CASTILLO DE
LOCUBÍN
La villa del
Castillo de Locubín se encuentra, desde el principio de la conquista por el rey Alfonso XI, dependiente de Alcalá desde
la conquista de la ciudad como uno de los bienes que disfrutaba por concesión
real, y estaban referidos a la jurisdicción, alcaldía, montes, pastos y aguas. Esto da a
lugar a una dependencia administrativa con respecto la ciudad de Alcalá la Real..
La alcaldía recibió el molino y una torre del vado del río. Era
regida desde el cabildo alcalaíno y tan sólo la justicia en los casos menores
era administrada y auxiliada por dos alcaldes ordinarios, que eran nombrados
por el propio corregidor, auxiliados por una alguacil mayor y menor. Cambió su
estima de ser una importante villa
regida por el cabildo a convertirse en una aldea, que sus vecinos pretendían
gobernar y los alcalaínos mantener bajo su jurisdicción minusvalorando todas
las competencias que le había otorgado,
más bien habían conseguido de la Corona.
A principios del siglo XVII
tenía 200 vecinos y en el año 1772 alcanzaban la cifra de 788. Por lo tanto en un siglo habían aumentado en
un casi cuatro cientos por ciento de
población. En el año 1621, la alcaidía del Castillo pretendió apoderarse de la
torre y molino de ella.
Algunos guardas de campos se cuidaban de la
gran cantidad de terrenos comunales y baldíos que la rodeaban en Encina
Hermosa,. Arroyo las Parras, la Joya Redrada, Marroquín, Fuente
Tétar, y terrenos limístrofes con los términos de Martos, Valdepeñas y
Alcaudete. Los servicios esenciales eran las carnicerías que abastecían de la
ciudad. Hasta muy avanzado el tiempo, no tenía pósito, por lo que los agricultores acudían a Alcalá para la
siembra y la manutención. Tampoco, tenía servicio médico ni escuela. Tan sólo,
avanzado el siglo XVIII, se nombró un médico de la ciudad, se creó el pósito y
una junta de propios. Dos escribanos contribuían a levantar las escrituras y
fueron los que propulsaron la independencia de la villa, ligados con la familia
Alvarez de Morales. El castillo tenía al frente un alcaide que era nombrado
desde el cabildo alcalaíno, recayendo en uno de los regidores. Pero la Villeta
pronto desapareció como centro de la vida de la ciudad. No obstante, muchas
delegaciones o diputados eran nombrados desde la ciudad de Alcalá entre regidores que vivía en
un terreno tan fértil como era la zona castillera. A ellos se les encomendaban
los servicios de milicia, de recaudación, de control de roturaciones, de vistas
de términos y veredas, de sanidad, de aguas, de abastecimiento y las fiestas
como la del Corpus. Muy importante era la delegación dela alcalde de aguas,
que era asesorado por los peritos del lugar, y nombraba un sirviente que
cuidaba del reparto inmemorial de los distintos tiempos y recursos acuíferos en
las vegas del río, arroyo las Parras, Colmenares, Sainar e Isla. Recuerdo de siglos
anteriores el cabildo abierto que se celebraba con motivo de los repartimientos
de medidas fiscales, presidido por el alcalde mayor y los regidores
comisionados.
El río
proporcionaba una rica agricultura de hortaliza y frutales que se exportaba a
los terrenos comarcanos. También, en torno a su cauce, había varios molinos
harineros de la familia de los Aranda, un aceitero y un batán, que
complementaba la riqueza agricola.
No abundan
grandes extensiones ni cortijos en esta zona salvo las dependientes de las
familias de los hidalgos, que ocuparon las zonas más ricas de las vegas.
Destacan las familias que poseían un pequeño pegujar de laboreo, varias
aranzadas de viña y de olivo, una huerta, algún ganado y la casa. Poco a poco a
lo largo del siglo XVII Y XVIII, van a verse afectados y beneficiados por las
diversas roturaciones de tierras en Encina Hermosa, el Guadalcotón y la Hoya
hasta que culminará con el nacimiento de pujareros y labradores en el
repartimiento del año 1770 por Carlos III.
Muchos servicios
religiosos dependían de la abadía, que tenía un párroco y vicario en la iglesia
de san Pedro. También, tenía una fundación con el Hospital de la Madre de Dios
a mediados de siglo. Se fundaron las iglesias de la Veracruz, san Antonio y el
convento de los Capuchinos. A principios del siglo XVII, en torno a los años
veinte interviene en la iglesia de san Pedro Juan de Aranda Salazar que lleva a
cabo las trazas de la iglesia en la nave central, siguiendo los anteriores
planes de Maeda, Ginés Martínez de Aranda y otros maestros de Jaén. Los
capuchinos fundaron un convento, que se mantuvo bastante tiempo en la ciudad
hasta el siglo XIX, ejercía una labor educativa importante y sufrió varias
ampliaciones, entre ellas una en el año 1674 que fue aprobada por la Corona, ya
que los límites de su terreno coincidía con el camino real. Recibió varias
donaciones y memorias, con las que mantenía al convento de los frailes,
destacando una huerta del río y la donación de Juan Bautista Cano de cien
ducados en el 1704 para la obra. Fueron importantes sus colaboraciones en la
formación de la religiosidad de la villa.
El final del
siglo XVIII, con Carlos III, va a significar un gran paso en su indepencia como
villa, aunque no la alcanzará hasta la Constitución del 1812 y definitivamente
en el año 1832. En estos años se va sustituyendo la labor de los alcaldes
ordinarios y los regidores que residían en la ciudad por una Junta organizada
por los mencionados alcaldes, diputados y síndico personero que intervienen en
diversos asuntos relacionados con los bienes de propios, demandas de la ciudad
y fiestas de la localidad. Los primeros tienen la función de gobernar los
asuntos en los pequeños casos, mientras los diputados recogen y defienden al
pueblo. La figura del síndico personero asume una función de revisión y
fiscalización de las cuentas,así como la demandas populares . Todos ellos son
presididos por un alcalde presidente. Asistidos de un alguacil mayor, aplican
todas las medidas de gobierno que emanan de Alcalá y de la Corona. No debieron
ser tiempos cómodos sino de conflictos
internos entre sus miembros. Antes, incluso que se le permita formar la Junta
de Abastos, la situación es bastante
reivindicativa ante la Corona por independizarse de Alcalá, fomentada
por el clero y los oficios de aquella ciudad y restrigida por la oposición del
cabildo alcalaíno. Una vez alcanzada la Junta de Abastos, poco a poco van
adquiriendo competencias en reclutamiento de tropas, acopio o impuesto de la
sal y rentas provinciales, derechos de escribanos, e intentado formación de
Pósitos y Junta de Propios en contra de los intereses del cabildo alcalaíno,
dando lugar a situaciones de tensión, pleitos, e, incluo, muerte de algunos
representantes de la justicia como el alguacil de los años setenta. El reparto
de tierras del año 1769 va derivar en otra conflictividad ante la exigencia del
nombramiento de péritos, impedida por el cabildo alcalaíno, cosa que
consiguieron, a pesar de que existía el trasfondo antes indicado de agravios
por poca inversión de los propios municipales en obras de la ciudad y
asistencia de los jornaleros así como en defensa de ciudadanos que se veían
obligados a pagar todos los litigios.
También como lo
demuestra el año 1804 en el que un asunto de sustitución de representación de las
varas en la procesión del Corpus, motivó un auto entre el alguacil mayor y un
sustituto en el que denotan no haber una gran respeto hasta tener quue acudir a
la órbita del alcalde mayor alcalaíno para solucionar la situación [1]
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