Me llamó mucho la atención un personaje alcalaíno del siglo XVI.
Era el capitán Juan de Aranda Figueroa. No era uno cualquiera. Ni un regidor
más. Ni un hidalgo fanfarrón. Casi siempre que
Y topé con su linaje. Tuve la
fortuna de encontrar el testamento de su padre Diego de Aranda. Se ilustraba el
legajo del escribano con una portada, donde se simulaba entre trazos finos la
planta de una casa, Misteriosamente, paso la página y aparece esta
oración .La había escrito el propio
padre con su puño y letra, así como todo
el testamento. Me di cuenta que era muy
ilustrado
IHS MARIA
IN NOMINE DEI PATRIS ET FILII ET SPIRITUS SANCTI FAC MIHI DOMINE SIT
FIDES FIRMA IN CORDE. GALEA SALUTIS IN CAPITE. SIGNUM SANCTAE CRUCIS IN FRONTE.
VERBUM VERITTIS IN ORE. VOLUNTAS BONA IN MENTE. DILECTIO DEI IN PECTORE;
PRECINTIO CASTITATIS IN CIRCUITU HONESTAS IN ACTIONE,SOBRIETAS IN
CONSCIENTIA. HUMILLITAS IN PROSPERITATE. SPÈS IN CREATORE. AMOR VITAE AETERNAE
ET PRESEVERANTIA IN BONIS OPERIBUS IN FINEM. AMEN.
Jesús, María.
En el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo. Haz, Señor, que la fe sea firme en mi corazón, el casco de la
salvación en mi cabeza, el signo de la Cruz en mi frente , la palabra de la verdad en mi boca, la buena
voluntad en mi mente, el amor de Dios en mi pecho, la abstinencia de la
castidad en mi derredor, la honradez en la acción, la sobriedad en mi
conciencia, la humildad en la prosperidad, la esperanza en el Creador, el
de la vida eterna y la perseverancia en las obras buenas.
Y me digo qué programa le legaba a sus hijos. Todo imbuido de
un soldado cristiano, más bien un militante católico que se había curtido en la
frontera. Pues había heredado el
programa de sus padres y familiares. Por
eso, definía como virtudes y
creencias principales: la fe, la
salvación y el misterio de la Cruz. Y a
la hora de compartir y relacionarse: la verdad, la humildad en los éxitos, la
buena voluntad, la tozudez de las buenas obras, y la honradez activa. Claro todo tamizado por el
más allá: la esperanza, en el Creador y en la vida eterna. Y como centro
se incardinaba el amor, pero un
amor no personal sino proveniente
de Dios.
Y seguía en su testamento y no se arredraba rezando el credo.
Lo había aprendido de su tío Pedro Hernández de Aranda, obispo y prior del
convento dominico de Granada. Y además su hermano Pedro de Aranda, se lo
recordaba siempre. Cuando testes:
-Pon el credo.
Luego, por doquier avisos y recuerdos y obligaciones para
todos. No olvidaba a sus criados y criadas. Les dejaba dineros y ropas. Y, se enredaba
en encargar a sus albaceas, misas y misas, suyas y de su esposa. Desde todas
las fiestas de la Virgen hasta las once mil vírgenes, desde San Pedro y San
Pablo a San Bartolomé y San Juan Evangelista que era muy devoto. Y obligaba que
se dijeran en el convento de San Francisco o en la Iglesia Mayor. Y en medio de
encargos, mandas, memorias y fundaciones, nos encontramos misas por sus padres
Juan de Aranda e Isabel de Leyva.
De pronto, aparecieron el nombre de sus hijos e sus hijas Lucía de Aranda, Juana de Figueroa, Ana de Aranda, Catalina de Figueroa, Francisco de Leva casado con Mencía de Angulo, Guiomar de Escaváis y el mismísimo Juan de Aranda Figueroa.
Que revoltijo de apellidos. Nos recordó que le había dado buenas dotes cuando se casaron. Por ejemplo a Juana de Figueroa con Juan Cabrera 450.000 maravedíes, incluidas 3 viñas en Cañuelo; a Lucía casada con el licenciado Esteban Marañón 500. 000 maravedíes incluidas tierras de la Hondonera y Lanchar. Como se ve, las hermanas de Juan de Aranda, eran unas bien casadas con hidalgos y profesionales de lujo. Me faltaba Guiomar de Escavias casado con el dóctor Diego de Magaña, que vivió en la casa del padre y recibió de dote 340.373 incluidas las tierras de Monte Rey, con viñas de uva torrontesa. Unas veces escogían el apellido del padre, generalmente los varones, y las mujeres el de la madre. Lo frecuente de la época.
