SU FAMILIA
Sin embargo, es necesario que
nos detengamos pormenorizadamente en su familia que se hallaba instalada en la
ciudad de la Mota allá por el segundo decenio del siglo XVI. En concreto,
Carmen Juan descubrió la primera referencia a los miembros de su familia en
unas partidas de bautismo de la parroquia de Santo Domingo de Alcalá la Real del año 1526. Más tarde el profesor Lázaro Gila lo ampliaba y daba a conocer que
su padre, Pedro Sardo, procedía de
Cagliari (Cerdeña) y que sus progenitorese eran Nicolás Raxi y Catalina Lopi. Pedro Sardo- tal como aparece
en los dcumentos-, de oficio pintor, y que se había afincado en esta ciudad, unos
veintiocho años después de la conquista de Granada, a consecuencia de la
expansión urbana y del aumento de población inmigrante que tuvieron lugar en
los años de paz y tranquilidad y que olvidaron los muchos años de frontera.
El 22 de abril de 1528, como
vecino, le hacían las promesas de dote matrimonial sus suegros Juan de Carrón y
Leonor de Córdoba y su cuñado el pintor Francisco Hernández, con el fin de
casarse con su hija Catalina González. Su muerte debió producirse en torno al
año 1581 en el que firma el codicilo de su muerte y la de su mujer en 1571.
Algunos autores consideran
que primero llegó a Granada acompañando
a algunos soldados alcalaínos que habían acudido a las tierras italianas junto
con el Gran Capitán y posteriormente se
trasladó a Alcalá. Lázaro Gila lo relaciona con el pintor Francisco Hernández
que era su cuñado y trabajaba en el círculo del pintor Juan Ramírez, cuya
presencia está confirmada en Alcalá en el retablo de Santo Domingo de Silos en
los primeros años del siglo XVI. De la mano de ambos, se
incorpoó este italiano de nacionalidad aragonesa a la vida de Alcalá. De
seguro que Pedro Sardo acudió a la ciudad alcalaína atraído por la demanda de
realizar un gran número de obras artísticas
en las nuevas iglesias que se levantaban o se reconstruían tras los
muchos años de encierro en la ciudad fortificada. En comncreto, las mandas testamentarias se dedicaban a las iglesias de Santa María la Mayor y Santo Domingo de Silos, de Allcalá la Real, así como las ermitas de San Sebastián, San Marcos, San Juan y Santa Ana, sin olvidar la iglesia de San Pedro del Castillo de Locubín y otras ermtias. También, coadyuvaron a este desarrollo artístico el gran
número de cofradías, familias hidalgas y miembros del estamento eclesiástico
que trataban de engrandecer su patrimonio personal o familiar mediante las
obras artísticas realizadas por los maestros más importantes del momento.
No era extraño que se afincaran en la ciudad de la
Mota famosos artistas, entre ellos, algunos italianos. Además del padre del
escultor, hay constancia de un Florentino que hizo la obra del Pilar de los
Álamos, o del pintor afamado castellano
como Juan Ramírez en 1513 para realizar
el retablo de Santo Domingo de Silos, recientemente restaurado en parte. No
sólo hubo intercambio y presencia de maestros afincados en Granada y de sus discípulos, como Siloé o los Bolivar, sino también de
otros procedentes de Jaén como Vandelvira, Maeda, o Francisco del Castillo, que
vinieron como tracistas y veedores de las obras de los artistas afincados en
Alcalá, entre ellos la familia de los Bolívar, discípulos de Siloé.
En este tiempo, además el abad
Juan de Ávila inició la reconstrucción de una iglesia abacial, sede de un
territorio que se extendía entre las provincias cordobesas, granadinas y
jiennenses. Su labor se centró en los pies de la iglesia, el coro y la torre.
