Una de las más
importantes epidemias que influyeron en la comarca, concretamente en la villa
del Castillo de Locubín, fue la peste que se extendió desde Cartagena desde el
año 1676. En la comarca, al principio, afectó en el gran desembolso económico
que suponía los preparativos, prevenciones y colaboraciones con otras ciudades,
y, la villa sufrió los efectos mortales en 1682, que tuvo una gran
trascendencia en la vida económica de la comarca. Hubo necesidad de solicitar
nuevas roturaciones de tierras para afrontar todos los gastos que se produjeron
relacionados con la peste y otros muchos que se pueden concretar en la
reedificación de casas y murallas, las malas cosechas de años anteriores, la
baja de la moneda, el pago de los cuarenta guardas diarios que suponían
cuatrocientos ducados para lo que se vendieron 100 fanegas de trigo. la
construcción del nuevo lavadero de Mari Ramos, la aportación a la Corona de los donativos
anteriores y la parte correspondiente del servicio ordinario, otro impuesto, que suponía cada año
121.653 maravedí y no se habían pagados en el trienio de 1667 al 1668.
La ciudad de
Alcalá la Real que tuvo que hacerse cargo de toda esta administración sufrió una
crisis especial al tener que afrontar las prevenciones y la incidencia de
la peste, sobre todo , en la villa del
Castillo de Locubín, que en el camino hacia Granada tenía dificultades de
control del camino de los forasteros en
sus Alamedas como ya previno el prior de los capuchinos en 1680 . Sin embargo,
las medidas preventivas se remontaban al nueve de julio de 1676, cuando se le
noticia del inicio de la peste en Cartagena por el Presidente de la
Chancillería de Granada don Carlos Villamayor Urbano. Con su reverdecimiento en
Cartagena y Crevillente en 1677 y una año después en 1678, se intensificaron
las medidas del cerco y cierre de puertas en Arcos, Tejuela y san Bartolomé,
por las partes más abiertas que eran la Peña Horadada, Capuchinos y Pilarejo. A
finales de este año, los arrieros que comerciaban el pescado con Alcalá y el
trigo alcalaíno en Málaga trajeron nuevas noticias de su contagio en muchas
zonas, entre las que destacaban la capital y la Ajarquía. A esto se añadió la
situación financiera embarazosa de retrasos en los pagos y la morosidad de
muchos labradores , sobre todo, en los impuestos de millones y rentas reales,
que se quejaban ante la ciudad de las medidas de los receptores, como aconteció
a finales del año 1678. Los gastos de veinte guardas a caballo y de las puertas
de los Álamos, Tejuela y san Bartolomé, que recaían en vecinos y trabajadores
elegidos a suerte sobrepasaban los 550 reales diarios, con el fin de impedir la
llegada de vecinos de Málaga y obligar a los transeúntes a la correspondiente
cuarentena. La economía se resentía porque tan sólo se permitía a los
agricultores ir al campo a través del Barranco de Millán y la Cruz de los Moros
o quedarse en los cortijos, prohibiendo cualquier tipo de comercio. Tan sólo,
los molineros y los abastecedores de hortalizas tenían esta única salida y
entrada para comunicarse con la ciudad mediante control. La situación se hizo
bastante tensa hasta el punto que hubo que encarcelar a algunos
labradores que no podían soportar tantos días de inactividad y el propio
corregidor propuso que se les concedieran tres reales por cada noche de guarda
que realizaba para poder sustentar a sus familias. A las circunstancias de la
peste se unía la carestía del pan, acudiendo al Duque de Sesa que les conseguía
salvar la situación con el envío de 600 fanegas desde Baena.
A pesar del
cerco de la ciudad y del Castillo de Locubín, y, tras haber adoptado medidas
oportunas en los cortijos y caserías, habiendo avanzado su contagio a los
pueblos cercanos de Illora por la parte
de Granada, a Lucena y Priego por Córdoba y por el norte a Torredonjimeno y Alcaudete
en la provincia de Jaén, también afectó a la comarca, particularmente al
Castillo de Locubín en el 1682. Para ello de nuevo se cerraron las puertas, se
puso una aduana a media legua de la ciudad y se prohibió el comercio y la
salida de sus habitantes, tan sólo en las puertas de los Álamos y Tejuela
mediante registro de dos caballeros y en el portillo del Cambrón a través del
Postigo para los hombres del campo. Tampoco sirvieron las medidas de
restricciones a mesoneros, bodegueros y taberneros impidiendo el alojamiento de
personas sin licencia, ni el que las
boticas dispusieran de las medicinas necesarias, sobre todo la trinca de
Toledo, el control sanitario de las personas viajeras, los 60 guardas de día y
de noche ni la comisión especial para asuntos de urgencia, constituida por
varios regidores y jurados y el corregidor, ni los registros ni la prohibición
de ventas y comercio de ropa, lienzos, paños ni especería.
