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viernes, 7 de noviembre de 2014

EL DÍA DESPUÉS


 

 

EL DÍA  DESPUÉS

 

 

            Hay un sentimiento popular de fijar  o establecer una fecha, que sirva de frontera o límite para acabar una etapa y emprender una nueva,  con más fuerza e ilusión para superar el abatimiento y el desbordamiento actual. No hay que buscar  orígenes profundos, porque como  simple razón vital  la muerte separa dos momentos  fundamentales de una persona; o un dígito  al final de un año abre un nuevo decenio, lustro, un siglo o  milenio, y parece como si inaugurásemos una nuevo modo de ser  o un modelo diferente de sociedad. Y, abundando en este  sentimiento, las propias  horas del día se separan con el mediodía, y, haciéndose uso de los latinismos refinados, colocamos A.m. o P.m. para reflejar los momentos matutinos o vespertinos.

            Pero, ojalá quedara todo reducido a este límite espacial o temporal; pues se asiste en todos los rincones  de España a un deseo que se acabe un tiempo o momento nefasto ( en  el auténtico sentido latino, de mal augurio, en contra de la ley), en el que  se ha coronado, más bien, se ha estigmatizado como si fuera una auténtica plaga , por medio de una crisis atroz, duradera e insensible.

            Parece como si hubieran quedado muy lejos  los años de las vacas gordas, cuando andaban por sus reales el desarrollismo a ultranza y el ansia de convertirse en ricos (teniendo como exponentes de aquellos tiempos la ostentación de  poseer varios vehículos, dos o tres viviendas y el derroche de un sobredimensionado bienestar que se  manifestaba en el lujo y el aventurismo sin cordura). Hemos quedado sumidos en el agujero negro, más profundo que los de los sistemas estelares, porque no se le ve punta al lápiz por más que nos afinen las cuentas,  redoblen los recortes y retrocedamos, cada día más, en los derechos básicos de las personas más vulnerables. Como el maná de los israelitas, se asiste  a un deseo de cambio profundo y llegar a la tierra prometida, donde se rompa con todo lo que significa una etapa que convendría  arrancarla de las crónicas de España.

            En medio de esto, la crisis con el sentido etimológico de este étimo griego, nos ha servido como el vocablo más apropiado no sólo para  definir este momento, sino también como actitud personal y colectiva  para  “ separar, elegir o distinguir” la paja del trigo, lo banal de lo esencial y los fundamental de lo accesorio; y añadimos, siguiendo sus diversos matices de su campo léxico, la idea de explicar y  resolver para siembre la duda entre  la ficción, en la que estábamos inmersos, y  la pura y dura  realidad, en la que nos habían sumido el neoliberalismo y el egoísmo imperante.

            Y no queremos pasar por alto  el  valor semántico  de la palabra crisis en torno a “acusar”, “preferir”, “interpretar”, “decidir” , y finalmente “resolver” para no caer  en los mismos valles prometidos ( claro, de lágrimas al final),  y menos aún  como aceptación de lo que no podemos evitar , sino que, recogiendo estas palabras  de un  filosofo internauta, como el l tiempo de la crisis es el de la decisión, la inteligencia y la valentía. Ante una crisis social o política, la decisión sobre el camino a tomar depende de quien tenga el poder y la capacidad de convencer a los demás. Modelos haylos. Praxis también. Ejemplos positivos y negativos a espuertas.

 



 

 

 

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