También encargó el revestimiento de sus capillas a estos artistas que se afanaron en construir
y hacer retablos, imágenes y cuadros devocionales. Tampoco se puede pasar por
alto la clientela que encontraron entre las hermandades y conventos. Por citar
los más significativos y los que sabemos que contrataron obras a los Sardos
citemos la cofradía de la Santa Veracruz (insignias, cruz, crucifijo, Virgen,
Señor de la Columna, San Juan), la de la Antigua, Santa Ana, la de la Virgen de
la Cabeza, la de Limpia Concepción, la de Nuestra Señora de los Desamparados,
del Santísimo Sacramento, o los hospitales del Dulce Nombre de Jesús y el de
los Monteses según se recogen de un documento de 1568 con motivo de la
reestructuración de cofradías y sus enseres. Y a ello hay que añadir las del
resto del territorio de la abadía en las ciudades y villas de Carcabuey.
Priego, Castillo de Locubín. Otro abad de Ávila, Diego de Zúñiga Ávila, marqués
de las Navas, continuó la obra, principalmente, la puerta del cancel con el
bajorrelieve de la Asunción, y edificó el palacio abacial.
El cabildo municipal, por su
parte, también renovó gran parte de sus edificios públicos, entre ellas las
Casas de Cabildo, algunas fuentes públicas, las Carnicerías, las Casas de la
justicia y el Pósito, en los que intervinieron escultores y pintores junto a
los maestros mayores de obras.
Es verdad que la temática, como en
la mayoría de los lugares de Andalucía, suele ser la religiosa, pero no puede olvidarse que
todos estos artistas intervenían en otros edificios públicos, sobre todo,
municipales y de la justicia, donde los escudos y otros adornos ofrecían
posibilidades de desarrollar otros temas alejados de la imaginería religiosa.
Curiosamente, en Alcalá la Real a Pedro Sardo, lo vemos en el adorno de fuentes
como la de la Mora, en la cárcel pública,
en los armarios del ayuntamiento etc.
Debió acudir por el año 1518, pues
figuraba como residente en el documento de la dote de 22 de abril de 1528 y, el
día 6 de abril, se le consideraba ya vecino. Teniendo en cuenta que el plazo de
reconocimiento debía ser en torno a los diez años según las ordenanzas, está
clara la fecha de su llegada a Alcalá la Real en un momento muy importante
desde el punto eclesial con la venida del abad Juan de Avila y del corregidor
Andrés de Torres, ambos muy relacionados con la ciudad de la Alhambra.
Fue muy prolífico el linaje de Pedro Sardo, pues hay
constatados hasta trece hijos, y muchos de ellos, artistas en el mismo
ramo artesanal de la escultura, la
imaginería, la pintura y el ensamblaje. Diez hijos fueron fruto del matrimonio
con su esposa y otros dos fueron acogidos en su casa. Al principio el padre
trabajaba en mancomunidad o aspectos determinados como pintor, estofador y
dorador de las obras de otros escultores afincados en Alcalá. Hay constancia de
un desconocido Martín Pérez tal como reflejan los legajos de cuentas del
archivo alcalaíno que contrataba obras para el cabildo alcalaíno en los
primeros años de su vida artística.
Por las referencias que recoge el profesor Lázaro
Gila Medina y los documentos del Archivo Municipal de Alcalá la Real, suele
denominarse como pintor, más raramente “dibuxador”,
y ocasionalmente se encuentra trabajando como escultor tanto de piezas de
imaginería como de objetos ornamentales. En esta primera etapa de su vida,
antes del nacimiento de Pablo de Rojas y, con sus hijos, demasiado jóvenes,
trabajando como aprendices, realizó obras junto con el mencionado
anteriormente, y con otros artistas como
Antonio Sánchez Ceria con el que colaboró en el retablo del clérigo
Pedro López de Córdoba en la parroquia de Santo Domingo de Silos.
Su taller, incluso, dispuso de aprendices ajenos
al entorno familiar como un tal Juan que en 1532 lo acogió y, años más
tarde al hijo de Pedro López de
Antequera en 1547. El compromiso laboral se reducía a los dos primeros años como
simple labor de servidumbre;
entre los 14 y16 años, aprendía el oficio y , finalmente, completaba la
formación desde los años 16 hasta los 20.
