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jueves, 23 de abril de 2020

LA COFRADÍA DE LA VIRGEN DE LA CABEZA. SUPENSIÓN EN EL AÑO DE LA PESTE D EL SIGLO XVII.


A principios de siglo, se extendió por todo el territorio alcalaíno una gran epidemia de peste que obligó a las autoridades locales a tomar medidas severas para controlar la salida y entrada de la ciudad. Tan sólo, se permitía la entrada por las puertas Villena y  la de los Arcos. La salida de los trabajadores al campo se controló exhaustivamente, lo mismo que la marcha de los jornaleros temporeros a las campiñas cordobesa y sevillana. Según el acta de  17 de abril  de 1600 del Libro de Cabildos del Ayuntamiento  de Alcalá la Real, este año no pudo celebrarse la romería alcalaína al cerro de la Cabeza, porque los munícipes prohibieron a los vecinos acudir a la romería por no contagiarse con la epidemia de peste[1].
“ Se ha entendido que muchas personas, vecinos de esta ciudad, están prevenidos, y con determinación de ir a la fiesta de Nuestra Señora de la Cabeça, y a la feria de Guadajoz a comprar ganados, y que a estas partes acude mucho concurso de gente y hay lugares circunvecinos que están enfermos y apestados, y de donde acudirá gente por ser campo de donde no puede haber que se regle, y, de yr podrá resultar, de la comunicación de unos con otros, enfermar los que de aquí  fuesen  y causar daño a esta república. Y para lo obviar se manda que ninguna persona vaya a la dicha fiesta y feria. Con apercibimiento de que no se reciban ellos, y los ganados que truxeren, y así se pregone”.

Hasta 1605, se prolongó una sequía que conllevó una carestía de pan, y la imagen de la Virgen fue llevada a la ciudad de Andujar para que se hiciera una rogativa.
Pero, no todos los años de este siglo ofrecieron este aspecto tan deprimente para la romería, sino que esta se desarrolló de un modo normal y, como la describen algunos escritores de aquellos años, con algunas novedades.
Todos los devotos y los cofrades de todas las ciudades, como es lógico también  los   alcalaínos, solían entrar el Viernes por la tarde por la Torre Tocada de Andujar, donde los recibían y esperaban los vecinos de Andujar asomados a las ventanas. Iban a caballo, a pie y en alguna que otra carroza las mujeres.  Los recibían en el Puente de la Pontanilla el  sábado, lo mismo que los despedían  el domingo en medio de un colorido imponente y lleno de concurso y vocería de personas.  Por la ciudad una capilla de música  del maestro Santa María solía  cantar  la Letanía  y las coplas de la Concepción acompañada con un estandarte de de la Virgen de la Cabeza y las andas que portaban al pastor. Es la única voz  que conseguía  acallar aquella muchedumbre  Las cofradías solían  ir acompañadas de chirimías, atabales, trompetas y pífanos,  entre banderas extendidas y estandartes, según el escritor Manuel Salcedo, se parecían a los escuadrones de soldados precedidos de la escuadra de música. Allí se confundían con los caballeros diputados, tocados de bandas rojas y los miembros del cabildo municipal de bandas verdes, además de los vestidos de los alguaciles y oficiales de la ciudad.
Salían de la ciudad de Andujar  por la alameda,  hasta tomar el camino por la Viña Vieja, san Mancio, santo Domingo  y san Ginés, y por los barrancos Alcaparrosa, y Fuente del Madroño, llegaban al río Jándula, y, en `pasando su puente, llegaban lo más áspero y penoso, del camino, lleno deun colorido sin igual por el color diverso de los vestidos  y saliendo al encuentro los lisiados y  los pobres pidiendo limosnas. Abundaban los ciegos que cantaban  romances anónimos, los ventorrillos se llenaban de lisiados y enfermos. Había  gente con instrumentos de pitos, trompetas y pífanos, gente conversadora, penitentes con trajes de nazareno por promesas,  y al llegar al alcornocada, se divisaba de cerca  el santuario;  y  todo el mundo gritaba n gozoso.

