Marzo
es un mes de vértigo para población alcalaína. Parece que ni en el siglo XXI se
puede dejar en el cajón del olvido, más bien, en el armero el ímpetu bélico de
su origen etimológico del dios Marte. Se ha mezclado el final de la Cuaresma
con la fiesta de san José. Más que entre tiros y altozanos, la gente se mueve
entre trompetas y tambores. Se ha sustituido la musicalidad oral de los recién acabados carnavales por la
percusión y el metal. Se ha pasado de
las viejas y rancias murgas de los
gremios y oficios a las comparsas y chirigotas de excelente calidad. Y, lo
mismo acontece en las agrupaciones
musicales, se han cambiado las primeras chirimías y tambores, que no llegaban a
alcanzar las dos parejas, por unas armónicas agrupaciones musicales que se
desarrollan en muchos estamentos: desde
la agrupación musical Pep Ventura hasta el hermoso ramillete de bandas
musicales de cofradías y hermandades. Ya nadie recuerda aquella página de la
historia de aquel primer tambor o pareja
de heraldos-las chirimías de Granada o Jaén-
que se contrataban por el cabildo alcalaíno para la tabla de las fiestas
más solemnes de la ciudad como el
Corpus, la Virgen de Agosto o Santo Domingo de Silos; en las actas de los documentos municipales se encuentran los dos
tambores y dos trompetas que convocaban a los soldados de las compañías de la
ciudad en su marcha de aleo para que acudieran a la Plaza Alta de la Mota para
emprender la marcha a defender la Costa de barcos enemigos; es un retazo de las
historias cofrades aquel tambor y trompeta de la cofradía de la Santa Veracruz
o del Dulce Nombre de Jesús que, al principio de la manifestación religiosa,
paso de disciplinantes o estación de
penitencias convocaba a los vecinos a
presenciar los pasos. Incluso, aquellas bandas de tambores y trompetas, que
recordaban las bandas militarizadas de
los jóvenes de la OJE, no pasan más que por la memoria de los octogenarios. Estas
bandas se entroncan y nacen de la fuente musical de la Banda Mixta del
Gallardete de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que, allá por los años sesenta del
siglo pasado, acrecentaron la percusión
y la trompeta cuartelera con otros metales como el saxofón y los pequeños
timbales; crearon esas bellísimas piezas « las marchas» de Manuel López; y, en
verdad que no forzaban la audición de los espectadores sino que invitaban a la
espiritualidad. Con esta banda, los vecinos se incorporaban al cortejo
semansantero sin darse cuenta, atraídos, más bien embelesados por un hilo
secuencial que se semejaba a un imán potente de culto devocional.
Aquellas
bandas se componían de mozalbetes, jóvenes de quinta, y se acompañaban de
maestros músicos de la banda municipal. Inolvidables fueron Juan de Dios, Miguel Fernández, Aquilino y tantos otros que
se me quedan en el tintero...
Actualmente, el panorama musical se ha desbordado en muchos rincones de
todos los pueblos de Andalucia. Es un fenómeno insólito de atracción del sector
juvenil y, apenas, se encuentran los músicos profesionales. La música se ha convertido en la esencia
formativa de muchos jóvenes, porque la
aman, disfrutan de su
presencia en estos
colectivos y se sacrifican para conseguir la bella
armonía de muchas composiciones. No hay más que pasear por cualquier rincón o barrio de la ciudad de la Mota para encontrarte un colectivo musical
de una cofradía. Si marchas por el barrio de las Aves Frías, la Agrupación de la Esperanza emite oraciones de huerto y clarines melodiosos de esperanza preparando
los pasos del Martes Santo; si te
marchas por el recinto
histórico, los tambores de piel
de cabra y las trompetas de hojalata del
Señor del Ecce-Homo te vuelven a tiempos
de tropa de caballeros y de pasos
representados con rostrillos de personajes pasionales, son los heraldos de
todos estos grupos que se esconden bajo
los sótanos de una casa de hermandad ubicada en calles de nombres del siglo XVI como los miembros de
las Agrupaciones musicales del Cristo o
de Nuestra Señora de las Angustias creando nuevas propuesta; si te adentras en el barrio de la Tejuela, ensayan los músicos de la cofradía arcana del Dulce
Nombre de Jesús marchas majestuosas de
la mañana del Viernes Santo.
http://pacomartinrosales.blogspot.com.es/2016/04/entre-tirios-y-altozanos-iii-entre.html En
estos días finales de Cuaresma y en la
noche de la víspera de San José, Alcalá no es «la Real»; es ,
más bien, «la abacial». Otros la llamaron «levítica». Pero Alcalá
anuncia no sólo un ciclo de calendario cristiano, es un canto coral de la
juventud, una escuela de formación en el arte de la armonía, que Pitágoras
elogiaba con el título de excelencia en términos actuales. Es el testimonio de
muchos jóvenes que comienzan a andar en el mundo de Euterpe, desechando otros
terrenos, campos y mundos que ofrecen el
consumismo y el hedonismo actuales. Se
constatan el esfuerzo y la profesionalidad para conseguir armoniosas
composiciones de poesía coral tras muchas horas de ensayo, como si los
dirigiera la musa Tersícore. Y , no ofrece género de dudas que ya no es un
simple redoble monótono ni un cansino trompeteo de acordes paramilitares de
aquellas bandas del pasado marchando
tras las efigies de los mal llamados desfiles procesionales , sino que muchos
de estos jóvenes se han formado en
conservatorios, te sorprenden
placenteramente en conciertos de música religiosa a las primeras de cambio y
han convertido las agrupaciones en
orquestas sinfónicas que ya no sólo te atraen como un imán sino que te
convierten en un Orfeo escuchando su renovado repertorio musical en cada año. Y, para más
satisfacción, con dedicatorias
entroncadas en el alma popular alcalaína: Angustias, Salud, Ecce-Homo
Coronatus, He aquí el Hombre, Mercedes Coronada... ¿Qué más se puede pedir? Si
forman al hombre, lo recrean con el arte más armonioso y crean convivencia y
sociabilidad, preferimos mejor que entre tiros, las chirimías de trompetas,
saxos, trompas, y metales; y, en segundo
lugar, consideramos mejor convertir el altozano en aquel dicho
que dice « la matemática es música
para la mente, la música es matemática para el alma».
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