Sin embargo, su taller debió cubrir, en los años
de madurez, a partir del 1550, todos las especialidades referentes a la talla
de imágenes y a la construcción de retablos: desde el ensamblaje hasta la
policromía pasando por el desbastado, la talla, la carpintería o la pintura.
Tampoco se puede olvidar que muchos edificios de
la ciudad se adornaban de esculturas, imágenes, ornamentos decorativos,
medallones con rostros, guirnaldas, cabezas con las de angelitos en los que
debió participar este taller de los Sardos. Por citar unos ejemplos, el pilar
de la Mora, la Santa Ana de la Puerta de los älamos, todos los escudos de la
ciudad, de la Iglesia Mayor, las cabezas de los pies y la portada de la
Asunción de la Iglesia Mayor, y, los rlieves de los antpechos del las ventanas de las Casas del Cabildo. Por ello, nos inclinamos que la imagen de la Santa
Ana, que se conserva en el Convento de las Dominicas, se debe atribuir a esta familia antes que a Martínez Montañés por la rusticidad
del tallado.
Poco a poco, cada uno de sus hijos se fue especializando en una determinada
labor del oficio de la imaginería o de la pintura y, sobre todo, se constata
esta tendencia a las labores especiales en las terceras generaciones como la
policromía. En el taller de los Sardos se reflejaba lo que decía el profesor
Sánchez Mesa:”El taller, como crisol del
arte, fue una auténtica institución
de naturaleza artístico-empresarial en donde, no sólo se producía, sino que se
aprendía y se vivía, ya que en la mayoría de los casos tuvo un claro carácter
familiar.”
Sus obras más
importantes fueron un retablo en la capilla de María de Aranda en la iglesia de
Santa María la Mayor en 1551, varias obras municipales, la fuente de la Mora y los armarios y
retablos de las nuevas casas de cabildo entre los años 1550 y 1559, año que
precisamente contrataba un tabernáculo dedicado a Nuestra Señora de Gracia con la cofradía de Santa Ana.
A partir de este
momento, algunos hijos comienzan a destacar, entre ellos, Pedro Raxis el Mozo,
Nicolás y Melchor que asi se le denominaba para distinguirlo del padre que
recibía el apelativo del Viejo, como en el retablo de los franciscanos de Loja.
Curiosamente, algunas veces trabajaban con el entallador Jusepe de Burgos y,
debido a que este no pudo ejecutarlo, le dieron participación al padre.
Según hemos podido constatar, las casas alcalaínas
de algunos Sardos tenían una estructura muy sencilla y similar a la que hemos
descrito en una reciente publicación sobre la historia local. Además hay
referencia exacta de la localización de la vivenda del padre y de su hijo
Miguel y otra de Melchor en la calle
Real, colindantes una de otra ; por otro lado, la de Nicolás se situaba en las
puertas del Arrabal y la de Pedro, en la calle Relimpios: todas ellas ubicadas
en el barrio de San Juan-.
Salvo la de Pedro, su localización urbanística
responde a la expansión urbana que desde la Mota surgía a mediados del siglo
XVI, donde se permitía sin licencia y gratuitamente el permiso de ubicar
talleres de carácter artesanal, `principalmente en el trayecto que llegaba
hasta la esquina de la calle Rosario. Era una especie de rastro, donde los más
emprendedores abrían tiendas, pequeños talleres y oficinas liberales como las
de los escribanos. En una de estas casas de la calle Real, cuando esta calle
todavía pertenecía a la parroquia de Santo Domingo de Silos, nació el imaginero
Pablo de Rojas. Pues el ayuntamiento obligó un año más tarde a todos los
artesananos artísticos a subir a la Mota.
