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lunes, 20 de mayo de 2019

La etapa oscura del 1560- 1580 DE PABLO DE ROJAS


La etapa oscura del 1560- 1580

En este ambiente alcalaíno debemos destacar la presencia del entallador Jusepe de Burgos, cuya permanencia en la ciudad alcalaína se constata entre los años 1560 y 1580, cuyo tiempo coincide con la ausencia de datos de la vida Pablo de Rojas. Carmen Juan le atribuye a este maestro un relieve que representa a la Circumcisión del Niño Jesús y, al mismo tiempo, insinúa su relación de maestro con Martínez Montañés. Consideramos más lógico con la de Pablo, pues éste último ejerció de maestro del Dios de la Madera, o, al menos, debió trabajar en su taller, primero como aprendíz y, posteriomente, como oficial hasta que se emancipó. Prueba de ello es la ejecución de la obra en la que coincide en la composición y distribución de los personajes con los relieves del monasterio de San Jerónimo.     
Estos años coinciden con el intercambio de algunos de sus sobrinos en talleres de  Granada  y de Jaén, como Gaspar de Ragis o Melchor, ambos hijos del propio Melchor, uno sin que conozcamos su maestro granadino y el otro en el taller jiennense de Sebastián de Solís.
De ahí que los críticos no consideren tan segura la formación granadina del escultor alcalaíno. Además, el hecho de que el padre por los años 50 interviniera en la catedral de Jaén de veedor de Machuca en el retablo nos demuestra que su formación de aprendizaje la pudieron ejercer tanto el círculo de escultores de Jaén, entre ellos, Juan de Reolid y Luis de Aguilar- la mujer de Pablo se llama doña Ana de Aguilar- como los del círculo de Granada o el propio Pesquera que aparece en ambos lugares, pues la presencia jinnense de Francisco del Castillo y de Vandelvira es notoria en Alcalá asi como la de Martín de Bolivar y los discípulos de Siloé y Machuca. Además, el hecho de que siempre aparezca reflejado como escultor nos puede demostrar esta primera etapa en la intervenía como aprendíz y oficial de estos maestros, con los que aparecen sus influencias en los relieves, escudos y adornos de la Iglesia Mayor Abacial realizados en piedra, que debió trabajarla en sus pequeños años.  

