DESDE MIRAMOTA
Desde el
anterior mirador, en el Cerro de la Luna, contemplando los actuales servicios
sanitarios que disfruta la ciudadanía alcalaína, cualquiera persona puede dirigirse por Moreas, deformación del
vocablo “moreras”, de Gamboa al altozano
de Miramota. Es un rellano, pero la
pendiente de la calle del Conde de Tendilla (¿ cuando le quitaremos la silbante?) que desemboca a
este lugar, lo convierte en tribuna única para pararse y contemplar a los pies
la ciudad. Me encanta este término léxico, formado por
una palabra yuxtapuesta (un verbo, estático y majestuoso, el contemplativo “mirar” y un sustantivo
sinónimo a “mole” “fortaleza” “resalte”),
ya que, con su composición y significado , se ha conseguido definir
maravillosamente el mejor sitio desde donde puede observarse el emblema actual de Alcalá.
Por eso, no es de extrañar que este paraje fuera el asentamiento de las Torres
Bermejas alcalaínas, desde donde los antepasados cristianos establecieron las
atalayas vigías de la ciudad para controlar los movimientos monfíes; tampoco
causa estupor que, a pesar de la áspera subida, algunas personas lo hayan
elegido para su mansión actual . Por otro lado, llegar a este paraje de la mano,
más bien de la ruta de circunvalación de los pagos del alcaide Gamboa,
manifiesta un acierto de aquellos munícipes que supieron conectar el viario urbano
con personajes importantes de nuestra historia. Y Antonio de Gamboa fue un ilustrado
humanista, desgraciadamente desconocido para
la mayoría de los vecinos, un formado investigador
de la historia alcalaína, que recogió los primeros pasos de la civilización iberorromana hasta el reinado del. Rey Felipe
IV, coleccionista que el pueblo de Alcalá está en deuda con su persona y un
excelente gobernante que, aun viniendo de tierras granadinas, se afincó en
Alcalá la Real.
Muchos
han debatido, en otros tiempos, sobre la mejor identificación de la ciudad de
la Mota con algún símbolo, imagen, paisaje u objeto histórico teniendo en
cuenta de que su valor semántico alcanzara
el mayor consenso ciudadano del partido municipal y con mayor proyección
exterior. Sin lugar a dudas, la Mota se ha convertido actualmente en el referente natural que identifica a todos
los alcalaínos de cualquier tipo de ideas, nacimiento, familia o creencias ( la imagen Virgen de las Mercedes
lo ha sido en muchos momentos históricos para el pueblo de Alcalá, pero no para
todos); pues se yergue como majestuosa
dama protectora con su silueta pétrea encuadrada en el azulado éter de un cielo
limpio y claro, y despierta y acuesta a
los vecinos con este mismo aspecto
natural durante la mayoría de los días
del año. En la retina de cualquier alcalaíno
le quedan siempre fijos los trazos de su zigzagueante silueta
de tal modo que parece como si se le
hubiera impreso un artístico electrocardiograma a la manera de una plancha de grabado. Junto a
este mirador, se abre un barrio que
recuerda la enorme ilusión que despertó en el pueblo andaluz aquellos
primeros tiempos de la autonomía de
finales del siglo pasado, un barrio
forjado con viviendas de autoconstrucción
por personas laboriosas, que se sienten orgullosas de tener rotuladas
sus calles con las placas de las ocho provincias, a saber el blanco de fachadas de cal y el verde por
los pequeños parterres que sirven de pórtico de algunas casas. La gente de este
barrio nació desnuda como Dios los quiso echar al mundo, pero superaron las
miles de adversidades y de esclavitud
laboral con el esfuerzo de su
trabajo formando cooperativas, emigrando a muchos países de Europa y a las
tierras ricas de España, y ganándose el pannuestro de cada día con su
experiencia, su saber y su oficio. Siempre recuerdan que aventajaron a sus
padres en el aspecto formativo cuando contemplan, debajo de sus calles, el complejo
escolar de la Sagrada Familia, donde, al menos, pudieron adquirir la enseñanza
básica en los años del hambre, estraperlo y la autarquía. Sus se manifiestan
como ejemplo de comportamiento social,
dechadas de honradez heredada de sus antepasados y orgullosas de poder
disfrutar el descanso del guerrero conseguido por su aportación al tesoro
público para caminar tranquilos hasta
convertirse en provecti aetate. Al
fondo, del barrio, quedaron los vestigios de aquel mercado nonnato transformado
en el centro “Los Amigos”, que destaca siempre por la labor de integración
social gracias a sus excelentes formadores. Es un claro ejemplo de los primeros
pasos que se dieron en el mundo de los asuntos sociales, aquellos años que
caminaron desde el voluntarismo de muchos
héroes anónimos y , a veces olvidado, hasta la creación del patronato,
posteriormente, transformado en
patronato municipal de asuntos sociales, para acabar en convertirse en ese
sagrado derecho de la inclusión
proclamado por la Ley de la dependencia, que cada vez se ve más
hostigado por los recortes y por los que
proclaman una cosa y hacen lo contrario. Ese es el problema de ver las cosas
desde Miramota, tan alto es el punto de vista contrapicado que descubre las malas entrañas.
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