas relaciones e interconexiones, y, al contrario,
subimos al altozano para analizar el presente con alturas de miras, siempre con
la proyección de progreso, a lo largo de esta nueva serie aportaremos el legado
etnográfico, cultural, sociológico del alcalaino de hoy y la historia del ayer
para enlazarla con la enseñanza del futuro. Esta es nuestra intención. Pasar
del romance a la canción; de la canción a la música monódica y coral. Aportar la enseñanza de armonía y compromiso
colectivo, que nos enseña la música en sentido figurado, con este nuevo intento
literario.
Rica es la historia de nuestra comarca, profuso es nuestro
acervo cultural y el presente desborda a cualquiera que se acerque a la ciudad
de la Mota. Como
vulgarmente se dice, hay tela que cortar. Por cierto, ya no debe hablarse sobre
la ciudad oculta, sino que el turismo, afortunadamente la está convirtiendo en una estación imprescindible en muchos itinerarios turísticos, desde la Ruta
del Olivo hasta la Carolina
pasando por las del Al·Ándalus y Castillos y
Batallas.
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