El enigmático origen de Pablo de Rojas perduró en los tratados de arte porque ningún investigador fue capaz de  concebir que dicho artista estuviera relacionado con la familia de los Raxis-Sardos ni se les pasó por su mente la transformación de su originario apellido de Ragis al reinventado de Rojas. De ahí que la imaginación haya venido desbordando a muchos críticos de arte para explicar dicho cambio. Algunos lo han considerado como una simple castellanización de la palabra italiana Raxis por Rojas. Carmen Juan considera que su hermana Ana de Rojas debía disfrutar de una buena situación en Priego por lo que en algún tiempo Pablo de Rojas permaneció en su casa y trabajó en algunas obras  de la iglesia de Priego, entre ellas el célebre Nazareno de la iglesia de San Francisco. En esta ciudad, perteneciente a la abadía de Alcalá la Real, por los años sesenta se realizaba un importante retablo en la iglesia de la Asunción, en el que intervino su sobrino Pedro de Raxis y en el que se ha cuestionado la presencia de Pablo de Rojas; también en el año 1586, otro escultor Alonso González Bailén labraba la Virgen de la Salud en el paraje de la Fuente del Rey. Sírvanos de ejemplo, que el hijo de Alonso Luis González fue posteriormente maestro de obras del cabildo e intervino en las obras de la iglesia.
  Justifica el cambio de Rojas, por estar apadrinada su hermana Ana por Luisa de Rojas, mujer de Antón de Alcalá. Según nuestro parecer, probablemente, el apellido Ragis  debió crearle bastante problemas entre los nuevos vecinos, que  tuvo que encontrarse al trasladarse a Priego o, posteriormente, a tierras granadinas. La semejanza de su gentilicio italiano era evidente con el legendario moro Ragis tan frecuente en los personajes de las novelas moriscas y, por ende, no muy afortunado en el ambiente antimorisco que comenzaba a surgir en la capital de la Alhambra; por ello, le provocó su transformación de Pablo de Rojas en lugar de Pablo de Raxis, como se identificaban el resto de los hermanos. Sin embargo, era frecuente que, por aquel tiempo, se castellanizaran los nombres de origen morisco. Un claro ejemplo lo tenemos en un documento de Illora, en el que un tal Gerónimo, hijo de Pedro el Daiz, se apellida, en 1570, Roxas para recibir las dotes de su futura esposa María Hernández[1]. Lo cíerto es que hasta el segundo testamento de su padre el apellido Rages era el que se manifiesta en los documentos públicos en 1581, aunque firmaba en muchas ocasiones como Pablo de Rojas.    Debieron surgir algunas desaveniencias con sus hermanos en estos años oscuros, pues, en el año 1578 se constata que Pablo de Rojas con su padre ya no vivía y  éste último hizo separación de bienes porque quería que todos los hijos supieran la cantidad que les correspondía fruto del trabajo personal en una posible herencia y lo que pertenecía a su hermano Miguel, que residía junto con el padre y Leonor en la misma casa, y  había ingresado en la hacienda familiar con su propio trabajo. Unos años antes, probablemente acuciado por la marcha de la ciudad y su instalación en tierras lejanas de Alcalá recibió 25 ducados, según hace referencia Miguel de Raxis en su testamento de 1585.   Lo cierto es que en Granada debió contactar con Rodrigo Moreno, también otro personaje de oscura biografía que Bermúdez de Pedraza  en su Antigüedad y excelencias de Granada lo considera como uno de los mejores escultores granadinos y que Palomino y Ceán Bermúdez también cita como maestro del alcalaíno, por lo menos en sus primeros pasos en tierras granadinas dentro del ambiente que existía en torno al retablo de San Jerónimo con Vázquez el Viejo y Melchor de Turín. Sin embargo, muchos críticos, entre ellos Domingo Sánchez Mesa, consideran que las nuevas noticias nos dejan sin resolver la incógnita de su aprendizaje, pues sigue oculta la personalidad  de Rodrigo Moreno.  Incluso, el libro de avecindamiento del cabildo granadino, que hemos podido leer en el Archivo Municipal de Granada, no aparecen como nuevos vecinos dados de alta ni el maestro ni el discípulo desde los años sesenta del siglo XVI hasta principios del siglo XVII. Tan sólo, algunas personas con el apellido Moreno suelen provenir de la región genérica de Castilla, pero no relacionados con el oficio de escultor o imaginero. Jorge Bernales, por su parte, añade algunas connotaciones sobre la personalidad de su maestro, aludiendo lo siguiente: ...respecto a quien fuera su maestro que le instruyera en el arte de esculpir, se cree que pudo ser un tal Rodrigo Moreno, que cita Ceán, artista natural de Granada, discipulo de Machuca, que trabajaba hacia 1576. Sin embargo, por estar recogida de Bermúdez de Pedraza en 1608, recogemos de su libro la cita textual sobre su maestro:

El primero es don Rodrigo Moreno, varón de tan monstruoso ingenio en este particular, que si concurriera con Lisipo le robara el nombre y privilegio, que Plinio refiere que le dio Alexandro de poder de él, y no otro, haxer estatua No es encarecimiento, sus obras lo testifican, y la hechura del Christo, que presentó al Rey don Felipe II para honrar su Escurial, octava maravilla del mundo. ..
En este terreno de la hipotética influencia de Moreno, el profesor Orozco, cree que la figura del crucificado de San Jerónimo tal vez respondería, por su belleza y espiritualidad a una visión correcta  e ideal concepción de las formas, acorde con estilizados manieristas .    

