Por el año 1582, unos años
después que Pablo de Rojas se estableció definitivamente en Granada, Ana de
Jesús, compañera de Santa Teresa, fundó un convento en la calle Elvira, muy
cerca del taller de Pablo de Rojas. A pesar de la resistencia del arzobispo,
para que este convento se levantara en medio del gran número de comunidades
religiosas que ya existían y también debido a la pobreza de la ciudad, al final
las carmelitas descalzas pudieron disponer pronto, gracias a un acto
providencial, de la licencia que les permitió habilitarlo en dicha calle,
aunque dos años después se trasladaron a las casas del Gran Capitán donde
fundaron el convento de San José. Presidía y actualmente está colocado en su
altar mayor un Crucificado, que todos los críticos lo consideran ejecutado por
su propia mano debido a la belleza y perfección de su talla. También, por cierto, en dicho convento hay otra obra de su círculo
artístico, una imagen de San José, según Gallego Burín.
Este Crucificado ha sido objeto
de muchas conjeturas con el fin de relacionarlo con la nueva tipología
iconográfica de Pablo de Rojas. Para ello, se ha relacionado con la estancia de
San Juan de la Cruz en Granada como prior de los carmelitas del convento de los
Mártires entre los años 1582 y 1585. Algunos críticos consideran que pudo provenir del anterior
convento el Crucificado de las carmelitas; o el simple hecho de que lo visitó y
supervisó el propio prior.
Abundando en dicha idea, no era
extraño que el prior carmelita fuera el que ejecutase el contrato con el
acuerdo del cabildo femenino, como acontecía en otras órdenes, y contactara con
el propio escultor. En una de sus
cartas, el santo refería que había que la imagen de Jesús buscarlo en la Cruz
para llegar a su posesión. Y, en este canon se fijó el artista para iniciar un
modelo trascendental de la imaginería andaluza. Pues es lo mejor de su estilo
y, como algunos dicen el final de toda
una época. Me atrevería a decir que los Crucificados de Pablo de Rojas son los
más representativos del arte y de la cultura granadina de su tiempo, algo así
como su último gran exponente; tienen toda la belleza anatómica y la elegancia
en la policromía que caracterizan a los Crucificados renacentistas, pero ya se
conciben más cercanos al creyente para que su contemplación conmueva la fe y mueva
el compromiso de la acción"
Puede redundar en refuerzo de
esta atribución el hecho de que, por estos mismos años, se levantaba una
iglesia por la hermandad Nuestra Señora de las Angustias en el lugar de la
antigua ermita dedicada a Santa Úrsula y Santa Susana- aneja a la parroquia de
San Matías y cerca de las Tinajerías, en las huertas del Convento de la Santa
Cruz e inmediata al actual Humilladero - y, en concreto, en 1582 se le encargó la realización de un
Crucificado de las mismas características que el del convento de San José y que
actualmente está situado en la sacristía de la iglesia parroquial de las
Angustias. Su fama debía haber corrido ya por la ciudad, pues aquella
hermandad, a pesar de estar compuesta en su origen de gente sencilla y humilde,
por los años de Pablo de Rojas superaba los quinientos hermanos. Estos dos Crucificados no tienen nada que ver con los Cristos
renacentistas, preparados para su presidir un gran retablo. Ambos realizados
por Pablo de Rojas, son más cercanos para los devotos, son Cristos de Oración y
para conmoverse ante una imagen que trata de reflejar la humanidad de un Cristo
sufriente, de pequeñas capillas o iglesias conventuales. Por estos años también
se acababa la iglesia de San Pedro y San Pablo, cuyo crucificado, de tamaño
académico, Gallego Burín lo atribuye al escultor alcalaíno. Pues desde que en
1567 Juan de Maeda trazó la nueva iglesia hasta que se culminó la torre y
sacristía en 1593, gran número de obras de ornato interior se realizaron en sus
retablos.
Como era frecuente entre los
artistas, compartía por estos años con
otros negocios de la seda su labor de
escultor, pues ese era su principal oficio.
En palabras de Gila Medina: sería sólo y exclusivamente escultor y
retablista. Pues en la mayoría de los contratos solía aparecer como
escultor que dejaba los retablos e imágenes sin policromar para que
posteriormente intervinieran otros artistas, tal como se manifestará
posteriormente salvo casos aislados. Los negocios particulares se fechan en el
22 de agosto de 1582 comprando 1.138 onzas de seda a Diego de la Chica por la
cantidad de 3.398 reales. Una excepción de su obra son las andas y una
caja para la iglesia de Íllora, que
llevó a cabo en este año. Sin embargo, no podemos olvidar la tradición familiar
de la talla de la piedra que sus hermanos mantuvieron en Alcalá y en la que se
formó Pablo de Rojas, que fue poco a poco abandonando y en la que nos
inclinamos la influencia que pudo subsistir en las fomas redondas y un poco
arcaicas.
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