Entre 1598 y 1602,
algunos críticos de arte, entre ellos María Elena Gómez Moreno, le atribuyen
una segunda etapa de formación de Juan Martínez Montañés. Lo único que pudo ser cierto
de esta etapa es la llegada del discípulo a Granada para la boda de su hermana
Catalina en el 1602. En 1600 realizó las imágenes de la
Virgen y San Juan que se conservan en el convento del Angel Custodio de
Granada.
Por 1602 y
1604, su sobrino intervenía, concretamente, junto con Miguel Cano en el retablo
de la iglesia de San Cecilio pintando las tablas; de ahí que no nos cause
sorpresa las atribuciones de San Roque y del Crucificado de dicha iglesia al
Círculo de Pablo de Rojas, pues tuvo que completarse la imaginería del retablo,
desgraciadamente desaparecido. Otras veces, el pintor que acompañó las obras de
ensamblaje de Cano fue García Corrales como era el caso de la iglesia de Santa
Escolástica en 1600. El padre de Alonso Cano y el mismo Ambrosio de Vico
también trazaron el retablo de San Cristóbal entre el año 1604 y 1608.
No obstante, para muchos
críticos, su presencia artística está asegurada en 1600 en el Calvario del
convento del Angel Custodio de Granada, actualmente guardado en la iglesia
parroquial de San Cristóbal donde a la imagen
del Crucificado de influencia de Alonso Mena acompañan las tres figuras del
mencionado calvario(el Cristo, San Juan y la Virgen).
A partir de 1603, Pablo de Rojas
mantuvo las relaciones artísticas y la
amistad con su discípulo Bernabé, pero éste se independizó del maestro
al establecer su residencia en la
parroquia de San Gil e instalar su propio taller, pues ya había contratado
obras en solitario como el San Sebastián de la iglesia parroquial de Albolote
o, un año después, las del retablo de la
iglesia del Salvador con las figuras del Salvador, San Martín y San Blas y el
Dios Padre, que hoy día se encuentran en San Cristóbal y el último en el Museo
Catedralicio.
En 1606 intervino
junto con Bernabé de Gaviria en las esculturas del retablo de la iglesia de San
Agustín de Albolote que había diseñado
Ambrosio de Vico y donde participó de entallador Miguel Cano. El contrato de la
obra fue realizado a instancias del arzobispo de Granada don Pedro de Castro y
Quiñones y consistía en una reforma de las anteriores pinturas que se habían
fijado colocando en su lugar las esculturas de Dios Padre y de Cristo, Nuestra
Señora de la Encarnación, y San Juan. Sin embargo, los cuatro apóstoles o
evangelistas se les contrataron a Martín de Aranda. En el retablo se desarrolló
la típica mancomunidad de artistas a la hora de ejecutar una obra de
envergadura y con él se inició, por otra parte, el típico retablo protobarroco
de una calle central más elevada. Dejando aparte el diseño que realizó Ambrosio
de Vico en 1605, el entablado y ensamblaje
corrió a cargo de Miguel Cano, el padre de Alonso Cano y fue contratado
el 21 de mayo de 1605 terminándolo seis meses después cuando cobró 304 ducados.
Este realizó una obra de un banco, dos pisos y tres calles, la central más
elevada que las laterales. El banco estaba dividido por cuatro cartelas
salientes que soportaban las columnas y estaba decorado en lo laterales con los
relieves de los Evangelistas. El primer piso, dividido en las mismas calles por
columnas estriadas y con capiteles jónicos tenía en los encasamientos las
pinturas y en la central, una dedicada a la Encarnación. El segundo piso,
similar al primero, dividido por columnas corintias con un encasamiento central
de mayor tamaño, donde se ubicaba el Calvario y venia bordeado a sus lados con
dos tablas o cuadros de pinturas. La tabla central venía coronada por una
frontón curvo con la figura del Dios Padre.
Este muy similar al que se
ofrecen en los retablos alcalaínos. El sobrino de Pablo de
Rojas, Pedro de Raxis intervino en la pintura, dorado y estofado por medio de
una escritura que contrató el mismo día que Miguel Cano lo hizo con el
ensamblaje. Aunque es una obra un poco deslustrada, se aprecia el fino y
esmerado trabajo de este pintor, el padre de la estofa. Pues es evidente su
mano en el dorado y estofado de los escudos del obispo don Pedro de Castro y de
don Pedro Villares, obispo de Nicaragua, las grecas, la vegetación menuda, las
figuras geométricas entrelazadas, la decoración de chórcholas, capiteles,
frisos, pirámides y las columnas, todo con un color predominante: el verde,
rojo azul. Intervino además en todas las pinturas de los cuadros del retablo.
Un año después en el 19 de
diciembre de 1606, Pablo de Rojas, vecino de la parroquia de Santiago como su
sobrino Pedro, y Bernabé de Gaviria, a su vez
En el mismo día 16 de diciembre
1606 se contrataron los evangelistas del banco
al escultor Martín de Aranda. En menos de un año, sin embargo ya estaban finalizadas todas las imágenes
contratadas por los primeros, pues el 19 de noviembre de 1607 Ambrosio de Vico
las tasó y revisó sin subirle el precio del contrato, al comprobarlas en casa
de los pintores, el taller de su sobrino Pedro de Raxis, en todos los
pormenores. El Crucificado tenía cinco tercias y adornado con sus potencias,
corona de espinas, título de la cruz y clavos de hierro e importaba 25 ducados;
Dios Padre importaba 12 ducados y tenía tres cuartas de alto y de una tercia y
consiguió cierto aire en su labor de
relieve entre dos cornisas redondas; la imagen de María tenía seis cuartas y
media que eran seis dedos; la de San Juan, la misma altura importando ambos 40
ducados; Y el relieve de Nuestra Señora de la Encarnación se había realizado
tal como concebía en forma de la historia que el contrato recogía con estas
palabras: a de tener el encasamiento siete quartas y
media en quadrado y con esta consideración se a de terçiar la figura de Nuestra
Señora, pues a de estar umillada, y el ángel inclinada la rodilla, de manera
que tendrá el ángel de alto seis quartas y media. Importó esto último 50
ducados junto con la historia que era un jarrón de azucenas, un atril con su
libro y una paloma.
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