El hecho de que Machuca fuera maestro del anterior Rodrigo Moreno, nos sugiere la hipótesis de que, unos años antes del 1576, su hijo Francisco(Luis) de Machuca, que había colaborado desde 1543 hasta1555 en el retablo de la iglesia de San Matías, había venido a Alcalá para trasladar las aguas de la Fuente de la Mora como maestro mayor de obras de la Alhambra, fuente en la que intervino personalmente como veedor, y en colaboración de Pedro Sardo, su padre, estos contactos debieron conseguir que la destreza que ya insinuaba Pablo de Rojas le permitiera enviarlo como colaborador suyo o recomendándolo para entrar en el taller de Rodrigo Moreno. Dejando aparte las elucubraciones hipotéticas, lo cierto es que, como dice el profesor Orozco: La  interposición de ese escultor en la tradición local puede explicar en parte que en Rojas se diera un impulso de contención y cambio con respecto  a las violencias expresivas de Siloé, quien junto a la visión de serenidad y quietud clásicas ofrece las de forzadas contorsiones manieristas y los movimientos más espontáneos de honda emoción comunicativa que anuncia la sensibilidad barroca.
 Del mismo modo que, a la llegada de su padre,  en Alcalá se respiraba, a principios del siglo XVI, un gran ambiente de creación artística, en Granada, ciudad más populosa y más influyente que esta ciudad abacial  y jiennense, a mediados del siglo XVI y concordando con la llegada de Pablo de Rojas, surgían nuevas iglesias y conventos, se transformaban las viejas mezquitas en iglesias para los nuevos cristianos, se creaban cofradías y hermandades, los caballeros levantaban capillas en su honor y el clero regular y secular hacía claras ostentaciones de su pasión por el arte. Algunos críticos, entre ellos, José Manuel Gómez Moreno, realiza una hipótesis que una de estas obras retablísticas, en concreto, las primeras trazas del retablo romanista de San Jerónimo fueron obra de su maestro Rodrigo Moreno, aunque lo hace con gran precaución científica  podemos manifestar que pudiera haber sido un momento de formación importante para Pablo de Rojas, discípulo suyo. Pero, tampoco puede olvidarse la influencia que debió ejercerse por estos años otros escultores como Juan Bautista el Viejo. La presencia, por otra parte, de Lázaro de Velasco y Martín de Aranda, que anteriormente habían realizado obras en la Iglesia de la Mota nos sirve para ilustrar este intercambio de artistas que ocurría entre la ciudad granadina y Alcalá. No es extraño que los maestros artísticos  de una ciudad provinciana encargaran la custodia artística de sus hijos a los renombrados maestros de Granada. De ahí que muchos tratadistas de su obra consideraran que Pablo de Rojas debió ser uno de estos escultores colaboradores itinerantes que acompañaron Juan Bautista Vázquez el Viejo en la ejecución de los importantes retablos de la iglesia de Santa María de Medina Sidonia (1575-1584), el de San Mateo de Lucena (1572-1584) el de Santa María de Carmona(1563-1564), y el mencionado de San Gerónimo. Y, por su destacada maestría y personalidad se asentó definitivamente en Granada con la credencial de Melchor de Turín, establecido en 1575 en la parroquia de San Gil,  y de Juan Bautista el Viejo y, más tarde, con la de  su Hijo Juan Bautista Vázquez el Mozo. de
Y tenemos seguridad de que algunos de estos artistas intervinieron en las obras de la ciudad abacial  por medio de sus discípulos. Una familia apedillada Bolívar se instaló en Alcalá y curiosamente había intervenido con Diego de Silbé en la catedral de Granada. Martín de Bolívar, destacado miembro de ella, trazó gran número de obras de la ciudad alcalaína y debió contribuir a los intercambios con  esta familia que le elaboraba las piezas de cantería. El influjo siloesco podría provenir a través de la unión de las dos familias y su envío a algunos de estos miembros a Granada. En este caso se encuentra  la familia de los Sardos, y  tenemos constancia de  que Pedro de Raxis quedó a manos de Sebastián de Solís en Jaén, y el simple hecho de que en este último influyera el arte de Rojas no es sino muestra de su estancia con Pablo de Rojas, que a su vez se había recompensado con su formación anterior en los talleres granadinos de conocidos escultores como Jusepe de Burgos, Juan Bautista el Viejo y el enigmático Rodrigo Moreno. Dentro de este mundo de hipótesis, la presencia de Rodrigo de Figueroa en Alcalá la Real invita a que el apellido Moreno fuera una mala lectura posterior de  Figueroa, y, en los primeros momentos se confundieran ambos artistas como  maestros de Pablo de Rojas. 
  

