El ARRABAL
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Alcalá
la Real .Año 4.
Número 10. Primera Semana de mayo de
2004
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Director. Francisco Martín Rosales.
INFORMADOR Sixto
León, LA CABEZA DE AJOS
Había un matrimonio que no
tenía hijos, y la mujer le decía a su marido:
-Hay que ver la mala suerte
que nos ha tocado. Llevamos tantos años de matrimonio y no tenemos hijos. Le
voy a pedir a Dios que nos conceda un
hijo, aunque sea del tamaño de una cabeza de ajos.
Pasó el tiempo, y la mujer
se quedó embarazada. Pero, después, alumbró
un hijo tal como ella había pedido tan pequeño y pequeño como una
cabecita de ajos.
Ya, aquel matrimonio convertido en una familia y sus miembros
en padre, madre e hijo, estaban tan
alegres que no cabían en su cuerpo. Se decían entre ellos. “ ¡Más alegría no
podía haber para nadie en el mundo! . En
esto que dijo, el marido a la mujer:
-Mira, mujer, tengo unas ganas
enormes de que pasen los años y se haga
mayor , para que me lleve la merienda al campo.
Y llegó el día, en el que le
dijo el hijo a su padre:
-Papa, papa, mañana te voy a
llevar la merienda.
-No, hijo mío, todavía eres
muy pequeño- Le contestaba la madre.
Ella, por su pequeña
estatura, pensaba que no había crecido
todavía y le animaba diciendo que ya llegaría el día que se la llevaría a su
padre cuando creciera.
Llegó el día y la madre le dijo:
-Apareja el burro, hijo mío.
Mientras lo aparejaba, la
madre no hacía sino pensar y darle
vueltas a la cabeza para dilucidar dónde pondría a su hijo, que todavía era tan
pequeño como había nacido. Al final, resolvió sus dudas
-Ya lo sé. Lo pongo en la
oreja del burro.
Y así lo hizo.
El niño emprendió el camino
en dirección al campo, donde laboraba su padre. A mitad del trayecto, se cruzó
con unos arrieros. Muy extrañados por encontrarse un burro sin amo,
conversaron y se hicieron varias
preguntas entre ellos ante tan insólito
caso. Y uno le dijo a otro:
- Este burro va
sólo.
Le contestó el niño desde la
oreja del burro sin apenas notarse la
voz, y uno de los arrieros le dijo al otro:
-No va sólo, va acompañado.
Entonces el burro le respondió por medio de la
voz del niño escondido en la oreja:
-Voy yo aquí.
Para
que no se lo llevaran, el burro
comenzó a rebuznar y hacerse notar al padre que se hallaba segando a la vista
de ellos .
Y el niño, con su tímida
voz, vociferaba:
-Papa, papa, que voy para
allá a traerte la comida.
Y se dirigió adonde el padre
amontonaba los haces de trigo. Al verlos, le entró una enorme alegría al
padre., a lo que el hijo le espetó
diciendo:
-Papa, ya estoy aquí contigo. Me ha mandado madre
para traerte este potaje calentito.
A pesar de los sudores por
la frente que al padre le cegaban los ojos, sin embargo tuvo la mente clara
para ponerlo a descansar al niño. Y lo hizo encima de un manojo de espigas no
fuera que lo pisara el burro. Pero con tal mala suerte que en un descuido el burro no lo vio y al
comerse tan rico alimento se tragó al niño y al manojo de espigas.
Roto por completo el padre,
comenzó a llorar. No comprendía cómo había tenido tan poco juicio para poner
este suculento manjar al lcance del burro. Le daba vueltas a su cabeza, mientras
regresaba a su casa sin saber cómo comunicárselo a su mujer:
Esta, al enterarse, le
increpó, pero inmediatamente se abrazó a su esposo y convirtieron la casa en un valle de lágrimas. Mas un rayo
de esperanza le vino a la mente:
-Metamos el burro en uno de
los cuartos de la casa, limpio y con buena luz. Tal como el burro va haciendo
sus necesidades, nosotros vamos deshaciendo los excrementos
Durmieron la primera noche
con el burro, y no hallaron nada. Pero llegó la segunda noche y de uno de estos
se escuchó una voz:
-Papa y mama, he estado
recorriendo calles y callejuelas. Con unos ruidos enormes.
Y, sano y salvo se volvió a
unirse a sus padres que llenos de alegría lo
lavaron con aguas mezcladas de
espliego, tomillo y matas de lavanda
E
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