En 1592, realizó el Cristo Crucificado que había de presidir el Coro de la Catedral de
Granada, obra encargada a Pedro de Raxis y colocada durante muchos años hasta
los cincuenta del presente siglo junto a la portada de la sacristía de la
catedral. También, debió encargársele
la imagen de Jesús Nazareno de la iglesia de San Francisco de Priego, no documentada, pero confirmada por el estudio comparativo con otras imágenes, que nacieron de la gubia pablesca. No
ofrecen visos de realidad la leyenda de que debió realizarla en la clausura del
convento huyendo por algún delito contra la Inquisición, algunos han referido
que tanto él como su discípulo Martínez Montañés estuvieron implicados en la ocultación
de datos por cierta delatación de moriscos, pero esto se comprende dentro del
mundo misterioso de la atribución de las obras y la donación por parte de
patronos que querían quedar en el anonimato. Algo parecido ocurrió en otros
lugares de la Abadía, como en Alcaudete o en Castillo de Locubín, cuya figura del Nazareno debió quedarse en esta
villa por impedimento de la caballería cuando iba destinado a Alcalá la Real.
Es verdad que su hermano Gaspar vivía en Priego y su hermana Catalina estaba
casada con un prieguense, pero que influyeran en la ejecución de la obra es
algo difícil de dilucidar.
Lo que no puede pasarse por alto
es la fama que adquirió en toda la Andalucía Oriental. Y son muy acertadas las
reflexiones que hace Bernales de este apartado del artista:
“Rojas realizó numerosas piezas de imaginería que son las que
contribuyeron a darle justa fama en Andalucía Oriental, tanto por su patetismo
y canon alargado como por las expresivas posturas de raigambre manierista,
coincidentes con las exigencias de la sensibilidad religiosa de la
población.... De su producción se conservan esculturas en Antequera, Lucena,
Baena, Priego de Córdoba, y en Granada que son las más numerosas”.
Entre el círculo de influencias y, por ende, atribuciones sin documentación se hallaba el Nazareno de la iglesia
antequerana de san Zoilo, ubicado en la capilla de la hermandad de flagelantes
de la Santa Veracruz y de la Sangre de Cristo. Este refleja la clara influencia de
Pablo de Rojas por su estilo manierista
y se le ha atribuido hasta ahora acertadamente a su mano, pues la elegancia del
drapeado de paños y la bellísma cabeza son semejantes a las imágenes de los
anteriores nazarenos. Pero hoy día
debemos ser reticentes en este tipo de atribuciones por los recientes
descubrimientos en el círculo antequerano de la ciudad y está confirmada la mano de la familia antequerana de los Vega.
Trabajó en los últimos años del último decenio del
siglo XVI en el retablo mayor del monasterio de San Jerónimo de Granada,
considerándosele por muchos críticos una de sus obras más hermosas por ser
fruto de su mano artística, donde la primera traza suele atribuirse a su
maestro Rodrigo Moreno y continuada por Juan de Aragón y Pedro de Orea. Entre
ellas la imagen de la Inmaculada. Probablemente, su entrada en la ejecución de
los relieves y en algunas de sus esculturas es fruto de continuar la labor del
contrato y compromiso de su maestro y, por otro lado, de la buena relación que
debió tener con Lázaro de Velasco, como
hemos comentado anteriormente. En este periodo predominan una serie de
tracistas que tienden a un purismo
romanista, abandonando la profusa decoración y predominando la línea
arquitectónica sobre la pintura, que imprime un sello dominante de clara
influencia de los esquemas severos y las directrices estructurales. Está por
estudiar toda la relación con Lázaro de Velasco y Pedro de Orea, y los
ensambladores Diego de Aranda y Diego de Navas, y, por lo tanto, su
intervención no sólo en los retablos anteriores, sino también en el retablo
mayor de Santa Isabel la Real junto a Gaviria, el de Guadahortuna, y el de la
Antigua de la catedral de Granada, desaparecido y del que quedan algunas
esculturas, el de la puerta de Justicia de Granada, el de la Virgen de la Rosa
de la iglesia de Santa Ana, el de Ogíjar Alto, las monjas carmelitas descalzas,
y el lateral de la Iglesia de Iznalloz. En Alcalá la Real se encuentra la pr4esencia de Velasco, Orea y , Aranda en obras e imágenes religiosas de la Iglesia Mayor Abacial (torre) y civiles como la torre del Gabán o de la Justicia.
En Granada, a finales de siglo,
se vivía un momento de efervescencia religiosa muy importante en el que trataba
de justificarse su raíz cristiana y la justificación de la conversión de muchos
moriscos tras la rebelión del 1568. Por eso no era de extrañar que en el cerro
cercano del Valparaíso, denominado posteriormente del Sacro Monte, ocurrieran
continuos descubrimientos relacionados con los primeros cristianos que se asentaron en la ciudad de Alhambra.