E insistía que su hijo mantuviese la celebración de la festividad de Santiago, por lo que más quisiera y lo mimaba con algunos privilegios. Le había concedido el cargo de regidor, le dejaba toda la casa de la Mota, muy señorial, debía ser de muchos metros cuadrados, un palacete, de varas y varas, lindera con otras tres casas de postín la del regidor Pedro Serrano Alférez, y hermano del vicario Bernabé, el cirujano Diego López y la de Pedro de Aranda Escavias. Solo le pedía que le dejara un cuarto a la entrada sobre la bodega a su hija Ana, que se había hecho religiosa y no quería casarse de nuevo. Y otro segundo, muy de los hidalgos fervorosos: que su casa valorada en 40.000 maravedíes, pagara un censo para todas las misas y obligaciones de 15. 000 maravedíes a la Iglesia Mayor. Incluso, si la vendiera.
De pronto, aparecieron el nombre de sus hijos e sus hijas Lucía de Aranda, Juana de Figueroa, Ana de Aranda, Catalina de Figueroa, Francisco de Leva casado con Mencía de Angulo, Guiomar de Escaváis y el mismísimo Juan de Aranda Figueroa.
Que revoltijo de apellidos. Nos recordó que le había dado buenas dotes cuando se casaron. Por ejemplo a Juana de Figueroa con Juan Cabrera 450.000 maravedíes, incluidas 3 viñas en Cañuelo; a Lucía casada con el licenciado Esteban Marañón 500. 000 maravedíes incluidas tierras de la Hondonera y Lanchar. Como se ve, las hermanas de Juan de Aranda, eran unas bien casadas con hidalgos y profesionales de lujo. Me faltaba Guiomar de Escavias casado con el dóctor Diego de Magaña, que vivió en la casa del padre y recibió de dote 340.373 incluidas las tierras de Monte Rey, con viñas de uva torrontesa. Unas veces escogían el apellido del padre, generalmente los varones, y las mujeres el de la madre. Lo frecuente de la época.
E insistía que su hijo mantuviese la celebración de la festividad de Santiago, por lo que más quisiera y lo mimaba con algunos privilegios. Le había concedido el cargo de regidor, le dejaba toda la casa de la Mota, muy señorial, debía ser de muchos metros cuadrados, un palacete, de varas y varas, lindera con otras tres casas de postín la del regidor Pedro Serrano Alférez, y hermano del vicario Bernabé, el cirujano Diego López y la de Pedro de Aranda Escavias. Solo le pedía que le dejara un cuarto a la entrada sobre la bodega a su hija Ana, que se había hecho religiosa y no quería casarse de nuevo. Y otro segundo, muy de los hidalgos fervorosos: que su casa valorada en 40.000 maravedíes, pagara un censo para todas las misas y obligaciones de 15. 000 maravedíes a la Iglesia Mayor. Incluso, si la vendiera.
A Juan su protegido, le dotó de los cortijos de Charilla y le
dejó a cargo de cumplir todas las mandas. De seguro que lo hizo cuando repartió
todos sus bienes. La casa era de una sobriedad enorme. No se encontraba cuadro
alguno, ni lujos por ningún sitio. Bien
de mobiliario, pero sencillo. Algunos aparejos de caballería. Y nada más. Una
bodega con más de diez tinajas.
Juan de Aranda recibió más bienes por parte de su esposa,
murió y debió embargarse por varios
préstamos, Incluso, cuando ya no andaba un paso, tuvo que vender las casas de
los Monteses y su hospital para ampliar la plaza alta de la Mota. Se quedó prácticamente
sólo y un hijo cura…., siguió con las memorias y misas...
Curioso relato, a saber... si soy descendiente suyo, gracias por compartirlo
ResponderEliminarCurioso relato, a saber... si soy descendiente suyo, gracias por compartirlo
ResponderEliminarLo había redactado un poco rápido, y lo he corregido, gracias, Jorge. Es un modo de hacer vivir la Mota.
ResponderEliminarPero, los datos, el personaje y el ambiente es real. Más que novela histórica, relato real.
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