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lunes, 11 de enero de 2016

UN CUENTO POSNAVIDAD. LA CABEZA DE AJOS.

El ARRABAL
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Alcalá la Real .Año 4. Número 10.  Primera Semana de mayo de 2004
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Director. Francisco Martín Rosales.

 

          INFORMADOR  Sixto León,  LA CABEZA DE AJOS

Había un matrimonio que no tenía hijos, y la mujer le decía a su marido:

-Hay que ver la mala suerte que nos ha tocado. Llevamos tantos años de matrimonio y no tenemos hijos. Le voy a pedir a Dios que nos conceda  un hijo, aunque sea del tamaño de una cabeza de ajos.
         
Pasó el tiempo, y la mujer se quedó embarazada. Pero, después, alumbró  un hijo tal como ella había pedido tan pequeño y pequeño como una cabecita de ajos.
         
Ya, aquel matrimonio  convertido en una familia y sus miembros en  padre, madre e hijo, estaban tan alegres que no cabían en su cuerpo. Se decían entre ellos. “ ¡Más alegría no podía haber para  nadie en el mundo! . En esto que dijo, el marido a la mujer:
         
-Mira, mujer, tengo unas ganas enormes de que pasen los años y  se haga mayor , para que me lleve la merienda al campo.
         
Y llegó el día, en el que le dijo el hijo a su padre:
         
-Papa, papa, mañana te voy a llevar la merienda.
         
-No, hijo mío, todavía eres muy pequeño- Le contestaba la madre.
Ella, por su pequeña estatura,  pensaba que no había crecido todavía y le animaba diciendo que ya llegaría el día que se la llevaría a su padre cuando creciera.
         
Llegó el día  y la madre le dijo:

-Apareja el burro, hijo mío.

Mientras lo aparejaba, la madre no hacía sino pensar  y darle vueltas a la cabeza para dilucidar dónde pondría a su hijo, que todavía era tan pequeño como había nacido. Al final, resolvió sus dudas

-Ya lo sé. Lo pongo en la oreja del burro.

Y así lo hizo.

El niño emprendió el camino en dirección al campo, donde laboraba su padre. A mitad del trayecto, se cruzó con unos arrieros. Muy extrañados por encontrarse un burro sin amo, conversaron  y se hicieron varias preguntas  entre ellos ante tan insólito caso. Y uno le dijo a otro:

- Este  burro va  sólo.
         
Le contestó el niño desde la oreja del burro sin apenas  notarse la voz, y  uno  de los arrieros le dijo al otro:
         
-No va sólo, va acompañado.

           Entonces el burro le respondió por medio de la voz del niño escondido en la oreja:
         
-Voy yo aquí.

  Para  que no se lo llevaran,  el burro comenzó a rebuznar y hacerse notar al padre que se hallaba segando a la vista de ellos .
         
Y el niño, con su tímida voz, vociferaba:
         
-Papa, papa, que voy para allá a traerte la comida. 

Y se dirigió adonde el padre amontonaba los haces de trigo. Al verlos, le entró una enorme alegría al padre.,  a lo que el hijo le espetó diciendo:
-Papa,  ya estoy aquí contigo. Me ha mandado madre para traerte este potaje calentito.

A pesar de los sudores por la frente que al padre le cegaban los ojos, sin embargo tuvo la mente clara para ponerlo a descansar al niño. Y lo hizo encima de un manojo de espigas no fuera que lo pisara el burro. Pero con tal mala suerte que  en un descuido el burro no lo vio y al comerse tan rico alimento se tragó al niño y al manojo de espigas.

Roto por completo el padre, comenzó a llorar. No comprendía cómo había tenido tan poco juicio para poner este suculento manjar al lcance del burro. Le daba vueltas a su cabeza, mientras regresaba a su casa sin saber cómo comunicárselo a su mujer:

Esta, al enterarse, le increpó, pero inmediatamente se abrazó a su esposo y convirtieron  la casa en un valle de lágrimas. Mas un rayo de esperanza le vino a la mente:

-Metamos el burro en uno de los cuartos de la casa, limpio y con buena luz. Tal como el burro va haciendo sus necesidades, nosotros vamos deshaciendo los excrementos
         
Durmieron la primera noche con el burro, y no hallaron nada. Pero llegó la segunda noche y de uno de estos se escuchó una voz:

-Papa y mama, he estado recorriendo calles y callejuelas. Con unos ruidos enormes.

Y, sano y salvo se volvió a unirse a sus padres que llenos de alegría lo  lavaron con aguas mezcladas de  espliego, tomillo y matas de lavanda 
  















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