Desde que en los años ochenta, fecha en la que se derrumbó la torre Turpiana y
en sus cimientos se hallaron los libros plúmbeos hasta que apareció en 1595 el
segundo hallazgo en las cuevas del Sacromonte, los vecinos de Granada
desarrollaron una serie de prácticas religiosas y de rogativas de acción de
gracias por las pruebas, a su entender, reales de la presencia de los primeros
discípulos en tierras granadinas. El arzobispo Pedro de Castro compartió con el
pueblo estas inquietudes y comenzó a levantar una especie de recinto sagrado en
el Sacromonte, donde instaló su oratorio y una capilla privada en la que le
encargó a Pablo de Rojas la imagen del martirio de San Cecilio, que ocupaba el
encasamiento central del retablo de perímetro curvo adaptado a la bóveda.
Estaba flanqueado por paneles a los
lados hechos a modo de cartelas, en los que aprecian símbolos lauretanos (pozo, torre, templo, ciprés y el
barco de la iglesia con la Virgen y el Crucificado en el mástil) que ofrecían
una buen estofado y matización. En dicha obra tuvo que ser uno de los primeros
contactos de Pablo de Rojas con Miguel Cano, pues éste figura como ensamblador
y carpintero de las obras de las distintas capillas que se iban levantando en
1598. Algunas de ellas, por otro lado, se le encargaron a Pablo de Rojas: así,
en 1599 una Virgen con un Niño y varias imágenes de un retablo de las cuevas.
La primera, ubicada junto a la capilla de don Pedro de Castro, se encuentra
repintada y restaurada posteriormente, pero ofrece los típicos trazos del
maestro alcalaíno. La Inmaculada del cementerio de los canónicos preside todos
los cuerpos de los nichos y demuestra cómo el imaginero heredó de sus padres el
tallado de la piedra que ejercían en Alcalá. Dos granadinos relacionados con su
ciudad natal intervienen en la fundación del Sacromonte. Por una parte, Francisco Gutiérrez, maestro
de albañilería, que casualmente por este tiempo cubría la Iglesia Mayor de la
Mota, realizaba unas oras provisionales para que pudieran ejercerse cultos en
aquella nueva abadía figuran y, por otro
lado, el propio Ambrosio de Vico, que también actuaba en Alcalá llevó a cabo importantes intervenciones en dicho lugar ( Iglesia Mayor Abacial, el convento de San Francisco, el Gabán y la Casa del Corregidor) .
A ello hay que añadir que el abad de Alcalá la Real, Alonso de Mendoza,
también fue uno de los jueces o teólogos reclamados por el arzobispo para
ratificar el veredicto de aquellos descubrimientos. Es verdad que la ciudad se
movía en una profusión de artistas, por lo que no deja lugar a dudas que todos
ellos constituían una red interconectada en la que no podían soslayarse la
importancia de sus influencias en la contratación de las obras del momento.
En el convento de Santa Isabel
la Real también se llevaron entre el año 159O y 1597 una importante labor de
ornato de su coro, capillas y claustro, en la que intervenía entre muchos artistas su sobrino Pedro de Raxis y, probablemente,
Pablo de Rojas en varias obras. Debió
ser una iglesia muy reconocida por los granadinos del tiempo del escultor porque
en ella celebraban los miembros de la
Santa Inquisición sus oficios y festividades. Gallego Burín refiere las
siguientes obras de Pablo de Rojas: una imagen de Santa Catalina de Siena en la
capilla tercera, un santo desconocido y una Santa Agueda en la capilla en la capilla cuarta de la derecha. En el
lado izquierdo, está también constatada la presencia de su sobrino en el
retablo que doña María de Ávalos y Bernardina de Toledo, hijas de Ruy López de
Mendoza, tesorero de los Reyes Católicos, levantaron en honor de Nuestra Señora
de la Esperanza en 1588 y en la que hay unas imágenes de Santa Lucía y una San
Juan Bautista, obra de Pablo de Rojas y, propias de su círculo, varios santos
dominicos y San Francisco de Paula. Enfrente del crucero, se encuentran dos
retablitos, en uno de ellos hay una Santa Escolástica de Pablo. Pero donde su
presencia y la de Gabiria son más fehacientes en el retablo del altar mayor,
precedente de otros retablos que ofrecen el mismo tema, como los de Montañés.
La parte escultórica de los relieves de la Adoración de los Pastores, y de la
Circuncisión y las esculturas del Crucificado, la Virgen y San Juan en el
encasamiento central junto el remate del Dios Padre en el frontón son pruebas
palpables de la intervención pablesca.
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