Esta era la situación en la que se vio inmerso este corregidor. Pues no era extraño que, en 1686, la situación era insoportable
para mantener los restos de la fortaleza de la Mota como aparato administrativo, judicial o de
servicios. La cárcel se encontraba en pésimas condiciones, alejada de la vida municipal y de la justicia
permitiendo la fuga de presos, los gastos excesivos de guardas y el abandono de
los encarcelados que se sumían en la pobreza e inanición por falta de
asistencia.
El vecindario se había trasladado
a la parte llana y tan sólo quedaban el
cabildo, tres casas particulares y el ayuntamiento, dando lugar a que fuera
bastante engorroso el comercio para trasladarse de un sitio a otro y se
provocara el absentismo de regidores, procuradores y escribanos por no querer
subir a ella. Ya no sólo, se ponía en
peligro el recinto militar, sino los barrios de san Bartolomé, san Blas y san
Francisco. Como es natural ya hacía tiempo
que habían desaparecido todas las tiendas de la plaza y en el 1689 se subastaron
sin encontrar postor alguno ni siquiera para compra de los materiales. De ahí
que en este final de siglo era una necesidad urgente adecuar los organismos
administrativos a la nueva estructura urbana. En el 1690, solicitando que se le
concediera una menor leva de soldados se nos describe una ciudad:
con más gravámenes y más estéril que (Loja) y no tiene otros ingresos y, en
el tiempo presente, con tan corto valor que las más de las tierras y cortijos
se quedan sin sembrar y tan diseminada de vecindad que muchos barrios de ella
que se hallaban con entera vecindad, quando se hizo el primer repartimiento, se
hallan muy despoblados sin que ayan vecinos en ella como el de la Mota , que era el principal de
esta ciudad, donde no quedaba ningún vecino para contribuir por ser esentos los
vecinos que la abitan el señor abad, don Francisco de Sotomayor, caballero de la Orden de Santiago, el
capellán don Rodrigo de Valenzuela y don Rodrigo de Aranda y el barrio que llaman de san Bartolomé donde no ha
quedado ningún vecino , siendo así que era de más de cien, y el de san
Francisco y Peña Horadada, donde abía más de trescientos a donde sólo se hallan
veinte vecinos, y san Blas que tendría quinientos vecinos se halla cincuenta y
se perderán, que, por ser barrios despoblados, no biben en ellos gente que
tenga posible para dicha contribución
Ya no
era sólo el abandono de la ciudad sino también la ruina que amenazaba a los
barrios vecinos. En 1695 los alarifes
realizaron un informe sobre la situación amenazante para el barrio de
santo Domingo y de san Sebastián por las partes del Gabán, la cárcel pública,
en la que se produjeron varias fugas de presos, y la muralla y torre de
Santiago.
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