RELATOS Y ESTAMPAS ALCALÁINAS DE AYER Y HOY
ASS
Es un chico
de Senegal. Vivía con su madre en tierras africanas. Sencillamente, la familia
se mantenía a cuentagotas con el sustento diario. Un día fue a un centro
escolar y leyó una noticia de Internet que le informaba de unos vecinos suyos
que habían alcanzado las costas europeas. No se lo pensó, se juntó con otros
amigos y conocidos y montó en una patera.
Luego vinieron varios días y noches a la deriva de la mar. De pronto
despierta, y se encuentra bajo unos cartones al cobijo de los pilares de una obra sin terminar (no lo sabe y, como él,
la empresa sufre las consecuencias de la
crisis, dicen que están en la UCI financiera).
No tiene más abrigo que una
manta de segunda mano que
le ha aportado una entidad
benéfica; come frugalmente, pues tan
solo puede hacerlo con lo que le dicta su religión mahometana y recibe de la
caridad y la solidaridad de la Cruz Roja; fuera de aquel recinto, se calienta, durante el día, con una
fogata, hecha de tablas de construcción; esta noche ha tenido suerte le han
llegado los Reyes Magos y le han dado unos vasos de caldo caliente, leche con
colacao y galletas; en la despedida abre
las manos y recibe varias latas de sardinas y atún. A pesar de que su cara está fría como el carámbano, rompe el duro rictus de su rostro con una sonrisa de agradecimiento, y pregunta
si les pueden dar trabajo (Pues Ass lleva
unos quince días desde que llegó a Alcalá en estas míseras condiciones y
nadie le ha ofrecido un tajo para unas horas y para experimentar con él).
Los
voluntarios se marchan, el senegalés se cobija entre la manta y los cartones.
Sueña con su país, con el mar, con su familia
y, como si les anunciara que les solucionaría
los días de hambre, se ve
envuelto en una sueño de un día de campo
de aceituna. Y, muy de mañana. va a la estación de autobuses, se
enfunda sus pantalones vaqueros, su saquito de lana y las botas de cuero donados
por unas personas que se le han ablandado el corazón. Se les caen las lágrimas,
cuando son las diez de la mañana y un viejo landrover ha montado a su compañero que es el único que
encontró trabajo de entre los treinta y tantos que ocupan el campamento del
solar abandonado. Y se dice : “Cuándo
llegará mi día…”.
Grábame, Señor, tu nombre
en el rostro de los pobres.
Fíjame tu huella en tu mirada,
No sea un fariseo
encubierto
de tu
Y me refugie en el
bronce
de tus hechos
y palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario