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sábado, 1 de junio de 2019

PABLO DE ROJAS, ENTRE LA FAMA Y LA MUERTE DE SUS FAMILIARES


A finales de siglo, entre 1581 y en 1595, murieron su padre, sus hermano Melchor y Miguel. El hecho de no tener descendencia y la fama adquirida en todo este tipo de obras que hemos comentado, debió ahondar las diferencias entre ellos a la hora de repartir los bienes heredados y, curiosamente, no se le citó ni siquiera en los testamentos de sus familiares, pues no recibió bien ni dinero alguno, y eso que la herencia de Miguel sobresalía por encima de lo normal de la época hasta tal punto  que recompensó a todos los hermanos y sobrinos con grandes cantidades sin mencionarlo ni siquiera.
Lázaro Gila  ha datado en este periodo una obra suya en el mes de mayo del año 1596 para el




convento de los Mínimos de Nuestra Señora de la Victoria- hoy desaparecido-, donde realizó dos imágenes, una de la Virgen y otra de San Juan Evangelista junto con un retablo. Las primeras estaban destinadas a completar un calvario que el escribano Diego López de Dueñas  había concertado con el procurador del convento Fray Juan de los Reyes. El retablo, por su parte,  estaba presidido por la Anunciación  y flanqueado por dos columnas de la Fe y la Caridad. Y en el mes de septiembre del mismo año, contrató por 47 ducados para la iglesia del pueblo almeriense de Dalías tres imágenes en blanco -una de San Felipe, otra de Santiago Apóstol y una tercera de Nuestra Señora de la Concepción- con Gonzalo de Castañeda, vicario  de dicha iglesia y Pedro de la Haya, alcalde oridnario  y regidor del municipio. Como era normal en la total ejecución de las obras, un policromadorm, en esta obra  Francisco Ruiz, completaba la labor del maestro.
En estos 1597, su prestigio y fama fueron reconocidos por los diversos estamentos de la ciudad, pues se le requirieron  los servicios de supervisar y tasar la obra de otros artistas. Un claro ejemplo de esta labor se encuentra con motivo de la tasación de los ecudos y medallones realizados por Andrés de Ocampo para el palacio de Carlos V en Granada.  
 En Alcalá la Real , durante el reinado de Felipe II, se propagó mucho la devoción de san Blas, cuya imagen  se hizo en  los talleres de Pedro de Raxis   en Granada.
Según una provisión real del 8 de agosto de 1595 y reflejada en una acta del Cabildo del 17 de  enero de 1597, en la que se encargó  la imagen de san Blas a Pedro de Raxis. Por los restos y el grabado conservado del museo de San Juan, la talla muy deteriorada y decapitada,  ofrece restos del estofado  y la elaboración de la familia de los Sardos, de estatura clásica y  con el vestido episcopal, cae la capa sobre una túnica que refleja los pliegues y dragado en forma triangular ampulosa, propia del sobrino de Pablo de Rojas, de modo que insinúa que  se hizo en su taller y tiene la influencia de las manos de los discípulos del maestro de Martínez Montañés.  
       


Años más tarde tuvo lugar una más estrecha relación con el ensamblador Miguel Cano, padre de Alonso Cano, con el que trabajó en varios retablos, entre ellos en el de Albolote y cuya presencia es reconocida en los ensamblajes de las iglesias de Santa  Escolástica, San Cecilio, San Ildefonso, Santa Ana y San Bartolomé.
Estos retablos  fueron proyectados entre los años 1600 y 1604, de clara tendencia posherreriana, y diseñados por Ambrosio de Vico. Este  arquitecto había acudido por los años ochenta del siglo anterior a la ciudad natal de Pablo de Rojas, interviniendo en varias obras fundamentales de la edilicia municipal: la restauración de la muralla del Gabán y de la alcazaba; así como en el diseño de  obras religiosas como la capilla del convento de San Francisco y en las trazas del cuerpo y presbiterio de la Iglesia Mayor.  Considerados sus retablos  por algunos críticos como "secos de línea, desnudos y sin gracia", si embargo reflejan un purismo arquitectónico  basado en el humanismo místico del momento, que daba pocas concesiones a lo anecdótico, y claro ejemplo de la revisión clasicista y la escasez de medios económicos.
En estos retablos jugaban un papel  fundamental el dorado y la policromía y en la pintura, como es lógico, en muchos de ellos no faltaba la presencia del sobrino de Pablo de Rojas, Pedro de Raxis. Aunque predominan en sus tableros la pintura sobre la escultura, el encasamiento central  del primer piso suele ser completado con una escultura o un relieve. Las figuras suelen ser pequeñas y, en los colores abundaban los fríos. Salvo los dedicados a las figuras de santos como el de San Bartolomé, en su mayoría aparece un crucificado en el segundo piso y en el encasamiento central, obra de los pintores y, excepcionalmente, de escultura. Sobre él, el Dios padre coronaba el dintel.  Suele compartir  algunos retablos con su sobrino Gaviria el maestro alcalaíno, pero Bernabé le sobresalía en la contratación de obras, como se constata en los grupos centrales de Santa Ana, San Ildefonso e Íllora.

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