La población de los doscientos cincuenta cortijos también se vio afectada con medidas de alojamiento de mujeres y niños en Alcalá y control exhaustivo de los hombres que tan sólo se les permitía ira a trabajar o, a lo más residir en los cortijos durante el contagio, recibiendo el alimento necesario en las puertas de la ciudad para impedir que metieran el trigo y la cebada entre las ropas. Se impidió que la población lavara la ropa en el lavadero de la Fuente Rey, levantándose el de Mari Ramos. El comercio con Motril, Antequera y algunas ciudades de Málaga contagiadas se cerró ; tan sólo se permitió el abastecimiento con los campos cercanos a través de las puertas de Cambrón y Cruz de Los Moros. Incluso, algunas medidas llegaron a ser trágicas como la demolición de las casas y albergues de Frailes y el alojamiento de sus vecinos a Alcalá por la primavera del años 1680:
La población de los doscientos cincuenta cortijos también se vio afectada con medidas de alojamiento de mujeres y niños en Alcalá y control exhaustivo de los hombres que tan sólo se les permitía ira a trabajar o, a lo más residir en los cortijos durante el contagio, recibiendo el alimento necesario en las puertas de la ciudad para impedir que metieran el trigo y la cebada entre las ropas. Se impidió que la población lavara la ropa en el lavadero de la Fuente Rey, levantándose el de Mari Ramos. El comercio con Motril, Antequera y algunas ciudades de Málaga contagiadas se cerró ; tan sólo se permitió el abastecimiento con los campos cercanos a través de las puertas de Cambrón y Cruz de Los Moros. Incluso, algunas medidas llegaron a ser trágicas como la demolición de las casas y albergues de Frailes y el alojamiento de sus vecinos a Alcalá por la primavera del años 1680:
o salgan del
término por no estar cercadas dichas casas y es contingente que reciban en
dichas algún forastero que venga de parte contagiosa y que participe con lo que residen en dichas Casas de Frailes
a los vecinos de esta dicha ciudad por tener en ella libre entrada
En el Castillo,
en el año 1680, hay avisos por los forasteros que corren por las alamedas y el
ganado caprino se ve afectado por una peste de zangarriana.
Incluso
aplicándose dichas medidas y la
proliferación de grandes rogativas que
se hicieron a la patrona santa Ana, Virgen de las Mercedes, san Roque y san
Sebastián en el año 1680, en el Castillo de Locubín, donde se habían encargado
dos regidores locales y los alcaldes ordinarios y también se había cercado , el
alcalde del Castillo Sebastián Pérez de Aranda anunció en veinte de mayo de
1682 que la peste se había propagado en la villa. El comisario de la peste don
José de Narváez estaba ausente en su cortijo y hubo que nombrar nuevos
comisarios. Pronto se tomaron las medidas sanitarias, médicas y hacendísticas,
cerrando por completo las puertas y cercas de Alcalá mediante una aduana y unos
36 hombres de guarda y solicitando una provisión real de más de tres mil
ducados para afrontar los gastos. Afectó a más de noventa y cuatro casas,
ciento cincuenta personas tuvieron que curarse de cuarentena, y murieron unas
ciento diez personas. El comercio quedó completamente paralizado y no se
permitió la salida al trabajado en la villa del Castillo. Como la villa estaba
desabastecida de Hospital y servicios médicos, se invirtieron cuatro mil
ducados en un hospital en las Almenillas, servicios médicos, farmacéuticos y
cuatro franceses para quemar los enseres de los afectados. Además durante los
meses de mayo hasta parte de agosto debieron vivir de las limosnas la mayor
parte de la población, y, sobre todo, la parte jornalera. El efecto de la peste
fue enorme simplemente la quema de todo tipo de enseres, la pérdida de
cosechas, la ausencia de comercio y el abandono de los campos supusieron treinta tres mil reales para aquella villa, a lo que había que
añadir los cuatro mil ducados invertidos por la ciudad de Alcalá la Real y la
limosnas de los vecinos para alimentar a los vecinos durante este período.
El final de la
peste dejó otras huellas importantes, pues la baja de la moneda de
cuatro maravedís a uno y de ocho a dos, provocó situaciones de
desabastecimiento de trigo, No obstante se recompensó a la ciudad con una
feria, que era tradicional entre los comarcanos, donde se vendía
, sobre todo, ganado y había entrado en litigio con la de Noalejo que se
celebraba por las mismas fechas. La importancia económica de dicha feria consistió en convertirla
perpetua , desde el día doce hasta el
veinte de septiembre de cada año, pagándose alcabalas y demás derechos reales
de todo lo que no es franco y reservado más de
que por sí dicha Ciudad en virtud de privilegios
estuviese excepta.
estuviese excepta.
En 1681, se
trasladó una gran cantidad de moneda de molino a la Casa de Moneda para se
fundida en vellón grueso. Sólo en arbitrios 1034 reales.
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