La casa lindaba con las de su hijo Meclor Raxis Sardo por un lado y del escribano Pedro
Contador, por la otra parte. Como todas las casas alcalaínas de estos tiempos, se componía de una
parte baja, donde se albergaba el taller con su mesa y su banquillo y, como
quiera que los retablos, que esta familia realizó, fueran de pequeñas
dimensiones, podían almacenarse todos los materiales y los bastidores en estas
salas. En su sótano, cosa también frecuente, se componía de una amplia
bodega sin necesidad de contratarla, cosa que hacían los
cosecheros de vino, pues esta familia, gracias a sus rentas compró viñedos y
traficó con el vino. Su almacenamiento en las tinajas de vino demuestra que
compartía el oficio artístico con otros negocios, pues muchos de ellos, sobre
todo el padre, y los hijos Pedro y Miguel tuvieron algunos peculios adquiridos
a lo largo de su vida artística que consiguieron con lo obteniddo por el pago
de las obras. La parte superior con varios cuartos la reservaban para la
intimidad familiar. Y en la planta tercera, las trojes almacenaban trigo para
proveerse la familia durante el año. Los ornamentos y muebles solían ser
elementales. Para guardar los enseres, cuatro arcas, dos grandes y pequeñas,
donde se almacenaba la ropa, las joyas y, sobre todo, los documentos gráficos e
instrumentales de la artesanía imaginera. Como oro en paño, las telas de lino y
estopa, pinturas de colores, 123 estampas de dibujos traidos de Roma, 20 libros
de estampa, de traza y de música[1].
De
sobra es conocido que las relaciones comerciales alcalaínas eran frecuentes
entre Alcalá y Granada a través de la red comercial del vino, de los genoveses
que controlaban la lana, de los excedentes de trigo que se destinaban a Granada
y Málaga y del ganado que se vendía en las ferias comarcales, sobre todo, en la
de Noalejo. Una familia tan numerosa debía introducirse en esta vasta red para
poder subsistir.
Gracias a su prosperidad económica, Pedro Sardo
gozaba de un reconocimiento social entre la población y, sobre todo, económico,
pues en el año 1544 con motivo de un alistamiento y repartimiento de gastos
entre la población para afrontar las guerras contra el Rey de Francia se le
asigna una cantidad superior a la de todos los vecinos valorada en cuatro
ducados. Eran dineros prestados que posteriormente reclamarían, pero lo
diferencian de otros artesanos como su cuñado Francisco Hernández que sólo
colaboraba con un ducado.
No quedaba reducido su ámbito de prestigio en
Alcalá, pues en el año 1550 se trasladó a Jaén junto con el escultor Antonio
Sánchez Ceria para actuar de veedor de un retablo de Pedro Machuca que
realizaba para una capilla de la catedral
de Jaén. Con este dato, hay que
entender la formación de sus hijos escultores, pues por aquellos tiempos varias figuras importantes como Juan de Reolid y su discípulo Luis de
Aguilar trabajaban en la mayoría de las obras de escultura y retablística del
Reino de Jaén; y además está constatada la presencia de Diego de Pesquera en la
capital del Santo Reino. Muchas obras de Luis de Aguilar se asemejan a las
figuras iconográficas de su futuro hijo Pablo de Rojas e, incluso, su tendencia
a la elaboración de imágenes para sacarlas en procesión. No es extraño que, en
su inicio, Pablo y otros hijos se formaran con este escultor tallando la piedra
de algunos lugares de la Iglesia Mayor Abacial. Tampoco, podemos olvidar este
periodo para relacionarlo con la vida de los hijos de Pedro Sardo, ya que
muchos veedores de las obras de la Abadía y del cabildo municipal acudieron a
Alcalá la Real procedentes de Jaén y Granada
por los años cincuenta. Tenemos constatada la presencia de Andrés de
Vandelvira en el pilar de los Álamos y Francisco del Castillo en un puente y en
el pilar de la Fuente del Rey. Por lo tanto, no es extraño que en estos años
Pedro Sardo enviara a Jaén a sus hijos Nicolás, Melchor y Pablo que luego
destacaron en la imaginería, sobre todo el último.