 El sábado por la mañana, la cofradía como el resto de la romería  extendía su tienda grande en una zona asignada por el  diputado, armada con guindalera y maromas.  La tienda sobresalía con su lienzo encerado de altura crecida y desproporcionada, girando de un mástil de pino y fijada con clavos de hierros ofreciendo un espacio amplio que se adornaba con las banderolas, fámulas  y gallardetes. En su interior colgaban la volatería, la caza y demás alimentos,  y , en lugar muy importante,  el gallardete y pendón carmesí, en su exterior la puerta estaba protegida con dos arcabuceros, y a las afueras encendidas fogatas para asar las viandas, con el peligro de ser robadas en el mínimo resquicio de tiempo. Y en palabras de Manuel Salcedo la tienda de Alcalá se enmarcaba en este bello cuadro “A la falda del monte en aquellos vallecillos y llanadas, están puestas a trechos no muy distantes las tiendas de campaña de  las Cofradías en sitios conocidos. Estas como grandes, y de altura crecida y desproporcionada, con lo primero que se viene a la vista, y lo que al punto despierta la curiosidad y el deseo de verlas sin tardanza”[1]
   A la hora de las Vísperas, tras el toque de campanas,  salía la cofradía de Alcalá hacia el santuario y marchaba en procesión con los cofrades vestidos de blanco y su gallardete de rojo carmesí,  con el escudo de la ciudad  y la imagen de Santo Domingo en un lado y por otro la Virgen de la Cabeza, costosísimo y muy pesado por el oro y bordado, de modo que tenía que ser portado por varias personas en su recorrido y ayudado con varas,  en medio de muchas personas con vestidos variados, puestos de mercería y hombres realizando ingenios de diversión los más inauditos.  Era frecuente que los ministriles y las capillas de muisca de la Abadía de Alcalá la Real, las que debían acompañar con su cantos, pífano, chirimía y atabal  a la cofradía, al mismo tiempo que las panderetas, pitos y otros instrumentos de metal, viento y percusión sencillos entre el resto del pueblo., La cofradía le tocaba sus canciones y le alzaba el estandarte hacia el cielo. Y, tras entrar a la iglesia, se llevaban a cabo  los  rezos de las Víspera de la Asunción.
En el domingo,  junto todos los romeros de la tierra presenciaban la misa a fuera del santuario porque era ingente el número de asistentes a la misa de romería, ya que se edificó un balcón desde se colocaba el altar para decir a misa a todos los romeros. .
            En la procesión marchaba la cofradía de Alcalá y sabemos que, en los últimos decenios de siglo,  seguía ocupando el puesto 22º, entre Martos y Écija y la de Arjonilla ocupaba el 69 por propia iniciativa. La precedían de Andujar, Colomera y Arjona, Lucena, Aguilar, Antequera, Almodóvar, Almagro,  Córdoba, la Rambla , Osuna, Ciudad Real , Iznájar, Baena, Úbeda, Rute, Cabra., Bujalance, Baeza y  Teba; y seguida de Montoro , Torredonjimeno, Torres, Alhama. Loja, Archidona, Monturque, Alcaudete, y Mancha Real, Bailén, Pedrera, Estepa, Guadix, Castro del Río, Priego, Baños, Mengibar, Vílchez, Linares, Torrenueva, Valdepeñas, Puente Gonzalo, CañeteCañete, Villacarrillo, Lopera, El Carpio, Cazalilla, Santiago, Huelma, Almadén, Villafranca, Íllora, Montilla y Montemayor, Espejo, Torrecampo, la Hinojosa, Montalbán, Cambil Alhabar, Luque, Vélez-Málaga, Hernán Núñez, Montefrío, Benamejí, Arjonilla y no asistían las de , Puertollano y Jaén, según expone  Manuel Salcedo en su conocido libro. 
También se mantenía la costumbre de los  diputados y mayordomo de Andujar ir vestidos con trajes blancos, bandas rojas y bastón rojo, (el diputado con sombrero y y roquete blanco). Los cofrades solían  ir vestidos de roquetes blancos y se cubrían la cabeza con unos tocadores de lienzo blancos con puntas, los cuales se recogen con una toalla atada con una cinta de seda, que ciñe  y aprieta el tocador de la cabeza, y se tienden  los cabos de la toalla por las espaldas del hombro hasta la cintura. Era una costumbre que se usaba desde el principio en la cofradía y se cumplía a rajatabla por los cofrades que no permitían que se acercara nadie con ellos al santuario sin esta vestidura, porque lo consideraban un símbolo de pureza. Luego fueron cambiando con una túnica blanca que podía confundirse con la  de los sacerdotes, y finalmente, dio lugar a que finalmente mantuvieran los vestidos ordinarios, pero de color blanco par dar sensación de estar inmersos en la pureza de María  y los cofrades de las poblaciones, los más ricos, venían con roquetes bordados. También imitaron la fiesta en sus ciudades, el domingo siguiente con la fiesta de la octava vestidos con este roquete blanco. . 
Por un documento de Protocolos de Alcalá, comentábamos:
“Comenzaba prácticamente, este conjunto de fiestas con la Romería de la Virgen de la Cabeza, a donde acudían los romeros con unos atuendos entre los que predominaba unos sombreros de fieltro y tafetán blancos. Los hermanos de la Virgen de la Cabeza eran, en su mayor parte, ganaderos y solían celebrar corridas de toros a lo largo del verano, y sobre todo en la segunda semana de septiembre con el fin de recaudar fondos para dicha cofradía” . En concreto el sombrerero Juan

de Villarejo, vecino de Alcaudete, fue el que se comprometió a hacer estos sombreros con el hermano mayor  o prioste, por aquel tiempo, Antonio  de Martos de Huelte, a dieciséis reales cada sombrero “ En esto términos: “ para mediados de la Cuaresma ocho sombreros de fieltro  medio  “” y los ornamentos que usan de presente, que fueran de buena lana y bien obrdos fondos con tafetán blanco del el fieltro han de ser blanco para la Cofradía de la Nuestra Señora de la Cabeza de esta ciudad    En un artículo posterior, especificamos que eran dieciséis sus miembros de la Junta  con sombreros blancos .



[1] SALCEDO OLID,  Manuel Panegírico Historial de Nuestra Señora de la Cabeza de Sierra Morena”. Págs. 277-279, libro impreso en  Madrid por Julián Paredes en Madrid en 1677.



[1] AMAR. Acta de 17 de abril de 1600.

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