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Quería cerrar el círculo de la
investigación el alcalde mayor y llamó a todos los testigos del acto de los
esponsales. Pues , por ahora , no le cuadraban las declaraciones de madre e
hija e, incluso, se contradecían. Luego , llamó a Francisco Moreno y le rellenó
otra nota con el nombre de los que habían dado regalos a Juana.
Tres días después, se presentaron todos los testigos. Dieron, incluso, con el criado de Manuel de Lastres, llamado Ignacio
López. Era un hombre de peso, ya maduro
porque declaró tener cuarenta años Fue el primero en realizar los correspondientes
juramentos y hacer las declaraciones.
-Por Dios, juro que , como
vecino de Juana, Manuel Navajos pretendía casarse con ella y le había dado, y
lo decía con seguridad, un corte de guardapiés,
un par de medidas de seda y otro de estambre, un sombrero fino, una vigüela y
un ceñidor. Y, también le había enviado, cuando se encontraba fuera en el
servicio militar, una palatina con lantejillas
de plata . Y vio con sus propios ojos
unas corbatillas de oro.
Aclarado el primer
asunto, había recibido regalos de Manuel. Pero, al juez, le interesaban mucho
más las declaraciones de los testigos
que habían compartido los esponsales de Manuel y Juana. Quería ir al meollo del asunto. A los trs los llamó a declarar.
Ana Delgado ya se había casado con Juan de
Hinojosa, y no dudo en demostrar
que Manuel Navajo le dio el día de la
Virgen de la Cabeza un agnus Dei con una cadena de plata. Y en 1754
le dio una cruz de Caravaca en
señal de fidelidad, .
-Y ¿qué signifca todo esto?.
- Mi señor alcalde, creo
que a mi entender querían casarse. Y ya
dio el consentimiento la Juana.
-Y de los otros regalos?.
-Señor juez, ni idea.
El juez no quería perder el
hilo de las esponsales y llamó a su hermana María Josefa Delgado, mujer de su
cuñado Manuel Hinojosa, la compartió y ratificó las declaraciones de su hermana. y Matizaba
que el agnus Dei era de tres esquinas. Y el otro le entrego la cruz de
Caravaca.
-Para qué.
-Señor juez, fueron prendas que
uno y otro se dieron con el ánimo de
casarse. a
Luego vino Juan Díaz m vecino
del hidalgo don José Revilla.
El juez le insistió sobre la
relación entre los dos pretendientes y
el resto de las donaciones.
--Señor juez, la misma Juana
Gallardo me lo refirió que se las habío regalado Manuel Navajo. Se las vio además
puestas, porque eran vecinos. Las que no he mencionado, no tengo noticia alguna
de su paradero.
Las hermanas Delgado , testigos
de los esponsales, hicieron estas declaraciones, pero faltaba las de Diego de Molina que resaltó que era amigo de
Manuel Navajo y, en más de una ocasión, le había dicho que le había regalado
una prenda de su propia madre, el agnus Dei y las corbatillas de oro.
.El procurador sacó todas las
conclusiones a favor de Manuel Navajo. Puso de manifiesto que , sin darse
cuenta su madre se explayó ante el alcalde mayor , relató todos los pasos de la
ceremonia nupcial entre Juana Galabardo y Lorenzo de Navas. En el momento de
recoger la dote, que aportaba para las nupcias matrimoniales ante la Justicia
Eclesiástica, se encontraban todos los regalos que le había donado Manuel
Navajo. En los primeros embates, el procurador había conseguido para Manueluna
parte de sus regalos. Juana le devolvió el pañuelo estampado, las cobartillas de oro y la
armilla con puntas de oro. Pero no quería responder de las otras piezas,
alegaba que ella no las había recibido, y probablemente estaban en casa de su
madre, eran corte de guardapiés de indiana, sombrero, ceñidor de seda y la
vigüela. Además con mucha indecencia le
seguía reclamando los doce pesos por que le había comprada las corbatillas y
las armilla.
Lo tenía facil el procurador
tras las declaraciones de los testigos y
madre. Le hizo un resumen al juez de queue no era solo un simple acto de
recompensa sino que la malicia había sido el factor que había desencadenado este ataque. Al principio, podía considerarse
simplemente como una reacción anímica de frustración pasional, pero ahora
trascendía mucho más al verse engañado y
manipulado su cliente. Le daba vueltas a la cabeza, y apostillaba que los
propios testigos le habían desesmacarado la tramoya urdida por estas dos
mujeres y el esposo.
Al final cedieron, Tanto la
madre como Juana devolvieron las alhajas, pero algunas se habían
extraviado y debían pagarla por el valor de ellas mismas.
El alcalde, casi por las mismas
fechas de la Virgen de la Cabeza, pero,
cinco años después, le comunicó que le reclamaba las prendas perdidas o
su equivalente en dinero. Ante la falta
de contestación de Juana, la declaraba en rebeldía por haber actuado maliciosamente a lo largo del
proceso.
Sigo con el siguiente legajo, que estaba cosido al anterior por si se
encontrara el fallo. A ver si Manuel Navajo había conseguido apretar más las
tuercas de su venganza personal, fruto de un despecho en su ausencia. Me detengo
y la página corresponde al mismo escribano a Fausto Ortega, pero el tema y los
personajes son otros. Luís de Callejas y José Extremera . El lugar era el
Castillo de Locubín. Versaba una deuda al Pósito. Sigo y releeo. Nada de nada.
Manuel Navajos se había aburrido , hasta aquí había llegado su enfado personal, fruto de este despecho que
le iba costar la vida. Mientras caminaba , vacilaba si aquellas esponsales no
habían sido más que sus buenas promesas,
y topó con la inmadurez de Juana que no
dio el paso de la promesa correspondida. Y, entonces, pensó, como dicen los
gallegos, que se había matado por la gaseosa.
Por el 29 de abril, el alcalde
mayor licenciado Vallejo del Campo concluía los autos y el escribano don Fausto y escribía esta nota" " los daba por presentados reproducidos y por concluso po la parte de
Manuel Navajo".
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