Siguiendo con el taller de Pedro Sardo, todos
estos oficios eran considerados por especialidad de artesanos tanto en Alcalá la Real como en otros sitios. La
complejidad de la talla y el esfuerzo físico de sus miembros estaban muy
cercanos a los oficios mecánicos y nunca obtuvieron la categoría de artistas
entre los vecinos de Alcalá. Ninguno de los miembros alcanzaban el status del
estamento hidalgo. No obstante, gozaban de cierta reputación social, pues los libros de la
parroquia reflejaban las obras y los autores en el siglo XVI como
acontecimientos dignos de mención, aunque en otros aspectos coincidieran con
otros oficios tales cuales eran la contratación, tasación y valoración de las obras. Mientras vivieron
en Alcalá la Real, no llegaron a sobresalir en aspecto alguno, pero el salto a
la fama a otros lugares como a Granada o Sevilla daba lugar a cierto
reconocimiento, como se percibe en los encargos de obras. Así, en 1598 es el
caso del contrato de Pedro de Raxis, estante en Granada, para que realice una
imagen de San Blas con el fin de
elevarlo patrón del cabildo alcalaíno. Parece como si se acudiera a una persona
que triunfaba y era un honor tener su obra entre los bienes muebles del
cabildo.
Coincidimos con Lázaro Gila que
el taller de Pedro Sardo que allí se conocerían Martínez Montañés, Jusepe de
Burgos, el pintor Francisco Hernández, su cuñado, el pinmtor Rodrigo Figueroa,
el entallador Martín Pérez,que acudirían
a tan prolífico taller no sólo para conocer los trabajos que en él se
realizaría sino también para ilustrarse, repasando una y otra vez esa gran
cantidad de libros y material gráfico ...en ese llaler polifácético en su
producción: imágenes, pinturas, retablos, iluminación de libros- miniaturas-
túmulos funerarios.. y, añadimos,
los artistas que llegaban de Granada y de Jaén como tracistas o veedores de los
edificios religiosos y civiles de la abadía de Alcalá la Real como Luis
Machuca, hijo de Pedro Machuca, Florentín, el yerno de Juan Muñoz, Andrés de Vandelvira, Juan de
Alcántara o Francisco del Castillo.
En el 1568 llevó a cabo un viaje
a Italia, a la misma Roma, junto con sus hijos Miguel y Juan, que tenía la edad
de 20 años, donde recogió un amplio material formativo que debió servir de base
técnica para todos los miembros de la familia. En 1571, murió su esposa y se
recluyó en las casas de la calle Real junto a sus hijos Miguel y Leonor,
atendido por estos mismos y con el acompañamiento de varias criadas y un
esclavo. Junto con los ingresos de su hijo Miguel, la casa se convirtió en un
auténtico monte de piedad donde acudían familiares y extraños para recibir
préstamos con los que salvaban las situaciones embarazosas gracias a la
solvencia económica de ambos, sobre todo, el segundo que llegó a fundar un
patronato de huérfanas de la familia que se mantuvo hasta el siglo XIX. En este
periodo de su vida predomina la actividad comercial y agrícola, ya que poseía
varias viñas que le producían una importante entrada de ingresos, lo mismo que
a su hijo Miguel. En 1578, hizo
separación de bienes entre sus hijos para que todos conocieran la hacienda
paterna y la de su hijo Miguel. En estos años, su labor debió ser de asesoramiento
y tutela en el ámbito artístico para con los hijos y, al mismo tiempo, procuró
que no surgieran riñas ni competencias entre ellos, tal como manifiesta en su
último testamento del año 1581 de modo que llegaron a dividirse entre un taller compartido por Pedro Melchor y Nicolás Raxis y el resto que se independizaron en su producción, ya en tierras lejanas de Alcalá o en su taller de la ciudad de la Mota.
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