ICONOGRAFÍA
Todos
los tratadistas que han versado sobre Pablo de Rojas coinciden que la
importancia de su obra radica en la creación de tipos iconográficos, y más que
en los tratamientos retablísticos, en el tratamiento y estudio que efectua en
las figuras exentas. Ya el profesor Emilio Orozco lo consideraba como el
creador de la imaginería barroca andaluza, pues hasta los años en los que se
inicia el artista no se concebía la imagen fuera del retablo, desligada del
contexto cultual y con toda la
valoración plástica y expresiva para los devotos de las distintas advocaciones
que solían surtirse de la pasta o de cuadros de lienzos. Sirva de ejemplo la
devoción del Cristo del Paño por los vecinos de una localidad cercana como era Moclín. Como dice el
profesor Bernales: ”..Rojas, pues, será
el escultor procesional, al tender, por propio instinto, a la concepción de la
figura aislada, sobria y rotunda de raza, de vigoroso plasticismo... Pablo de Rojas creó, además de otros
tipos iconográficos, por encima de todos el Crucificado, el Nazareno, la
Inmaculada o el San Juan, que luego trascenderán en la imaginería barroca. Al
mismo tiempo, que le aporta una nueva visión estilística, se apoya en una
especial policromía, debida a su sobrino Pedro de Raxis que se mantendrá en las
imágenes hasta la segunda época de Alonso Cano y renacerá en l siglo XVIII.
La imagen de Inmaculada es uno de los tipos creados por el escultor
granadino. Su versión supera, según todos los tratadistas, a la de Gregorio
Fernández, por mayor gracia de actitud, huyendo de la
simetría para lograr una composición sencilla y grata; él introduce la
costumbre, constante después en la escultura andaluza, de recoger el manto a un
lado, dejando libre un hombro, y dar a la Virgen, mediante la cabeza inclinada
y los ojos bajos, un aire virginal de humildad poderosa.
Esta advocación, ligada con
la de la Limpia Concepción, estaba
presente en su época, ya que comenzó a propagarse entre los católicos españoles
con gran fuerza y pasión. Uno de los más
fervientes defensores de este incipiente dogma
que no se aprobó hasta varios siglos después, fue el arzobispo de
Granada, Pedro de Castro, que posteriormente se trasladó a Sevilla y promovió el culto a María
Inmaculada. En la tierra natal de Pablo de Rojas, hay constancia de una
cofradía de la Limpia Concepción, que había surgido a mediados del siglo XVI y estaba ligada a muchas familias nobles de la ciudad, quedan restos
de una Inmaculada en la parroquia de Santo Domingo de Silos, actual iglesia de
las Angustias, que fue atribuida a su hermano Melchor, donde se reflejan
algunos caracteres de este maestro. Por lo tanto esta temática la había experimentado
en su entorno familiar. Dentro de este tipo iconográfico, la Inmaculada de San
Juan de los Reyes es una de estas imágenes, que presentan a la virgen doncella
con las manos unidas delicadamente por los dedos e implorando al cielo; un
breve movimiento de su cabeza hacia el lado izquierdo contrasta con su mirada y
rostro que se dirigen a la derecha y, a sus pies, la luna y varios ángeles,
motivos muy repetidos en las imágenes de la Inmaculadas y Purísimas. Su
expresión, algo forzada y amanerada y con una rica policromía de su sobrino
Pedro de Raxis, encarnada y estofada, y restaurada posteriormente pues las
nubes son moderas. Tuvo que ser una imagen procesional, pues presenta cierto
estatismo en su torso y unos pliegues algo ampulosos y forzados lo mismo que un
rostro con una mirada dirigida al
devoto. Esta obra debió servir de modelo
para las imágenes que hizo su discípulo Juan Martínez Montañés con destino a la
iglesia del Pedroso, el monasterio de Santa Clara y a la Capilla de los Alabastros de la Catedral
de Sevilla, donde alcanza la máxima perfección y esencia de este tema mariano
por la depuración de la forma- bella y feliz ejecución- y la depuración del
contenido.
Como imagen retablística algunos
autores le atribuyen la Inmaculada del monasterio de San Jerónimo, que ofrece
una representación curiosa del misterio de la Concepción. La Virgen está figurada como matrona en la
plenitud de la edad juvenil, teniendo a sus pies los bustos de sus padres
Joaquín y Ana, que la admiran y veneran. El mismo movimiento del torso hacia la
izquierda compensado por el adelantamiento del pie hacia la dirección
contraria. Su rostro demuestra una dulzura cuando dirige la mirada hacia el
lado derecho. Dentro de los cánones
clásicos el plegado de su túnica y el velo de su clámide demuestran un
equilibrio austero sin que se denote en modo alguno ningún efecto barroco, sino
más bien una posición muy cercana a lo
hierático. Sin embargo, no están todos los críticos de acuerdo con esta atribución,
pues Orozco se inclina cada vez por Melchor de Turín, y cita como precedentes
de lasi Inamaculadas montañesinas las nuevas atribuciones las del convento de
la Encarnación y las del Seminario de Baeza y el Hospital de la Concepción de
Écija, que destacan por su mayor esbeltez y más tiena y candorosa belleza. En el cementerio de los canónigos se
encuentra una Inmaculada en piedra, un poco forzada en sus gestos pero de su
estilo y círculo. La Virgen de los Favores(finales del siglo XVI)que se
encontraba en la iglesia granadina de San Juan de los Reyes es una bella
Purísima, de la que destaca el profesor Hernández Díaz:... las manos puestas oracionalmente, en extática actitud y con
estático ropaje, que acentúa la serenidad de su apostura. En su discípulo
Juan Martínez Montañés, destaca la Inmaculada del convento y monjas de san
Leandro de Sevilla, realizado en los años del decenio crítico (1620-1630) y que
fue vendido a los descalzos en el año 1626. Hoy día, no se conserva, pues
despareció a mediados del siglo XIX. Desde la del Pedroso hasta la de Santa Clara arrancan todos los
tipos de Pablo de Rojas. Alonso de Mena materializó este modelo en el monumento
del Triunfo en el que quería rendirse homenaje al juramento que había hecho la
ciudad de Granada por la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción. El tipo
iconográfico deriva, por completo, de Pablo de Rojas, aunque acentúa la silueta
fusiforme al recoger el plegado del anto del lado derecho bajo el brazo
izquierdo, marcando así la diagonal con amplios y profundos pligue, en contras con
el lado izquierdo que cae recto vertical. Otras varientes en el ondulado de la
cabellera, la disposición de las manos y la mirada baja concentrada son
caracteres típicos de Mena.
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