A lo largo de los estudios de muchos investigadores sobre la esclavitud
o la trata de niños o blancas, es frecuente que su procedencia es muy variada
en las diversas épocas de la historia.
Siempre la actitud de los propietarios no solo es inhumana, sino que se
convierte en una acción más propia de un animal que de un ser con razón y seso.
Casi siempre, los esclavos se ven abocados a su ventas por
circunstancias de violencia o supremacía entre los seres humanos. De ahí que en
los contratos siempre estos seres vivos
y desamparados aparecían, durante la Edad Moderna, resos de guerras, víctimas de tropelías en el
mar; y en nuestras tierras españolas, lo eran por ser moriscos, turcos o
berberiscos, tanto hombres como mujeres, negro o de color membrillo, blancos o
indios mujeres u hombres, niños o adolescentes, maduros o mayores de edad. Tampoco
no nos extraña que los otomanos convirtieran a los cautivos cristianos en
esclavos de su Corte musulmana.
Es verdad que la esclavitud siempre ha
existido desgraciadamente en la historia
de la humanidad y se acrecentó este
deterioro de la condición humana en tiempos de los romanos. Kovaliov no podía
concebir la Historia de Roma con otro nombre sino el de la República esclavista. También, abundan
las leyendas e historias de cautividad en tiempos medievales. Y se acrecientan con
la llegada de los españoles a América, al mismo tiempo que se alzan voces
contra los que se excedían en humillar a aquella población como el padre
Bartolomé de las Casas. Pero, en este mundo
de la esclavitud se encuentra este primer caso de la presencia de un esclavo de
tierras americanas, relacionado con los comerciantes portugueses y su
compraventa por parte vecinos del antiguo reino de Jaén. No es de extrañar
porque los centros de mercado más cercano solían ser los pueblos e Málaga y Granada, y los implicados estaban relacionados con
hidalgos y caballeros de guerra.
Nos referimos a un documento notarial levantado ante el
escribano alcalaíno Antón García de los Ríos, en 22 de junio de 1555, que consistía en un contrato de trueque y
cambio entre el portugués García Gómez, vecino de Jaén y estante de Alcalá la
Real, y el comerciante alcalaíno Lucas
Martínez. El primero le entregaba un esclavo, curiosamente indio, y el segundo
se comprometía a intercambiarlo por un potro. El esclavo se llamaba Juan,
de unos veinte años poco más o menos, de buena guerra y sano, sin tachas y,
como exigían las normas de trueque, ni borracho ni tenía enfermedad alguna
encubierta; tampoco era fugitivo o
ladrón. Para mayor aberración se intercambiaba este esclavo por un potro, que
tenía tres años, sellado y enfrenado. Y se fijaba el valor de la transacción en
esta cláusula: si en caso de que se contravinieran estas condiciones y
enfermara el esclavo, se veía obligado García Gómez a pagar 70 ducados por
menoscabo. Un hombre como, un potro, solo siete decenas de ducados.
.
El documento no tiene desperdicio
alguno, si se puede llamar de alguna manera este trato. Pues nunca había llegado tanto la degradación
humana que el trueque fuera entre un ser humano y una animal. Nos viene a la
mente el mantenimiento ideológico de aquellos tiempos sobre el trabajo y el ser
humano. Fueron siglos y siglos en los
que según el poder de la persona, podía
caer su estima y valoración entre concebirse
como un ser humano o simplemente una cosa. Se basaban en el concepto romano de las
herramientas de trabajo para la agricultura: por una parte, las manuales o
dicho en lengua latina instrumentum
non vocale, quedaban generalizadas para los animales como el arado, la azada
el amocafre; y por otro lado los esclavos romanos, se consideraban instrumentum
vocale, herramienta que habla. Es un decir, que era para los romanos, pues,
como se describe por estas líneas también lo era para los hombres del
Renacimiento del siglo XVI de nuestra tierra. En el futuro de la globalización, la
esclavitud se ha extendido con otros parámetros, sino nos liberamos de la
esclavitud virtual de las nuevas tecnologías. O lo mejor hay que crear una
nueva nomenclatura para el hombre actual, siguiendo a los romanos instrumentum
tecnologicum.
No hay comentarios:
Publicar un comentario