DE FLORES A VOTOS
Está claro que los tiempos han
cambiado, y no poco. Hace años, llegaba mayo y en el ambiente predominaba el
color verde en los campos, las aguas corrían por acequias y arroyos y las casas
se perfumaban con el olor de las blancas azucenas. Desde la escuela a la casa,
resonaban canciones marianas dedicadas a la Virgen de Fátima, sobre todo
aquella estrofa reiterada por los coros infantiles “Con flores a María”. Era un
canto que invitaba a colocar floreros de rosas en el rincón más inaudito y en
las mesas nobles de la sala principal de las casas; se multiplicaban los
altares dedicados a la imagen de Fátima, y, se procesionaba su icono en su barrio,
las aldeas y en los núcleos rurales de la ciudad de la Mota. Alcalá se
convertía en abacial y miccionaba agua bendita entre rosarios dedicados a María
y comuniones celebradas en forma grupal por doquier con vestidos blancos de
novias primerizas y de marineros en una tierra sin costas.
Sin embargo,
este mes comenzó con la resaca de la victoria del gobierno actual en las urnas,
y el rosario de la aurora repartiéndose los restos de la presa de los comicios nacionales
por los partidos perdedores. Las rosas y las amapolas se impusieron en los
campos de verde cereal y de esparragales. Y, comenzaron a salir los pétalos
blancos de las azucenas silvestres. Un blanco de toga viril, candidus en latín,
que solían vestir en la época romana todas aquellas personas que competían con
su candidatura para los comicios tribales, plebeyos, patricios y curiales.
Parecía como si quisieran atraer con su distinguida vestimenta a los electores
para arengarlos en los foros, en las curias y en los estrados de las rostra
romanas. Propuestas, promesas, celebraciones festivas y la oratoria política
caracterizaban todos los días de la campaña hasta que se acudía a votar al
Campo de Marte o a la Curia de cualquier urbe de la República de Roma. Algo
parecido acontece en este mes de mayo de 2019; ha cambiado las flores por los
votos; se han multiplicado las candidaturas, algo inédito con la presencia de
seis listas electorales, en la ciudad de la Mota, y, ya los floreros no se rellenan
con manojos de rosas o claveles, sino que se propaga la batería de mensajes de
los partidos políticos, con colores rojos, azul, naranja y el morado en tres
tonalidades. No obstante, a veces
algunos mensajes se encuentran desteñidos por la crudeza de una mescolanza de
tintes que no permite distinguir su auténtica coloración, no se sabe bien si
son azules o marrones, blancos o negros; otras veces, están descompuestos por la acritud de sus
ingredientes a la hora de introducirlos en la probeta de modo que no se
asemejan ni al color salmón ni a la púrpura nazarena ; y en muchos casos, se
observa un exceso de revancha por querer cambiar de tintes, tirando por los
cerros de Úbeda, sin distinguirse su color nebuloso si es grisáceo
o atormentado.
Faltan algo más de dos semanas, y, lo interesante sería para
los ciudadanos que los candidatos nos mostraran sus floreros de mayo, con los
ramilletes de propuestas para el bien
de la colectividad vecinal, para el desarrollo de la ciudad de la Sierra
Sur, y para incrementar la sociedad de
bienestar ( trabajo para todos, vivienda
para las familias, servicios sociales, lucha por la desigualdad y exclusión,
cultura, educación, deporte y nuevos retos
en el patrimonio, la participación y seguridad de los ciudadanos). Es la mejor manera de celebrar
aquel mes de mayo, con votos en lugar de flores, y no dedicarse a romper los
floreros, con un afán iconoclasta que parece como si a algunos le estorbaran
todas las conquistas de un pueblo que ha sido modélico y es testigo de ser
ejemplo en muchos campos para muchas ciudades. Pues, aunque les duela a
algunos, si nuestros antepasados de mediados del siglo XX levantaran la cabeza,
la ciudad de la Mota ha sufrido un cambio que no lo conoce ni la madre que le
parió. Salvo que, en vez de llevar la toga cándida, estos mismos se quieran de
vestir de soldados romanos, con la coraza, el yelmo y el escudo, para solo
atacar a los adversarios políticos. Y hay que tener en cuenta que los cascos de
los romanos alcalaínos portan flores en sus penachos.
Faltan algo más de dos semanas, y, lo interesante sería para
los ciudadanos que los candidatos nos mostraran sus floreros de mayo, con los
ramilletes de propuestas para el bien
de la colectividad vecinal, para el desarrollo de la ciudad de la Sierra
Sur, y para incrementar la sociedad de
bienestar ( trabajo para todos, vivienda
para las familias, servicios sociales, lucha por la desigualdad y exclusión,
cultura, educación, deporte y nuevos retos
en el patrimonio, la participación y seguridad de los ciudadanos). Es la mejor manera de celebrar
aquel mes de mayo, con votos en lugar de flores, y no dedicarse a romper los
floreros, con un afán iconoclasta que parece como si a algunos le estorbaran
todas las conquistas de un pueblo que ha sido modélico y es testigo de ser
ejemplo en muchos campos para muchas ciudades. Pues, aunque les duela a
algunos, si nuestros antepasados de mediados del siglo XX levantaran la cabeza,
la ciudad de la Mota ha sufrido un cambio que no lo conoce ni la madre que le
parió. Salvo que, en vez de llevar la toga cándida, estos mismos se quieran de
vestir de soldados romanos, con la coraza, el yelmo y el escudo, para solo
atacar a los adversarios políticos. Y hay que tener en cuenta que los cascos de
los romanos alcalaínos portan flores en sus penachos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario