Creíamos que iba a ser calor. Y la familia de Paco García Pérez, Pacomures, nos había preparado una excelente ruta con su tío. Una veintena de coches y unos sesenta ruteros. Salimos a las diez de Huerta de Capuchinos, y nos dirigimos a Frailes por las Riberas, nos desviamos a la Joya del Salograr, y en la Cruz del Espinal nos dirigimos a Cerezo Gordo. Dejamos el coche por la parte baja de nuestro proyectado itinerario en las inmediaciones de la Zarzuela, una era que recuerda campos roturados, conquista de la naturaleza por el hombre, terrenos convertidos en pasto de
ganadería.
NOSOTROS CALIFICAMOS DE BUCÓLICA ESTA RUTA Y RECOGIMOS LOS VERSOS DE ESTA ÉGLOGA DE VIRGILIO TRADUCIDA POR FRAY LUIS DE LEÓN Y ADAPTADA AL LUGAR. EL PASTOR ALEXIS COMENZÓ CON ESTOS VERSOS:
No estábamos todos, faltaban los de la Cruz del Espinar, ese mojón que había agrupado a jugadores de petanca por el mes de mayo. Los recogimo0sy los bajamos hasta las riberas del río del Saltadero. Y emprendimos la ruta carretera de Cerrezo Gordo arriba hasta adentrarnos por el camino que nos conducía a Cuevalayedra- Pasamos entre asfalto y rocas milenarias que nos descubrían los movimientos telúricos del mar de Tetis en sus diversas capas. Mientras, nos refrescábamos con las alamedas de los arroyuelos de Cueva la yedra y Salteadero. Ciclistas y otras senderistas nos cruzamos en nuestra ruta. Al ascender por el camino de tierra y roca , cruzamos una zona de encinar , pasto, y algún que otro fresno y quejigo , que dejaba entrever terrenos de roturación y desmonte de montes por el siglo pasado, donde se albergaban algunos cortijos abandonados. Llegamos a una era y se nos extendía un paisaje que se cerraba con la Sierra del Paredón y sus molinos de viento, y donde se mezclaba entre diversas tonalidades de verde los cerros, los valles, barrancales, alamedas, encinares y pastizales. Un canto a la técnica una maquina trilladora de mediados del siglo XX, cuando ya había avanzado la mecanización.
Entre los encinares, pequeños arroyos y la fuente del Fresno , con un hilo de agua. Espera y reencuentro, para contemplar los rebaños y sentir el balido de las ovejas y de algunas cabras entre alambradas. Cuevalayedra era un cortijo que solo recuerda en algunos lienzos de sus paredes la arquitectura rural de muros anchos y pequeñas rendijas. Un lagarto no sobresalta. y Chirro libera a una cabra de las redes de las vallas de alambre ante la mirada torva de un guarda canino. Y bajamos hasta el Salteadro, un bonito rincón entre agua de barrancal, casas de los años cuarenta, olor a oveja y ladrido de perros. Nos refrescamos con el agua de la casería de Pepe Romero, que venía de la fuente del Saltadero, pequeño aperitivo y simulamos una comida campestre entre la noguera y los encinares.
Por una pequeña cuesta subimos abriendo puerta de apriscos de ganado, rocas estratificadas, piedra de canto, encinares y más encinares, algún pequeño prado, como la era de la Peregrina, cortijos abandonados, hasta acercarnos a un cortijo que olía a cerdo y cochino jabalí; al fondo el cortijo de Fuente Sánchez y el de Mata suegras, se rumorea con el sonido de las aguas la tragedia lorquina. Viramos la cuesta y nos dirigimos a la Zarzuela, por un camino llano, pero de impresionantes vistas contemplamos los apriscos ovinos y caprinos, saltamos y hacemos saltar al perro de Ion los pasos de hierro estriado que impiden la salida de ganados. Cristina y su familia nos guía hasta llegar a la roca chimenea y divisamos la Zarzuela y la Nava, buen rincón otra era , y nos saludan los molinitos de viento con la brisa en nuestros cuerpos que nos refresca este día caluroso y amenazado con los buitres que me han dejado que cuelgue una pluma sobre mi sombrero.
GRACIAS A LA FAMLIA DE PACOMURES, SU SUOBRINOS LOS PADRES Y CRISTINA.
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