EL PRIVILEGIO DE LA FERIA
Ha
sido, durante de estos días pasados, una
grata noticia para la historia de Alcalá la Real la adquisición por su Ayuntamiento del
documento del privilegio de la Feria. Para algunos, esta noticia,
probablemente, no le haya llamado la atención y la consideren como el aumento
de un papel viejo más, e incluso ya pasado de
moda, de los muchos que ocupan el Archivo Municipal de Alcalá la Real. Pero para cualquier amante de la historia, en
este caso local, comarcal y abacial, este acontecimiento altera o sobrepasa la
cotidianidad y la acedia en las que nos vemos inmersos. Por un lado, este
privilegio fue muy significativo,
importante e ilustrativo para muchos vecinos de la ciudad de la Mota desde 1688 hasta la actualidad. Es verdad que,
anteriormente, se desarrollaba una feria
por los días de San Agustín en el mes de agosto, y se recogía el impuesto del
ramo de viento, muy apetecido por los recaudadores. Pero, en este año tras una
crisis que dejó exhaustas las arcas municipales y particulares, la ciudad alcalaína
recibió un fuerte empuje por parte de la Corona para desarrollar un nuevo
aspecto de la economía con el
intercambio de sus productos agroganaderos y las minucias que le acompañaba al
trasiego comercial. Con esta celebración, ya no se rompió esta cadena mercantil
hasta convertirse en una fiesta de ocio y pasar por momentos importantes de
regentar la puesta en escena de la cultura del momento. Con este privilegio, a
los alcalaínos se les daba la licencia de crear una feria a partir del doce de septiembre
para comprar y vender todo tipo de
mercadurías en su ciudad de modo
que, a sus expensas, todos salían
favorecidos. Pues con los impuestos se
recaudaba para la Hacienda Real, y , por oto lado, se fomentaba el comercio entre los pueblos
comarcanos para paliar las deficiencias del autoabastecimiento sin que se afectara
a los privilegios concedidos
anteriormente.
Pero,
además, la noticia trasciende la cotidianidad en
nuestra ciudady pone en valor dos aspectos fundamentales: la importancia de la globalización dentro del mundo de las nuevas tecnologías y el aumento de los amantes del patrimonio
. Pues, muchas personas se dieron cuenta de esta joya perdida; y, en concreto, llamaron la atención de este descubrimiento algunos
internautas como el joven Raúl López Zafra y el profesor Ricardo
San Martín comunicando el hallazgo que cundía por las redes sociales en una
subasta pública. Era una manera generosa de colaborar para paliar el desaguisado del
ladrón que, hace años o siglos, sacó y
no lo devolvió, o, en palabras llanas, robó de las
estanterías municipales este bellísimo e importante legajo. Al
menos, se ha recuperado, porque no es
extraño de que otros muchos aparezcan con el tiempo… y eso que el fuego de las
tropas napoleónicas y de las guerras había quemado todo.
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