Y este intercambio y estas relaciones multiplurales  de los artistas no sólo ocurrían en la capital sino también en todas las ciudades del Reino de Granada que comprendía los territorios de Almería y de Málaga. De ahí que, en esta atmósfera nebulosa, no fuera extraño que surgieran leyendas relacionadas con los moriscos que pasaban por ser unos ilustres embajadores de la ciudad y orgullosos testigos de su pasado nazarita. Además, esta situación se nos hace más comprensible si pensamos en la conexión de la ciudad  de Alcalá la Real con la ciudad de Alhambra. Por un lado, su resistencia de 150 años de vida fronteriza hasta la conquista de Granada, había dejado una huella profunda en los primeros moradores de la vida de Granada que debieron convivir en los arrabales y en la fortaleza de la Mota y, posteriormente,  transmitieron a sus descendientes. Por otro lado, la comarca alcalaína, situada en el camino de la Corte, era el paso obligado de muchas personas que utilizaban esta vía de comunicación para  llevar a cabo sus actividades económicos, sociales y jurídicas. Raro era el día que un presidente  de la Real Chancillería de Granada no pernoctaba en Alcalá o una tropa de los tercios de la Alpujarra, Flandes o de la Armada del Océano no se alojara en esta ciudad.  Incluso hay noticias de capitanes de los últimos momentos de la conquista del Reino de Granada, que se emparentaron con mujeres de linaje alcalaíno, e, incluso,, el propio conde de Tendilla nunca olvidó  su estancia y la relación con las familias hidalgas de Alcalá l,a Real. A ello, hay que añadir unas razones más importantes de un importante comercio intercomarcal entre Granada y Alcalá. Aquella ciudad de Granada de mediados del  siglo XVI no era autosuficiente por lo que se refería a las fuentes de abastecimiento: en primer lugar, en los momentos de crisis y epidemias, pronto se veía obligada a requerir la ayuda de las ciudades cercanas como Alcalá, que le cubría sus carencias con el trigo y los cereales necesarios para alimentación humana. Incluso, era frecuente el comercio particular entre los labradores alcalaínos y el de los mercaderes granadinos, pues los primeros solían venderle el excedente de  sus productos. Y, sobre todo, el vino recibía un trato especial en la ciudad de la Alhambra, donde les estaba permitido venderlo en la alhóndiga, en la Alhambra y en unos puntos determinados de acuerdo con una serie de privilegios reales que se habían ratificado a lo largo de los distintos reinados. 
La familia de los Raxis, como todos los artistas de su época, tuvo que dedicarse a otras fuentes de economía familiar, y una de ellas fue la compra de la varias aranzadas de viña por los pagos de Monterrey. De ahí que debieran contactar con estos mercaderes y este mundo comercial granadino y, por lo tanto, intercambiar y transportar obras de arte para las familias granadinas.  Por otro lado, la presencia alcalaína de muchos profesionales liberales formados en la ciudad de la Alhambra permitió que la obra de estos artistas se extendiera en la ciudad de la Mota. Los alcaldes mayores, los regidores, los corregidores, los abogados de la ciudad, los relatores, los procuradores, los agentes de la Corte, los abogados de la Chancillería , los bachilleres y licenciados habían estudiado en los nuevos Colegios Mayores y en la Universidad de Granada y eran las personas que más sintonizaban con estos artistas en la adquisición o, al menos, en la recomendación de los artistas a la hora de contratar una obra. Hay que tener en cuenta que la familia de los Raxis estaba muy relacionada con los miembros del cabildo, pues en la niñez de Pablo de Rojas su padre Pedro Sardo se había comprometido a la realización de varias obras municipales: el retablo de la Cárcel Real, el del Cabildo Municipal, la pintura de los leones y emblemas de la ciudad de la Fuente de la Mora, la imagen de la torre de la Justicia. Por otro lado, el cabildo eclesiástico también se surtía de un clero que recibía la formación en los colegios mayores de la ciudad granadina y transmitía no sólo las inquietudes a sus artistas locales sino también los recomendaba para posibles contratos de su entorno comarcal en un momento que fue crucial para la abadía de Alcalá la Real, cuando se ligó intensamente con la Capilla Real de Granada, pues una gran parte de sus rentas se destinaban para el mantenimiento y la fábrica de esta institución real.
    A todo ello hay que añadir que la emigración de personas alcalaínas fue muy intensa a finales del siglo XVI y principios del siglo XVI a América y a otras ciudades andaluzas, entre las que se constata que el reino de Granada ocupa uno de los primeros lugares de recepción de estos contingentes humanos. Por un lado, unos huyendo de la decadencia de los primeros momentos surgidos tras la avalancha humana que debió producirse tras la conquista y otros ansiando nuevos lugares, donde se le ofreciera mayores cotas de felicidad y éxito humano, como es el caso de los hidalgos alcalaínos trasladados a Granada  para ocupar y ejercer puestos que no podían hacerlo en su ciudad o el de los artistas  que veían abiertos nuevos sitios de poder vivir de su técnica artística, ya que en las ciudades de origen este mercado se había angostado. Sin olvidar tampoco el contingente humano que se estableció en las Alpujarras o murió en la guerra contra lo moriscos.
     Una de estas familias que comparten las influencias en las dos ciudades, en Granada y Alcalá, fue la de los Gamboa. Provenientes de un tal Juan de Gamboa, escribano real natural de Elorrio y afincado en Granada a principios del siglo XVI, ejercieron una importante influencia social entre todos los personajes y  cargos de la ciudad. Sirva de ejemplo que este Juan de Gamboa estuvo relacionado con la familia de los Venegas- Granada a quien les vendió su palacio. Por otra parte, otro miembro  de la familia don Benito López de Gamboa, tras estudiar en el Colegio Real de Granada, llegó a ser juez de Sevilla, oidor de la Real Audiencia de Granada y adquirió en el año 1578 la alcaildía de la fortaleza de la Alcalá, más tarde, fue fiscal del Consejo y miembro del Consejo Real. Pero, antes de la presencia de esta rama familia en Alcalá, está constatada la presencia del licenciado Francisco de Gamboa, que ejerció el cargo de abogado de la ciudad y vicario del abad Andrés de Bobadilla. Por eso, no nos extraña que en la casa de don Benito, la mujer de sus servicios fuera  una alcalaína Francisca de la Fuente, viuda de Blas de Molina,  que compartió con aquella familia las buenas relaciones con san Juan de Dios. Tampoco no era casualidad que sus buenos oficios y recomendaciones siempre se solicitaran no sólo busacando personas influyentes  que pudieran afrontar los constinuos pleitos y litigios sino también para recabar los sevicios de  maestros de obras, artistas u otra clase de asesores en beneficio de la mejora de la ciudad. Así no nos extraña que se solicite su presencia en la traída de un maestro de obras granadino para la Casa de Justicia del Coregidor alcalaíno que se levantaba en la Mota  por el año 1778. Y curiosamente, nada menos que Ambosio de Vico aparece como veedor, revisor de obras e icluso maestro de obras en el Gabán. El mismo que solicitará los servicios de Pablo de Rojas y Pedro de Raxis en los años futuros.                   

