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lunes, 17 de noviembre de 2014

CASTILLO DE LOCUBÍN
SIGLOS XVII-XVIII

La villa del Castillo de Locubín se encuentra, desde el principio de la conquista por el rey Alfonso XI, dependiente de Alcalá desde la conquista de la ciudad como uno de los bienes que disfrutaba por concesión real, y estaban referidos a la jurisdicción, alcaldía, montes, pastos y aguas. Esto da a lugar a una dependencia administrativa con respecto  la ciudad de Alcalá la Real..
 La alcaldía recibió el molino y una torre del vado del río. Era regida desde el cabildo alcalaíno y tan sólo la justicia en los casos menores era administrada y auxiliada por dos alcaldes ordinarios, que eran nombrados por el propio corregidor, auxiliados por una alguacil mayor y menor. Cambió su estima de  ser una importante villa regida por el cabildo a convertirse en una aldea, que sus vecinos pretendían gobernar y los alcalaínos mantener bajo su jurisdicción minusvalorando todas las competencias que le había otorgado,  más bien habían conseguido de la Corona. 
A principios del siglo XVII tenía 200 vecinos y en el año 1772 alcanzaban la cifra de 788.  Por lo tanto en un siglo habían aumentado en un casi cuatro cientos  por ciento de población. En el año 1621, la alcaidía del Castillo pretendió apoderarse de la torre y molino de ella.


 Algunos guardas de campos se cuidaban de la gran cantidad de terrenos comunales y baldíos que la rodeaban en Encina Hermosa,. Arroyo las Parras, la Joya Redrada, Marroquín, Fuente Tétar, y terrenos limístrofes con los términos de Martos, Valdepeñas y Alcaudete. Los servicios esenciales eran las carnicerías que abastecían de la ciudad. Hasta muy avanzado el tiempo, no tenía pósito, por lo que los agricultores acudían a Alcalá para la siembra y la manutención. Tampoco, tenía servicio médico ni escuela. Tan sólo, avanzado el siglo XVIII, se nombró un médico de la ciudad, se creó el pósito y una junta de propios. Dos escribanos contribuían a levantar las escrituras y fueron los que propulsaron la independencia de la villa, ligados con la familia Alvarez de Morales. El castillo tenía al frente un alcaide que era nombrado desde el cabildo alcalaíno, recayendo en uno de los regidores. Pero la Villeta pronto desapareció como centro de la vida de la ciudad. No obstante, muchas delegaciones o diputados eran nombrados desde la  ciudad de Alcalá entre regidores que vivía en un terreno tan fértil como era la zona castillera. A ellos se les encomendaban los servicios de milicia, de recaudación, de control de roturaciones, de vistas de términos y veredas, de sanidad, de aguas, de abastecimiento y las fiestas como la del Corpus. Muy importante era la delegación dela alcalde de aguas, que era asesorado por los peritos del lugar, y nombraba un sirviente que cuidaba del reparto inmemorial de los distintos tiempos y recursos acuíferos en las vegas del río, arroyo las Parras, Colmenares, Sainar e Isla. Recuerdo de siglos anteriores el cabildo abierto que se celebraba con motivo de los repartimientos de medidas fiscales, presidido por el alcalde mayor y los regidores comisionados.
El río proporcionaba una rica agricultura de hortaliza y frutales que se exportaba a los terrenos comarcanos. También, en torno a su cauce, había varios molinos harineros de la familia de los Aranda, un aceitero y un batán, que complementaba la riqueza agricola.
No abundan grandes extensiones ni cortijos en esta zona salvo las dependientes de las familias de los hidalgos, que ocuparon las zonas más ricas de las vegas. Destacan las familias que poseían un pequeño pegujar de laboreo, varias aranzadas de viña y de olivo, una huerta, algún ganado y la casa. Poco a poco a lo largo del  siglo XVII Y XVIII,  van a verse afectados y beneficiados por las diversas roturaciones de tierras en Encina Hermosa, el Guadalcotón y la Hoya hasta que culminará con el nacimiento de pujareros y labradores en el repartimiento del año 1770 por Carlos III.
Muchos servicios religiosos dependían de la abadía, que tenía un párroco y vicario en la iglesia de san Pedro. También, tenía una fundación con el Hospital de la Madre de Dios a mediados de siglo. Se fundaron las iglesias de la Veracruz, san Antonio y el convento de los Capuchinos. A principios del siglo XVII, en torno a los años veinte interviene en la iglesia de san Pedro Juan de Aranda Salazar que lleva a cabo las trazas de la iglesia en la nave central, siguiendo los anteriores planes de Maeda, Ginés Martínez de Aranda y otros maestros de Jaén. Los capuchinos fundaron un convento, que se mantuvo bastante tiempo en la ciudad hasta el siglo XIX, ejercía una labor educativa importante y sufrió varias ampliaciones, entre ellas una en el año 1674 que fue aprobada por la Corona, ya que los límites de su terreno coincidía con el camino real. Recibió varias donaciones y memorias, con las que mantenía al convento de los frailes, destacando una huerta del río y la donación de Juan Bautista Cano de cien ducados en el 1704 para la obra. Fueron importantes sus colaboraciones en la formación de la religiosidad de la villa.


El final del siglo XVIII, con Carlos III, va a significar un gran paso en su indepencia como villa, aunque no la alcanzará hasta la Constitución del 1812 y definitivamente en el año 1832. En estos años se va sustituyendo la labor de los alcaldes ordinarios y los regidores que residían en la ciudad por una Junta organizada por los mencionados alcaldes, diputados y síndico personero que intervienen en diversos asuntos relacionados con los bienes de propios, demandas de la ciudad y fiestas de la localidad. Los primeros tienen la función de gobernar los asuntos en los pequeños casos, mientras los diputados recogen y defienden al pueblo. La figura del síndico personero asume una función de revisión y fiscalización de las cuentas,así como la demandas populares . Todos ellos son presididos por un alcalde presidente. Asistidos de un alguacil mayor, aplican todas las medidas de gobierno que emanan de Alcalá y de la Corona. No debieron ser tiempos  cómodos sino de conflictos internos entre sus miembros. Antes, incluso que se le permita formar la Junta de Abastos, la situación es bastante  reivindicativa ante la Corona por independizarse de Alcalá, fomentada por el clero y los oficios de aquella ciudad y restrigida por la oposición del cabildo alcalaíno. Una vez alcanzada la Junta de Abastos, poco a poco van adquiriendo competencias en reclutamiento de tropas, acopio o impuesto de la sal y rentas provinciales, derechos de escribanos, e intentado formación de Pósitos y Junta de Propios en contra de los intereses del cabildo alcalaíno, dando lugar a situaciones de tensión, pleitos, e, incluo, muerte de algunos representantes de la justicia como el alguacil de los años setenta. El reparto de tierras del año 1769 va derivar en otra conflictividad ante la exigencia del nombramiento de péritos, impedida por el cabildo alcalaíno, cosa que consiguieron, a pesar de que existía el trasfondo antes indicado de agravios por poca inversión de los propios municipales en obras de la ciudad y asistencia de los jornaleros así como en defensa de ciudadanos que se veían obligados a pagar todos los litigios.




También como lo demuestra el año 1804 en el que un asunto de sustitución de representación de las varas en la procesión del Corpus, motivó un auto entre el alguacil mayor y un sustituto en el que denotan no haber una gran respeto hasta tener quue acudir a la órbita del alcalde mayor alcalaíno para solucionar la situación [1]




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