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viernes, 14 de junio de 2019

ICONOGRAFÍA DE PABLO DE ROJAS. LAS INAMACULADAS




ICONOGRAFÍA






     Todos los tratadistas que han versado sobre Pablo de Rojas coinciden que la importancia de su obra radica en la creación de tipos iconográficos, y más que en los tratamientos retablísticos, en el tratamiento y estudio que efectua en las figuras exentas. Ya el profesor Emilio Orozco lo consideraba como el creador de la imaginería barroca andaluza, pues hasta los años en los que se inicia el artista no se concebía la imagen fuera del retablo, desligada del contexto cultual  y con toda la valoración plástica y expresiva para los devotos de las distintas advocaciones que solían surtirse de la pasta o de cuadros de lienzos. Sirva de ejemplo la devoción del Cristo del Paño por los vecinos de una localidad  cercana como era Moclín. Como dice el profesor Bernales: ”..Rojas, pues, será el escultor procesional, al tender, por propio instinto, a la concepción de la figura aislada, sobria y rotunda de raza, de vigoroso plasticismo...  Pablo de Rojas creó, además de otros tipos iconográficos, por encima de todos el Crucificado, el Nazareno, la Inmaculada o el San Juan, que luego trascenderán en la imaginería barroca. Al mismo tiempo, que le aporta una nueva visión estilística, se apoya en una especial policromía, debida a su sobrino Pedro de Raxis que se mantendrá en las imágenes hasta la segunda época de Alonso Cano y renacerá en l siglo XVIII.


La imagen de Inmaculada es uno de los tipos creados por el escultor granadino. Su versión supera, según todos los tratadistas, a la de Gregorio Fernández, por  mayor gracia de actitud, huyendo de la simetría para lograr una composición sencilla y grata; él introduce la costumbre, constante después en la escultura andaluza, de recoger el manto a un lado, dejando libre un hombro, y dar a la Virgen, mediante la cabeza inclinada y los ojos bajos, un aire virginal de humildad poderosa.
Esta advocación, ligada con la  de la Limpia Concepción, estaba presente en su época, ya que comenzó a propagarse entre los católicos españoles con gran fuerza y  pasión. Uno de los más fervientes defensores de este incipiente dogma  que no se aprobó hasta varios siglos después, fue el arzobispo de Granada, Pedro de Castro, que posteriormente se trasladó a  Sevilla y promovió el culto a María Inmaculada. En la tierra natal de Pablo de Rojas, hay constancia de una cofradía de la Limpia Concepción, que había surgido a mediados del siglo  XVI y estaba ligada a muchas  familias nobles de la ciudad, quedan restos de una Inmaculada en la parroquia de Santo Domingo de Silos, actual iglesia de las Angustias, que fue atribuida a su hermano Melchor, donde se reflejan algunos caracteres de este maestro. Por lo tanto esta temática la había experimentado en su entorno familiar. Dentro de este tipo iconográfico, la Inmaculada de San Juan de los Reyes es una de estas imágenes, que presentan a la virgen doncella con las manos unidas delicadamente por los dedos e implorando al cielo; un breve movimiento de su cabeza hacia el lado izquierdo contrasta con su mirada y rostro que se dirigen a la derecha y, a sus pies, la luna y varios ángeles, motivos muy repetidos en las imágenes de la Inmaculadas y Purísimas. Su expresión, algo forzada y amanerada y con una rica policromía de su sobrino Pedro de Raxis, encarnada y estofada, y restaurada posteriormente pues las nubes son moderas. Tuvo que ser una imagen procesional, pues presenta cierto estatismo en su torso y unos pliegues algo ampulosos y forzados lo mismo que un rostro con  una mirada dirigida al devoto.  Esta obra debió servir de modelo para las imágenes que hizo su discípulo Juan Martínez Montañés con destino a la iglesia del Pedroso, el monasterio de Santa Clara y  a la Capilla de los Alabastros de la Catedral de Sevilla, donde alcanza la máxima perfección y esencia de este tema mariano por la depuración de la forma- bella y feliz ejecución- y la depuración del contenido.
Como imagen retablística algunos autores le atribuyen la Inmaculada del monasterio de San Jerónimo, que ofrece una representación curiosa del misterio de la Concepción.  La Virgen está figurada como matrona en la plenitud de la edad juvenil, teniendo a sus pies los bustos de sus padres Joaquín y Ana, que la admiran y veneran. El mismo movimiento del torso hacia la izquierda compensado por el adelantamiento del pie hacia la dirección contraria. Su rostro demuestra una dulzura cuando dirige la mirada hacia el lado derecho. Dentro de los cánones  clásicos el plegado de su túnica y el velo de su clámide demuestran un equilibrio austero sin que se denote en modo alguno ningún efecto barroco, sino más bien una posición muy cercana a lo  hierático. Sin embargo, no están todos los críticos de acuerdo con esta atribución, pues Orozco se inclina cada vez por Melchor de Turín, y cita como precedentes de lasi Inamaculadas montañesinas las nuevas atribuciones las del convento de la Encarnación y las del Seminario de Baeza y el Hospital de la Concepción de Écija, que destacan por su mayor esbeltez y más tiena y candorosa belleza.   En el cementerio de los canónigos se encuentra una Inmaculada en piedra, un poco forzada en sus gestos pero de su estilo y círculo. La Virgen de los Favores(finales del siglo XVI)que se encontraba en la iglesia granadina de San Juan de los Reyes es una bella Purísima, de la que destaca el profesor Hernández Díaz:... las manos puestas oracionalmente, en extática actitud y con estático ropaje, que acentúa la serenidad de su apostura. En su discípulo Juan Martínez Montañés, destaca la Inmaculada del convento y monjas de san Leandro de Sevilla, realizado en los años del decenio crítico (1620-1630) y que fue vendido a los descalzos en el año 1626. Hoy día, no se conserva, pues despareció a mediados del siglo XIX. Desde la del Pedroso  hasta la de Santa Clara arrancan todos los tipos de Pablo de Rojas. Alonso de Mena materializó este modelo en el monumento del Triunfo en el que quería rendirse homenaje al juramento que había hecho la ciudad de Granada por la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción. El tipo iconográfico deriva, por completo, de Pablo de Rojas, aunque acentúa la silueta fusiforme al recoger el plegado del anto del lado derecho bajo el brazo izquierdo, marcando así la diagonal con amplios y profundos pligue, en contras con el lado izquierdo que cae recto vertical. Otras varientes en el ondulado de la cabellera, la disposición de las manos y la mirada baja concentrada son caracteres típicos de  Mena.

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