Los primeros pasos debieron ser difíciles para su persona, pero, poco a poco, contactó con los distintos talleres y los artistas del momento. Como acontecía con los hombres de oficios, se avecindó en la parte llana de la ciudad, en la que, según Navaggiero unos años antes de su llegada, decía: la parte de la ciudad que se halla en la llanura tiene buenas casas y es la más habitada  por españoles de diversos oficios que han ido a vivir allí después de la toma de Granada... aunque en Granada no hay tanta gente como en tiempo de los moros, sigue siendo populísima y tal vez no hay otra región en España que lo sea tanto. En una ciudad tan comercial, como la capital del antiguo reino nazarí, lo mismo podía topar con un principiante de santo como con un comerciante o un importante artesano. Tal fue el caso de don Antonio de Liébanas, bordador  afincado en Sevilla y gran conocedor de los artistas sevillanos y del mundo cortesano.   En la colación de San Gil, instaló su tienda de artesanía, donde convivió con otros artistas  como el padre de Alonso Cano. Allí debió contactar con la peculiar  idiosincrasia  del carácter granadino, en el que estaban plenamente marcadas la quintaesencia del espíritu renacentista y la tradición árabe. Esto dio lugar a un tipo de representación de las figuras de Cristo aisladas, más devocionales que grupales, cercanas a la persona que se acerca a ellas. Como decía un autor: Lo patético en la imaginería granadina no es tanto el realismo dramático de la sangre y el dolor cuanto la fuerza de lo interior, la sobriedad y el irenismo ante el sufrimiento. Todo ello en consonancia con la lectura de los libros religiosos del momento, entre los que destacaban los místicos como Fray Luis de Granada, que por aquellos años había vivido en el convento de Sana Isabel la Real, o Santa Teresa en su  Sacratísima humanidad del Salvador
En Granada se vivía un momento importante de efervescencia religiosa, pues había sido gobernada eclesiásticamente por importantes arzobispos como el padre Talavera y, en los años del nacimiento de Pablo de Rojas, por el arzobispo Pedro Guerrero y en sus últimos años por el famoso Pedro de Castro. En un contexto de reafirmación del cristianismo frente al protestantismo y de conversión de los moriscos,







acudieron órdenes religiosas importantes que se establecieron en su ciudad y provincia. Junto a ellas, personajes como Juan de Ávila o Juan Ciudad, - en el futuro, San Juan de Dios-, causaron un fuerte revulsivo en Granada, por su testimonio. Incluso, el propio Juan de la Cruz se estableció durante unos años en los que el escultor Pablo de Rojas ya se había avecindado. Sus testimonios, sus sermones y su vida calaron en la población, y, por lo tanto, influyeron en los artistas a la hora de realizar sus obras de arte. Además se estaban produciendo un importante cambio en el que jugó un papel importante Pablo de Rojas: representa dentro de la significación del tránsito de estilo y espíritu de época en la escultura granadina. precisamente en el se está produciendo relaciones entre los artistas de Sevilla y Granada y se comienza a insistir, más que en la imagen como parte del retablo, exenta e incluso destinada a la procesión.
 


[1] Este dato nos ha sido facilitado por Francisco Martín Civantos por un documento del Archivo de Protocolos de Granada. Legajo de Íllora en  1570. Escribano  Cristóbal de la Peña.

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